jueves, agosto 20, 2015

Tianjin:¿el “Chernobyl industrial”chino?



China es la tierra de los accidentes industriales. Los accidentes mineros fatales y las catástrofes industriales son una constante de tal forma que la población, de alguna manera, se ha acostumbrado a la desgracia. Pero la enorme explosión en Tianjin conmovió a la nación.

El pasado miércoles 12 de agosto tuvo lugar en la ciudad china de Tianjin una enorme explosión que devastó la ciudad y dejó cientos de víctimas y heridos. Las explosiones en un depósito donde se guardaban productos químicos peligrosos mataron a 114 personas, entre ellos 53 bomberos y siete policías. Otras 65 personas seguían desaparecidas al día de hoy. Frente a este desastre industrial, las autoridades chinas han cerrado 40 páginas webs y cientos de cuentas en redes sociales con el argumento de que fomentaban el pánico a las consecuencias de las explosiones en la zona industrial de Tianjin. Sin embargo, esta medida no ha logrado acallar las voces críticas: los foros y las redes sociales más populares se han convertido en plataformas para compartir y comentar imágenes de las explosiones y sentimientos de preocupación sobre la amenaza de contaminación química. El domingo 16, el general Shi Luze, jefe del estado mayor de la región militar de Pekín -la capital china se encuentra a 140 kilómetros de esta ciudad- se vio obligado a reconocer que en el almacén de mercancías peligrosas donde se originaron las explosiones había cientos de toneladas de cianuro de sodio, un compuesto químico que se emplea en actividades de minería y es enormemente tóxico para la salud en caso de ser inhalado o ingerido. De esa forma, éste alto rango militar de Pekín daba verosimilitud a las cantidades que ya se habían apuntado en la prensa china desde el jueves: 700 toneladas de este compuesto químico, 70 veces más que las cantidades permitidas.
En vista de las dimensiones que está adquiriendo la catástrofe, con decenas de muertos y desaparecidos y el riesgo de contaminación química en una ciudad de 15 millones de habitantes como es Tianjin, el primer ministro chino Li Keqiang se desplazó el domingo a la Zona de Desarrollo Económico y Tecnológico (TEDA) de la municipalidad para expresar las condolencias del Gobierno por las víctimas, en nombre del presidente Xi Jinping. Sin embargo, esto no ha acallado la creciente indignación con el poder central.

Los accidentes industriales son consustanciales al modelo chino

El drama de Tianjin es solo una faceta del modelo de crecimiento chino: en éste país el desarrollo industrial se hace al costo de un brutal desastre ambiental y social.
Desde su apertura económica a fines de 1970, junto con la abundante mano de obra barata, China ofreció a las firmas transnacionales otra gran ventaja: ninguna restricción en materia ambiental de manera de atraer a las firmas y actividades más contaminantes. Como dice Richard Smith, del Institute for Policy Research and Development de Londres en un reciente trabajo que demuestra ampliamente la destrucción ecológica en curso: “Acero, coque, aluminio, cemento, productos químicos y petroquímicos, revestimiento metálico, curtido de cuero, plásticos, pinturas, fibras sintéticas y producción textil, teñido de tela, producción de papel así como el reciclaje de baterías de automóviles y de la electrónica: la mayoría de las industrias tóxicas y que despiden humo, frente a las crecientes restricciones ambientales en los EE.UU. y Europa, se relocalizaron en China después de 1980. El 70% de la basura electrónica mundial se descarga en China”.
Esta apertura va de la mano también de la construcción de proyectos de infraestructura cada vez más faraónicos (represas hidráulicas, aeropuertos, sistemas ferroviarios, carreteras, subtes, sistemas de alcantarillado, nuevas industrias, nuevas casas, rascacielos, nuevas ciudades, nuevos puertos, etc. alcanzando niveles y superando incluso a las principales potencias mundiales que a su vez construyeron este stock en más de un siglo), una gran parte de los cuales China no necesita para el actual nivel de su productividad del trabajo, por lo que significa un enorme desperdicio de recursos que China deberá pagar, como muestra su astronómica deuda. A su vez, éste auge de la inversión se caracterizó desde el principio por la sobreproducción y la contaminación descontroladas.
Esto último, solo es posible porque en China, las regulaciones ambientales son violadas sistemáticamente por las industrias estatales y privadas, en connivencia con los funcionarios del gobierno en todos los niveles. Como demuestra un paper de Raymond Fisman y Yongxiang Wang del National Bureau of Economic Research en EE.UU., las empresas con conexiones políticas de alto nivel tienen niveles más altos de accidentes de trabajo y tasas de mortalidad. Así, en su trabajo “The mortality cost of political connections”, los dos autores muestran que si una empresa china tiene ex altos cargos en la junta directiva, es probable que sufra mayores tasas de mortalidad cuando se producen accidentes de trabajo. Comparan los resultados antes y después del nombramiento de los altos funcionarios de la junta. Los dos investigadores también encuentran que en los lugares donde el historial de seguridad juega un papel importante en la promoción de los funcionarios, la tasa de mortalidad es generalmente baja, de acuerdo con su paper. La conclusión: las conexiones políticas en China pueden actuar como un esquema de extorsión para proteger a las empresas de los reglamentos de seguridad industrial con grandes beneficios para las firmas individuales, aunque a un costo social terrible.
Aunque aún es prematuro hacer un juicio sobre el devastador desastre en Tianjin, los pobladores sospechan que las conexiones políticas jugaron un rol clave en los permisos que le daban a la compañía Ruihai International Logistics, dueña del depósito donde se inició la explosión. Todos los ojos se dirigen hacia sus propietarios, aparentemente ligados al Partido Comunista (PCCh). La prensa en lenguaje chino en el extranjero llegó a sugerir que el propietario mayoritario de la empresa podría ser el sobrino de un ex miembro del comité permanente del Politburó, el más poderoso cuerpo político de China.

