lunes, enero 16, 2012

La unidad europea bajo el capitalismo es una utopía reaccionaria. ¡Por la Federación Socialista de Europa!


“Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales “avanzadas" y "civilizadas”, los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios… Bajo el capitalismo es imposible un proceso uniforme de desarrollo de las distintas economías y de los distintos estados. Bajo el capitalismo, para restablecer de cuando en cuando el equilibrio roto, no hay otro medio posible más que las crisis en la industria y las guerras en la política”.

Lenin, Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa, 25 de agosto de 1915

La histórica crisis económica que vive el mundo, y Europa en particular, está llevando a que las tensiones entre las potencias más poderosas aumenten extraordinariamente. Estas tensiones, que surgen de la defensa de los intereses de cada burguesía nacional, pueden llegar a destruir relaciones económicas y políticas que la propia clase dominante ha construido para su beneficio, como es el caso de la Unión Europea y del euro.
Pocas semanas antes de la cumbre de la UE de diciembre, Sarkozy tuvo que acallar las duras críticas que desde sectores de la burguesía francesa se hacían contra Alemania por la imposición continua de sus intereses. El argumento principal de Sarkozy fue que la unidad con Alemania, y por tanto el mantenimiento de la UE y del euro, es la garantía para que exista la paz y para evitar el conflicto. Al hablar de conflicto no se refería a evitar uno en abstracto, sino a los graves enfrentamientos entre Francia, Gran Bretaña y otros países europeos con Alemania, que desembocaron en dos guerras mundiales.

El fracaso de la cumbre Europea del 9 de diciembre

El último ejemplo de estás graves tensiones se vivió en la cumbre europea del pasado 9 de diciembre que supuestamente debía salvar el euro. Cameron, defendiendo los intereses de la burguesía financiera británica se negó a firmar el pacto fiscal que Merkel y Sarkozy presentaron conjuntamente, y que todos los demás países miembros del euro aceptaron por pura debilidad. El pacto, además de un ataque furioso contra la clase obrera europea, pone negro sobre blanco el interés de la burguesía alemana por controlar directamente tanto los presupuestos de los países europeos como su sistema financiero. Esto último es lo más peligroso para la burguesía inglesa. Cameron exigía, por un lado, que no se incluyese la propuesta de limitar las transacciones financieras del euro a la eurozona, lo que deja fuera a las instituciones financieras británicas que ganan miles de millones gracias a estas operaciones especulativas, y por otro, que no se aprobara un impuesto sobre transacciones monetarias que, en teoría, recaudaría 48.000 millones de euros anuales, la mitad de los cuales procederían de entidades financieras británicas. Pero Cameron no obtuvo resultados y se negó a firmar el pacto.
Aunque es cierto que Gran Bretaña es una potencia de segundo nivel, como Francia, su sistema financiero, la conocida City, es el más poderoso del mundo después de Wall Street. Representa casi un 10% de los ingresos públicos por impuestos, un 8,5% del PIB, un 34% del comercio británico y un millón de puestos de trabajo directos e indirectos. Además gestionan un 80% de los hedge funds de toda Europa, mueven el 70% del mercado secundario global de bonos del Tesoro, y el 50% del mercado de los derivados. Cada día se manejan en la capital inglesa más euros que en todo el resto de Europa junta.
En la época que vivimos de decadencia del sistema capitalista, la época del imperialismo, el capital financiero domina por encima de los demás. La burguesía europea y muchos de los charlatanes que les siguen atacan furiosamente la decisión de Cameron de no seguir a pies juntillas a Merkel y Sarkozy, pero lo único que hacen todos es defender los intereses de su propia burguesía financiera. Estas tensiones se van a recrudecer en el próximo período, pues para 2012 hasta los más optimistas pronostican otra nueva recesión, lo cual pondrá una y otra vez la existencia del euro y de la unión europea en la picota.

