martes, septiembre 16, 2025

Francia: el nuevo primer ministro asume entre piquetes, huelgas y enfrentamientos con la policía


La izquierda francesa explota el lado reaccionario, o sea, parlamentario, de las ilusiones democráticas de los trabajadores.

 La caída del gobierno encabezado por Francois Bayrou abrió paso a una nueva fase de la crisis política francesa. La misma viene desarrollándose a diversos ritmos desde las elecciones legislativas de 2024, que dieron paso a un Parlamento dividido en tercios: la coalición derechista de Emmanuel Macron, el Nuevo Frente Popular (encabezado por La Francia Insumisa de Jean Luc Mélenchon) y el bloque de la extrema derecha, Reagrupamiento Nacional, encabezado por Marine Le Pen. La caída del gobierno se produjo tras un voto de confianza, solicitado por Bayrou, para habilitar el debate sobre el Presupuesto 2026 que incluía un recorte de 44.000 millones de euros en “gastos sociales” -salud, educación, jubilaciones-. El déficit fiscal orilla el 5,8 % del PBI, alrededor de 25.000 millones de euros; mientras se busca reforzar el presupuesto de guerra en el triple de esa cifra, para asignarlo a la guerra de la OTAN contra Rusia, Macron promueve la instalación de tropas en el terreno al oeste de Kiev, la capital de Ucrania. 
 Macron reemplazó al premier saliente con un hombre de su máxima confianza, Sébastien Lecornu, quien se desempeñó en diversas carteras ministeriales desde la asunción de Macron en 2017. La recepción del nuevo Primer Ministro tuvo lugar entre huelgas, movilizaciones y un despliegue de 80.000 efectivos policiales a lo largo y ancho del país. Antes de ocupar su oficina del Parlamento, entre 200.000 y 500.000 manifestantes se movilizaban en toda Francia bajo la convocatoria del movimiento “Bloqueemos todo”, que reclama la renuncia de Macron. La burocracia sindical -agrupada en una Intersindical- buscó distanciarse políticamente de este movimiento. La movilización oficial de los sindicatos será el 17 de septiembre, con paros parciales, ante la falta de acuerdo para una huelga nacional. Las reivindicaciones de los sindicatos son salariales, además del reclamo para derogar el aumento de dos años de la edad de retiro laboral.
 El debate político, de derecha a izquierda, muestra la comprensión de la burguesía y sus partidos sobre la crisis del gobierno de Macron y sus perspectivas explosivas. La que ha tomado la delantera es Marine Le Pen, quien reclama una convocatoria a elecciones legislativas. Sondeos y encuestas ubican en el primer lugar de la intención de voto a su formación política. Inhibida judicialmente para postularse, propicia la llegada a Jordan Bardella, su delfín político, como Primer Ministro. El planteo de Le Pen a la gran burguesía: recortaremos los gastos sociales todo que sea necesario, marca un viraje de su postura precedente de hacer lo contrario, como parte de su demagogia social. De prometer, en el pasado, la “expansión del gasto social", define ahora a los gastos sociales como “tóxicos”. Insiste en combatir a la inmigración, en expulsar a inmigrantes (de las excolonias francesas) y en desarrollar una agitación antiislamista, en defensa de “la cultura y la raza europea". Le Pen se distanció de la convocatoria “Bloqueemos todo”, a diferencia del apoyo a la ocupación de calles por los “chalecos amarillos” años antes. Asocia a este nuevo movimiento, a pesar de sus características similares, con Melenchon: “Esos guevaristas carnavalescos (...) pretenden bloquear el país haciendo que la pequeña burguesía encapuchada queme contenedores de basura” (Infobae, 14/9). Ahora, se compromete a recortar 100.000 millones de euros del presupuesto nacional. La deuda francesa ha pasado a cotizar como la italiana y la griega, con tasas de interés que se aproximan al 4 % anual, casi dos puntos arriba de la de Alemania. Aunque la calificación de la deuda francesa ha caído a los niveles de Grecia o Italia, la agencia Fitch la define como “estable”, si logra saldar “la actual crisis política”. 
 En el caso de La Francia Insumisa, Mélenchon ha caracterizado la situación política tras la caída de Bayrou y la movilización del 10 de septiembre como una crisis de poder: “En la cima, ya no podemos más; en la base, ya no queremos", aseguró, copiando la definición de Lenin acerca de las situaciones revolucionaria. En contradicción con este planteo denuncia como artificial a la crisis económica y como un pretexto circunstancial para justificar ‘ajustes’: “La revolución ciudadana que madura en la mente de la gente, dice, se asemeja más a una fuerza elemental de la naturaleza que a cualquier complot ideado por viejos burgueses temblando frente a sus televisores” (https://linsoumission.fr/, 11/9). Retratado por la prensa como un consumado agitador, sus planteos son remedos de antiguos planteos revolucionarios, forzados para dar a su candidatura a primer ministro un ropaje de ‘razonabilidad’. El ‘insumiso’ Mélenchon llama a reforzar los gastos militares de Francia en apoyo a la guerra de la OTAN contra Rusia. 
 Mélenchon convoca a “dejar madurar la crisis”, otra fórmula refritada de su pasado ‘trotskista’, en el lambertismo, que equivale al inmovilismo y a la palabra vacía. Como repetía antaño el PTS, describe el momento actual en Francia como “una guerra de posición” en contraposición abstracta a “la guerra de movimiento”. Estos términos señalan como prioridad el objetivo parlamentario y su propuesta de convertirse en primer ministro. Mientras tanto, sus socios del Nuevo Frente Popular se encuentran negociando, en el caso del Partido Socialista, la designación de un primer ministro propio y la formación de un gobierno en minoría del PS, sostenido por los votos del grupo parlamentario de Macron, mientras el resto de la coalición (Verdes, Partido Comunista) reclaman, junto a LFI, el adelantamiento de las elecciones presidenciales. 
 Por el momento, Lecornu tiene hasta el 7 de octubre formar gobierno y negociar el Presupuesto 2026. LFI ya ha presentado una moción de censura y Le Pen anticipa que la vida del nuevo gobierno depende enteramente de su voluntad de negociar con RN las reformas al Presupuesto. Hasta ahora, RN se había opuesto a la guerra de la OTAN contra Rusia, aunque sin darle apoyo explícito a Putin. Ahora, en cambio, ha decidido encuadrarse políticamente con la gran burguesía que promueve la guerra. Le Pen ha dicho: “el orden soy yo”. 
 Mientras tanto, la izquierda francesa sigue en el campo de la OTAN. El PS, además de defender la incorporación de Ucrania a la Unión Europea y en consecuencia a la OTAN, apoya a muerte “la autodeterminación nacional”, pero de Israel sobre Gaza, con el silencio de sus aliados del NFP, que denuncia el genocidio de Israel. 
 Ante este desconcierto político, la clase obrera ha puesto en marcha su voluntad de movilización. Lo reflejan todas las entrevistas a los manifestantes franceses a lo largo y ancho del país. Es la oportunidad para el desarrollo de una dirección política autónoma de la clase obrera, como ha ocurrido a lo largo de la historia. Del oportunismo, de un lado, y la autoproclamación del otro, no se observa todavía el programa y la organización que encarne el rol de embrión de una política revolucionaria. Más que nunca es necesario un programa transicional que oriente a las masas de su situación presente a la dictadura del proletariado. 

 Joaquín Antúnez 
 15/09/2025

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