lunes, mayo 09, 2011

¿Engels ante el tribunal de la historia? Dos notas sobre su biografía.


Una. La publicación de El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels, de Tristram Hunt (*), parece ser una buena noticia, quizás no tanto porque se trate del trabajo más minucioso que se haya escrito sobre el colega de Marx, sino sobre todo porque el autor –un historiador que además es diputado laborista británico, una credencial más que dudosa aunque habría que verlo más en detalle- concluye que Engels no fue responsable de los crímenes del estalinismo. Así, en una entrevista al autor en el diario Público, uno se encuentra de entrada con esta pregunta: ¿Por qué tantos intelectuales marxistas han acusado a Engels de la deriva totalitaria de Stalin y del comunismo soviético?
Lo cierto es que uno que intenta estar enterado de estas cosas estas cosas no se había percatado de que pasara algo así, pero Hunt no duda, y responde: ”En parte porque querían salvar a Marx. Si Engels era el responsable de lo ocurrido en el siglo XX, eso dejaría limpio a Marx. Hay elementos que conectan a Engels a través de Lenin con el materialismo dialéctico y la ortodoxia de los años treinta. Pero el libro demuestra que si sólo consideras esa parte de Engels, pierdes una parte muy importante de su pensamiento y obra. Es muy fácil e históricamente incorrecto acusarle de todos los males del marxismo-leninismo”
Pero lo cierto es que la pregunta no parece que fuese tan desencaminada ya que días después, en el número del Babelia del 30 de abril, Antonio Elorza ejerciendo de fiscal del Tribunal (neoliberal) de la Historia, hace una reseña del libro en la que se podía leer la siguiente insinuación: “Este es uno de los aspectos más discutibles de la apreciación de Hunt, al ver en el Anti-Dühring "la expresión de una opinión marxista auténtica y madura" y "un magnífico sistema teórico", cuando en realidad el determinismo y la lógica de la inversión que presiden sus páginas, sobre un fondo de Hegel y Darwin mal interpretado, constituirá ante el futuro una verdadera maldición, para el pensamiento socialista. Releamos el párrafo en que nos cuenta Engels las maravillas que iban a seguirse automáticamente de "la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad", la cual desembocaría en "el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad". Al desaparecer la represión, el Estado se haría innecesario. Llegados a este punto, resulta imprescindible establecer el vínculo de tales proposiciones con la dimensión utópica del Estado y la revolución de Lenin. Aquí sí que el sueño de la razón produce monstruos, por mucho que el imaginativo recorrido final de Hunt por la Rusia exsoviética y por las posibles huellas de Engels sobre el estalinismo le permita concluir que Engels no fue responsable de sus crímenes. Pero no es menos cierto que el castillo de ideas conducente al "reino de la libertad", al proyectar su dogmatismo y su milenarismo sobre una política revolucionaria, dejaba inevitablemente el protagonismo efectivo en manos de la violencia de Estado. Todo paraíso necesita la espada del arcángel san Miguel”.
Uno piensa, menos mal que no lo acusa de inspirar a ETA, porque Elorza te puede salir con esas con la ayuda de unas líneas “eruditas” extraídas de su pasado comunista lo que, por cierto, no sé hasta qué punto no le hace también responsable de unos crímenes que no niega ni tan siquiera Losurdo. Es más, Losurdo cita a una buena cantidad de líderes liberales comenzando por Churchill, que no tuvieron empacho en elogiar a Stalin cuyos desafueros resultan reducidos a la ideología marxista, como si el seminarista de Tiflis no hubiera sido mucho más deudor de las tradiciones escolásticas de las “almas muertas” del funcionariado gran ruso que salió por una puerta –con la revolución- pero que regresó por otra, la que lleva a dar primacía al Estado…
Semejante amalgama no debía sorprender en nuestro tiempo cuando el estalinismo el neoliberalismo triunfante ha conseguido convertir el estalinismo en una suerte de tinta negra que mancha todo lo que huela a marxismo, en realidad a toda disidencia por mínima que sea, así por citar un caso cercano, en la película Caza a una espía (Fair Game, Doug Liman, USA, 2010), que reconstruye la historia real de la agente secreta de la División de Anti-proliferación de la CIA, Valerie Plame (Naomi Watts), que se negó a mentir sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, por lo cual fue denunciada por la “gente más poderosa del mundo”, vemos como la señora es tratada de “comunista” por los medias más afines al poder, una historia reciente que rememora toda una “tradición” que convirtió en “agentes de Moscú” a toda clase de huelguistas y discrepantes de una manera constante y sistemática.
