martes, enero 02, 2018

América Latina: ¿una ola de derecha sin freno?



Tras la victoria de Sebastián Piñera en Chile se suma un nuevo Gobierno de derecha al mapa del continente. ¿Es sinónimo de una nueva hegemonía?

Distintos medios describen al triunfo de Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales de Chile como un nuevo paso firme en el avance de la derechización del mapa político del continente. Macri en Argentina, Temer en Brasil, Kuczynski en Perú, Juan Orlando Hernández en Honduras y hasta Lenin Moreno en Ecuador, son el resto de las cabezas de la Hidra que avanza sobre Latinoamérica. Si bien este corrimiento es real, dista de ser homogéneo y a pasos seguros. En estas últimas semanas, distintos hechos muestran las contradicciones y dificultades que atraviesan estos Gobiernos a la hora de querer aplicar una agenda neoliberal de ajustes y contrarreformas.
Terminado el ciclo de hegemonía de los gobiernos pos neoliberales con rasgos populistas y de centro de izquierda, las “nuevas derechas” del continente reafirmaban una supuesta hegemonía y tenían en el gobierno de Ceos de la Argentina la punta de lanza, junto con el golpista Temer en Brasil, para alinearse más abiertamente con Estados Unidos (como se demostró en los ataques a Venezuela) e inclinar más a derecha a distintos organismos como en la OEA y el Mercosur, o dejar en un papel testimonial a otros, como la Unasur (lo mismo se espera de Piñera cuando asuma su cargo).
Yendo unos meses atrás, las elecciones legislativas de finales de octubre en Argentina, tiñeron de amarillo el mapa político con la victoria del macrismo en la mayoría de las provincias. Con esto, cumplieron con el deseo del establishment que exigía revalidar el apoyo por parte de la población a través de las urnas para ir a una etapa más ofensiva y terminar con el “gradualismo” de ajuste. Y a su vez, también lograba reforzar su posición como uno de los principales Gobiernos de carácter neoliberal de Latinoamérica.
Sin embargo, más que una nueva hegemonía, lo que estamos viendo es un ciclo de gobiernos de derecha no asentados. Esto quedó más a la vista, luego del “triunfo” pírrico del Gobierno de Macri con la contrarreforma previsional. La ley impulsada por el Gobierno cuenta con un amplio rechazo de la población, millones fueron testigos del despliegue represivo contra las movilizaciones y creció la imagen de Cambiemos asociada a un “gobierno para los ricos” ya que mientras le roban a los jubilados hasta el momento el principal sector beneficiado con las políticas de Estado es el 0,8 % más rico del poder económico. Si este Gobierno es lo más “asentado” que había en la región, de ahi para abajo, el resto de los Gobiernos que tienen una inestabilidad aún mucho mayor, tienen que enfrentar un panorama mucho más contradictorio que el de una supuesta nueva derecha hegemónica.
En el marco de una crisis económica internacional que atraviesa el principal respiro desde el 2008, pero que aún sigue siendo de crecimiento débil donde lo hay y continúa primando el estancamiento de la economía en general, la economía continental está lejos de recibir una “lluvia de inversiones”. Según el informe publicado este mes por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se espera que el crecimiento de la región sea de un “moderado 2,2 %” basado principalmente en el aumento de las materias primas y la exportación.
Además, agregan que dicha mejora estará “atada a algunos desafíos y riesgos latentes que pueden afectar la consolidación del crecimiento en el mediano plazo”. Es decir, que dependerá del desarrollo de las políticas proteccionistas de Estados Unidos y Europa, y de que no disparen las tasas de interés desde la reserva federal de los EE.UU.. Los magros resultados que tuvo la Cumbre de la OMC realizada en Argentina, son una muestra de estos “riesgos (muy) latentes”.

