miércoles, marzo 31, 2010

El “juez” Herman Tertsch condena a Santiago Carrillo


Lo primero que llama la atención de esta juicio sumarísimo es el contraste entre la moderación de las opiniones de Carrillo, y la “radicalidad” de las palabras del antiguo periodista de El País, conocido por su afiliación en esa nueva extrema derecha “centrista” que aúna la salvaguarda del legado (adaptado) del tardofranquismo con el “republicanismo” made in USA…Carrillo simplemente declaró a al Diario de Sevilla que en España no hay un partido como el de Le Pen en Francia porque el PP es capaz de aglutinar esos votos de extrema derecha. Yo diría más: también lo está haciendo CiU, y esta es la cave del sucio asunto de Vich en el que, no hay que olvidarlo, concurrieron además dos partidos del “partit”…
Lo segundo es que lo haga desde el ABC, un diario estrechamente implicado con el régimen franquista durante el cual escribió páginas especialmente sinistra como las referidas al asesinato por la policía de Enrique Ruano o en apoyo del golpe militar-fascista de Pinochet en Chile, entre otros. Sin embargo, por más derechista y sesgada que resulte su “libro de estilo” es un diario que está fuera de toda sospecha, que se puede leer no solamente en los cuarteles, sino también en cualquier bar, o en cualquier institución por más que sus dueños y responsables no tengan mucho que ver con su agitación y propaganda. Lo que encuentro francamente sobrecogedor.
Tercero. Herman Tertsch hacía su contribución a la defensa que la derecha está haciendo del “honor” de Mayor Oreja que, a sabiendas de los beneficios que le rinde los atentados de ETA, ligo esta con el jefe el gobierno…Pensar en algo parecido al revés sería delirante, vaya un ejemplo, no hace mucho que multaron a unos parroquianos por tratar a unos guardias civiles de “franquistas”. Supongo que la multa no sería porque este concepto tenga la menor connotación delictiva –el suyo era n terrorismo de millones pero perpetrado en nombre de Dios y de España-, sino porque los parroquianos lo hicieron con ánimos insultantes…
Carrillo nunca se hubiera atrevido de comparar a Rajoy con Le Pen, pero el periodista sí se atreve a compararlo con Laurentii Beria…
El periodista de Público anotaba que “cada vez que Carrillo abre la boca, la derecha le saca las garras”…Es cierto, y algo así me recordó un “carrillista” confeso en un acto
durante el cual servidor cuestionó duramente la actuación de Carrillo, especialmente durante la Transición. Su argumentación no pudo disimular la escuela: a Carrillo lo atacaba la nueva y la vieja extrema derecha, y en consecuencia. Esta es una lógica “bloquista” o “campista”, una dialéctica pavorosa que invierte toda tradición democrática. Puede ser terrible en manos de padres y madres consentidores, de nacionalistas excluyentes o de marxismo al revés.
Recuerdo en un acto donde discutía con un historiador que se daba de “imparcial” y que trataba de llevar mis críticas a la II República a su molino. Para que no hubiera dudas afirma que para mí lo peor de la República era cien veces mejor que los pudiera haber de “bueno” (una masa enorme de gente muerta de metido, otra menor de gente atrasada y confundida, e incluso de gente que creía aquello porque creerían en el “orden” vertical que siempre había existido)…Evidentemente, tenemos que defender a Carrillo de la extrema derecha y del ABC, pero no por ello no amos olvidar de quien estamos hablando…¿y De quién estamos hablando?.
Pues de un señor que durante toda su militancia fue “dirigente”, el líder “indiscutido” del PCE-PSUC en los años del "eurocomunismo" internacional…
De un personaje que nació en Gijón en el seno de una familia obrera y socialista, su padre, Wenceslao Carrillo fue uno de los principales dirigentes del PSOE. Sus primeros recuerdos son "el padre entre rejas; sacado de casa por la Guardia Civil; el padre llevando él solo al Cementerio el ataúd de la hermana pequeña, porque era más barato...". El joven político que su padre le lleva a Madrid, donde pronto Santiago se iniciará en las Juventudes Socialistas. Situado en la izquierda del partido, ocupa la dirección de las juventudes y aparece como "el delfín" de Largo Caballero, el líder de la izquierda socialista en la segunda mitad de los años treinta.
Fue bajo su batuta que se formó un equipo (Federico Melchor, Santiago Álvarez, Ignacio Gallego, Fernando Claudín, etc); que ocuparán años más tarde grandes puestos de responsabilidades en el PCE. Sufre prisión en tres ocasiones, y se instruye en los clásicos socialistas entre los cuales, dice, le impresionó Trotsky. "Enfant terrible" de las juventudes socialistas, protagoniza todo su período izquierdista que va desde 1933 a 1936, año en que esas se fusio­nan con las juventudes comunistas…
Durante ese tiempo (1933-1935), la posición de Carri­llo -que algunos han caracterizado de "trostkizante"-- es de impone en el PSOE una "bolchevización", o sea desplazar a la antigua dirección por otra nueva capaz de asumir las tareas de la revolución proletaria…Sin ­embargo, a continuación de un breve viaje a Moscú donde fue recibido por lo todo lo alto, lo que aceleró el giro de las juventudes socialistas hacia el PCE y el estalinismo. Su formación política comunista recae en el funcionario estalinista argentino, Codovilla. Durante la guerra, fue miembro de la Junta de Defensa de Madrid. Es conocida la carta que dirigió su padre cuando éste apoyó el golpe del general Casado, el ella lo califica de "social-traidor", entre otras cosas.