Semejante vía de culpabilización sistemática y casi institucional plantea al menos tres problemas de honestidad básicas, primero, parece que los únicos crímenes contra la humanidad perpetrados en la historia del siglo XX sean los del “comunismo”, una acusación que por lo demás tienen la siniestra virtud de esconder todos los otros, por ejemplo los del colonialismo…segundo, son los únicos que se atribuyen a los criterios ideológicos, así el señor el diputado europeo del PP, Aleix Vidal Cuadras puede hacer recaer sobre El Manifiesto Comunista el Gulag y todo lo demás, como si en nombre de dios, de la libertad no se hubieran perpetrado, y se perpetran otros mucho mayores, y tres, que esta línea de argumentación hace caso omiso de dos constataciones primordiales, la primera es que las víctimas fueron ante todo revolucionaos y comunistas, y segundo, que los que actuaban en nombre del “comunismo” eran cualquier cosa menos comunistas….
Dos. Han sido diversas las aproximaciones biográficas sobre “el gentleman comunista”, comenzando por la obra de G. Mayer, Friedrich Engels. Una biografía (FCE,. México), y podemos citar también los estudios de P. v. Kopnin, Engels y la filosofía de Hegel (Paidós, Buenos Aires, 1975), Engels y el materialismo histórico, de G. L. Gorshkova, Engels y la ciencia marxista, de E. T. Meliujin, Engels y la lógica de dialéctica, de I. S. Narsky, todos ellos autores soviéticos y editados también en Paidós. Pero sobre todo hay que des­tacar, El pensamiento filosófico de Engels, de Giuseppe Pres­tino (Ed. Siglo XXI, Madrid, 1975), y por la proximidad, y la más asequible de J. M. Bermudo Avila, Conocer Engels y su obra (Ed. Dopesa, Barcelona, 1980)…La de Hunt es ciertamente la más completa, y también la que más abunda en los elementos personales y de cotidianidad de Engels, su gusto por el “buen vivir”, su mayor tolerancia en las costumbres…
…sus relaciones con la revolucionaria irlandesa Mary Burns --ca­pítulo sobre el que Marx no quiere saber nada, incluso aún después de la muerte de ella, ocasionando la única sombra de la amistad entre ambos-- y estudia técnicas mi­litares, fisiología y etnología. Sus libros, artículos y ensayos sobre los temas más diversos forman extensísimo catálogo durante estos cincuenta en los que la estrella de los acon­tecimientos resulta muy tenue. Con una buena fortuna here­dada tras la muerte de su padre, Engels sostiene la economía casera de Marx metido en sus tareas de investigador. Esta­blece contacto con el nuevo movimiento obrero alemán y desarrolla una intensa actividad dentro de la AIT como miembro del Consejo General. Interviene decisivamente en el debate contra los bakuninistas, contra los que escribe Los bakuninistas en acción, en la que tiene como trasfondo la insurrección cantonal española del verano de 1873 y en la que, por falta de información seria, desmenuza la impor­tancia de los anarquistas. Escribe contra ellos: «...Los anti­autoritarios exigen qué el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe...».
Apreciamos que Engels Engels fue más pragmático en la política. No era un gran filósofo político como Marx. Era consciente de que necesitas una maquinaria política para conseguir resultados. Siempre estaba presionando a Marx para que terminara los escritos con los que guiar al movimiento político. Tenía un punto de vista mucho más práctico al enfrentarse a la política. Sobre asuntos como la vida en las grandes ciudades, el imperialismo o el feminismo, era capaz de partir desde Marx hacia otras direcciones. Lo más importante es que Engels comprendía la realidad práctica del capitalismo, cómo funcionaba por su experiencia en Manchester, lugar desde el que escribió uno de sus trabajos más importantes, La situación de la clase obrera en Inglaterra, un modelo de investigación social que ponía en evidencia el dolor y la miseria de los trabajadores y de sus familias, una realidad concreta sobre la que otros únicamente veían una fuente de beneficio al igual que Antonio Elorza y compañía ven privilegios y ventajas mientras venden la mitificación de un “Estado de Derecho” en el que los extranjeros sin dinero pueden morir en el anonimato de las pateras, y donde los gobiernos llaman “Ayuda humanitaria” a la guerras encubiertas y toman medidas a favor de los poderosos aunque la inmensa mayoría de la población estén en contra, y no se sientan representados, y es que tales “Derechos” son como diría Engels, más formales que otra cosa.
Finalmente, el caso es que ha aparecido esta biografía, un producto elaborado del que se pueden aprender muchas cosas y discutir oras tantas, y que la publicación nos ilustra de una tendencia: los lectores anticapitalistas van ganando a los anticomunistas…Así, por citar otro ejemplo, en L´Hora del Lector, un magnífico programa sobre libros del Canal 33 de Catalunya, la dueña de la Librería Francesa de Barcelona nos ilustraba del siguiente e importante dato: solamente en la diada de Sant Jordi habían vendido 1.500 ejemplares del panfleto ¡Indignaos¡, de Stéphane Hessel. Editorial: Destino. …

(*) El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels. Tristram Hunt. Traducción de Daniel Najmías. Anagrama. Barcelona, 2011, 435 páginas. 21,50 euros.

Pepe Gutiérrez-Álvarez
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