viernes, julio 13, 2012

Por qué Argentina sigue en el TIAR



Miembros del TIAR en azul oscuro. Países que abandonaron el Tratado en azul claro.

Las asambleas generales de la devaluada Organización de los Estados Americanos cada vez pasan con más pena y menos gloria. La última de ellas, realizada hace poco en Cochabamba, Bolivia, tuvo sin embargo un rasgo destacado que no mereció demasiada trascendencia en los grandes medios de comunicación: cuatro integrantes de la organización -Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela- informaron que se retiraban del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
El TIAR es un engendro propio de la guerra fría y fue el primero de los pactos internacionales de "defensa mutua", incluso anterior a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), promovido por los Estados Unidos. Se firmó en 1947 fogoneado por una fuerte campaña política internacional que usaba un difundido eslogan: "América para los americanos" (por entonces, no pocos ironizaban diciendo que en la realidad era "para los norteamericanos") y sostenía que su fundamento principal era prevenir cualquier probable agresión extranjera al continente. Según el texto, en caso de un ataque armado por parte de cualquier Estado contra un Estado americano, sería considerado como una agresión contra todo el conjunto de países del continente, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes asumía el compromiso efectivo de ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
Durante la reunión en Bolivia, y en clara alusión a la intervención en la Guatemala de Arbenz y la República Dominicana de Bosch, el canciller de Ecuador declaró sin rodeos que el TIAR sólo sirvió a los intereses de EE.UU. y que cuando debió utilizarse en favor de la Argentina durante el conflicto del Atlántico Sur, aquel país ni siquiera se mantuvo neutral, directamente se alineó con el agresor británico a quien suministró información clave sobre el desarrollo del conflicto bélico. Sin pelos en la lengua recalcó que ya era tiempo de tirar el TIAR "al tacho de la basura". La postura coincide con lo expresado por el propio presidente ecuatoriano, quien llamó a la refundación de la OEA.
La desarticulación del TIAR ya se había insinuado cuando sucedió la guerra de Malvinas, oportunidad en que todos los países americanos reclamaron el cumplimiento de ese tratado en apoyo a nuestro país, con la excepción de Estados Unidos, que optó por su condición de miembro de la OTAN, y Colombia y Chile, que se alinearon con aquella nación cumpliendo el rol de "países llave" que desde siempre les asignó la geopolítica norteamericana. Por ese y otros antecedentes ya México había hecho punta en 2002 retirándose de la alianza. De los veintitrés países que lo firmaron originalmente sólo quedan dieciocho y uno de ellos, Perú, en una situación ambigua.
Lo curioso es que nuestro país, cuya participación en la guerra fue lo que inició la lenta descomposición del TIAR, todavía continúa como miembro pleno de esa alianza. Incluso durante los funestos tiempos del menemismo se intentó darle a la Argentina la singular -y un tanto ridícula- condición de "aliado extra OTAN". La permanencia dentro de la inefectiva herramienta de defensa sugiere que la condición doméstica de las fuerzas armadas argentinas sigue estando por encima de los agravios que recibieron de su presunto aliado.
Han pasado treinta años desde que se hizo palpable la inutilidad del Tratado, sin que Argentina lo denuncie. Tal como se presenta el panorama internacional y, sobre todo, el latinoamericano, es hora de que nuestro país adopte una posición más firme, decidida e independiente de la potencia hegemónica global, y siga el camino iniciado por las naciones hermanas de la región.

La Arena

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