domingo, febrero 21, 2010

EL PODER SOVIÉTICO Y LA SITUACIÓN DE LA MUJER


El segundo aniversario del Poder soviético nos obliga a echar una ojeada de conjunto a lo que hemos hecho en este período y a reflexionar sobre la importancia y los fines de la revolución realizada.
La burguesía y sus partidarios nos acusan de violar la democracia. Nosotros afirmamos que la revolución soviética ha dado un impulso sin igual en el mundo al desarrollo de la democracia en amplitud y profundidad, y precisamente de la democracia para los trabajadores y para las masas oprimidas por el capitalismo, es decir, de la democracia para la inmensa mayoría del pueblo, de la democracia socialista (para los trabajadores), a diferencia de la democracia burguesa (para los explotadores, para los capitalistas, para los ricos).
¿Quién tiene razón?
Meditar detenidamente sobre esta cuestión, comprenderla más a fondo significa tener en cuenta la experiencia de estos dos años y prepararse mejor para su desarrollo futuro.
La situación de la mujer muestra con singular relieve la diferencia entre la democracia burguesa y la democra­cia socialista y responde con particular claridad a la pre­gunta planteada.
En la República burguesa (es decir, donde existe la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas, las accio­nes, etc.), aunque se trate de la República más democrática, la mujer no ha sido plenamente equiparada en dere­chos en ninguna parte del mundo, en ningún país, ni aun en el más avanzado. Y eso a pesar de haber transcurrido más de un siglo y cuarto desde la Gran Revolución Fran­cesa (democrática burguesa). De palabra, la democracia burguesa promete igualdad y libertad. De hecho, las repúblicas burguesas, por avan­zadas que sean, no han dado a la mujer, que constituye la mitad del género humano, plena igualdad con el hombre ante la ley, ni la han liberado de la tutela y de la opre­sión del hombre.
La democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, de la palabrería solemne, de las promesas rim­bombantes, de las consignas grandilocuentes de libertad e igualdad; pero, en la práctica, todo eso encubre la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de li­bertad y la desigualdad de los trabajadores y explotados.
La democracia soviética o socialista rechaza las pala­bras pomposas, pero falsas; declara una guerra sin cuartel a la hipocresía de los "demócratas", de los terratenientes, de los capitalistas o de los campesinos hartos, que se luc­ran vendiendo a los obreros hambrientos los excedentes de trigo a precios de especulación.
¡Abajo esta vil mentira! No puede haber, no hay ni habrá "igualdad" de oprimidos y opresores, de explotados y explotadores. No puede haber, no hay ni habrá "liber­tad" verdadera mientras los privilegios que la ley concede a los hombres impidan la libertad de la mujer, mientras el obrero no se emancipe del yugo del capital, mientras el campesino trabajador no se sacude el yugo del capitalista, del terrateniente o del comerciante.
Que los embusteros y los hipócritas, los obtusos y los ciegos, los burgueses y sus partidarios engañen al pueblo, hablándole de la libertad en general, de la igualdad en general, de la democracia en general.
Nosotros decimos a los obreros y campesinos: arrancad la careta a esos embusteros, abrid los ojos ciegos. Preguntadles:
¿Igualdad de qué sexo con qué sexo?
¿De qué nación con qué nación?
¿De qué clase con qué clase?
¿Liberación de qué yugo o del yugo de qué clase?
Libertad para qué clase?
Quien hable de política, de democracia, de libertad, de igualdad y de socialismo sin hacer estas preguntas, sin colocarlas en primer plano, sin combatir la ocultación, el escamoteo y el encubrimiento de estas cuestiones, es el peor enemigo de los trabajadores, un lobo con pie de ove­ja, el adversario más encarnizado de los obreros y cam­pesinos, un servidor de los terratenientes, de los zares y de los capitalistas.
En dos años, en uno de los países más atrasados de Europa, el Poder soviético ha hecho en pro de la emanci­pación de la mujer, de su igualdad con el sexo "fuerte", lo que no han hecho en ciento treinta años todas las re­públicas avanzadas, ilustradas y "democráticas" del mundo tomadas en conjunto.
Instrucción, cultura, civilización, libertad: en todas las repúblicas capitalistas y burguesas del mundo, estas pomposas palabras van unidas a leyes inauditamente infa­mes, repugnantemente sucias, brutalmente groseras, que refrenden la desigualdad de la mujer: leyes como la de derecho conyugal y el divorcio, la de la desigualdad del hijo natural y el "legítimo", la de los privilegios para el hombre y la humillación y el ultraje para la mujer.
El yugo del capital, la opresión que ejerce la "sacro­santa propiedad privada", el despotismo de la estupidez pequeñoburguesa y de la codicia de pequeño propietario: eso es lo que ha impedido a las repúblicas burguesas más democráticas atentar contra estas leyes repugnantes e in­fames.
La República Soviética, la República de los obreros y los campesinos, ha barrido de una vez dichas leyes y no ha dejado piedra sobre piedra de los edificios de la men­tira burguesa y de la hipocresía burguesa.
¡Abajo esta mentira! Abajo los falsarios que hablan de libertad e igualdad para todos, mientras existe un se­xo oprimido, mientras existen clases opresoras, mientras existe la propiedad privada sobre el capital y sobre las acciones, mientras existen hartos que con sus excedentes de trigo esclavizan a los hambrientos. No libertad para todos, no igualdad para todos, sino lucha contra los opre­sores y explotadores, eliminación de la posibilidad de oprimir y de explotar. ¡Esa es nuestra consigna!
¡Libertad e igualdad para el sexo oprimido!
¡Libertad e igualdad para el obrero, para el campesino trabajador!
¡Lucha contra los opresores, lucha contra los capita­listas, lucha contra el kulak especulador!
Esa es nuestra divisa de combate, esa es nuestra ver­dad proletaria, la verdad de la lucha contra el capital, la verdad que arrojamos a la faz del mundo capitalista con sus frases empalagosas, hipócritas y altisonantes acerca de la libertad y la igualdad en general, de la libertad y la igualdad pata todos.
Y precisamente porque hemos arrancado la careta a es­ta hipocresía, porque practicamos con energía revolucio­naria la libertad y la igualdad para los oprimidos y los trabajadores, contra los opresores, contra los capitalistas, contra los kulaks, precisamente por eso el Poder soviético es tan entrañable para los obreros del mundo entero.
Precisamente por eso, en el día del segundo aniversa­rio del Poder soviético, tenemos de nuestra parte las sim­patías de las masas obreras, las simpatías de los oprimi­dos y explotados de todos los países.
Precisamente por eso, en el día del segundo aniver­sario del Poder soviético, pese al hambre y al frío, pese a todas las calamidades que nos acarrea la invasión de la República Soviética de Rusia por los imperialistas, esta­mos pletórícos de fe inconmovible en la justedad de nues­tra causa, de fe inconmovible en el inevitable triunfo del Poder soviético en el mundo entero.

• Vladimir Ilich Lenin

Publicado el 6 de noviembre de 1919 en el núm. 249. De "Pravda".

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