Contrarreformas en el cono sur

Lo que sí está en sintonía con el resto del mundo, es el plan de garantizar las ganancias a empresarios y de reducir los gastos del Estado a través de contrarreformas fiscales, previsionales y laborales que afectan directamente a la clase trabajadora. Pero es ahí donde colisionan todas las contradicciones. Lejos de ser la derecha que quisieran ser, siguen presos de continuar con parte de las medidas populistas de gobiernos anteriores para evitar estallidos sociales y maquillar su rostro tan pro empresarial.
Para la agenda de ajuste que quieren llevar adelante, no les alcanza con diluirla con discursos edulcorados ni slogans abstractos, a la hora de ir a lo concreto, se encuentran con una relación de fuerzas entre las clases sociales que se opone a ceder así nomás ante grandes ataques. Los rechazos contra las medidas de ajuste se han expresado en las calles a pesar del rol desmovilizador que juegan las direcciones sindicales y la oposición testimonial de los partidos del régimen como el kirchnerismo en Argentina o el PT en Brasil. Estás últimas semanas, con la importante resistencia popular que se vió en Argentina contra el saqueo a las jubilaciones y pensiones, dan cuenta de esta compleja situación intercontinental.
El Gobierno de Mauricio Macri logró aprobar la contrarreforma previsional en el Congreso Nacional, pero a un costo político muy elevado. Las dos sesiones de urgencia que trataron la ley, las tuvieron que hacer con un inédito despliegue de fuerzas represivas alrededor del Congreso ante un masivo rechazo popular que se manifestó en las calles resistiendo durante horas y que fue duramente reprimido.
Sin embargo, Michel Temer, presidente golpista de Brasil y vanguardia a la hora de aplicar la contrarreforma laboral en el continente, saludó este triunfo de Macri y lo considera como un ejemplo a seguir por el Gobierno brasileño que tiene en su agenda para el mes de febrero de 2018 el mismo ataque contra jubilados.
No será una tarea sencilla, lejos de asentarse un gobierno con fuertes rasgos de derecha, la figura de Temer cuenta con el nivel de aprobación más bajo de la historia brasileña: 3 %. Ante esta crisis de representación política, se espera un año de elecciones polarizadas entre el ultraderechista Jair Bolsonaro y la postulación de Lula. El ex presidente se propone traer la “paz y armonía” al país, quizás su ejemplo es la nula resistencia que ofrecieron las centrales obreras influidas por el PT y su discurso de poner el eje en las urnas en vez de hacerlo a través de la lucha en las calles, lugares de estudio y de trabajo como método para enfrentar realmente a la derecha.
Esto se vio, no solo ante los ataques del Gobierno de Temer sino que la propia Dilma había empezado a aplicar medidas ajuste, luego ante el impeachment primó la negociación con diputados para tratar de evitar la destitución de la ex presidenta y finalmente se adaptó al plan de la burguesía de conjunto que es utilizar a Temer para pasar todo tipo de ajuste posible y evitar que el costo político lo pagué el Gobierno que surja en el 2018.

Elecciones de diciembre: parlamento dividido por un lado, fraude por el otro

Sebastián Piñera, el nuevo presidente electo de Chile, pretendía sumarse con bombos y platillos al nuevo curso de Latinoamérica pero el resultado electoral estuvo lejos del triunfalismo que anticiparon. Piñera ganó tras ir a ballotage en el cual tuvo que moderar su discurso y correrse mas al centro, por ejemplo, dialogando con la exigencia de educación gratuita aunque sea a través de un programa de becas. Las elecciones contaron con un alto porcentaje de abstención y dejaron un parlamento dividido entre tres fuerzas políticas. Entre ellas, la sorpresa emergente de estas elecciones: el Frente Amplio. Con un discurso de ampliar la democracia al estilo Podemos del Estado Español, su votación obtenida es la expresión deformada del proceso de lucha por conquistas sociales abierto en el 2011 que tuvo una enorme demostración en las calles como lo fue la lucha por la educación gratuita y contra el sistema de pensiones privatizado llamado Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). El resultado final: un Gobierno no muy fuerte que no podrá aplicar un ajuste sin tener que negociar en el parlamento ni sin esperarse un amplio rechazo por parte de la población.
Las contradicciones de la derecha para asentarse en el continente tiene su brutal expresión en Honduras. Sin mucho que envidiarle al golpe de Estado realizado en el 2009 (primer avance de la derecha que luego sería continuado con el golpe en Paraguay), las recientes elecciones presidenciales estuvieron envueltas en un escandaloso fraude y una escalada represiva que, según denunciaron varios organismos, ya lleva al menos 34 personas asesinadas por las fuerzas armadas, más de 1600 detenidos y un número incalculable de heridos.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) anunció al derechista Juan Orlando Hernández del Partido Nacional como ganador oficial de las elecciones, con un 42,9% de los votos por sobre el candidato Salvador Nasralla que obtuvo el 41,4%. Mientras amplias movilizaciones rechazan el fraude electoral, aún en medio de la ola represiva, Nasralla, del Partido Anti Corrupción y ex gerente de Pepsi Cola, apeló a la OEA y al Gobierno de EE.UU. para encontrar apoyo, es decir, en los mismos que orquestaron el golpe ocho años atrás. El resultado no podía ser otro, la administración de Trump dio por válidas las elecciones y reconoció a Hernández como el legítimo presidente del país centroamericano.

