jueves, febrero 10, 2011

Una reedición de Jack London: La invasión y otros terrorismos


La editorial barcelonesa Laertes acaba de reeditar el conjunto de relatos de La invasión y otros terrorismos, una antología de relatos del autor de El talón de hierro. Se trata de un libro que es bastante conocido por la peña londoniana, que reconoce en Jack London uno de los mejores narradores norteamericanos del siglo XX, amén de uno de los autores más inconformistas de las letras norteamericanas, amén de los más ligados con el socialismo y la clase obrera tal como se desprende otra antológica: Tiempos de ira. Textos anticapitalistas, no hace mucho publicada por Libros de la Frontera
Es difícil no asombrarse con el espléndido relato de política-ficción de “La invasión” (publicado por primera vez en 1910), en el que London predice no solo la explosión demográfica de China sino la guerra bioquímica, hechos que la historia se ha encargado de hacer realidad. O no estremecerse con la que frialdad con que el ladrón de pieles Subienkow burla el brutal destino que Makamuk le tiene reservado en el relato “Cara Caída”. Como imposible dejar a medias el relato “Los hijos de Midas”, que relata el terrible —y elegante— chantaje con el que una implacable organización secreta lleva una peculiar y efectiva lucha de clases hasta las últimas consecuencias. Y así podríamos hablar de todos y cada uno de los seis relatos, que se cierran con un ensayo autobiográfico en el que autor explica un poco las claves de su apasionante, a la postre trágica, existencia.
Jack London raramente escribió sobre historia imaginarias, por lo general sus obras siguen sus propios pasos, y se ha dicho de él que uno de los etnólogos de su tiempo. El célebre autor de Colmillo blanco y de La llamada salvaje no siempre fue un escritor reconocido y adinerado; quizá no lo habría sido nunca sin atravesar los 20.000 kilómetros de ferrocarriles de Estados Unidos como vagabundo. Corría el año 1894 y London, con 18 años, descubría la cara más dura de la realidad capitalista de su país. Estas ideas se recogen en otro de sus relatos, el que dedicó a los vagabundos, y en el que escribe:"En el mundo de los vagabundos, la vida cobra un rostro proteico: es una fantasmagoría siempre cambiante, donde lo imposible ocurre y lo inesperado te asalta agazapado tras los matorrales en cada recodo del camino", escribe London en En ruta, un texto inédito hasta la fecha en castellano y que publica ahora la editorial Marbot. El joven Jack es un hobo, un vagabundo que viaja sin destino entre las ruedas de los vagones, que duerme a escondidas en las estaciones, que come lo que roba o lo que la gente le deja, y que no conoce otro techo que el de la prisión.
Harto de la explotación laboral que padece en una fábrica de electricidad de Oakland donde trabaja 10 horas al día por 30 dólares al mes, el joven trabajador Jack London lo abandona todo para seguir a los vagabundos que sobreviven a lo largo de las vías de ferrocarriles. En ruta empieza con la "confesión" de un London hambriento que toca a la puerta de una señora para pedirle comida. "Que sepan ustedes que el éxito del mendigo depende de su capacidad para contar una buena historia. Antes que nada, en el primer instante, el mendigo debe "tomarle la medida" a su víctima", escribe al autor.
Historias, hay que inventar muchas. Para conseguir comida; para escapar de las trampas de los revisores de los trenes que le persiguen día y noche, en cada vagón, a los "clandestinos"; para no ir a la cárcel... London acabó entre rejas varias veces, una vez llegó a cumplir una condena de tres meses por vagabundear en la calle.
Muy significativa de esta toma de posición suya será En ruta, relato publicado en 1907 en el periódico Cosmopolitan Magazine, cuando London ya era un autor reconocido, es la crónica de un joven que viaja sin dinero por todo Estados Unidos, que se enfrenta a la codicia y el individualismo de la gente y de las autoridades. Más que un testimonio sobre la pobreza, En ruta es un texto de referencia para las generaciones más contestatarias, desde la Generación Beat el título de la novela de Jack Kerouac, En el camino, no es una casualidad hasta los nuevos soñadores como Chris McCandless, el joven de Hacia rutas salvajes que lo dejó todo para aislarse (y morir) en Alaska.
Los Estados Finidos que describe es el de los perdedores. Es un London, que si bien asegura ser un típico individualista estadounidense antes de iniciar este viaje, habla como un marxista de todos aquellos hombres, "marineros, soldados, obreros, encorvados y desfigurados y deformados por el trabajo físico, los accidentes, y abandonados a su suerte por sus amos como tantos caballos viejos. Con ellos mendigué o temblé de frío en vagones de trenes y en parques mientras escuchaba historias de vidas (...) que acababan en el fondo del Pozo Social".
Animado pro un singular conciencia socialista, London nunca olvidó esos momentos y el peligro de caer "hacia la ruina del fondo" le llevó a convertirse "a golpes de martillo" al socialismo. El tono de En ruta no deja ninguna duda sobre las ideas políticas del escritor. No tenía gran consideración para el capitalismo, aunque el comunismo tampoco le sedujo del todo. Tras el testimonio de sus aventuras y a modo de conclusión, también se publican en esta edición pequeños textos inéditos de London, Escritos políticos, entre los cuales Cómo me hice socialista. El texto arranca así: "Es bastante justo decir que me hice socialista de un modo similar a como los teutones paganos se hicieron cristianos: a golpes de martillo".
Empecé a andar por el camino. Mañana sería otro día, y era joven"
La miseria de la que fue testigo durante su viaje por los ferrocarriles convirtió a London en un crítico del sistema capitalista que regía su vida hasta entonces. En otro escrito político, El Esquirol, el autor lamenta y concluye: "En una sociedad competitiva, donde los hombres luchan entre sí por casa y comida ¿qué es más natural que el hecho de que la generosidad, cuando esta supone una mengua para la casa y la comida de los demás hombres, deba ser tenida por algo terrible? Atacar la casa y la comida de un hombre es atacar su vida; y en una sociedad organizada sobre la base del encarnizamiento, un acto tal resulta amenazador y terrible por más que pueda ser ejecutado bajo la apariencia de la generosidad".
Sea mirando hacia un futuro aterrador, sea describiendo la gran traición de las burocracias que hasta dejan de ser reformistas, Jack London aporta una visión muy particular de los problemas de la revolución, una visión que fue muy valorada por varias generaciones de insumisos norteamericanos, y por lectores fervientes suyos como lo fueron Anatole France, Lenin, Trotsky o George Orwell, cuya primera obra, sin blanca en París y Londres, es una tentativa de seguir la pista dejada por Gente del abismo, otro título londoniano muy a tener en cuenta y que editó El Viejo Topo con las fotografías de la extrema miseria tomadas por el propio escritor.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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