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domingo, abril 30, 2017
La lucha por la reducción de la jornada laboral
Los trabajadores de todo el mundo impondrán desde hace dos siglos la reducción de la jornada laboral. “8 horas de descanso, 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación” será la bandera de lucha.
Los ritmos de las máquinas, el látigo del capataz, la voracidad capitalista, impusieron sobre los primeros trabajadores industriales jornadas laborales sin límites. El capitalismo progresaba sobre el trabajo de miles de obreros que dejaban sus vidas, cada día un poco, en las fábricas. Hombres, mujeres y niños trabajaban de sol a sol, sin más descanso que el que previera la voluntad del patrón, a cambio de salarios que les permitían tan solo recuperar fuerzas para volver a trabajar al día siguiente.
“8 horas de descanso, 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación”: será el grito que unirá la lucha de los trabajadores de todo el mundo desde las primeras décadas del siglo XIX. La Asociación Internacional de los Trabajadores definió como reivindicación central la jornada laboral de ocho horas, a partir del Congreso de Ginebra en agosto de 1866. El III Congreso de la Internacional en Bruselas de septiembre de 1868 se pronunciará unánimemente en favor de la disminución legal de las horas de trabajo.
Estados Unidos: el 1° de mayo de 1886
Las patronales del país que se transformará en la primera potencia capitalista del mundo explotaban a sus trabajadores en jornadas de hasta 18 horas. Desde las primeras décadas del siglo XIX la demanda por la reducción de la jornada laboral movilizó a los trabajadores de distintos Estados. De 1873 a 1876 se registraron huelgas en los Estados de Nueva Inglaterra, Pensilvania, Illinois, Indiana, Misuri, Maryland, Ohio y Nueva York. Todas fueron reprimidas a balazos, golpes y prisión.
Así, para 1886, ya había crecido el movimiento a favor de la jornada de ocho horas. “El 1° de mayo, la American Federation of Labor (Federación Laboral Americana) exhortaba a las huelgas nacionales en cualquier lugar donde se negaran a la jornada de ocho horas… De esta manera, 350.000 trabajadores de 11.562 establecimientos de todo el país fueron a la huelga. En Detroit, marcharon 11.000 trabajadores en una manifestación que duró ocho horas. En Nueva York, 25.000 trabajadores formaron una procesión de antorchas a lo largo de Broadway. En Chicago, 40.000 trabajadores hicieron huelga y a otros 45.000 se les concedió una jornada más corta para impedir que fuesen a la huelga. En Chicago se pararon todos los ferrocarriles, se paralizaron la mayoría de las industrias...”(1).
Será Chicago la cuna de la conmemoración internacional del día de los trabajadores, cuando la resistencia patronal a la movilización obrera provoque la represión del mitín convocado en la plaza Haymarket. Chicago se llenará de miles de perseguidos y encarcelados. Los anarquistas August Spies, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Albert Parsons, Samuel Fielden y Oscar Neebe fueron sometidos a un juicio orquestado y fraudulento, y el 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel, Fischer y Parsons fueron ahorcados. En su funeral marcharon por las calles de Chicago miles de trabajadores.
En 1889 la II Internacional resuelve instituir un día por la lucha internacional por las 8 horas y se establece el 1° de mayo en honor a los “mártires de Chicago”.
El 1° de Mayo en Argentina
En la Argentina los trabajadores responderán al llamado.
La clase obrera estaba sometida también a duras condiciones de trabajo. Tempranamente se había organizado al calor de la oleada inmigratoria, y los primeros grupos socialistas, como los alemanes que habían fundado, en 1881, el Club Vorwarts (Adelante), se ponen a la cabeza de organizar el acto.
En 1890 será la primera celebración del 1º de Mayo en la Argentina. El acto reúne a unos miles de obreros en la Ciudad de Buenos Aires, y se realizan otros en Rosario y Bahía Blanca. “En Buenos Aires, el acto se lleva a cabo en el Prado Español, barrio de la Recoleta; entre los oradores –mayoritariamente de tendencia socialista– hay españoles, italianos, franceses y alemanes, que explican el significado del 1º de Mayo a los obreros allí reunidos. El corresponsal del diario La Nación, tomando en cuenta la significación del acto, escribe al día siguiente de forma despectiva, ‘Había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que me alegro mucho’”(2) en una velada reivindicación del carácter internacionalista del primer 1° de Mayo en la Argentina.
En este acto se votan una serie de reivindicaciones que serán presentadas al Congreso, entre ellas, la jornada de 8 hs para todos los adultos, la prohibición del trabajo para los menores de 14 años, la abolición del trabajo nocturno para mujeres y niños y la reglamentación del masculino, la prohibición de trabajos insalubres para las mujeres, descanso no interrumpido de 36 hs semanales, prohibición de trabajos insalubres y trabajo a destajo, seguro obligatorio contra los accidentes laborales a cargo exclusivo de los empresarios y el Estado.
