sábado, enero 27, 2018

Enero de 1936: huelga de la construcción y huelga general



El 27 de enero se ponía fin a la huelga de la construcción después de desplegar una gran combatividad que permitió importantes conquistas y el fortalecimiento de la organización obrera.

La huelga de los obreros de la construcción(1) de Buenos Aires comenzó el 23 de octubre de 1935, se extendió a lo largo de casi 100 días y congregó a unos 60.000 obreros que representaban el 95 % de los ocupados en la rama.
Esta huelga fue planificada y organizada en distintas asambleas convocadas por la Federación Obrera de Sindicatos de la Construcción (FOSC) durante el mes de septiembre de 1935. La FOSC reunía de manera centralizada a distintos sindicatos con jurisdicción en la Ciudad de Buenos Aires.
Luego de la fuerte contracción provocada por la crisis del 29, la industria de la construcción alcanzó un enorme empuje a partir de los años 1933 y 1934, incorporando grandes destacamentos de trabajadores desocupados. La rama estaba monopolizada por un puñado de grandes empresas de capital extranjero, principalmente alemanas, y entre las principales se encontraban Siemens Baunion, Wayss & Freytag, Polledo y Cía.; las vinculaciones de la Compañía General de Construcciones y la Siemens Baunion con el régimen nazi eran por todos conocidas. Añorando los campos de concentración de su patria, las obras en construcción trataban de emularlos: 11 horas diarias promedio, en algunos casos 14, pésimas condiciones de seguridad y salarios bajísimos conformaban la realidad del obrero de la construcción.
Los trabajadores reclamaban el reconocimiento del sindicato, mejoras salariales, de condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, descanso dominical y seguro por accidentes de trabajo, exigencias que se presentaban en momentos en que la industria de la construcción vivía un importante crecimiento y, por tanto, una gran demanda de fuerza de trabajo. El derrumbe en un obraje del barrio de Belgrano, con el saldo de víctimas fatales, terminó siendo el detonante de una bronca que a esa altura era prácticamente incontenible.
A partir de las asambleas previas al inicio del conflicto se puso en pie un comité de huelga integrado por 12 miembros entre los que se encontraban los dirigentes comunistas Fioravanti, Chiarante, Ortelli, Íscaro, Fabretti y Burgas, lo que demostraba el enorme peso alcanzado por el Partido Comunista en el gremio de la construcción.
La masividad de la huelga fue garantizada a través de multitudinarios mítines y asambleas obreras realizadas en Plaza Once y en el estadio Luna Park, de dimensiones nunca antes vistas en el país tratándose de actos realizados por una misma organización sindical. Junto a esto, se constituyeron comités de empresa y piquetes huelguísticos, comisiones de mujeres y de familiares de los trabajadores en paro, organismos populares de solidaridad y comedores colectivos que sostuvieron la lucha a partir del aporte de pequeños comerciantes. De este modo, se evitó que el conflicto se agotara por hambre. También se organizaron colonias de vacaciones para garantizar el esparcimiento de los hijos de los obreros que durante gran parte de la huelga se encontraban en receso escolar.
Mientras las empresas rechazaban el pliego de reivindicaciones levantado por los obreros en lucha, el repudio masivo contra aquellas patronales creaba un clima favorable para la continuidad de la huelga. El sindicato desplegó entonces la publicación de su órgano de prensa, El Andamio, y organizó las secretarías en los barrios que, durante la huelga, se convirtieron en comités de lucha zonales encargados de organizar piquetes y actividades de solidaridad.
Ante el fracaso de distintos intentos de conciliación, en una asamblea del 15 de noviembre, miles de obreros reafirmaban la huelga general de toda la rama, incorporándose obreros de la mayoría de los oficios.
En diciembre, crecieron los choques callejeros entre los huelguistas y la policía en distintos puntos de la ciudad. La Legión Cívica Argentina redoblaba sus ataques y casi un centenar de obreros eran detenidos en Villa Devoto, pero la solidaridad con la huelga crecía a nivel nacional e internacional. Se realizaron actos, festivales e importantes eventos que involucraron a figuras del arte y la cultura; en Uruguay fue convocada una huelga en solidaridad con sus hermanos argentinos.

