sábado, marzo 31, 2007

Vida, obra y muerte de Andreu Nin.


Este texto, fechado en París en mayo de 1970, fue el primer ensayo biográfico publicado sobre Andreu Nin. Su primera edición apareció en catalán, como prefacio a la obra de Andreu Nin Els moviments d´emancipació nacional (París, Edicions Catalanes de París, 1970) y tuvo una importante difusión clandestina en Cataluña, Valencia y Baleares. Posteriormente ha sido editado como folleto en castellano (Barcelona, Vicente Álvarez Editor, 1977), catalán (Barcelona, Ediciones POUM, 1977), inglés y francés. La versión anotada que aquí publicamos está tomada del libro El POUM en la Historia

Andreu Nin, una de las figuras más importantes del movimiento marxista revolucionario de España, nació en El Vendrell (Tarragona) el 4 de febrero del año 1892. Su padre era un modesto zapatero y su madre una campesina de la "vila regalada" que olía a "garrofa i vi novell", como dijo el gran poeta catalán Josep Carner. El Vendrell es una pequeña ciudad con mucha personalidad, que se enorgullece de haber dado a Cataluña varios hombres de prestigio internacional. Entre ellos se destacan el gran músico Pau Casals y el escritor y militante revolucionario Andreu Nin.
Los padres de Andreu tenían una fuerte pasión por su hijo e hicieron muchos sacrificios para darle una carrera. El niño sobresalió enseguida en la escuela local, lo cual facilitó su entrada en la Escuela Normal de Tarragona. Terminados sus estudios, el joven maestro se trasladó a Barcelona, donde se instaló en vísperas de la guerra mundial de 1914. Nin llegó a la capital catalana en un momento de gran efervescencia política, social y cultural. Era la época del renacimiento del catalanismo y del ascenso fulgurante del sindicalismo revolucionario.
La neutralidad en la guerra mundial fue excelente para la burguesía catalana. Los negocios montados o reforzados con los capitales repatriados de Cuba y Filipinas prosperaron rápidamente. El desarrollo del capitalismo determinó una fuerte inmigración. El proletariado de Barcelona y de los demás centros industriales de Cataluña, creció y se consolidó gracias a la aportación humana de millares de campesinos procedentes de Andalucía, Levante y Aragón. La expansión industrial dio un impulso considerable a la concentración y organización de la clase trabajadora. Así las cosas, la dinámica natural de la lucha de clases se convirtió en el elemento decisivo de la vida política y social catalana. Como tantos otros jóvenes de su generación, Andreu Nin se sintió atraído por el catalanismo de izquierda y por el movimiento obrero. El novel maestro, que tenía ya convicciones bastante firmes en diversos dominios, no quiso ser un maestro nacional corriente y entró en la Escuela Horaciana, una institución laica y anarquizante fundada algunos años antes por el antiguo obrero textil Pablo Vila. Pero aunque su vocación pedagógica era uno de los componentes más significativos de su personalidad, no tardó en orientarse hacia el periodismo. Durante un cierto tiempo fue redactor de El Poble Català, diario republicano y catalanista de izquierda animado por Pere Corominas. El maestro y periodista se reveló pronto orador de talento. El propio Josep Pla ha reconocido en un panfleto denigratorio, publicado en 1958, que "parlava bé, amb una indubtable estampa de orador y amb un innegable respecte pel sentit comú i la sintaxi, qualitats que mes aviat foren excepcionals en la historia de la nostra moderna oratoria".