Además, en el Manifiesto del 1º de Mayo se anuncia la decisión de formar una Federación de Trabajadores y la necesidad de publicar un periódico. Éste se llamará El Obrero y apareció en las calles desde diciembre de 1890 a febrero de 1891, editado primero por el socialista Ave Lallemant y luego por la naciente Federación.
Oleada de huelgas por la jornada de ocho horas
La limitación de la jornada laboral se transformará en motor de una serie de luchas obreras en los años siguientes junto con el reclamo de aumento de salarios que predominó en la oleada de huelgas anterior. Durante 1894 pararon los albañiles, ebanistas, curtidores, vidrieros, hojalateros, cocheros de tranvías, pintores, descargadores de carbón, galponistas, peones de puerto y foguistas de a bordo. Los yeseros son, en 1895, los primeros que conquistan la jornada de 8 horas, a los que le siguen los pintores. Abren así un nuevo camino, y durante 1896 se dan numerosas huelgas que reclaman las 8 horas de trabajo, como las de los constructores de carruajes, bronceros, relojeros, obreros del gas, fideeros, tipógrafos, mecánicos y otros.
Entre estas huelgas duras se destaca la de los ferroviarios que exigen la jornada de 8 horas sin modificación de salarios, la supresión del trabajo por pieza o a contrata, la anulación del trabajo los domingos y el pago doble de las horas extras. La patronal se niega a ceder al reclamo, provocando el estallido de una huelga masiva. Los obreros, aunque no cuentan con una organización nacional que los coordine, logran lazos solidarios para sostener la huelga en varios puntos del país, llegando a confluir en una asamblea general de delegados ferroviarios.
Hay enfrentamientos violentos de los trabajadores con la policía y mientras el Estado manda bomberos, soldados y marineros, la empresa recluta unos 700 obreros desde Italia para reemplazar a los que están en huelga. En Barracas, hay un enfrentamiento con la policía, donde mueren 2 peones y son detenidos unos 47 huelguistas.
En agosto el periódico anarquista Avvenire informa que hay entre 7.000 a 8.000 obreros en huelga por las 8 horas. La huelga fue apoyada por muchos gremios reclamando las mismas mejoras que los ferroviarios.
Este proceso de luchas se ve acompañado por el desarrollo de la organización sindical de los trabajadores. Entre 1890 y 1896, se forman 32 sociedades obreras que agrupan a oficios varios: tipógrafos, herreros, talabarteros, hojalateros, escultores, mecánicos, cocheros de tranvías, albañiles, constructores de carros, toneleros, fideeros, torneros, tabaqueros, relojeros, plateros, artes gráficas, fundidores y afines, alfombristas, cortadores de calzado, galponistas, vidrieros... (3).
La imposición de la reducción de la jornada de trabajo
En América Latina la demanda de la reducción de la jornada laboral fue enarbolada por los trabajadores en numerosas luchas hasta conseguir durante las primeras décadas del siglo XX la aprobación de leyes laborales que establecieron la jornada de ocho horas.
Así, por ejemplo, la celebración del primer 1° de mayo en México se realizó en 1913. En 1917 la Constitución mexicana estableció las 8 horas. En Uruguay se aprobó dos años antes.
En 1919, la huelga general de 44 días en Barcelona con decenas de miles de obreros en huelga impuso la jornada de ocho horas y el reconocimiento de los sindicatos.
La lista sigue. En todo lugar en que la reducción de la jornada de trabajo consiguió imponerse fue producto de la lucha de la clase obrera, la paralización del trabajo, la organización sindical y la movilización en las calles.
La voracidad capitalista por aumentar sus ganancias no tiene más límites que los que la clase obrera le imponga. El movimiento obrero avanzó en su organización al calor de la lucha por alcanzar más tiempo libre, más horas de descanso, más posibilidades de disfrute del progreso humano, de la cultura y de la vida social. Sus sectores más conscientes se proponen alcanzar el fin de la esclavitud asalariada derrocando al capitalismo y abriendo el camino al desarrollo, junto con las fuerzas productivas, de todas las potencialidades humanas liberadas de las trabas que le imponen las cadenas de la explotación.
Así como los obreros de fines del siglo XIX vieron cómo dejaban su vida sobre las máquinas que enriquecían a los capitalistas y comenzaron su lucha por el tiempo, hoy los enormes avances tecnológicos hacen posible la reducción progresiva de la jornada laboral, permitiendo el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados para que trabajemos todos. Esa es nuestra lucha, nuestras vidas valen más que las ganancias capitalistas.
Alicia Rojo
Historiadora UBA
Notas:
1. Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos.
2. Alicia Rojo, Josefina Luzuriaga, Walter Moretti, Diego Lotito, Cien años de Historia Obrera en la Argentina (1870-1969), Una visión marxista, de los Orígenes a la Resistencia, Ediciones IPS, 2016.
3. Íbid.
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