Los orígenes de la UE y los estados nacionales

Si algo ayudó al desarrollo de la Unión Europea, incluso hasta el punto de alcanzar la unión monetaria, fue el largo periodo de crecimiento económico que se vivió en las dos últimas décadas del siglo XX. Después de la II Guerra Mundial, Europa estaba absolutamente destruida y las revoluciones obreras amenazaban la existencia del sistema capitalista. La URSS se había convertido en un ejemplo a seguir para millones de trabajadores europeos, a pesar de su deformación estalinista. En estas circunstancias la burguesía estadounidense, antes de perderlo todo, vino a salvar al capitalismo europeo invirtiendo, a través del Plan Marshall, grandes cantidades de dinero en la reconstrucción.
Así es como Alemania, aunque perdiera una parte de su territorio, pudo reconstruir su industria, erigiéndose en la principal potencia europea. Pero Alemania, que debía competir en el mercado mundial, chocaba con la poderosa economía de EEUU, Japón y la URSS. Necesitaba unir recursos y ampliar su mercado. Así llegaron los primeros acuerdos del acero y el carbón que más tarde llevarían al Mercado Común Europeo, a la Comunidad Económica Europea, a la Unión Europea y al euro.
Alemania fue siempre la potencia dominante de esos acuerdos, especialmente tras la caída del Muro de Berlín que incorporó de un día para otro a los 16 millones de habitantes de Alemania del Este, convirtiéndose en una gigante de 81 millones de habitantes en el centro de Europa. Además, la caída del estalinismo supuso que todo el este europeo se convirtiera en un mercado fácil a explotar por bancos y empresas alemanas (y austriacas) sin prácticamente competidores.
Aunque esta supremacía no agradaba nada a la burguesía francesa ni británica, el crecimiento económico dio la oportunidad a Francia y Gran Bretaña de aprovecharse de su fuerza y, a través de los tratados europeos, de beneficiarse económicamente, lo cual tranquilizaba a los más nacionalistas. Además, las ayudas a los países europeos más débiles (en agricultura, infraestructuras, etc.) se convirtieron en gran negocio, pues se daban a cambio de generosos contratos con las grandes potencias europeas. Por ejemplo, Alemania es el primer exportador de productos manufacturados a los países de la Europa mediterránea, el segundo es Francia. También Gran Bretaña exporta más del 50% a países de la UE; por tanto, los grandes países contentos y los pequeños también, todo parecía casi perfecto. Algunos creyeron que una unión federal, del tipo de los Estados Unidos de América era posible en Europa.
Pero la crisis vino a poner todas las contradicciones latentes encima de la mesa de un puñetazo. Como el marxismo había explicado desde hace casi un siglo, unos Estados Unidos de Europa bajo el capitalismo era algo utópico y reaccionario.
El estado nacional capitalista, que se creó tras revoluciones y guerras (incluidos los EEUU), que revolucionó las fuerzas productivas y las hizo avanzar históricamente, se vio sobrepasado por ellas. El desarrollo económico saltó por encima de las fronteras a través del comercio mundial significando, en palabras de Trotsky, “el derrumbe del estado nacional como unidad económica independiente”. Y es que aunque “la nación o el estado continúa existiendo como un hecho cultural, ideológico y psicológico ha sido privada de sus bases económicas”.
El auge del comercio mundial y el avance de las fuerzas productivas crearon una nueva realidad, el mercado mundial, que se transformó en el escenario de una batalla encarnizada entre grandes potencias que defienden intereses contrapuestos. La experiencia histórica es clara: la lucha por los mercados llevó a la Primera y la Segunda Guerras Mundiales y a muchas de las guerras que hoy se están librando en África, Oriente Medio, etc. En época de crisis los mercados menguan y la conquista por lo que queda de ellos se hace más encarnizada ¡Las viejas naciones “amigas” en el pasado se enfrentan por defender sus intereses y a sus grandes empresas!
Esto ha convertido al estado en un obstáculo absoluto para que la economía se desarrolle, pues los intereses nacionales priman sobre el desarrollo económico. Las tensiones entre potencias mundiales, entre potencias regionales o entre países incluso débiles no son más que la consecuencia de la defensa de los intereses de los capitalistas de cada país por encima de los demás, en la que sólo puede ganar el más fuerte.
La actitud de Merkel, criticada por muchos por querer defender demasiado a sus bancos y empresas imponiendo férreas medidas económicas que están alargando la recesión, sólo expresa de manera más intensa y agresiva la tendencia de todas las economías estatales. Por otro lado, todas estas medidas con las que dicen defender la Unión Europea están acelerando el caos económico, y por tanto tienden a la desintegración no a la unidad. La actitud de Gran Bretaña es un ejemplo de cómo estas tendencias pueden agudizarse en el próximo período. Incluso hay voces que defienden la salida de los países mediterráneos del euro para utilizar la devaluación de sus antiguas monedas y aumentar su competitividad exportadora. Lo cierto es que eso hundiría brutalmente las economías de estas naciones, mucho más débiles y dependientes del mercado mundial. Para los trabajadores ni dentro ni fuera de la Europa capitalista hay una salida. La clase obrera necesita levantar su propia alternativa, la lucha por una Federación Socialista que barra la dictadura del capital financiero y someta las fuerzas productivas a una planificación democrática en beneficio de la inmensa mayoría de la población.

