domingo, julio 21, 2019

A 50 años del alunizaje



Un 20 de Julio de 1969, un par de hombres lograron pisar suelo lunar. La hazaña solo puede ser entendida en la perspectiva del desarrollo tecnológico de ese momento. Inexorablemente, asombrarían al mundo tocando una fibra íntima de la humanidad.

¡Mirá! ¡Los astronautas andan en jeep en la luna! –me dijo mi abuela Dora, señalándome la pantalla del televisor mientras almorzaba algún día de 1971. La imagen de un astronauta moviéndose en una especie de buggy o “arenero” (Lunar Roving Vehicle) me dejó completamente atónito, estupefacto. No era para menos. Pocos años antes, un 20 de Julio de 1969, un par de hombres lograron pisar suelo lunar. Inexorablemente, asombrarían al mundo tocando una fibra íntima de la humanidad: se había logrado poner un pie en otro mundo distinto al que le dio origen la evolución.
La hazaña solo puede ser entendida en la perspectiva del desarrollo tecnológico de ese momento. Fue necesario desarrollar materiales, dispositivos mecánicos, instrumentos, computadoras de vuelo y de cálculo que hoy nos parecen un chiste por su poca capacidad junto al software y un sinnúmero de cosas más. La austeridad tecnológica de la cápsula de regreso de los astronautas nos evoca más al ingenio mecánico de “De la Tierra a la Luna” de Julio Verne que a una sofisticada nave espacial. A diferencia de la novela, la lanzadera no sería un cañón, sino un cohete Saturno V de tres etapas, de unos 110 m de alto total, 10 m de diámetro y 3.000 Tn, con capacidad de transportar más de 100 tn de carga útil. Quemando unas 15 tn de combustible por segundo en el momento de máximo empuje en el despegue, el cohete lanzó al espacio -luego de agotar en unos 20 minutos el combustible de sus tres etapas- a la nave Apolo: una compleja mamushka de módulos con distintas funciones para las distintas etapas del vuelo y la misión. Una infografía muy completa de la misión con la trayectoria y maniobras puede verse aquí.
Se estima participaron del proyecto unas 400.000 personas a lo largo de más de una década a un costo que actualizado correspondería a unos 130.000 millones de dólares.
Claro que el hito tuvo un objetivo más político que científico. El programa espacial estadounidense recibiría un fuerte impulso luego de que la URSS lograra poner en órbita a 300 km por encima de la atmósfera terrestre al cosmonauta Yuri Gagarin en 1961, convirtiéndolo en el primer hombre en salir al espacio exterior. Los años subsiguientes serían de un gran frenesí espacial. El norteamericano John Glen emularía a Gagarin en 1962. Los rusos retrucarían con Valentina Tereshkova enviando a la primera mujer al espacio en 1963, y con Alexei Leonov haciendo la primera caminata espacial en 1965. Los rusos parecían estar más cerca de lograrlo. Sin embargo, Neil Armstrong se convierte en el primer hombre en pisar la Luna, consiguiendo una victoria estratégica para EE.UU.
En términos de exploración, no obstante, la URSS, había llegado antes con su programa de sondas no tripuladas. Durante 1959 envió el Luna 2 que se estrelló y el Luna 3, que fue la primera sonda en enviar imágenes de la superficie lunar. En 1966 el Luna 9 fue el primer vehículo en lograr un alunizaje exitoso. Poco después, el Luna 10 se convirtió en el primer satélite artificial de nuestro satélite natural durante dos meses. Mientras que el Luna 15 coincidió con la misión del Apolo 11 y “alunizó” dos horas antes de que Aldrin y Armstrong despegaran con su módulo lunar Eagle. Otras misiones Luna con sondas e incluso vehículos robóticos como los lunakhod 1 y 2 exploraron y lograron traer muestras de regreso a la Tierra. La última misión, exitosa, fue en 1976 con el Luna 24.
Habría cinco visitas Apolo más a la Luna. La última misión tripulada fue la del Apolo 17 en 1972. Las misiones de conjunto recolectaron casi 400 kg de muestras de suelo y rocas lunares, hicieron estudios de sismicidad, magnetismo, y contribuyeron al conocimiento sobre formación planetaria y el sistema solar. En la misión Apolo 11 se instaló un sistema reflector (espejo) que es empleado desde entonces para la determinación de la distancia entre la Tierra y la Luna, haciendo rebotar un haz láser sobre el reflector. Se pudo establecer que la Luna se aleja 3,8 cm cada año de la Tierra.

El hombre llegó a la Luna ¿y las mujeres?

