viernes, marzo 13, 2015

El dólar fuerte puede desatar una nueva crisis financiera internacional



La fuerte alza del billete verde a comienzos de la década de 1980 desencadenó la crisis de la deuda latinoamericana y la segunda alza, a mediados de 1990, la crisis financiera asiática. El aroma a una nueva crisis financiera aguda se cierne sobre la periferia capitalista.

Dedicada a Leo Norniella, gran obrero revolucionario, que vibraba con el seguimiento de la política internacional

Desde comienzo de 2013 venimos anunciando un fin de ciclo de la bonanza de los llamados “países emergentes” y el comienzo de una nueva fase de la crisis mundial, con epicentro en los países semicoloniales y dependientes. En octubre en otro pico de turbulencias nos preguntamos “Crisis Mundial: ¿porque esta vez podría ser peor?”. Y más tarde, frente al aceleramiento de la tendencia al hundimiento de las materias primas decíamos: “Materia primas, emergentes: ¿China será el próximo en caer?”. Hoy día, la fuerte alza del dólar está llegando a un punto de inflexión que amenaza desatar una fuerte crisis financiera internacional. Los antecedes de crisis de la deuda latinoamericana y asiática ambos en periodos de dólar alto no son una casualidad.

El “exorbitante privilegio” del dólar

La conferencia de Bretton Woods en 1944, posterior a la Segunda Guerra, selló el papel hegemónico del dólar en la economía mundial capitalista. El sistema económico de Bretton Woods estableció la convertibilidad del dólar en oro a razón de US $ 35 por onza de oro, así como la vinculación a otras divisas importantes para el dólar. Este acuerdo allanó el camino al dólar para sustituir a la libra esterlina como moneda dominante en las reservas de divisas y en el comercio mundial.
La estabilidad del orden monetario de Bretton Woods en los años 1950 y 1960 estaba garantizada por las reservas considerables de oro de los EEUU, su superávit en cuenta corriente y una competitividad sin paralelos en la economía mundial. La hegemonía del dólar no sólo era un reflejo de la fortaleza económica de los Estados Unidos sino también un medio a través del cual los EEUU proporcionaron el liderazgo para el mundo capitalista, la promoción de un entorno estable para el crecimiento. Al mismo tiempo, el estatus hegemónico del dólar confería a los EEUU un “privilegio exorbitante” - en palabras de Valéry Giscard d’Estaing, ministro francés de finanzas en la década de 1960 y posteriormente presidente en la década de 1970 - ya que permitía a los EEUU endeudarse a nivel internacional a bajas tasas de interés y pagar por sus importaciones y el servicio de la deuda en la moneda que emitía.
A inicios de 1970 este régimen monetario fue desarticulado. Varias razones se combinaron. El fin del boom de posguerra señaló el comienzo de la declinación histórica de EEUU. El resurgimiento de Japón y Alemania como potencias emergentes terminó con la abrumadora superioridad económica de Norteamérica y dio origen a la división del mundo en una tríada de potencias imperialistas. Este retroceso relativo de EEUU llevó a su fin al sistema de Bretton Woods.
Desde entonces, EEUU utilizó el nuevo régimen de cambio flexible y la continuidad del dólar como moneda de reserva y medio de pago a nivel mundial como forma de administrar su decadencia, manipulando en su provecho este privilegio sólo reservado a la potencia hegemónica.