La Federación Socialista de Europa, la única alternativa para los trabajadores

Bajo la idea de que la UE nos beneficiaba a todos se nos han pedido sacrificios desde hace años. El Tratado de Maastrich, firmado en 1992, tenía la máxima de “finanzas saneadas” y “presupuestos equilibrados”. Eso llevó a una época de privatizaciones en toda Europa, a recortes en los gastos públicos y en las condiciones laborales, y al hundimiento de los niveles de vida que los trabajadores habían conquistado en el período anterior. La entrada del euro ahora hace 10 años vino a profundizar todo lo anterior sumando un elemento más: la subida brutal de los precios. En el Estado español se han publicado numerosos estudios que afirman que desde la entrada en vigor del euro, los salarios han subido un 14% mientras que la cesta de la compra lo hizo un 48%, la vivienda un 66% y el transporte entre un 45% y un 58%. La pérdida de poder adquisitivo, o hablando en plata, el empobrecimiento, ha sido el verdadero fruto que ha recogido la clase obrera en esta UE.
Esto no sólo ha ocurrido en los países periféricos. La clase obrera alemana, primero con la excusa de la reunificación y más tarde, en 2003, con la de “Salvar Europa” sufrió un ataque tras otro. Si en 1995 el subempleo afectaba al 15% de la masa laboral, hoy afecta al 25% (7,3 millones de personas). Los minijobs que ahora pretenden implantar aquí, nos los venden como un puesto de trabajo de pocas horas donde vas a cobrar 400 euros, pero lo que explican los trabajadores alemanes es que, primero, la media salarial de los miniempleos es de ¡230 euros! Y, segundo, que están contratando a trabajadores en miniempleos para luego pagarles el resto de horas en negro. Estos minijobs no dan derecho ni a acceder a la sanidad ni a otros derechos sociales. Mientras la burguesía alemana hace el negocio del siglo, la clase obrera alemana sufre la precariedad y la explotación.
Ante esto hay sectores de la izquierda que hablan de la necesidad de una Europa de los Pueblos, la cual no ataque ni la soberanía de estos ni su “expresión democrática”. Por ejemplo IU exige “un funcionamiento verdaderamente democrático de todas las instituciones europeas, incluido el Banco Central Europeo”.
Pero las instituciones europeas, igual que las de cada país, no son más que instituciones capitalistas que defienden intereses capitalistas. El Banco Central Europeo, a pesar de algunas tensiones temporales, dictamina en base a los intereses de la gran banca alemana, principalmente. Pensar en su democratización es utópico. El capitalismo ha mantenido una cierta careta de democracia durante unas décadas porque el crecimiento económico y algunos factores políticos se lo permitieron, pero hoy eso se acabó. No hay soberanía ni económica ni política en la era de la dictadura del capital financiero.
La única democracia y soberanía real sólo pueden venir de la mano de una Europa Socialista y en ella no caben ninguna de las instituciones creadas por la burguesía para dominar y oprimir, ni económica ni políticamente. Sólo expropiando a la burguesía de su capital, que en realidad no es más que la riqueza robada a los trabajadores; nacionalizando la banca y las grandes empresas bajo el control democrático de los trabajadores y combinando todo el potencial productivo y la cualificada mano de obra europea; aboliendo las fronteras, a la vez que cada nacionalidad tenga plenos derechos democráticos (incluido el de autodeterminación); reduciendo la jornada laboral para que todos puedan trabajar y acabar con la lacra del paro… sólo así habría una verdadera democracia europea. Con el actual nivel tecnológico, planificando racionalmente las fuerzas productivas existentes, liberando la actividad económica del lucro parasitario de los capitalistas, una federación Socialista de Europa imprimiría un desarrollo económico tal, que la sanidad, la educación, la cultura, la vivienda y todo aquello que imprime a la vida un carácter de dignidad, se convertirían verdaderamente en universales, de calidad y serían accesibles para todos. Un desarrollo verdaderamente humano de la economía que tendría en cuenta, en los hechos y no en declaraciones hipócritas que siempre se incumplen, el medio ambiente, para permitir que viviéramos en armonía con nuestro entorno natural. Hay fuerza para construir esa sociedad, y no está en las instituciones “democráticas” del capital, sino en la lucha de los trabajadores unida a todos los sectores oprimidos por este sistema. Los trabajadores y jóvenes griegos están enseñándonos el camino.
Como Trotsky defendió en 1929: “A través de la oposición, la vanguardia del proletariado europeo les dice a los actuales gobernantes: para unificar Europa es necesario antes que nada arrancar el poder de vuestras manos. Nosotros lo haremos. Nosotros unificaremos a Europa. Nosotros la unificaremos contra el mundo capitalista hostil. Nosotros la transformaremos en una poderosa base de apoyo del socialismo combativo. Nosotros la convertiremos en la piedra angular de la Federación Socialista Mundial”.

Nagore Aguirre

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