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sábado, julio 27, 2019
Trotsky: entrevista con un jacobino negro…
Concretamente con C(yril) L(ionel) R(obert) James (4 de enero de 1901-19 de mayo de 1989), escritor, historiador y pensador marxista afroamericano de Trinidad y Tobago, que vivió la mayor parte de su vida en Gran Bretaña —y en Estados Unidos entre 1938 y 1953—;milita en el movimiento trotskista británico. Miembro del SWP en los Estados Unidos en 1939, deja el partido en abril de 1940 para ingresar en el Worker Party. Regresa al SWP en 1947, para abandonarlo de nuevo en 1949, tomando parte en diversos congresos de la Cuarta Internacional, para distanciarse después”. Comenzó escribiendo obras de ficción, pero tras emigrar a Gran Bretaña en los años 1930 comenzó a escribir obras de historia y de política influenciado por los círculos izquierdistas ingleses.
Promotor del panafricanismo, en 1938 publicó la que probablemente es su obra más importante, Los jacobinos negros: Toussaint L’Overture y la Revolución de Haití (Turner, 2003), la historia de la revolución de Haití, durante la cual los esclavos negros se liberaron de sus amos blancos. Este libro constituyó uno de los primeros ejemplos de lo que más tarde se llamaría history from below (‘historia desde abajo’), adelantándose en dos décadas a los historiadores marxistas británicos Christopher Hill o Edward P. Thompson, y su protagonista Toussaint L’Ouverture sirvió de inspiración a otros líderes negros que luchaban por liberar a sus respectivos pueblos del dominio colonial.
Afortunadamente la edición de esta obra maestra, el entusiasmo que causó en autores Edward W. Said, manifestada en su imprescindible Cultura e imperialismo (Anagrama, Barcelona, 1993; Debate, 2018) ha hecho de que se hayan publicado diversos estudios sobre su obra aunque menos sobre sus adscripción ideológica. En no poca medida, la historia de una revolución “prematura” como la de los “jacobinos negros”, que no pudo ser vencida pero que acabó siendo arruinada por todos los medios, producen un obvio paralelismo sobre la URSS. Sobre la revolución de Octubre contra la que se conjuró el Imperio, y que acabó en manos de una burocracia que, derrotada por el Ejército rojo, siguió manteniendo su hegemonía cultural cotidiana y sus privilegios.
James siempre se definió como trotskista, ya que defendía un marxismo heterodoxo libre de dogmatismos —como demostró en su obra World Revolution (1937) considerada como una suerte de “Biblia del trotskismo”—, y tenía una enorme fe en las cosas extraordinarias que la gente común podía hacer —en un estudio sobre la democracia ateniense escribió: Every cook can govern…
En una entrevista aparecida en Internal Bulletin, Socialist Workers Party (vol., II, N° 4) que llevaba el titulo «La Cuarta Internacional en Europa» destinada a dos discusiones sobre la Cuarta Internacional realizadas a principios de abril de 1939, James preguntó a Trotsky sobre diversos temas, entre ellos la situación española…Por entonces todavía este último cree “que no es demasiado tarde para iniciar, utilizando todas las fuentes posibles, una investigación de la actividad organizativa de nuestros camaradas en España, comenzando a partir de 1936. Por lo que he oído, quinientos camaradas bien organizados dentro del POUM podrían, por lo menos, haber hecho el intento de tomar el poder en mayo de 1937. Creo que tenemos mucho que aprender de los métodos de trabajo que siguieron nuestros camaradas dentro y fuera del POUM y también en Francia, y quizás en Holanda y Gran Bretaña, donde hay partidos centristas y está la socialdemocracia, y donde es probable que tengamos que trabajar como lo hicieron nuestros camaradas en el POUM español. Por estas razones creo que es importante hacer algún trabajo sobre las verdaderas experiencias de nuestros camaradas en España…”
Más adelante explica que encuentra “deplorable conducta del grupo de Nin”, o sea de la sección en su práctica totalidad. Nin “estaba en España como representante de la Oposición de Izquierda rusa, y durante el primer año no trató de movilizar ni de organizar a nuestros elementos independientes. Esperábamos ganar a Nin para la concepción correcta, etcétera. La Oposición de Izquierda le dio públicamente su apoyo. A través de la correspondencia privada tratamos de ganarlo y empujar, pero sin éxito. Perdimos tiempo. ¿Fue correcto?. Es difícil afirmarlo”. Sin embargo, insiste en sus razones planteando que de haber “tenido un camarada experto nuestra situación habría sido incomparablemente más favorable, pero no lo teníamos. Pusimos todas nuestras esperanzas en Nin, y su política consistía en maniobras personales para evitar responsabilidades. Jugó con la revolución. Era sincero, pero tenía la mentalidad de un menchevique. Fue un tremendo golpe y luchar contra el mismo sólo con fórmulas correctas falsificadas por nuestros propios representantes del primer período, los Nin, lo hizo muy difícil”.