Después de la fuerte alza de las tasas de interés y del dólar a comienzos de 1980 - para detener el fuerte deterioro de la tasa de ganancia que arrastraba desde fines de 1960 y sacar a su economía de la estanflación de la década de 1970 - la preocupación por la viabilidad a largo plazo del dólar, junto con la intensa presión de los sectores manufactureros y los exportadores agrícolas afectados por la fortaleza del dólar, hizo que el gobierno de Reagan recurriera a la presión diplomática para obligar a una apreciación significativa del yen japonés y el marco alemán a través de la Acuerdo del Plaza de 1985.
Después de este Acuerdo, el balance de la cuenta corriente de los EEUU como porcentaje del PBI pasó de un déficit de 3% en 1985 a un superávit de 0,05% en 1991; el déficit norteamericano con Japón se redujo en más de un 25%, de US$ 60 mil millones en 1986 a US$ 44 mil millones en 1990.
A pesar de que el déficit de cuenta corriente se redujo, la caída del valor del dólar frente a otras monedas importantes llevó a un reflujo de capitales y a limitar la inversión extranjera en los EEUU, generando fuertes quejas del cada vez más poderoso sector financiero de Wall Street. En 1994, Robert Rubin, secretario del Tesoro de la administración Clinton, declaró perseguir una política de dólar fuerte. En 1995, los gobiernos de EEUU, Alemania y Japón establecieron un “Acuerdo Plaza” pero al revés: con el acuerdo de los EE.UU., los bancos centrales de Japón y Alemania devaluaban sus monedas y por lo tanto aumentaban el valor del dólar estadounidense. Este giro fue el elemento detonante de la crisis asiática de 1997, sobre la base de una sobreacumulación en los sectores manufactureros informáticos y una fuerte especulación inmobiliaria.
Como muestran los ejemplos anteriores, Washington disfrutó de considerable libertad de acción para alternativamente fortalecer o debilitar el dólar después del colapso del orden Bretton Woods en 1971. Fue capaz de defender el atractivo a corto plazo del dólar (al aumentar su valor a costa de un deterioro del déficit de cuenta corriente) o su estabilidad a largo plazo (al obligar a otras economías capitalistas a apreciar sus monedas frente al dólar para mejorar la balanza de cuenta corriente de los EE.UU.).
Esta capacidad para manipular el valor del dólar depende en última instancia de la cobertura de seguridad que Estados Unidos construyó en la época de la Guerra Fría, que le permite condicionar el desarrollo de los otros polos imperialistas, de ahí la importancia que tiene la evolución de la brecha en la Alianza Atlántica que hemos comentado aquí, aquí y aquí para la sustentabilidad de este frágil dominio norteamericano de las últimas décadas.
Este enorme beneficio económico para EEUU le ha permitido vivir más allá de sus medios, cuestión que se ha expresado en un sobreconsumo y en déficits comerciales masivos. Exportando su inflación, EEUU ha aumentado la inestabilidad y las desigualdades de la economía mundial -como demuestra la sucesión de crisis monetarias, financieras y bursátiles a lo largo de las últimas décadas cuya máxima expresión fue la crisis de 2007/8-, generando a largo plazo las fuertes presiones deflacionarias que hoy agobian a la economía mundial. En otras palabras, durante este periodo histórico EEUU ha actuado crecientemente como el principal desestabilizador de la acumulación capitalista mundial.
Los déficits de cuenta corriente en EEUU (y el subsiguiente aumento de la liquidez del dólar a nivel mundial), han sido largamente responsables del aumento global del abundante “hot money”. A lo largo de estas décadas, esta masa dineraria ha sido dirigida a canales especulativos, ayudando a crear “booms” y depresiones alrededor del mundo.

La madre de todos los endeudamientos: la deuda en dólares de las empresas de la periferia capitalista