El periodismo y la propaganda hablada acapararon cada vez más a Nin. De El Poble Català pasó a La Publicitat, inspirada por el abogado republicano y catalanista Amadeo Hurtado, y de La Publicitat a la agencia Fabra, que dirigía otra figura del catalanismo republicano, Claudio Ametlla. Ahora bien, sus actividades periodísticas se desarrollaban en un clima de intensa agitación social y política dominada por el sindicalismo revolucionario. La huelga general revolucionaria de agosto de 1917, las luchas implacables entre la patronal catalana y los trabajadores de la CNT y, finalmente, la revolución rusa le conmovieron profundamente. Y si bien perteneció durante unos meses al Partido Socialista y colaboró con Antonio Fabra Rivas en las tareas de redacción de La Internacional, no tardó en abrazar la causa del sindicalismo revolucionario. El socialismo había nacido en Barcelona, pero no había logrado arraigar. El movimiento obrero estaba casi enteramente controlado por la CNT y solamente el sindicalismo revolucionario era capaz de movilizar a las grandes masas proletarias y de defender vigorosamente los intereses de la clase trabajadora.

Los años fecundos del sindicalismo revolucionario

En 1918, Nin dejó la Agencia Fabra y organizó el Sindicato de Profesiones Liberales de la CNT. Su talento, su abnegación y sus cualidades morales le situaron en la plana mayor del sindicalismo revolucionario. Fue amigo íntimo de Salvador Seguí(1), al que siempre consideró como la personalidad más relevante del movimiento obrero español, y colaboró estrechamente con Angel Pestaña, Evelio Boal, David Rey, Manuel Buenacasa, Joaquín Maurín y demás dirigentes sindicales de aquel tiempo.
La CNT celebró su II Congreso nacional en diciembre de 1919, en el Teatro de la Comedia de Madrid. Los representantes de más de 700.000 obreros organizados examinaron esencialmente dos problemas: el de la unidad sindical con la UGT y el de la adhesión a la Internacional Comunista, fundada meses antes en Moscú. Teniendo en cuenta la situación de España y las características de su movimiento obrero, la revolución de octubre victoriosa tuvo repercusiones formidables en nuestro país. Entre 1917 y 1921, la solidaridad con la revolución rusa y la cuestión de la III Internacional dominaron todos los debates de las organizaciones obreras. Recordando esa época, Manuel Buenacasa escribió más tarde en El movimiento obrero español: "¿Quién en España —siendo anarquista— desdeñó el motejarse a sí mismo bolchevique?"(2).
Nin desempeñó un papel capital en el congreso de La Comedia. Defendiendo con energía la adhesión a la III Internacional declaró: "Yo soy un fanático de la acción, de la revolución; creo en los actos más que en las ideologías lejanas y en las cuestiones abstractas. (...) Soy un admirador de la revolución rusa porque ella es una realidad. (...) Soy partidario de la Tercera Internacional porque ella es una realidad, porque por encima de las ideologías representa un principio de acción, un principio de coexistencia de todas las fuerzas netamente revolucionarias que aspiran a implantar el comunismo de una manera inmediata. Por esta razón, yo, que he pertenecido al Partido Socialista hasta el día en que éste acordó en su congreso permanecer en la II Internacional, os anuncio a todos vosotros, compañeros de España, que sigo siendo revolucionario; que desde el día en que el Partido Socialista Español acordó persistir en sus normas anticuadas, me di de baja en él para luchar con vosotros en el puro terreno de la lucha de clases"(3).
El congreso de La Comedia se pronunció por las tesis de Nin y de sus compañeros y decidió "declarar que se adhiere provisionalmente a la Internacional Comunista por el carácter revolucionario que la informa". Poco después, el comité nacional de la CNT designó una delegación de tres militantes que debía trasladarse a Moscú. Pero solamente Angel Pestaña (4) pudo llegar a la URSS a finales de junio de 1920, donde se pronunció por la creación de la Internacional Sindical Roja (ISR) y firmó el llamamiento del II Congreso de la Internacional Comunista con Lenin, Trotsky y Bujarin.