Trotsky igualmente responde a James sobre los debates internos del grupo británico así como a una “resolución de 1936 sobre los partidos centristas, que planteaba que el ILP caería pronto en el estalinismo, fue un error y desorientó a la sección inglesa. En la actualidad, parecería que nuestro futuro progreso en Gran Bretaña en relación con el ILP depende en gran medida de que nuestra sección francesa logre atraerse a los mejores elementos que militan en el PSOP. No obstante, propongo que nuestra sección británica no descuide de ninguna manera al ILP y por medio de folletos y artículos en nuestra prensa se dé una política que señale sus debilidades y divergencias y que se esmere en acentuar las escisiones que se están produciendo constantemente en él de manera de facilitar su destrucción”. Curiosamente, este partido creado por Keir Hardie que siempre había significado la izquierda en el Labour Party se había radicalizado en la segunda mitad de los años treinta en el mismo proceso de otras corrientes de la izquierda socialista. Conectado con el POUM, su militante más célebre fue George Orwell, y aparece nominado por algunos historiadores como “semitrotskista”, caracterización que obviamente no se correspondía con su ala más de derecha –cuyo líder, el pacifista James Maxton (1885–1946) llegó a apoyar el rol que jugó Chamberlain en Munich-, en tanto que parte de su izquierda mantuvo un posición a favor del POUM –al que ayudó especialmente en la fase del proceso estalinista-, e incluso con la Cuarta Internacional.
Sin embargo, su posición es la extremar las críticas. Asegura que estudió la situación “un poquito más de cerca cuando estuve en Noruega”, por lo que deduce “que los camaradas que entraron al ILP tuvieron la misma experiencia que la que hicieron nuestros camaradas norteamericanos dentro del Partido Socialista. Pero no todos nuestros camaradas entraron al ILP y, por lo que puedo observar, los que lo hicieron aplicaron una política oportunista; por eso su experiencia en el ILP no fue tan buena. El ILP quedó casi como estaba antes mientras que el Partido Socialista ahora está vacío. No sé cómo acercarnos al mismo ahora. Actualmente se trata de una organización de Glasgow. Es un aparato local con influencia municipal; he oído que es muy corrupta (…) En el ILP las rebeliones en la base son comunes. Durante los preparativos de una nueva convención, Fenner Brockway (1888 –1988) se convirtió en patrocinante de un sector rebelde y se aseguró una mayoría (…) Debemos comprometer al ILP atacando tremenda y despiadadamente a Maxton. Es el chivo emisario de todos los pecados del movimiento británico, y especialmente del ILP. A través de esos ataques concentrados contra Maxton, a través de nuestra prensa podemos acelerar la escisión del ILP…”
A los interrogantes de James, Trotsky reconoce que desde “1927 hemos tenido una larga serie del derrotas. Somos como un grupo que trata de trepar una montaña y que debe sufrir una y otra vez un desprendimiento de rocas, de nieve, etcétera. En Asia y Europa se crea un nuevo y desesperado estado de ánimo de las masas, que oyen algo similar a lo que decíamos hace diez o quince años desde el Partido comunista y son pesimistas. Ese es el sentimiento generalizado entre los trabajadores. Esa es la razón fundamental. No podemos sustraernos a la corriente histórica general. La corriente está contra nosotros, eso está claro”, y toma el ejemplo del “período entre 1908 y 1913 en Rusia”. Entonces “También había una reacción. En 1905 teníamos a los trabajadores con nosotros; en 1908, e incluso en 1907, comenzó la gran reacción”. En aquella coyuntura “Lenin se quedó en París con un pequeño grupo, una secta, pero con la seguridad de que habría nuevas posibilidades de alza, la que se produjo en 1913”. También se refiere al momento de “la Conferencia de Zimmervald concurrió una mayoría de elementos muy confusos”. Pero con todo, subraya: ”…fue un paso hacia la fundación de una nueva Internacional”.
