domingo, noviembre 14, 2010

Descubren a Marx


¡No podía ser de otra manera! Después de ciento cincuenta años, los economistas norteamericanos descubren que Karl Marx tenía razón. Robert Reich, quien fue secretario del trabajo de Bill Clinton, y David A. Moss, de la Universidad de Harvard, descubren que la desigualdad en la distribución de la riqueza causa las crisis del capitalismo. “Cuando vi la correlación tan extraordinaria entre crisis financiera y desigualdad, no podía creerlo” dijo el asombrado alumno de Harvard. ¡Cómo no iba a estarlo, si en Harvard no se conoce, y mucho menos estudia, “El Capital” de Marx! Allí está esa relación explicando que es la causa de las crisis que, además, son periódicas.
Como es lógico suponer, esas desigualdades se han hecho más escandalosas con el tiempo. A mediados del siglo diecinueve, las crisis alcanzaban un mercado más o menos nacional. Las fortunas tenían esa influencia. Hoy, es distinto: en 1928, al iniciarse la gran depresión que alcanzó a dar la vuelta al mundo, el 1% más rico de Estados Unidos, acaparaba más del 23 por ciento de la riqueza nacional. Tardaron entre 4 y 6 años en recuperarse, mientras las colas de desempleados esperaban pacientemente a que, alguna entidad caritativa, les alcanzase un plato de sopa mal hervida. El 2007 pasado, ese 1% más rico, volvió a tener 23 por ciento de la riqueza. ¡Cómo no aprenden sus propias lecciones! Porque, para llegar a una conclusión racional, ni siquiera se precisa leer a Marx; basta con conocer la historia. Claro que la codicia no conoce de historia.
Veamos lo que dijo Karl Marx en “El Capital”: “La crisis estalla cuando los reingresos de los comerciantes que venden en mercados lejanos (o cuyos acopios se han acumulado en el interior del país) se vuelven tan lentos y parsimoniosos, que los bancos reclaman sus deudas, o los pagarés recibidos por las mercancías vencen antes que se haya producido la reventa. Entonces comienzan las ventas forzadas, las ventas con fines de pago: y en ese momento el krach pone brusco fin a la prosperidad aparente.
Pero los economistas de este tiempo no comprenden y siguen sin comprender. Se asustan con los acontecimientos. Dice un catalán, Arcadi Oliveres: “Tras el crash del 29, la desigualdad se redujo. Pero ahora la tendencia es exactamente la contraria. Así no se saldrá de la crisis”. Y a renglón seguido revela que, las joyerías en París, y seguramente en otras ciudades como Ginebra, Berlín o Londres, las ventas aumentaron tanto que, esas tiendas están cerrando más temprano, porque temen quedarse sin mercadería para la campaña navideña cuando, por supuesto, ponen precios más altos todavía.
¿De qué se extrañan?
Refiriéndose a este tema, precisamente, Marx dijo: “lo único que el capitalista y el economista ven es que la parte del trabajo pagado que se relaciona con la unidad de mercancía varía con la productividad del trabajo, y que por lo tanto sería el valor de la unidad. No advierte que dicha variación se produce también en el caso del trabajo no pagado que contiene cada unidad, menos aún percibe que, en efecto, el trabajo no pagado consumido en su esfera, sólo determina por azar que sea la ganancia media. Únicamente en una forma tan tosca y carente de sentido podemos entrever que el trabajo que contienen las mercaderías, determinan su valor”. En otras palabras, los ricos siguen comprando porque les parece que las joyas están baratas y podrán revenderlas cuando la crisis los alcance. No los alcanza todavía porque es corto el tiempo y, lo que en 1928 era 23 por ciento de la riqueza total de Estados Unidos, hoy se refiere al 23 por ciento de una riqueza que hace mucho tiempo dejó de ser estadounidense y se convirtió en mundial.
Estos señores deben leer a Marx para entender lo que está ocurriendo en el mundo.

Antonio Peredo Leigue

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