Doce hombres pusieron sus pies en la Luna y no fue porque no hubiera alguna mujer que pudiera haber integrado una tripulación. Hubo un proyecto denominado Mercury 13 en el que 13 mujeres pilotos fueron seleccionadas y entrenadas con el mismo programa exigente aplicado a los astronautas. Pasaron las pruebas físicas y psicológicas e incluso en algunos casos superaron las marcas de compañeros varones. Sin embargo, la NASA desestimó incorporar mujeres como astronautas en las misiones. Una de las aspirantes, Jerrie Cobb organizó protestas, pero sus reclamos no fueron atendidos. Hubo otra oportunidad en 1998, cuando la NASA deseaba estudiar los efectos de la ingravidez en personas mayores. Nuevamente, a pesar de una campaña en su favor, el seleccionado fue John Glenn con 77 años, astronauta que había participado en varias misiones. La historia de las Mercury 13 han sido recogidas en libros: “Almost Astronauts” y “The Mercury 13”; e incluso en una reciente serie de Netflix “Mercury 13”.
En la “retaguardia”, en tierra, la cuestión no fue mucho mejor. Muchas de las mujeres participantes en puestos destacados quedaron relegadas e invisibilizadas. Un caso fue el de la matemática Frances “Poppy” Northcutt, trabajó en la misión de control de la NASA, en el área de planificación y análisis de las misiones. Diseñó la trayectoria de la primera misión tripulada, Apolo 8, que orbitó la Luna. Y tuvo una participación en la tarea crucial en traer de vuelta a los astronautas de la fallida misión Apolo13, trabajando en el equipo que planificó la trayectoria de regreso. Ella era una de las personas que había programado el software que calculaba las maniobras de vuelo espacial. En 1970 participaría en huelgas feministas en EEUU para conseguir igualdad de derechos, el aborto y cuidado infantil gratuito. Un cráter cerca de donde aterrizó la nave de la última misión Apolo, la 17, lleva el nombre de Poppy como reconocimiento a ser una de las pioneras de las misiones. Con 76 años sigue participando en movilizaciones junto a organizaciones feministas.
Otro caso es el de otra matemática, Margaret Hamilton, programadora en las misiones Apolo, única mujer entre ingenieros, que debía llevar a su hija por las tardes y los fines de semana al trabajo. Margaret fue la primera en utilizar el término ingeniería de software, algo menospreciado en la época para ser considerado una ingeniería y menos prestigioso que el desarrollo del hardware. En 2017 LEGO le hizo un homenaje incluyéndola en una edición temática de mujeres de la NASA.
Sin embargo, quizá el caso más paradigmático y admirable, sea el de Katherine Johnson, mujer afroamericana, de padre granjero y madre profesora devenida en ama de casa. A pesar de no habérsele permitido por motivos raciales el ingreso en la escuela de su pueblo alcanzó a entrar tempranamente a la universidad. Un profesor, el tercer negro en conseguir un doctorado en EEUU, advirtiendo sus habilidades con el cálculo la impulsó a dedicarse a la investigación en matemáticas. Se recibió con 18 años y de lo que pudo emplearse fue como maestra en la racista Virginia. Luego de casarse y tener tres hijos, dejó de trabajar, hasta que su marido se enfermó y comenzó a trabajar de nuevo. Consiguió emplearse como calculista de la NASA que tomaba mujeres y podían ser negras, para tareas tediosas de cálculo y a las que les pagaba menos que a los hombres. Las matemáticas afroamericanas estaban separadas de las blancas, y en la sección de Katherine solo había baño para blancas.
La segregación racial estaba incluso en los lugares de la cafetería en los que podían sentarse los negros. La vorágine de la carrera espacial por poner a un hombre en la Luna, y sus dotes como calculista la llevaron a que ocupara un lugar de relevancia en el planeamiento de las misiones. La trayectoria de la nave que llevó al primer estadounidense al espacio, Alan Shepard, en 1961, siguió el recorrido calculado por ella. Para el vuelo de John Glenn, el primer estadounidense en orbitar la Tierra, la trayectoria de calculó con una computadora. No obstante, parece ser que John no confiaba en los cálculos obtenidos con la máquina, y le pidió a Katherine que hiciera manualmente los cálculos y comprobara los resultados computacionales. Escribió un manual de astronáutica que se utilizaría en distintas misiones Apollo, en particular en el cálculo de la trayectoria de rescate de los astronautas del Apollo 13. Trabajó para la NASA hasta 1986, actualmente vive y en agosto cumplirá 101 años.

¿Regreso a la Luna?

El inefable Donald Trump instó a la NASA a volver a la Luna para el 2024. Se estima que costo hoy de volver la luna es de unos 80.000 millones de dólares. El presupuesto de la NASA está muy por debajo de alcanzar esos valores. Tampoco se han terminado de desarrollar la nueva generación de cohetes y sistemas. Su mensaje, como otros, son considerados –indulgentemente- poco realistas.
Mi abuela, una empleada doméstica, con la que me crié en una casa antigua sin gas natural y otras comodidades de la vida moderna en el barrio de San Telmo, a pesar de su emoción por la hazaña espacial, no tardó en expresar, con inconsciente rebeldía de clase, lo que muchos, como ella, dirían a partir de entonces, que se trató de un gasto enorme que podría haberse usado con mejor beneficio social. Un sentido común que no advierte que la carrera espacial además de haber sido parte de la guerra fría, también es un gran negocio. Los políticos capitalistas que impulsan el regreso a la Luna, lo justifican aduciendo que por cada dólar invertido se obtienen 8 dólares de beneficio.
El desarrollo de la exploración e investigación espacial no es un derroche o una desviación de dinero de mejores fines, el problema es la perspectiva capitalista que lo convierte en un despropósito en el camino de la valorización de su capital.

Gabriel Paissan
Físico | CNEA y CONICET | Docente CRUB - UNCo
Sábado 20 de julio | 13:12
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(*)En la tapa del diario La Razón que encabeza la nota, puede leerse “Ocultan la hazaña a 800 millones de almas”, y refiere a que 4 hombres mantuvieron desinformados del evento a un cuarto de la humanidad en relación a China, Corea del Norte, Vietnam y Albania que a diferencia de la URSS y Cuba, habrían privado de la noticia a sus poblaciones. En otro recuadro se señala el curioso “alunizaje” soviético con el Luna 15 que se cruzó –literalmente- en el espacio con el módulo lunar de la misión Apolo 11.

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