viernes, enero 26, 2018

¿Qué hay detrás del homenaje del Ejército a los militares fallecidos en Azul? Un poco de historia



Los homenajes continuarán todo el año. Más allá de recordar la defensa de los cuarteles en períodos constitucionales, lo que se reivindica soslayadamente es el accionar de la fuerza durante los 70.

La semana pasada el Ejército argentino comunicó la decisión de homenajear en el transcurso de este año a los militares “caídos durante la defensa de cuarteles en período constitucional”, según afirma el comunicado oficial. Con período constitucional se refieren exclusivamente al gobierno peronista de la década del 70, entre 1973 y 1976.
El primero de esta serie de actos se produjo el viernes pasado (19/1) en el regimiento que posee la fuerza en Azul al cumplirse 44 años del copamiento producido por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el año 1974. En los meses siguientes los recordatorios continuarán: en agosto el ataque a la Fábrica Militar de Villa María (1974), en septiembre al producido un año antes en el Comando de Sanidad (1973) y en octubre a los caídos durante el ataque realizado por Montoneros al Regimiento de Infantería de Monte 29 en Formosa en 1975.
No es nuevo que los militares recuerden estos acontecimientos como parte de la “lucha contra la subversión marxista” aunque no lo planteen abiertamente, de hecho el Círculo Militar suele realizar periódicamente actos más pequeños y con mucha menor difusión donde se exaltan a los genocidas del proceso y al accionar de las fuerzas armadas durante los 70. Lo novedoso está en la decisión política de fortalecer esta mirada como la oficial en forma más abierta y pública.
Así lo demuestra el hecho de que los homenajes sean organizados institucionalmente y encabezados por el propio Jefe Mayor del Ejército –como ya ocurrió estos días en Azul- el teniente general Diego Suñer; algo que no pasaba desde enero del 2001 cuando la fuerza era dirigida por Ricardo Brinzoni, implicado en la Masacre de Margarita Belén y recordado por pedir “memoria completa”.
Aunque el recorte temporal que eligieron, el democrático burgués, pretende evitar la discusión ligada a su actitud golpista es imposible separarlo. No hay nada de ingenuidad en la decisión de homenajear a las víctimas en su carácter defensivo y no a los grandes líderes siguen siendo reivindicados desde las sombras. Entre los más homenajeados estaban Jorge Rafael Videla o los hermanos Menéndez (Luciano Benjamín y Mario Benjamín).
El trasfondo de estos homenajes es la reivindicación que hace el Ejército del rol represivo y golpista que jugo la fuerza durante los años 70 y la visión histórica de que en Argentina hubo una guerra entre las Fuerzas Armadas y las organizaciones guerrilleras. Esta visión por un lado silencia el rol que jugó el movimiento obrero durante toda la década, habiendo sido su vanguardia la víctima principal de la represión legal e ilegal del Estado, no sólo durante el largo período golpista y sino también durante el período constitucional que recuerda el Ejército en estos días. Por otro lado justifica el rol de las Fuerzas Armadas en Seguridad Interna. No olvidemos que durante el gobierno peronista se firmaron dos decretos presidenciales de carácter secreto que le daba al Ejército la potestad para intervenir dentro de las fronteras para exterminar a la subversión. El primero en Tucumán con el decreto 261/75 de febrero de 1975. Ocho meses después tuvieron injerencia en todo el territorio nacional.
El Ejército del 73 al 76 fue el mismo que años antes había reprimido en el Cordobazo, los Rosariazos y el Viborazo; y el mismo que diseñó el plan sistemático de exterminio institucionalizado en todo el país y generalizado durante la dictadura cívico-militar. Los mismos oficiales, las mismas tropas, la misma formación ideológica basada en un viceral anticomunismo heredado de las enseñanzas francesas y norteamericanas de las décadas anteriores.
Si bien durante la “primavera” camporista el militar populista y nacionalista Jorge Carcagno, quién tenía buenas relaciones con Montoneros, era el jefe de la fuerza y pretendió darle un perfil más asistencialista; los sectores castrenses más duros y conservadores fueron los que ganaron terreno. Cuando el gobierno constitucional ya no pudo contener el creciente ascenso revolucionario del movimiento obrero, la burguesía y sus instituciones más importantes se vieron amenazadas y fueron a golpear las puertas de los cuarteles para solicitarle al Ejército y al resto de las fuerzas la defensa del orden vigente. Había que disciplinar a los trabajadores para poder cargar sobre espaldas la crisis económica desatada varios años atrás. Pero con un movimiento obrero combativo y organizado esto no podría hacerse. El Ejército como brazo armado del Estado fue quien dirigió la caza de brujas.
Por eso aunque la institución busque ubicarse como la víctima de la “violencia de los 70” fue en realidad su perpetrador.
A continuación enumeramos algunos ejemplos que determinan el rol que jugó el Ejército durante el gobierno constitucional que pretende reivindicar bajo el visto bueno del macrismo y sus aliados.

Fuerte rechazo. Luego de la asunción de Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973 a través de las urnas, el Ejército debió guardarse durante un tiempo. Siete años de dictadura había generado un fuerte rechazo social al conjunto de las fuerzas represivas. Cuenta Rosendo Fraga en Ejército, del escarnio al poder que ese 25 se cantaba en las calles “se van, se van y nunca volverán” y que incluso se suspendieron desfiles alusivos a la Revolución de Mayo porque la gente escupía e insultaba a los uniformados. Con el regreso de Perón, las fuerzas fueron recuperando poder e influencias, contaban con sus aliados de siempre: los radicales.

