martes, noviembre 21, 2023

Biden-Xi Jinping: mucho ruido y pocas nueces


Una reunión que no cancela las tendencias a la confrontación 

 Los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y Xi Jinping, de China, sostuvieron una reunión bilateral en San Francisco este miércoles 15, en el marco de un encuentro del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (Apec, por sus siglas en inglés). Si bien ambos líderes la reivindicaron como un factor de distensión en las relaciones bilaterales, y Biden la calificó como un “progreso real” en las discusiones, es poco lo que sacaron en limpio.
 Por un lado, se acordó el restablecimiento de las comunicaciones militares, que estaban rotas desde la visita provocadora de la extitular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán. Esta normalización de los contactos apunta a evitar que los habituales roces entre buques y aviones en distintas partes del globo deriven en un conflicto de proporciones. 
 Por otro, la Casa Blanca celebró el compromiso de China de controlar a los productores de ciertos precursores químicos para la fabricación de fentanilo, que los traficantes mexicanos emplean para introducir después a Estados Unidos desde la frontera sur. Esa droga está causando estragos en la principal potencia capitalista del mundo, con miles de muertos cada año. 
 Pero, más allá de estas dos cuestiones, siguen en pie todas las tensiones comerciales, geopolíticas e incluso militares. Según los corresponsales de los diarios, Xi Jinping marcó como “línea roja” durante la cita la cuestión de Taiwán, advirtiendo a Washington que deje de proveer armamento a Taipei. En palabras de un funcionario estadounidense, el mandatario chino habría calificado este problema como “potencialmente el más peligroso en las relaciones bilaterales” (El País, 15/11), y habría indicado que la reunificación es “inevitable”.
 Biden, por su lado, habría planteado que respeta el principio de “una sola China”, pero lo cierto es que viene actuando en sentido contrario, como lo demuestran las maniobras militares crecientes de Washington en el estrecho de Taiwán. Durante su gira por Asia, en mayo de 2022, el estadounidense había comprometido un apoyo militar a la isla en caso de una invasión china, si bien después trató de matizar ese comentario señalando que sigue en pie la doctrina de la “ambigüedad estratégica”, por la cual la Casa Blanca se compromete a prestar defensa, pero no a participar de un eventual conflicto armado.
 Al mismo tiempo, la reunión bilateral ni siquiera parece haber abordado la cuestión de la guerra comercial, que empezó con los aranceles cruzados interpuestos por Washington y Beijing en 2018, y que no ha dejado de escalar. En los últimos meses, la Casa Blanca implementó nuevas sanciones para tratar de bloquear el progreso chino en el área estratégica de los semiconductores. 
 Biden sostuvo en declaraciones públicas que “tenemos que asegurarnos que la competencia no se convierta en conflicto”, y Xi dijo que “el planeta Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito, y el éxito de un país es una oportunidad para el otro”.
 Pero la cuestión marcha en sentido contrario. La tendencia es a una confrontación cada vez mayor y más directa, como resultado del agravamiento de la crisis capitalista, que atiza la tentativa del imperialismo yanqui de una colonización económica a gran escala de los ex Estados obreros. Lejos de un éxito común, el “éxito” de cada cual se hace a expensas de su rival. 
 Biden y Xi habían protagonizado su último encuentro en diciembre de 2022, en Indonesia, en el marco de la cumbre del G20. También se había presentado ese cónclave como un paso en la distensión de las relaciones, pero a las pocas semanas la situación diplomática volvió a enturbiarse con el derribo de un globo aerostático chino por parte de Estados Unidos. Ahora, a las pocas horas de concluida la nueva cumbre, las declaraciones del norteamericano afirmando que Xi es un “dictador” desataron una airada respuesta china. 
 Washington no ha parado de tirar de la cuerda en estos años, con el perfeccionamiento de un cerco contra China. Impulsa el rearme japonés, pertrecha a Corea del Sur, cerró un nuevo acuerdo militar con Filipinas, y forjó el “Aukus”, una alianza militar con Reino Unido y Australia cuyo paso inicial consistirá en la construcción de un submarino nuclear en el continente oceánico. 
 La reunión le ha servido a Biden, también, para comprometer a China a mantener una política de no intervención en Ucrania y Palestina. Respecto a este último punto, el líder estadounidense le habría planteado a Xi que es “esencial” que Irán no se involucre en el conflicto, bajo amenazas de una “respuesta contundente” en caso de hacerlo. 
 Las tendencias a una profundización de las rivalidades comerciales y a la confrontación armada ya están presentes, como lo indica Ucrania, y seguirán su desarrollo. Es la intervención de la clase trabajadora la que puede detener el militarismo yanqui y la guerra imperialista. 

 Gustavo Montenegro

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