Desde estos parámetro, Trotsky entiende que su “situación actual es incomparablemente más difícil que la de cualquier organización en cualquier otra época, porque asistimos a la terrible traición de la Internacional Comunista, que surgió de la traición de la Segunda Internacional. La degeneración de la Tercera Internacional se produjo tan rápida e inesperadamente que la misma generación que asistió a su formación ahora nos escucha y exclama, «¡pero ya escuchamos eso una vez!». Recuerda que “la Cuarta Internacional está conectada genéticamente a la Oposición de Izquierda; las masas nos llaman trotskistas”. Desde estas masas se viene a plantear: “Trotsky quiere conquistar el poder pero, ¿por qué perdió el poder? Se trata de una pregunta elemental. Debemos comenzar a explicarlo por la dialéctica de la historia, por el conflicto de clases, por el hecho de que incluso una revolución produce una reacción”. Una realidad que en la fase que sigue se acentuará desde el momento en el que los acontecimientos siguen su curso propio, lejos de las hipótesis de abril de 1939.
Anota que en sus filas hay “gente valiente a la que no le gusta nadar contra la corriente; es su carácter. También hay elementos inteligentes pero de mal carácter, que nunca fueron disciplinados, que siempre buscan una tendencia más radical o más independiente y se encuentran con la nuestra, pero todos ellos son más o menos extraños a la corriente general del movimiento obrero. Su valor tiene, inevitablemente, un aspecto negativo. El que nada contra la corriente no está ligado a las masas. Asimismo, en sus comienzos, la composición social de todo movimiento revolucionario no es obrera. Son los intelectuales, los semiintelectuales o los trabajadores conectados con los intelectuales los que no se conforman con las organizaciones existentes. Encontramos en todos Ios países una cantidad de extranjeros que difícilmente estén insertos en el movimiento obrero de su propio país. Un checo en Norteamérica o en México se convertiría más fácilmente en miembro de la Cuarta Internacional que en la propia Checoslovaquia. Lo mismo ocurre con un francés en Norteamérica. La atmósfera nacional tiene un enorme poder sobre los individuos (…) Los judíos representan en muchos países a los semiextranjeros no asimilados totalmente, y se adhieren a cualquier nueva tendencia crítica, revolucionaria o semirrevolucionaria en política, arte o literatura. Una nueva tendencia radical dirigida contra la corriente general de la historia cristaliza en este período en torno a los elementos más o menos separados de la vida nacional de un país dado y para ellos es más difícil penetrar en las masas. Todos nosotros tenemos una actitud muy crítica ante la composición social de nuestra organización, que debemos cambiar; pero tenemos que entender que esta composición social no cayó del cielo sino que fue determinada por la situación objetiva y por nuestra misión histórica en este período”. También señala los casos de “camaradas como Naville y otros que se nos han acercado hace quince, dieciséis o más años, cuando eran muchachos jóvenes. Ahora son personas maduras y en toda su vida consciente sólo han sufrido golpes, derrotas terribles a escala internacional y, por lo tanto, están más o menos acostumbrados a esa situación. Ellos aprecian mucho la corrección de sus concepciones y pueden analizar, pero nunca tuvieron capacidad para penetrar, para trabajar con las masas, y no la han adquirido. Es tremendamente necesario mirar qué están haciendo las masas…”
El tono de la entrevista se desprende que Trotsky ha asumido el papel de líder indiscutido, de alguien cuya autoridad y prestigio se encuentra por encima de cualquier debate que en el caso de la situación española ha dado material para una interminable bibliografía ulterior en la que las hipótesis que baraja carecen de peso más allá del criterio general de la necesidad de una internacional que se apoya en un encuentro entre secciones que, como sucedió con las anteriores internacionales, se dan numerosas apreciaciones, normalmente apoyadas en una implantación así como en una realidad más estable. Sin dejar de defender sus criterios básicos, James se apartó de la Cuarta y siguió trabajando en su propio proyecto “tercermundista” o sea anticolonialista y antirracista, en unas reflexiones cuyo rigor y trascendencia lo han convertido en lo que se dice un “clásico”.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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