jueves, julio 21, 2022

La gira de Biden por Medio Oriente


Con el sionismo y la monarquía saudita 

 En su gira por Medio Oriente, el presidente norteamericano Joe Biden sepultó una de sus promesas de campaña electoral, que era convertir a Arabia Saudita y a la famila real en “parias”, debido a las violaciones de los derechos humanos y, en particular, el crimen del disidente y colaborador del Washington Post, Jamal Khashoggi.
 Biden se entrevistó con el rey y con el príncipe heredero MBS (Mohammed ben Salman), sindicado por los servicios de inteligencia yanquis y la ONU como responsable de una “ejecución extrajudicial premeditada”. La viuda de Khashoggi y los editorialistas del Post expresaron su rechazo por el comportamiento presidencial.
 Uno de los motivos que ha empujado a Biden a preservar los vínculos históricos con la monarquía árabe es la necesidad de un mayor abastecimiento de petróleo por parte del reino, que permita sobrellevar el embargo contra Rusia y a la vez posibilite un abaratamiento del fluido. El aumento de la gasolina en Estados Unidos (y en el mundo) y, más en general, la inflación (9,1% interanual en junio) han contribuido a derrumbar la popularidad del líder de la Casa Blanca. 
 Riad se comprometió a una mayor producción, pero no está claro que tenga ni la capacidad ni la voluntad de hacerlo. Según la agencia Reuters, “la capacidad de reserva de la OPEP [club de los países productores de petróleo] se está agotando, ya que la mayoría de los productores están bombeando al máximo de su capacidad” (15/7). Habrá que esperar a agosto, a la reunión de la OPEP+, que Arabia comparte nada menos que con Rusia, para ver si se incrementa la producción.
 En segundo término, Arabia viene evitando un alineamiento incondicional con Washington. Frente al estallido de la guerra en Ucrania y las sanciones imperialistas contra Rusia, el ministro de Economía y Planificación señaló en mayo que mantendrían sus “amplias” relaciones comerciales tanto con Kiev como con Moscú. 
 El otro destino de Biden en su gira fue Israel, donde ratificó el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén, una provocación contra el pueblo palestino.
 Israel es otro aliado histórico del imperialismo que sigue su propio juego ante el conflicto en Ucrania. Debido a sus lazos con Rusia, el gobierno israelí se ha negado hasta ahora a suministrar armamento ofensivo a Kiev, lo que ha sido fuente de varios reproches por parte del líder ucraniano, Volódomir Zelenski. Uno de los vínculos principales entre el Kremlin e Israel consiste en que Moscú, de gran influencia en Siria, permite a Tel Aviv atacar objetivos de Hezbollah en ese país. 
 Biden reconoció, a su modo, su preocupación por las dificultades que atraviesa Estados Unidos en una región donde su dominio era mucho más claro, al señalar en la reunión del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Emiratos, Kuwait, Bahrein, Qatar y Omán) + 3 (Irak, Jordania y Egipto) que “no nos alejaremos [de Medio Oriente] ni dejaremos un vacío para que lo llenen China, Rusia o Irán”. 
 La cuestión iraní, precisamente, fue otro de los asuntos que sobrevoló la gira. Los yanquis denuncian que Teherán se apresta a vender drones para uso militar a Moscú, que necesitaría reemplazar los que está perdiendo en territorio ucraniano. 
 En los próximos días, el presidente ruso Vladimir Putin visitará la capital persa, donde mantendrá una reunión en la que también participarán funcionarios turcos. Es la tríada que viene manejando la situación en Siria. 
 A petición de Israel, Biden firmó un documento de seguridad durante su visita, en que se compromete a impedir que Irán se transforme en una potencia nuclear. 
 La guerra de Ucrania, con sus repercusiones globales, y las propias contradicciones de Medio Oriente, están trabando la reanudación del acuerdo nuclear con Teherán, que era otra de las promesas de política exterior del líder demócrata. 
 En resumen, la gira de Biden muestra, por un lado, la naturaleza del imperialismo, que se llena la boca hablando de libertad y democracia, mientras se alía a regímenes reaccionarios como los de Israel y Arabia Saudita. A la vez, ilustra las dificultades que atraviesa el dominio yanqui en la región. La amenaza de Biden e Israel contra Irán es la de llevar adelante una guerra imperial contra este “aliado” de Rusia y China. 

 Gustavo Montenegro

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