Las tasas inusualmente bajas por un largo periodo de tiempo de la reserva Federal (FED por su sigla en inglés) y la “flexibilización cuantitativa” inundaron el "mundo emergente" con una fuerte liquidez en dólares en los años del “boom”, cuando se creía en la peregrina idea del desacople de estos estados de la crisis mundial, que tenía su epicentro en los países centrales. Sin embargo, aunque desfasado en el tiempo con la crisis del centro, la reducción de los mercados de exportación y de los principales mercados de consumo a nivel internacional después de la crisis de 2007/8 está desnudando una crisis de sobreacumulación y sobreendeudamiento en los polos más dinámicos de la periferia, en especial China, que a su vez alimentó un crecimiento y una burbuja de inversiones en innumerables países ligados a la producción de materias primas, que fueron los primeros en derrumbarse como muestra la caída de los precios del petróleo.
Y la gran vulnerabilidad que empieza a manifestarse es que estos países están ultra endeudados y más dolarizados que nunca, contrariando la creencia de que una parte importante de los países de la periferia estaba inmunizado a estas crisis, a diferencia de los episodios de crisis anteriores en el mundo semicolonial, por la enorme reserva de divisas o el bajo endeudamiento de los estados.
Los extranjeros se han endeudado en 9 billones en moneda estadounidense fuera de la jurisdicción estadounidense. Este es un aumento colosal con respecto a los $2 billones en 2000. La abundancia crediticia y monetaria ha seducido a empresas asiáticas y latinoamericanas que pidieron prestado como nunca antes en dólares - a tasas reales cercanas al 1% - que son muy difíciles de devolver ahora que el ciclo monetario de Estados Unidos está por dar un giro, como ya lo muestra el fortalecimiento del dólar. El índice del dólar con respecto a una canasta de monedas ha crecido un 24% desde julio y 40% desde mediados de 2011. Este es un repunte del dólar más grande y más pronunciado que el de mediados de la década de 1990 que fue, repetimos, no la causa pero sí el disparador de la crisis asiática de 1997 o la crisis rusa de 1998.
Para todos los endeudados, ya sea por inversiones reales o solamente por movimientos especulativos, se trata de un salto brutal que perseguía en su momento favorecerse de las menores tasas de interés exigidas por los inversores como consecuencia de la denominación de las emisiones o créditos en moneda fuerte. Sin embargo, dicha ventaja se ha vuelto en contra por el aumento que ha vivido la divisa de Estados Unidos a nivel mundial en tan poco tiempo. Esto significa que las obligaciones con respecto a los acreedores de los países afectados se ha incrementado en casi veinte puntos porcentuales en poco más de ocho meses, afectando su capacidad de repago, algo que se produce en un momento en el que los ingresos fiscales de muchos de los deudores, por su carácter eminentemente exportador de materias primas de todo tipo, se están deteriorando de manera acelerada mientras que la inflación que importan, como consecuencia del desplome de sus divisas, aumenta las tensiones sociales y políticas internas como ya estamos viendo en Turquía y Brasil. Un ejemplo ilustrativo es la aerolínea brasileña Gol que se expandió enormemente en los años del boom de consumo en Brasil, cuando el real era la moneda más fuerte del mundo. Tres cuartas partes de su deuda está en dólares. Esto se ha convertido en una pesadilla para sus dueños en momentos en que el real está en caída libre, cayendo 14,5% con respecto al dólar desde comienzo de año y estando en su nivel más bajo desde junio de 2004.Los pagos de intereses sobre las deudas de Gol se han duplicado con respecto a su flujo de ingresos en Brasil. Los préstamos deben ser pagados o renegociados en un marco económico mundial mucho menos benigno. Situaciones como ésta o peores abren interrogantes sobre la viabilidad y posibles bancarrotas de muchas empresas en estos países.

¿Hacia un ciclo de convulsiones de la lucha de clases en los países semicoloniales?

Las crisis económicas que soportan los países periféricos desde 1982 tienen consecuencias sociales devastadoras. Su violencia destructiva tiene un alcance equiparable al colapso de 1930 en los principales países capitalistas en aquel entonces. En la década del 2000 y en las primeras fases de la crisis mundial, los países de la periferia evitaron estos escenarios catastróficos. Si en los próximos meses y/o años estos terremotos económicos y sociales vuelven, la periferia capitalista podría volver a entrar en un ciclo convulsivo de la lucha de clases, como ha sido el caso desde la posguerra incluso en el periodo de “boom” hasta comienzos de 2000 con la caída por la acción de las masas de los gobiernos neoliberales en varios países de América Latina. A su vez, cualquier crisis en los llamados mercados emergentes tendría un impacto mucho más grave que la crisis financiera asiática de 1997-1998, porque estos mercados son mucho más grandes ahora y se encuentran mucho más integrados al sistema financiero mundial. Las ramificaciones serían particularmente graves si China tuviera un aterrizaje forzoso de su economía. La euforia de las bolsas de los países centrales podrían esfumarse como tan artificialmente se crearon.

Juan Chingo
París | @JuanChingoFT

No hay comentarios.: