domingo, junio 12, 2016

Masacre de Orlando: el Estado oculta su responsabilidad




El régimen político norteamericano ha salido rápidamente a autoexculparse de sus responsabilidades y a manipular un nuevo acto de barbarie.

La campaña electoral norteamericana se filtró rápidamente en la masacre de Orlando, donde un tirador ingresó a un club LGTB con un fusil automático y mató a cincuenta personas.
En sus primeras declaraciones, el presidente Barack Obama señaló que "esta es una muestra más de lo fácil que es conseguir un arma en Estados Unidos". En cambio, Donald Trump, el referente republicano, que cuenta con el apoyo de la Asociación Nacional del Rifle, apuntó rápidamente contra el Estado Islámico, con el propósito de acentuar la estigmatización de la población musulmana.
Los inocuos planes de control de armas que propone Obama sobre la sociedad civil no se extienden, por supuesto, a las fuerzas de seguridad, que han sido pertrechadas con armamento de guerra para enfrentar a su población.
Ni demócratas ni republicanos pretenden ir a la médula del asunto, que es la creciente descomposición de la sociedad yanqui y del Estado. Las matanzas con armas de fuego se triplicaron en los últimos años: “entre 2000 y 2013 (se registraron) 160 tiroteos en que murieron 486 personas" (La Nación, 19/6/15). El de Orlando es el caso más mortífero que se recuerde.
Uno de los últimos casos fue el de Dylan Roof, un joven ultraderechista que ingresó armado a una iglesia metodista de Charleston y mató a nueve personas. Fue presentado como un ermitaño, pero sus proclamas racistas en Facebook no pueden disociarse de los mensajes emanados de las entrañas estatales. A fin de cuentas, la bandera esclavista de la Confederación que defendía Roof flameó hasta el año 2000 en la Casa de Gobierno de Carolina del Sur. Esta vez, la víctima ha sido la comunidad LGTB.
Los 'crímenes de odio' empiezan y son alentados desde el propio aparato estatal, como lo demostró la ola de crímenes contra la juventud negra a manos de las fuerzas policiales, acaecidos desde el fusilamiento de Michael Brown en Ferguson, en 2014, un hecho que desencadenó dos levantamientos populares.
El estado yanqui es un estado policial, que busca de esta manera mantener a raya a la población en un cuadro de crisis capitalista.
Que el Estado Islámico se haya atribuido el ataque, sindicando al asesino Omar Mateen -de origen afgano- como militante de su organización, puede ser un simple acto de propaganda. Los familiares del atacante han apuntado decididamente como móvil del crimen a una acción homofóbica. La CNN ha informado que “el FBI investigó dos veces en distintas épocas a Omar Mateen y que no encontró evidencias de algún vínculo con el islamismo radical” (Clarín, 12/6).
En cualquier caso, el régimen político norteamericano ha salido rápidamente a autoexculparse de sus responsabilidades y a manipular un nuevo acto de barbarie.

G. M.

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