La huelga general del 7 y 8 de enero de 1936

El 21 de diciembre se realizó un acto en Plaza Once organizado por el Comité de Solidaridad, un activo organismo presidido por Mateo Fossa, obrero del gremio de la madera y quien se transformaría en un destacado dirigente del trotskismo en la Argentina. Participaron del acto, según los organizadores, 100.000 trabajadores, y en él se discutió la continuidad de la huelga.
Finalmente, y tras un largo debate, el 4 de enero, una nueva reunión resolvió convocar a la huelga general del 7 de enero de 1936, que se extendió hasta el día 8 en repudio a la represión y exigiendo la libertad de los detenidos durante el día anterior.
Con la huelga general, la ya heroica lucha reivindicativa de los obreros de la construcción se transformaba en una verdadera batalla obrera y popular que emulaba las jornadas de lucha de 1919, la Semana Trágica. La huelga económica adquirió entonces la naturaleza de una acción política de la clase obrera. En efecto, por sus métodos, extensión y radicalización, la huelga general del 7 de enero de 1936 se convirtió en una huelga general con características semiinsurreccionales: movilizaciones de masas, enfrentamientos con las fuerzas represivas y el despliegue de una gran solidaridad obrera y popular, poniendo de manifiesto el peso social conquistado por la clase obrera.
Desde las primeras horas de aquel 7 de enero, los obreros de la construcción con el apoyo de otros sectores de trabajadores y de amplios sectores populares se fueron haciendo del control de una gran parte de la ciudad. Los piquetes y las barricadas se propagaron; los colectiveros y tranviarios paralizaron gran parte del transporte y comenzaron las refriegas y enfrentamientos; la violencia de las masas ganaba en intensidad y las fuerzas policiales comenzaban a replegarse ante las acciones de los huelguistas. Las mujeres y los jóvenes desplegaron una energía inaudita y su papel comenzaba a ser un elemento clave de la huelga; se apedrearon trenes, se quemaron ómnibus, algunos trenes lecheros fueron volcados y su carga repartida entre los vecinos.
El centro de gravedad de la huelga general se encontraba en lo que se llamó el “Cinturón Rojo obrero y popular”, un enorme espacio geográfico que se extendía por los barrios de Saavedra, Chacarita, Villa Crespo, Paternal, Villa Devoto, Villa Urquiza, Villa del Parque, Flores, Villa Luro, Liniers, Mataderos, Parque Chacabuco, Parque Patricios, Boedo y Nueva Pompeya.
Mientras gran parte de la ciudad quedó en manos de los huelguistas, el Estado comenzaba a preparar el contraataque; pero la respuesta de las masas no se hizo esperar y desde la tarde volvieron a arreciar los enfrentamientos armados. La huelga fue una batalla abierta en las calles.
Sumado a las detenciones en los enfrentamientos, se inició una feroz persecución sobre los dirigentes de la huelga y los allanamientos se multiplicaban. Al fin del día 7, el número de presos ascendía a varios centenares. Frente a esta situación, los miembros del Comité de Defensa y Solidaridad que no habían sido detenidos declararon la continuidad de la huelga por otras 24 horas exigiendo la libertad de los presos.
Finalmente, la batalla obrera y popular del 7 y 8 de enero obligó al Estado a intervenir a favor de los huelguistas e impuso la liberación de todos los detenidos. A su vez, logró fracturar la unidad patronal y las empresas debieron pagar los salarios reclamados por los huelguistas, la jornada de 8 horas, la formación de comisiones internas por obra y la convocatoria a paritarias para discutir salarios y condiciones de trabajo. Se reconoció el derecho de los dirigentes a ingresar a las obras para organizar a sus trabajadores y se otorgó el reconocimiento a la Federación. El 27 de enero, una nueva asamblea reunida en el Luna Park resolvió levantar la huelga tras 96 días de duración.
El contundente triunfo obrero impulsó y extendió la organización de los trabajadores de la construcción en todo el país. Los albañiles, que habían recibido el apoyo de la mayoría de los obreros especializados en la construcción, conquistaron la posibilidad de crear un sindicato verdaderamente nacional.(2) La clase obrera retomaba así con renovada vitalidad la tradición y las prácticas de acción directa heredadas de la experiencia anterior: huelgas y piquetes, movilización callejera y métodos de autodefensa, solidaridad activa y agitación, demostrando su decisivo poder en la sociedad.

Alicia Rojo
Historiadora UBA

Notas:

1. Seguimos en los hechos la reconstrucción realizada por Nicolás Iñigo Carreras en su libro La estrategia de la clase obrera, 1936. Ver también: Alicia Rojo, Josefina Luzuriaga, Walter Moretti y Diego Lotito, Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969, de los Orígenes a la Resistencia, Ediciones IPS, 2017 del cual fue adaptado el presente relato.
2. Para un análisis de la actuación de las direcciones en este proceso y las perspectivas que se abrieron ver el citado Cien años… pág. 247 y siguientes.

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