Entre 1919 y 1921, Andreu Nin militó activamente en el seno de la CNT. Fueron quizás, por lo menos en Cataluña, los años más duros del movimiento sindicalista y obrero español. El fin de la Guerra Mundial había modificado la situación económica. La burguesía ya no conseguía los locos beneficios del período 1914-1918. La patronal catalana, acosada por un movimiento obrero poderoso y combativo, había organizado sus Sindicatos Libres [en 1919]. Sus pistoleros, protegidos por las autoridades civiles y militares, asesinaban a los militantes obreros más destacados. Salvador Seguí, Evelio Boal, Canela y otros cayeron acribillados a balazos por los pistoleros del Libre. A la muerte de Evelio Boal, en marzo de 1921, Andreu Nin le sustituyó en la secretaría general de la CNT. Nin y Canela fueron víctimas de un atentado. Canela fue asesinado y Nin se salvó porque se arrojó al suelo en cuanto se dio cuenta de la presencia de los pistoleros. Nin fue encarcelado varias veces y, como los demás dirigentes de la CNT, tuvo que actuar frecuentemente en una clandestinidad llena de peligros. En tan dramático período, la influencia de Nin resultó decisiva en la orientación y en las tareas de la CNT.
En abril de 1921 se celebró clandestinamente un pleno nacional de la CNT. Los dirigentes rusos habían invitado a la CNT a enviar una delegación al III Congreso de la Internacional Comunista y al congreso de fundación de la Internacional Sindical Roja, organización que debía reunir en su seno a los sindicatos revolucionarios del mundo. El pleno aceptó las invitaciones y nombró una delegación formada por Andreu Nin, Joaquín Maurín, Hilario Arlandis y Jesús Ibáñez. Aunque después del regreso de Pestaña de Moscú los adversarios de la III Internacional se habían reforzado considerablemente, la decisión del pleno fue respetada.
Maurín ha explicado que Nin y él hicieron el viaje juntos y sin pasaporte (5). En París fueron acogidos por Pierre Monatte, director de La Vie Ouvriere, semanario sindicalista-comunista y una de las figuras más prestigiosas del movimiento obrero francés (6). Monatte les facilitó el paso de la frontera franco-alemana sin documentación. En Berlín, Maurín y Nin se pusieron en relación con la organización anarcosindicalista alemana, dirigida por Rudolf Rocker y Fritz Kater y con el joven escritor Theodor Plivier, famoso años más tarde [por obras como Stalingrado]. Según Maurín, la "policía alemana se encontraba un tanto excitada buscando a los españoles sospechosos, con motivo de la recompensa de un millón de pesetas prometida por el gobierno español a quien facilitara la captura de los terroristas que, en marzo de ese año, mataron en Madrid a Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros" (7). En consecuencia, hubo que extremar las precauciones. La embajada de la URSS preparó la documentación. Los delegados, que pasaron como repatriados rusos, hicieron un viaje complicado: fueron a Stettin, donde subieron a un barco alemán que los llevó hasta Reval, en donde un tren especial les condujo a Petrogrado. De allí se trasladaron a Moscú.
Era el verano de 1921. Los bolcheviques habían vencido en la Guerra Civil. El Ejército Rojo, creado por Trotsky sobre la base de las milicias obreras, había hecho frente victoriosamente a las tropas blancas y a los intervencionistas extranjeros. Pero la situación económica era enormemente difícil. El fracaso de la revolución alemana tras la insurrección espartaquista había alejado la perspectiva de la revolución europea. Lenin y Trotsky lo sabían, como lo sabían asimismo todos los que habían levantado en Europa la bandera del bolchevismo.