Corrupción y favores de clase

Uno de los puntos de apoyo del avance de la derecha ha sido su campaña contra la corrupción. En lo que respecta a negociados ilegales con las obras públicas impulsadas por los Estados, nadie se salva y en más de una ocasión el efecto termina siendo un bumerang. El presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski estuvo cerca de ser destituido por el Congreso a raíz de un pedido de inhabilidad moral por los pagos que recibió de parte de Odebrecht. Destituir a PPK era un arma de doble filo ya que el ala del fujimorismo (Kenji) también esta involucrado en casos de corrupción. Es muy fuerte la “sospecha” sobre que haya habido una acuerdo en la votación a cambio del indulto a Alberto Fujimori en las vísperas navideñas.
Entre estos dos sectores políticos, irrumpieron en las calles movilizaciones de milesen todo el país contra el indulto al ex presidente, Fujimori, quien cumplía condena en prisión por violación a los derechos humanos. Dichas movilizaciones no se hicieron esperar y salieron en la misma noche navideña y siguieron durante el 25. El escándalo de corrupción y este indulto a la oposición que tiene un largo prontuario en la historia peruana, hizo que se vuelva a escuchar en las calles el grito de “que se vayan todos”. Además, PPK sufrió ya la renuncia de tres congresistas, un ministro y otros funcionarios de alto nivel del ejecutivo, y una movilización convocada por la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).
Lenin Moreno, presidente ecuatoriano y miembro de Alianza País, tuvo en su momento un triunfo electoral basado en la “continuidad con cambio” que terminó siguiendo la línea que tuvo Dilma en su momento y la que pretendía hacer Scioli en Argentina, que es la de empezar aplicar ellos mismos el ajuste y mostrarse como una opción viable para el conjunto de la burguesía. Moreno, se viene comportando como un “gobierno no asentado de derecha”, llegando al punto tal de abrir una crisis en la propia Alianza País, alrededor de la detención del vicepresidente Jorge Glas, que fue sentenciado por recibir 13 millones de dólares en coimas de parte de Odebrecht.
En Venezuela, la derecha sigue apostando a un “estilo más clásico”, suplantando su debilidad con el apoyo de la injerencia extranjera y que a pesar de haber realizado meses de guerra callejera y caos social, no logra asentarse. El apoyo resignado al Gobierno de Maduro tiene bastante sustento en el rechazo a una oposición que lleva consigo un ADN golpista difícil de ocultar.

¿Una ola de derecha sin freno?

Es innegable el avance de la derecha a lo largo del continente. Pero el análisis no tiene que ser mecánico, adoptando una visión derrotista, dando a los hechos por consumados sin buscar explotar las contradicciones que tiene esta “nueva derecha” a la hora de querer implementar grandes medidas de ajuste que no podrán ser llevadas adelante sin aplicar importantes derrotas al movimiento de masas.
Este panorama de derecha no asentadas, tiene como hilo conductor el hecho de que no cuentan con mayoría en el Parlamento, por lo cual están obligadas a negociar con sectores opositores y que en varias ocasiones utilizan al poder judicial como factor de poder de presión. Lo que muestra que están lejos de Gobernar con consenso social.
Muchas de los que fueron variantes pos neoliberales siguen apostando a la negociación y dando una visión exagerada sobre la fortaleza de la derecha. El escepticismo de los sectores progresistas no es más que la otra cara de la moneda a su rol de dejar pasar los ataques de estos nuevos gobiernos. Muchos de ellos aún dirigen provincias y sindicatos que, más que ser una expresión de resistencia, han sido los propios aplicadores de los ajustes o han garantizado la paz social a través de su pasividad e inacción.
Las recientes jornadas del 14 y 18 de diciembre en Argentina, muestran que la victoria contra la reforma previsional era posible. Las más de 70 mil personas que se movilizaron contra el robo a los jubilados y el cacerolazo de la noche del 18 a pesar de la represión, muestran que hay una voluntad de lucha que puede poner en jaque a un Gobierno que no es hegemónico. En esta jornada fue clave el rol de la izquierda que apostó a desarrollar la movilización y la participación del movimiento obrero.
Fiel a su costumbre, la burocracia sindical llamó a un tímido paro con una hora de anticipación sin ningún tipo de preparación seria al igual que la oposición que apostó a lo parlamentario sin utilizar sus posiciones en los sindicatos ni su acumulación militante e influencia en las calles para torcerle el brazo al Gobierno. De cara a la contrarreforma laboral que se intentará aplicar en los inicios del periodo parlamentario del 2018, se abrirá una nueva prueba de fuego para la oposición, los organismos de masas y la izquierda. La fuerza desplegada el 14 y 18 tendrá su revancha.

Luigi Morris
@LuigiWMorris

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