La credibilidad del PCCH en cuestión

En el marco de la continuidad de las caídas bursátiles y el rápido enrarecimiento del clima económico, como demuestran las dos devaluaciones sucesivas de la semana pasada, un nuevo escándalo de corrupción puede sacudir a la cúpula del PCCh con potencialidades de generalizar un clima contestatario global a su sistema de dominio.
Lo nuevo es que las cuestiones ambientales tocan cada vez más a sectores de la clase media urbana que habiendo aceptado todas las virtudes del crecimiento económico no se preocupaban por sus costos sociales y ambientales. Sobre éste sector social conservador se basaba el régimen reaccionario y anti-obrero del PCCh hasta el momento. La explosión en Tianjin es un amargo despertar a su falsa ilusión.
Como dice el diario francés Le Monde: “Los pequeños propietarios de la clase media urbana representan en China las únicas personas que jamás se atrevieron a manifestar en la calle en masa después de la represión del movimiento democrático de Tiananmen en 1989. Pero en Ningbo, Dalian, Xiamen, Kunming, y también recientemente en Shanghai, decenas de miles de ellos en los últimos años han desafiado el temible aparato policial chino para protestar contra el peligro de proyectos petroquímicos instalados a las puertas de sus ciudades. El accidente de Tianjin ha demostrado que sus temores de Apocalipsis industrial eran más que justificados. En Weibo, el Twitter chino, uno de los textos que han marcado los espíritus explica cómo Tianjin rompió para los chinos, ‘la ilusión de vivir en un país normal’”.
Ayer, no por casualidad, se producía la destitución del jefe de la Administración de Seguridad Laboral, Yang Dongliang, por acusaciones de “grave violación de la disciplina y la ley”, un eufemismo que designa la corrupción. Las autoridades evitan relacionar esta sanción con la catástrofe de Tianjin, pero Yang Dongliang fue hasta mayo de 2012 vicealcalde de la metrópolis. Además, los comentaristas y usuarios de las redes sociales recordaron que su carrera comenzó en las empresas estatales de petróleo y más tarde siguió en la industria química de Tianjin. El lunes estuvo presente de hecho en el marco de los trabajos de desescombro en la ciudad.
Todo esto muestra que la dimensión de los daños y las protestas de la población convirtieron el accidente en una prueba para la cúpula de la burocracia estalinista encabezada por el jefe de Estado y de partido, Xi Jinping. El timing y los cargos de esta destitución es una manera de hacer un lazo con la campaña anti-corrupción de este último. De esta manera, Pekín intenta desviar la creciente cólera hacia un chivo expiatorio, tratando de que este accidente industrial no se convierta en un “Chernobyl industrial” chino (en referencia al accidente nuclear en Ucrania que en 1986 desnudó el mito de la fortaleza de la ex URSS). La burocracia del PCCh es bien consciente de lo que está en juego: “Para las autoridades, la línea roja que no se debe cruzar, es que la gente comience a desentrañar la trama de responsabilidades entre los miembros del partido, los burócratas, los gerentes de empresas públicas o mixtas” que la catástrofe de Tianjin empieza a dejar al desnudo. Esto podría hacer que los cuestionamientos al sistema se amplíen cada vez más.

Juan Chingo
París | @JuanChingoFT

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