miércoles, septiembre 15, 2010

Fidel Castro: Segunda temporada


No estoy sorprendido por los comentarios realizados por Fidel Castro en su encuentro con el periodista Jeffrey Goldberg, tampoco por las interpretaciones y la manipulación de sus palabras.
Los puntos de vista de Fidel respecto al pueblo hebreo y a su milenaria resistencia frente a la discriminación y la exclusión; así como la condena al holocausto son conocidos y, matices aparte, sus juicios suponen una asimilación de los eventos que condujeron al establecimiento del Estado de Israel. Ello no significa aprobar la partición de Palestina y mucho menos concordar con la expulsión de la población árabe. Entender la lucha del pueblo hebreo no conlleva la aprobación de la ejecutoria política del Estado de Israel.
Por haber nacido en 1926 la juventud de Fidel Castro se desplegó en un período de intensa actividad política que en Cuba siguió a la Asamblea Constituyente en 1940 en el cual, con más sombras que luces, funcionó la democracia, hubo tres elecciones sucesivas (1940,1944 y 1948) y tres presidente electos. En consecuencia tenía 22 años, era estudiante de Derecho y participaba de una intensa actividad política cuando en 1948, conocidos ya los horrores del holocausto, se proclamó el Estado de Israel.
Además de los sucesos locales, a la maduración de su pensamiento, contribuyeron los ambientes internacionales, matizados por la lucha contra el fascismo en la II Guerra Mundial, los acontecimientos asociados con la elección de Juan José Arévalo en Guatemala en 1944 y de Jacobo Arbenz en 1950 (derrocado en 1954), la solidaridad con la independencia de Puerto Rico y la lucha contra la dictadura de Trujillo, la participación en el Bogotazo y otros.
Con ese perfil y proclive a sumarse a la defensa de las causas justas, a lo que se añade una formación teológica e histórica adquirida en colegios católicos en los que se educó, es natural que Fidel Castro compartiera el clima de solidaridad con los judíos que predominaba en todo el mundo. No me resulta extraño que con la consecuencia que lo caracteriza, sostenga hoy sus juicios de entonces.
Conociendo su formación, su pensamiento y su honradez, a lo que se suma una impresionante experiencia política, siempre supe que Fidel no podía compartir las conclusiones de Mahmud Ahmadineyad sobre el holocausto y sus posiciones políticas extremas respecto a la existencia del Estado de Israel. Negar el derecho de Israel a existir o enarbolar la idea de que es preciso desaparecerlo del mapa no es justo ni políticamente realista.
En cuanto al lance relacionado con la Crisis de los Misiles de 1962 y la mentada carta a Nikita Kruzchov, son hechos conocidos explicados por el propio Fidel Castro. Con acentos y matices de opinión acerca de su propia actuación, lo dicho a Goldberg, no aporta nada sustancialmente nuevo.
Lo cierto es que aquel proceso de enorme complejidad que incluyó no sólo delicadas negociaciones políticas y decisiones históricas, sino también tensiones emocionales que llevaron no sólo a Fidel, sino también a los hermanos Kennedy a situaciones extremas, no puede ser esquematizado, expuesto en dos líneas o descrito en pocas palabras. Seguramente al propio Fidel le sería difícil recrear el clima bajo el cual escribió aquella carta, que además tuvo que ser traducida y es reinterpretada a veces con frivolidad y en ocasiones con mala fe.
En cuanto al tema de los temas: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros…” No veo la novedad. Primero porque es algo obvio. No sólo no es funcional para Cuba sino que no lo fue tampoco en ninguna parte donde se instaló. A esa conclusión llegó Lenin en 1921 cuando aplicó la Nueva Política Económica (NEP) y Fidel en los años 80 cuando encabezó el llamado Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas.
Naturalmente que la critica a la funcionalidad del modelo no significa una recusación absoluta del mismo que no carece de otros meritos, ni supone un abandono del socialismo, sino la convicción de que requiere de profundas reformas, de flexibilidad y de un dinamismo que le permita el auto perfeccionamiento, elementos que el exceso de estatización no le proporciona. Desde mi punto de vista particular, lo que suele llamarse “modelo económico” no constituye un todo sino que es parte del sistema político, que es por donde debieran comenzar las reformas.
No se puede culpar a Goldberg por no comprender esa dinámica ni conocer los entresijos de aquel proceso, que fue resultado de una acumulación de juicios críticos madurados a lo largo de años por Fidel Castro respecto al sistema soviético, con énfasis, entre otros aspectos a las políticas agrarias y sociales, el papel de los estímulos, los privilegios de la nomenclatura y la burocracia.
La crisis derivada de la desaparición de la Unión Soviética fue como un tsunami político que abortó la rectificación en Cuba y obligó a Fidel Castro y a la dirección cubana a adoptar la única posición posible: resistir para sobrevivir y salvar lo que pudiera ser salvado. Esos capítulos están a la vista y no dejan espacios a la especulación.
El modo como Fidel, a una edad en que el esfuerzo desgasta extraordinariamente, se consagró a la enorme tarea de encabezar la resistencia para salvar no un modelo ni una filosofía, sino simplemente las “conquistas del socialismo” es el más dramático y heroico de todos los episodios de la Revolución Cubana.
El accidente que lo envío al quirófano no lo sorprendió en el jardín de su casa ni la enfermedad gastrointestinal que lo obligó a declinar sus responsabilidades gubernamentales directas lo atacó mientras reposaba. Todo le ocurrió trabajando y luchando, tal como hace todavía.
Quien crea que Fidel Castro es un ortodoxo, un dogmatico o afiebrado fanático de alguna doctrina, se equivoca. Parafraseando al poeta, advierto: “No os asombréis de nada…” En mi opinión el líder cubano tiene mucho que decir, ideas que revelar, puntos de vista que retomar y tal vez secretos o evaluaciones que ahora pueda compartir. Lo que no hará será desmentirse. Como la generación que lo acompañó: “Se muere como vivió…” Hay más. Allá nos vemos.

Jorge Gómez Barata

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