Desde su ingreso en el PCE hasta la invasión de Checoslovaquia, Carrillo asumirá todas y cada una de las opciones estalinistas y sus métodos más representativos. En el exilio trabaja por la reconstrucción del partido en Francia, en Bélgica, en Norteamérica, Estoril (Portugal), para volver de nuevo a Francia en1944, al fin la Liberación. Es el primer responsable del BP que llega y se encuentra con un partido que se ha convertido en el más sólido e implantado del exilio -el PCF era entonces el primer partido de Francia--, y que ha crecido alrededor de una pléyade de cuadros intermedios, como Monzón, "poco conformista con las normas de obediencia ciega que el Buró Político imponía". Es a Carrillo al que corresponde -con el pretexto del fracaso de la invasión del Valle de Aran que fue criticada muy a posteriori-, llevar a cabo la reestructuración del partido que consistía en desplazar a los cuadros que habían sido el soporte de la lucha clandestina e imponer una nueva línea política más de acuerdo con la moderación que hacen gala los comunistas gubernamentales en Francia, Italia y Bélgica. Esta reestructuración culminará con la eliminación de Monzón, Trilla y más tarde, Comorera, acusados de "cómplices titoístas" entre otras cosas.
Es en esta época cuando Carrillo comienza a ir controlando los resortes del partido protagonizando un asenso de los "jóvenes" de la JSU, a los que fue colocando en los puestos de mayor responsabilidad y que le permitirían, en contra de las viejas figuras como Uribe, Anton, Lister, etc, acceder al ­puesto de máxima responsabilidad a través de un consenso con Dolores Ibárruri confinada en Moscú y situada como una figura más decorativa. Será Carrillo el que dirigirá la o­peración de desarticulación de las guerrillas de forma drástica y se orienta hacia un trabajo más a largo plazo que pasará -siguiendo el consejo expreso de Stalin- por la infiltración en el sindicato vertical, por la inserción en el mundo estudiantil y cultural. Su primera reacción ante el XX Congreso del PCUS es de autodefensa, "los comunistas, dice, no permitiremos que ningún tribunal nos juzgue", y después se aviene a las posiciones juchevianas y las aplica a España: el esquema de la "reconciliación pacífica", piedra angular de la política del PCE desde entonces. Su línea programática pasa por la "ruptura democrática" con el régimen y por una democracia, intermedia entre la dictadura y el socialismo, que habrá de ser antilatifundista, antimonopolista, antiimperialista…
Es un personaje que vive de cerca los acontecimientos de mayo del 68 y la ocupación rusa de Checoslovaquia. En el primer caso le toca directamente; vive en París las jornadas revolucionarias y dirige al PCE en la misma línea que Waldeck Rochet el PCF. Polemiza con…Raymond Aron y explica que no defiende la ruptura revolucionaria, su modelo es la mayoría parlamentaria y pone como ejemplo la toma del poder por la mayoría comunista en Praga en 1948. No obstante, la experiencia le sirve para comprender la necesidad de "modernizar" las actitudes del partido, las nuevas generaciones que ingresan en él tienen unas fuentes de educación más amplias que las que expresan la prensa partidaria o Radio Pirenaica. Se opone a los tanques rusos, defiende a Ducek, explica que a través de la "primavera de Praga" se está desarrollando una nueva concepción del socialismo, pluralista, aunque guarda silencio ante la "normalización" de Husack. Estas posiciones darán lugar a la formación de minoritarias tendencias prosoviéticas (Lister, García) que no encontrarán ningún eco significativo en el interior.
Antes y después de la muerte de Franco, al mando del partido más fuerte de la clandestinidad, Carrillo se orienta hacia una política de "pactos por la libertad", con representantes de una oposición democrática que va recobrando su memoria perdida. El punto cumbre de esta política tiene lugar en la Junta Democrática que se aviene con las reformas internas producidas por el régimen, hasta llegar a la reforma pactada que todavía estimará como un mal inevitable por la poca audacia de otros partidos --el PSOE--, y la debilidad de un movimiento que él contribuyó como pocos a contener, especialmente en ocasiones tan clamorosas como la de la matanza de Atocha. Su pasividad en esta ocasión fue la prueba que esperaban los "evolucionistas" del régimen (Adolfo Suárez), para apreciar que el PCE estaba dispuesto no solamente a renunciar a la República, sino a más cosas. Detenido, liberado y al poco tiempo parlamentario de un grupo en las cortes que será un muy débil reflejo de la capacidad que había mostrado contra el franquismo, Carrillo exigirá más poder interno para firmar consecuentemente pactos como los de la Moncloa o el tácito de "caballeros", gracias a los cuales los reformistas del franquismo pueden tomar una iniciativa política que encarrilará definitivamente el parcialmente fallido golpe de Estado del 23-F de 1981…
Su pasado estalinista se convertirá en su talón de Aquiles para la nueva derecha neoliberal para acusarle de crímenes y atrocidades que permitirá que el "comunismo" supla al franquismo en el banquillo de los acusados. Inmerso en una crisis cada vez mayor, acosado por sectores muy diversos, Don Santiago acabará abandonando el PCE para situarse entre los "compañeros de ruta" que servirán a Felipe González para tratar de desactivar la tentativa como la de Julio Anguita para crear una tercera alternativa política que permitirá superar el modelo bipartidista que se había impuesto para que, una vez levado a cabo las reformas pertinentes, al final, todo acabará más atado de lo que llegó a estar bajo el tardofranquismo.
Ha escrito un montón de libros, pero lo más que queda de ellos es su nombre.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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