sábado, noviembre 22, 2014

El golpe de Estado del 4 de noviembre de 1964 en Bolivia



Presentamos un breve repaso histórico desde la triunfante insurrección obrera boliviana del '52, la política de Estados Unidos para desviar este proceso, el asesinato del "Che" Guevara, el golpe de Estado del 4 de noviembre del '64 con René Barrientos Ortuño a la cabeza, y su desenlace con las reformas neoliberales del '85.

El 4 de noviembre de 1964 se produjo en Bolivia un golpe de Estado que impuso en el poder una junta militar presidida por el general de aviación René Barrientos Ortuño, mientras el presidente Víctor Paz Estenssoro, electo en mayo de ese año para un tercer mandato, huía en avión a Lima. El nuevo gobierno tardó seis meses en descargar todo el poderío del ejército y la aviación sobre los campamentos mineros, ocupando militarmente las minas en junio de 1965 en medio de sangrientos combates, aplastando de esta manera los últimos reductos de la Revolución Boliviana. Los militares nuevamente estaban en el centro del escenario político, y permanecerían en él hasta 1982.
En realidad, la Revolución Boliviana, la que tuvo sus inicios en las humeantes barricadas de La Paz en abril de 1952, en lo que fue la primera –y hasta ahora la única– insurrección obrera triunfante en Sudamérica, había concluido años antes. El partido que asumió el gobierno tras el estallido –el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)– sancionó la nacionalización de la minería, la reforma agraria y el sufragio universal, las tres grandes conquistas de la revolución, entre 1952 y 1953. Pero bajo la conducción del nacionalismo burgués y ante la ausencia de un auténtico polo obrero revolucionario que planteara el gobierno de las masas en lucha, la revolución perdió impulso, languideció lentamente y terminó enredada en los mecanismos institucionales.
Es durante el reflujo de la revolución que cobra relieve la política de los Estados Unidos. A diferencia de la actitud agresiva e intervencionista frente a otros estallidos revolucionarios de la década de los ‘50 del siglo pasado, el gobierno de Estados Unidos comprendió rápidamente que era conveniente apoyar al MNR en tanto éste sea dique de contención de las masas movilizadas. La ayuda financiera estadounidense, orientada en un primer momento al suministro de alimentos, pronto fue dirigida a la reorganización del ejército boliviano, totalmente destruido por los mineros insurrectos en abril de 1952.
Estas fuerzas armadas renovadas tenían características distintas del antiguo ejército oligárquico. Debajo de un tibio barniz nacionalista, estarán profundamente trabajadas por la doctrina y el entrenamiento militar estadounidense, a través de la Escuela de las Américas y la Doctrina de la Seguridad Nacional. Barrientos será, a su manera, un típico representante de este nuevo poder militar. Sus orígenes fueron humildes. Mestizo cochabambino quechua-hablante, fue uno de los jefes del aparato militar clandestino del MNR durante las jornadas de abril de 1952. Triunfante la insurrección, fue designado para pilotear el avión que llevó de regreso a su país a Víctor Paz Estenssoro, exiliado en Buenos Aires. A principios de los ‘60 su figura se hizo popular en los valles cochabambinos, los que recorría en su helicóptero, sosteniendo largas entrevistas con dirigentes campesinos. Fue en estos años que se gestó el llamado “Pacto militar-campesino”: a cambio de la protección y el mantenimiento de los repartos de tierras, los sindicatos campesinos oficialistas ofrecían su apoyo a los jefes militares. Para 1963, el ascendiente Barrientos fue elegido vicepresidente de la fórmula encabezada por Paz Estensoro para las presidenciales de 1964, y tenía ese cargo cuando lideró el movimiento contra el gobierno del que formaba parte. Por lo tanto, si bien el golpe militar de noviembre de 1964 derrocó a un presidente electo y modificó el régimen político, en el plano social y económico hubo una continuidad con la política del MNR: represión a los mineros y alianza con los campesinos.
En 1967 el gobierno de Barrientos se enfrentó con la guerrilla del Che Guevara. Se ha enfatizado en libros y películas la intervención de la CIA en la represión de la guerrilla y en particular, en la muerte del Che. La CIA jugó un papel relevante en lo concerniente al entrenamiento militar y la inteligencia, pero la persecución y aniquilamiento de la guerrilla estuvo a cargo de tropas bolivianas. En la noche del 7 de octubre de 1967, se recibió en la Oficina del Comando del Ejército en La Paz un cable cifrado, procedente de la Jefatura de la VIII División, con sede en Santa Cruz de la Sierra. Portaba una noticia sorprendente: el Che Guevara había caído prisionero tras un combate librado en la quebrada del Yuro, cerca del pueblito de La Higuera, adonde había sido trasladado. Según las órdenes impartidas ningún guerrillero iba a ser tomado prisionero, pero el Che, aunque herido, estaba vivo, y el cable preguntaba que hacer con él. En la junta que siguió, en la cual participaron los jefes del Ejército y del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, generales Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres, junto con otros altos jerarcas militares, se decidió la muerte del Che. La decisión fue aprobada por Barrientos y ejecutada al día siguiente, el 8 de octubre, bajo la supervisión en el terreno de los hombres de la CIA.
Estos militares que en octubre de 1967 reprimieron a la guerrilla de Ñancahuazú serán los mismos que apenas un par de años después (octubre de 1969), liderados por Ovando, nacionalizarán por segunda vez en el siglo XX el petróleo de Bolivia. Pero estos hechos formaban parte de un nuevo proceso de radicalización política, que culminará con la conformación de la Asamblea Popular, una iniciativa de la Central Obrera Boliviana (COB) y la izquierda para construir un órgano de doble poder. En las jornadas de agosto de 1971 este intento será abortado por un nuevo golpe de Estado, encabezado esta vez por el jefe del ala derecha del ejército, general Hugo Banzer, quien derrocará al entonces presidente Juan José Torres e instaurará una de las dictaduras militares más sangrienta de la historia del país. Años después, será el propio general Torres, aquel que en 1967 integró la junta que decidió la suerte del Che Guevara, quien será asesinado en Buenos Aires en el marco del Operativo Cóndor, montado por las dictaduras militares del Cono Sur.
Entender este complejo proceso de dieciocho años que Bolivia padeció bajo dictaduras militares (1964-1982), requiere comprender la naturaleza y el desarrollo del período histórico abierto con la Revolución de 1952, cerrado en 1985 con el inicio de las reformas neoliberales. En una curva característica de los procesos políticos liderados por el nacionalismo burgués en nuestro subcontinente, será Víctor Paz Estenssoro y el MNR quienes iniciarán en 1985 el desguace del Estado del ’52 que ellos mismos habían fundado. De esta manera, la burguesía nacional emergente cerrará el ciclo del nacionalismo movimientista, que treinta años antes le había dado origen.

Juan Luis Hernández

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