domingo, abril 21, 2013

Cuando se muere un amigo

Desgarra el corazón la muerte de un entrañable amigo. Vienen a la memoria los recuerdos de tiempos idos. Los buenos y los malos. De cuando éramos jóvenes estudiantes en la Universidad de La Habana y entre algarada y algarada de protesta callejera contra las injusticias sociales, o las malas obras de un mal gobierno, soñábamos con hacer revoluciones siguiendo el sendero de ideales trazado ya por Martí, Mella y Guiteras, los precursores de lo que vino después.
Ha muerto en La Habana mi amigo y compañero entrañable de luchas de todos los tiempos, Alfredo Guevara. Una fotografía del año 1948, un tanto descolorida por los años evoca los recuerdos. Estamos en la Plaza Cadenas, hoy Ignacio Agramonte, en la bicentenaria Universidad de La Habana. En la foto aparecemos, muy jóvenes, Alfredo Guevara, delgado, con su rostro de perfil achinado y cuerpo endeble. Bilito Castellanos, alegre, sonriente como siempre, de bigote espeso y cara redonda. Fidel Castro, alto y robusto, siempre con traje, cuello y corbata, con un brazo en alto, como señalando un camino. Y yo adelantándome a la historia, a la izquierda de la foto, para cerrar un cuarteto que con ser entonces solo unos pocos, éramos capaces de mover a tantos y tantos jóvenes estudiantes que sirvieron de vanguardia a la “Generación del Centenario”, la que pocos años después, con grandes sacrificios y mucha sangre, derrocaría la dictadura de Batista para cambiar para siempre el destino de Cuba.
Por entonces era ya yo dirigente nacional de la Juventud Ortodoxa del Partido de Eduardo Chibás, el movimiento político de profundas raíces populares que con el grito de “Vergüenza contra Dinero”, pretendía barrer con la rampante corrupción política que corría la vida pública cubana de aquella época. Bilito Castellanos era el Presidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Derecho y Fidel despuntaba ya con madera de líder, como el más audaz de todos nosotros, una saeta lanzada al aire que llegaría a su objetico o perecería en el intento. Así lo veíamos entonces. Y la saeta, atravesando mil peligros y contratiempos llego a su destino haciendo diana dio en el blanco.
Alfredo Guevara era de todos nosotros el más agudo pensador. El que escribía discursos y manifiestos que otros leían o calzaban con su firma. El que aún con la salud quebrantada nunca abandonó la trinchera de combate. Ni aun cuando la policía daba golpes a diestra y siniestra o se ensañaba con aberrantes torturas , Alfredo Guevara jamás dio un paso atrás o flaqueo en sus ideales.
Sus inquietudes intelectuales de estudiante imberbe del Instituto de La Habana, en busca del mejor camino revolucionario, lo llevaron del anarquismo al marxismo y de ahí a lo que vino después, su dedición teórica y práctica a la Revolución de Fidel”, como el mismo lo proclamara en alto, ante la crítica de alguno que otro comunista dogmatico que le saliera amenazante al paso.
Su obra al frente del ICAIC, el Instituto de Cine Cubano, sin duda fundacional y meritoria, es lo de menos. Su vida es algo más que la de un cineasta fundador y pionero del Nuevo Cine Latinoamericano. Alfredo Guevara es más que eso porque lo que quiso ser, lo que soñó ser , el sueño que convirtió en realidad, fue la de “Maestro de Juventudes”. A la juventud cubana de ayer de hoy y de mañana Alfredo Guevara consagró su vida hasta su muerte.
He perdió yo un gran amigo. También Fidel y Raúl y todos los que le conocimos de cerca y lo admirábamos como hombre bueno y humanista de corazón. Y más que eso, revolucionario ejemplar. Cuba y su pueblo están de luto.
Una lagrima por Alfredo Guevara. Se va con él un pedazo de mi vida revolucionaria. Cuando se muere un amigo se apaga la luz y se hace el silencio. Descanse en paz el compañero de siempre, Alfredo Guevara Valdés. El amigo que se nos proclamando como su despedida a la vida: “Abran paso a la juventud que a ella el futuro le debe la victoria”.

Max Lesnik

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