sábado, noviembre 25, 2023

La Daia apoyó el golpe genocida del ‘76 y dio la espalda a las familias de desaparecidos judíos


El presidente de la Daia, Knoblovits, con el embajador yanqui, Stanley. 

El sionismo fue sostén de la dictadura. “La Daia revisó su rol durante la dictadura” se titula un comunicado difundido por la propia entidad el 23 de marzo de 2022, tras un acto donde su presidente Jorge Knoblovits, después de considerar que “nunca hubo tanto ensañamiento hacia los judíos como en la dictadura”, sostuvo que hubo “desaciertos” y “errores” de la dirigencia pero que de todas formas no iba a “condenar a las gestiones pasadas”. Por esa hipocresía no estaba ahí ni siquiera la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos, aunque sí el embajador estadounidense Marc Stanley. Todo un resumen. 
 Ya en agosto 2005 en un evento en la Facultad de Derecho de la UBA ofrecieron una distinción al Movimiento Judío por los Derechos Humanos, y el encargado de recibirla Pedro Resels la rechazó sentenciando que “no olvidamos que mientras desaparecían 30.000 argentinos, entre ellos 2.000 judíos, el entonces presidente de la Daia afirmaba que a la comunidad judía le convienen más los gobiernos de facto que los democráticos, porque las dictaduras controlan mejor el antisemitismo”.
 También en 2008, cuando al cumplirse 25 años de la caída de la dictadura la Legislatura porteña homenajeó a Herman Schiller por su militancia editando en la clandestinidad un periódico que denunciaba al gobierno militar, declaró que “si Nueva Presencia estuviera saliendo, le pondría ‘es para la Daia que lo mira por TV’”, y catalogó a sus autoridades como esos “corruptos burgueses que desde añares vienen dirigiendo las instituciones judías locales”. En ese mismo acto la integrante de Madres de Plaza de Mayo, Frida Rosenthal, recordó el “manoseo despiadado sufrido en la Daia cuando acudíamos buscando auxilio y nos decían: ‘A ustedes les pasó esto porque no dieron a sus hijos educación sionista’”.
 Es que el rol de la Daia en aquellos años fue ciertamente criminal. Le dio la espalda a las familias judías que acudían en su ayuda ante la desaparición de alguno de sus integrantes. Las madres de detenidos-desaparecidos Fanny Bendersky, Rosa Roisinblit y María Gutman contaron el maltrato que recibían en la Daia cuando recurrían allí a pedir apoyo en la búsqueda de sus hijos (como consta en el libro Ser judío en los años setenta, de Daniel Goldman y Hernán Dobry). Hasta el rabino Marshall Meyer -creador del Movimiento Judío por los Derechos Humanos- denunció al entonces presidente de la entidad Nehemías Resnizky por disuadir a los familiares de presentar recursos de hábeas corpus.
 Distinta fue la reacción ante el secuestro en julio de 1977 de Marcos Resnizky, hijo del titular de la Daia, a quien sí rescataron con gestiones ante los militares y enviaron luego a Israel. Es que los vínculos eran estrechos. La dirigencia sionista se había reunido con el mismísimo Emilio Massera en los días previos el golpe de Estado, en la casa de Jacobo Kovadloff, representante para América Latina del American Jewish Comittee. El apoyo político al Proceso fue público. Su vicepresidenta Amalia Polack participaba de las jornadas de “beneficencia” de Alicia Raquel Hartridge de Videla, esposa del jefe de la Junta. 
 En definitiva, la colaboración del sionismo con la dictadura genocida fue contundente, empezando por la asistencia del Mossad a la Side y la venta de armamento. En palabras de Renee Epelbaum, madre de tres detenidos-desaparecidos: “no quisiera enterarme que a mis hijos judíos los asesinaron con armas israelíes”. Incluso ante una sucesión de atentados a instituciones judías en 1976 que incluyeron detonación de bombas y ataques con ametralladoras a clubes, cooperativas y sinagogas, con la obvia complicidad de los milicos, la Embajada de Israel consideraba que “no constituyen una amenaza grave”, según los documentos desclasificados décadas después por el Departamento de Estado norteamericano. Estos son quienes hoy se alarman por el “crecimiento del antisemitismo” ante las manifestaciones contra las masacres a la población de Gaza y Cisjordania.
 Con estos antecedentes, se aprecia la continuidad que representan los Claudio Avruj, secretario ejecutivo de la Daia por años, que en su paso como titular de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación durante el macrismo apoyó fervientemente en intento de liberar a los genocidas con el beneficio del 2×1. Y, claro, son los que respaldan el exterminio del pueblo palestino y exigen una censura estatal a todos los que alzan la voz contra los crímenes del sionismo. 
 No hay mayor muestra del cinismo de intentar equiparar el antisionismo con el antisemitismo. Por supuesto, no nos van a callar. 

 Iván Hirsch

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