Acumulan poder. Cuando se produjo el asalto al cuartel en Azul en enero de 1974, una acción realizada por el ERP completamente descolgada de las grandes acciones de masas que eran moneda corriente en la época, Perón tuvo la excusa perfecta para legitimar la lucha contra la subversión sea a través de elementos legales como la reforma al código penal e ilegales como el accionar de grupos parapoliciales como la Triple A, creada a fines de 1973 por el líder peronista, quién pretendía recrear un “somatén” argentino. En el transcurso de ese año el Ejército comienza a recuperar poder de fuego y cierra el año, con dos importantes decisiones políticas a su favor: la implementación del Estado de Sitio que decretó Isabel Perón y el acto organizado por el sindicalismo peronista y la CGT para homenajear a los militares “por sus caídos en la lucha contra la subversión apátrida, en defensa de las instituciones y de la Nación”. Las fuerzas se envalentonaron. En el Ejército hacía un año que Jorge Rafael Videla era el Jefe del Estado Mayor, ya en diciembre del 74 estaba en plenos preparativos del plan represivo conocido como el Operativo Independencia, la antesala del genocidio de Estado.

La “escuelita” del Ejército. Mucho antes de iniciarse el golpe de Estado, el Ejército instalaría el primer centro clandestino de detención como copia de los centros de reclusión usados por los franceses en Argel durante las guerras de independencia. La escuela abandonada “Diego Rojas” sería la elegida para instalar la prisión clandestina del Operativo Independencia. Estaba ubicada en Famaillá, una zona cercana a los principales ingenios de la provincia, donde se concentra el enemigo. Durante el año 1975 pasaron por la “escuelita” más de 1.500 personas, la mayoría fueron torturados con el fin de obtener información, así lo afirma en su diario el jefe del operativo durante el primer año Acdel Vilas. Queda claro que la metodología basada en la tortura y la desaparición forzada de personas se institucionalizó por lo menos un año antes de iniciarse la dictadura. Si bien se planteó como objetivo derrotar a la compañía Ramón Rosa Jiménez (ERP) en el monte que habían logrado infiltrar (*), el grueso del operativo se va a desarrollar en los centros urbanos. La mayoría de las víctimas no se produjeron en enfrentamientos sino que fueron secuestradas en la oscuridad de la noche de sus casas o los iban a buscar a los lugares de trabajo. Personal del Ejército y del resto de las fuerzas, vestían de civil y actuaban coordinadamente con el Ministerio de Bienestar Social y con los grupos parapoliciales locales.
El mismo año Luciano Benjamín Menéndez mandó a construir a 12 km de la ciudad de Córdoba, el CCD La Perla recordado por las violentas torturas y los abusos sexuales a mujeres y hombres. Durante la dictadura la mayoría de los CCD estaban bajo la jurisdicción del Ejército, de los cuales 89 pertenecían a instalaciones propias.

Inteligencia. En enero de 1975 una directiva militar la consideraba como área prioritaria en la “lucha contra la subversión”. Las formas de obtener información eran a través de las torturas despiadadas, físicas y psicológicas, y la utilización de informantes y agentes civiles. El Servicio de Informaciones del Ejército, más conocido como el Batallón 601, fue clave porque centralizó la información de todas las áreas de inteligencia militares y oficiales y coordinó la “Comunidad Informativa” que operaría en todo Sudamérica a través de la Operación Cóndor.
Si bien el listado que publicó la revista Veintitrés da cuenta de por lo menos 4.300 agentes civiles que respondían al Ejército y brindaban información durante el período 1976-1983, se sabe que muchos actuaron también en los años previos. Uno de los nombrados entre los agentes es el secretario general de la UOCRA Gerardo Martínez, exkirchnerista y ahora ferviente macrista.
Hablando de kirchneristas, el ex jefe del Ejército César Milani durante parte de la “década ganada” –ahora detenido por su participación en la dictadura en La Rioja–fortaleció en los últimos años el aparato de inteligencia llegando a tener en el 2015 más de 1.400 agentes civiles espiando opositores.

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Volviendo al inicio de esta nota, el homenaje en Azul tiene que leerse en la misma clave que la serie de acontecimientos que dan cuenta de la derechización del gobierno y el Poder Judicial. Así es la ecuación del gobierno: más represores libres, más manifestantes presos. El resultado buscado es amedrentar y derechizar la conciencia social para hacer pasar los despidos y el ajuste, que va a sentirse fuerte en los bolsillos con la suba de los transportes en lo inmediato.
Sin embargo, el resultado demuestra lo contrario. Los trabajadores tienden a plantarse para enfrentar los ataques incluso superando a las direcciones traidores. Quieren pelearla y salen a las calles. La localidad de Azul, es un fiel reflejo de esto. Mientras se realizaba el homenaje castrense, los trabajadores de Fanazul atravesaban su tercera semana de lucha contra el cierre de Fabricaciones Militares y el despido de los 200 empleados. Los piquetes que continúan y el apoyo de toda la ciudad dejan en claro que organizarse es la única forma de enfrentar los despidos a pesar de los intentos del gobierno y sus amigos militares de querer cambiar la relación de fuerzas y la historia silenciando la insurgencia obrera de los 70 y su legado.

Claudia Ferri

* Recomendamos la lectura de Los doblados, las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina del periodista Ricardo Ragendorfer.

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