jueves, septiembre 30, 2021

Una polarización “izquierda-derecha” para el relato electoral

En un balance de las PASO, Fernando Rosso, el director de la Izquierda Diario, caracteriza que el comicio produjo una “polarización a los extremos” (Le Monde, 12/9). En la misma línea, Christian Castillo, le pone nombre a esta ´polarización´, pues asegura que el creciente descontento popular con el oficialismo, cuando está presente lo que fue la catástrofe macrista, daría lugar a una tendencia a la “polarización a izquierda y derecha”, nada menos que entre el FITU y los ´libertarios´ (LID, 19/9). Convertir a Milei en un polo de la crisis política (no digamos el mismo FITU) tiene un aspecto alucinante. Más interesante es la proposición de una polarización de orígen electoral, que no se manifestó social o políticamente antes de las elecciones. Los autores no dicen que se trata de una polaridad proletariado-burguesía sino “izquierda-derecha”, o sea dos categorías extraterrenales, de característica auto-proclamatorias. La caracterización es asimismo curiosa cuando las dos primeras fuerzas reunieron más del 70% de los votos, mientras que los ´polos´ en cuestión juntaron el 7% promedio nacional. La lucha que tendrían planteado los trabajadores no es contra el gobierno de los Fernández-Manzur, ni contra la oposición macrista-radical, sino contra el asesor del empresario Eurnekian. Como ocurre con toda polarización política efectiva, en Argentina habría quedado planteada una lucha por el poder, que el FITU no planteó ni de lejos en la campaña electoral. Polaridad mediante, el FITU se habría convertido en la “primera o segunda fuerza” real. Ninguno de los señalados describe la acción política del FITU que contribuyera a atraer a las masas al campo de un lucha de clases política, que es la única forma en que puede desarrollarse un polo revolucionario. No basta para eso la crisis de “los de arriba”. 
 La crisis del “extremo-centro” alude a una combinación política entre el albertismo y el larretismo, que en ningún momento, sin embargo, funcionó como gobierno ni tampoco como alianza parlamentaria o legislativa. El retroceso electoral del oficialismo se manifestó en la tasa de abstención, por un lado, y en el voto a JxC, por el otro. Lo destacado no es la memoria de lo que fue el gobierno macrista, sino la velocidad que adquirió su recomposición política, que tampoco es la misma que en 2019. Electoramente hablando, las de medio término ofrecen un espacio de crecimiento de la izquierda, pero todavía le falta pasar por una experiencia de elecciones ejecutivas. En 2017, el PTS conquistó la mayoría en Libertador General San Martín, Jujuy, que perdió en elecciones provinciales y nacionales subsiguientes. El mismo ciclo ocurrió en Mendoza y Salta, y también en Córdoba, aunque con menos notoriedad. 
 La crisis ha puesto en evidencia el agotamiento terminal del gobierno, lo cual lleva a una crisis de régimen político. Esto conlleva, en principio, a un derrumbe de los planes económicos, con un impacto extraordinario en las de condiciones de las masas. El volumen de las movilizaciones piqueteras son un anticipio de la potencialidad de ese impacto. Rosso y Castillo se han puesto de acuerdo en no mencionarlas, debido a su hostilidad histórica a los movimientos de los trabajadores sin empleo. Pero llama la atención esta omisión en la construcción que hacen de una situación pre-revolucionaria, de confrontación entre Del Caño, de un lado, y Milei, del otro. Lo que uno y otro denominan polarización no es más que el diseño de una reconfiguración del mapa electoral, efectuada con métodos arbitrarios. En esta línea electorera, el aparato del PO sostiene que una “movilización política, incluso reforzará a la izquierda como alternativa de cara a las elecciones de noviembre, por las bancadas que tenemos en juego y las que podemos conquistar” (Prensa Obrera, 16/9). La “movilización política” se refiere a convocar a un congreso del FIT-U. Un congreso encuadrado no es, por ciento, una movilización sino electoral, además de una maniobra de ese aparato para confrontar a un PTS que juzga mediático, con el Polo Obrero que responde al oficialismo. 
 Mientras la izquierda se debate en este oportunismo electoral, buscando su mejor diseño como receptora de votos de un electorado ´descontento´, el país asiste a un cimbronazo social y político. Un gobierno cada vez más desvencijado avanza hacia una ´implosión´ interna, con alcances hacia todo el régimen político. La ´implosión´ afecta ya a la Corte Suprema. La módica ´chequera´ electoral que habilitó el oficialismo sólo ofende a los trabajadores que vieron hundirse sus condiciones de vida durante la pandemia. El precario rearme oficial junto a algunos gobernadores procura rescatar del naufragio un acuerdo con el FMI. Esta crisis no encontrará salida con las elecciones de noviembre.

 Julián Asiner 
 29/09/2021

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