miércoles, abril 17, 2013

La monja revolucionaria



Nos hemos habituado tanto a una catolicismo sin conciencia que, cuando aparece alguien que la expresa como Teresa Forcades, la tratan como un fenómeno. Y hablan de ella, no de lo que dice.
Esa y no otra es la impresión que causa la lectura del artículo de Silvia Hinojosa, La monja revolucionaria, en La Vanguardia de hoy. Nos dice que Teresa “habla de hacer la revolución con la facilidad con que Steve Jobs presentaba el enésimo IPhone Microfon sin hilo, y un discurso tan argumentado que parece imposible pensar que no tenga razón. Ayer por la noche subió al escenario y volvió a demostrar que podría defender cualquier causa”.
Cualquier causa no, una causa. No estuve en el teatro Barts, pero la he escuchado muchas veces. Teresa no habla de abstracciones, ofrece datos verificados. Se dio a conocer en el 2009 durante la campaña contra la vacuna de la gripe A, e hizo acusaciones muy fundamentadas. Tanto es así que si en el PSOE hubieran solamente una parte de gente socialista de verdad, o bien se habrían tratado de rebatirle o bien estarían querellándose contra el gobierno de García Zapatero y sobre todo con su ministra, Trinidad Jiménez que se dice socialista pero colabora con la Trilateral.
¿Cómo se consigue llamarse una cosa –socialista, cristiano- para hacer la contraria?, pues es muy sencillo. Se escamotean los datos. La periodista no entra en los datos sobre los que Teresa es tan meticulosa, no les importa. Es de lo que se trata, de una función. De esta manera, Rouco Varela o en obispo de Toledo pueden seguir hablando en nombre de los creyentes mientras mienten, mantienen privilegios de escándalos, apoyan a los amos, y desplazan los problemas al aborto o al matrimonio homosexual. Es como si el de Nazaret se hubiera puesto al servicio de aquel rico al que exigió que repartiera sus bines para seguirle, se hubiera proclamado que al César lo que es del César y a dios lo que diga el César.
Los datos están ahí, son lo que otro cristiano, Ignacio Fernández Castro, llamó “la demagogia de los hechos”, se cuentan en esas estadísticas que proclaman día a día que los ricos son cada vez menos y más rico y los pobres más pobres, esas estadísticas que un ministro de Franco trató de “cosas de los comunistas” y que se ejemplifica en un día en el que el paro, los desahucios, la pérdida de derechos tan duramente conquistados contrastan con la opulencia y la corrupción más insultante. Pero ese no es el problema, el problema es que Teresa habla muy bien, que utiliza tecnología de última generación, y que dice verdades sobre las cuales no se quiere discutir. Pero son esas verdades las que hacen que las conferencias de Teresa tengan un significado, que diga cosas que no se les puede rebatir más que mintiendo.
En el curso de la marcha del 14 de abril en el Garraf, un colega me comentaba que había gente nuestra que estaba muy de acuerdo con el otro promotor de Procés Constituent, con Arcadi Oliveras –que también viene de la rama cristiana, que yo sepa Justicia i Pau es una entidad que trata de pregonar el mensaje evangélico-, pero no “con la monja”, todo porque forma parte de una Iglesia invertida por arriba. Pero esa es otra abstracción, a mi esta reticencia podía tener un sentido si cuestionara tal o cual cosa dicha por Teresa. Lo demás son prejuicios.
El hecho de que gente cristiana ocupe el proscenio del activismo crítico, es de la mayor importancia. Creo que el descuidar este flanco fue el mayor error histórico de todas las tradiciones obreristas y socialistas, que tuvo muchos creyentes en su base. Una de mis sorpresas fue descubrir que entre los obreros que descubría como antiguos afiliados e incluso militantes de la CNT, tenían un fondo creyente. Uno de los grandes factores que acabó aislando por abajo la dictadura franquista provino de los cristianos de base que se rebelaron contra la Iglesia cómplice. Alguien de izquierdas que no vea la dimensión revolucionaria del cristianismo, que no sepa distinguir entre la jerarquía constantiniana y la gente creyente de a pie, es alguien que no ha entendido nada.
Lo que dice Teresa Forcades va a misa. Evidentemente, algunas de sus opiniones entran en una lógica que otros y otras no compartimos, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que tenemos que respetar la pluralidad, y debatir cuando tal o cual planteamiento puedan ser interpretados como desacertado. De momento, ahí está Teresa dando ejemplo de consistencia en los argumentos, y en la manera sosegada y erudita de desarrollarlos. Desde luego, lo que están haciendo tanto Arcadi como ella, son una bendición la lucha.
Claro, que los medias instalados no lo ven así.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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