Nin, Maurín, Arlandis e Ibáñez eran muy jóvenes y llegaban a Moscú representando a una gran organización obrera, a diferencia de otros delegados, que pesaban muy poco en sus respectivos países. Así las cosas, fueron recibidos con simpatía y calor por los dirigentes revolucionarios rusos. El gran escritor Víctor Serge describió en un artículo titulado "Adiós a Andreu Nin", publicado en 1937 en una revista francesa (8), la llegada de la delegación en estos términos: "Nin llega de Barcelona. Es joven, delgado, con una abundante cabellera ondulada, una mirada alegre detrás de sus gafas, una voz bien timbrada y que revela, ya, la firmeza. Nin me explica que no es anarquista sino rigurosamente sindicalista. Ninguna utopía en su pensamiento; su única preocupación es conquistar y organizar la producción. Nos encontramos en el congreso, en el Kremlin, en la sala de columnas de la Casa de los Sindicatos. Nin, su blusa blanca desabrochada en el cuello, su perfil acusado, su cordialidad. Por la noche volvemos a encontrarnos en la habitación de Maurín, en el Hotel Lux, para hablar de arte, del Ejército Rojo, del terror rojo, de organización, para agitar todos los problemas. Estamos realmente en el corazón de los grandes problemas. No se trata de palabras, se trata de vidas; las nuestras primero, que hemos comprometido".
En un acto de homenaje a Andreu Nin que se celebró en París en 1954, Alfred Rosmer, una de las personalidades más íntegras del movimiento obrero francés y de la Internacional Comunista, se refirió también a la llegada a Moscú de la delegación sindicalista española: "Uno de los episodios reconfortantes del congreso fue precisamente la llegada de la delegación española, formada por Andreu Nin, Maurín, Arlandis e Ibáñez. En 1920, la CNT había estado representada por Pestaña, llegado a Moscú con un mandato de su organización, cuyo reciente congreso había votado la adhesión a la IC y se había pronunciado en favor de la dictadura del proletariado. Pero Pestaña pertenecía a la categoría de dirigentes sindicalistas que estaban paralizados por la crítica anarquista: en Moscú había sufrido la influencia de los anarquistas rusos, que eran violentamente hostiles al régimen soviético, y se había marchado adversario de la ISR, de la propia Internacional que deseaba y había contribuido a fundar. La nueva delegación llegada a Moscú en junio de 1921 era de otro tipo; encarnaba a una nueva generación de sindicalistas, menos inclinados a las discusiones interminables y mejor preparados para comprender el sentido de la revolución de octubre. Los cuatro eran jóvenes, serios y modestos; conquistaron enseguida la simpatía de los delegados. Las intervenciones de Nin en el congreso llamaron mucho la atención. Apareció ya como un jefe, si se entiende por tal a la persona capaz de tomar decisiones. El secretario de la ISR era Lozovsky. Este comprendió enseguida el valor excepcional de Nin. Cuando la CNT acordó finalmente no dar su adhesión a la ISR, Lozovsky decidió incorporar a Nin al Secretariado de la Internacional. Prácticamente, Nin se convirtió en el secretario adjunto de la ISR. Su influencia se hizo rápidamente determinante. Era un trabajador infatigable y, allí, tenía la posibilidad de completar su conocimiento del movimiento obrero internacional. En el III Congreso, los delegados se quedaron maravillados al ver a Nin presentar una comunicación en todas las lenguas habladas por los delegados, incluso el ruso"(9).
En su ensayo Sobre el comunismo en España, Joaquín Maurín confirma las impresiones de Víctor Serge y Alfred Rosmer: "La delegación de la CNT jugó un papel de primer orden en el desarrollo del congreso, del que Nin fue uno de los líderes (...). Nin, Arlandis, Ibáñez y Maurín —ninguno de ellos era comunista entonces— estaban fundamentalmente de acuerdo y actuaban formando un team" (10). La delegación solicitó la libertad de los anarquistas rusos detenidos al jefe de la Cheka (Dzerzhinsky) y al propio Lenin. Los delegados tuvieron entrevistas y discusiones con Lenin, Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Radek, Rikov y otros dirigentes bolcheviques. Maurín, Arlandis e Ibáñez regresaron a España. En un pleno de la CNT celebrado en Lérida, en octubre de 1921, Maurín dio cuenta de la gestión de la delegación en Moscú y su informe fue aprobado por unanimidad. Pero en junio de 1922, la conferencia de la CNT que se reunió en Zaragoza decidió, bajo la influencia de los anarquistas, la ruptura con la Internacional Sindical Roja. Nin salió para España en septiembre, pero fue detenido en Berlín a petición del gobierno de Madrid, que quería implicarle en la causa que se seguía por el asesinato de Dato, en el que no había tenido participación alguna. La demanda de extradición fue denegada por el gobierno alemán y Nin recobró la libertad en enero de 1922. Una vez libre, se trasladó a Moscú para proseguir su labor en la secretaría de la Internacional Sindical Roja.

Nin en la URSS y en la Internacional Comunista

Andreu Nin vivió en Moscú cerca de nueve años, desde el verano de 1921 hasta 1930. Según Rosmer testimonio de valor indiscutible, esos nueve años fueron de una gran importancia para su formación personal. Su vida de entonces estuvo estrechamente ligada a la de la Internacional Sindical Roja. Por eso, quizás convenga citar de nuevo a Rosmer para decir, sobre todo hoy, que la ISR no fue "una máquina de guerra impuesta por Moscú para provocar escisiones en el seno de las organizaciones sindicales del mundo, contrariamente a lo que se dice con frecuencia. Respondía a una necesidad esencial, al deseo profundo de los trabajadores en todos los países. Al igual que la Internacional Socialista, la Federación Sindical Internacional se había hundido en 1914. Los dirigentes de sus secciones se habían ligado de tal modo a la política de guerra de sus gobiernos que el resentimiento de que fueron víctimas alcanzó a la propia organización sindical. Era —decían ciertos militantes— una forma de organización superada. Había que preparar otra. Como se sabe, Lenin no compartía este criterio. Nosotros, los sindicalistas revolucionarios, tampoco. A nuestro modo de ver, no había que abandonar los sindicatos, dejándolos a merced de los dirigentes reformistas, sino arrancar su dirección a estos últimos mediante una lucha diaria, por los medios que ofrecía la democracia sindical. En 1920 estábamos seguros de nosotros mismos, llenos de confianza y de fe. Los sindicalistas revolucionarios de España y de Italia habían votado sin reservas la adhesión a la III Internacional y allí en donde los jefes reformistas habían logrado mantenerse, minorías decididas y crecientes permitían vislumbrar la formación próxima de una potente y auténtica Internacional Sindical, mediante la reunión de todas las fuerzas nuevas alrededor del Consejo Provisional creado en Moscú en junio de 1920" (11).
Basándose en su experiencia en la CNT, Nin tenía el mismo punto de vista. Todos los testimonios que hemos podido recoger —incluyendo el del propio Nin durante la revolución española— confirman que se consagró, con el entusiasmo que solía poner en todo, a su labor en la Internacional Sindical Roja. Sus excelentes relaciones con Salomon Lozovsky y con MijaiI Tomsky, secretario de los Sindicatos Rusos, así como con Lenin, Trotsky, Bujarin y Zinoviev, le facilitaron considerablemente su labor. Las colecciones de las revistas La Internacional Sindical Roja, La Internacional Comunista y La Correspondencia Internacional de aquellos años dan una idea del inmenso trabajo que realizó Nin. En efecto, en esas revistas pueden encontrarse excelentes trabajos magníficamente documentados, sobre los temas más diversos: "La I Internacional en España", "La lucha por la unidad de los países latinos", "La crisis económica y el movimiento sindical", "Las cuestiones de organización en el movimiento sindical francés", "La huelga de los mineros ingleses (1926)", etc. Por lo demás, Nin publicó varios folletos sobre problemas sindicales en francés, alemán y ruso.
Era la época privilegiada y gloriosa de la libertad creadora. No había llegado todavía la era de los funcionarios y de los burócratas. Las discusiones eran libres y las luchas de tendencias se desarrollaban en un clima de camaradería y de respeto mutuo. Según Rosmer, la actividad de Nin en la ISR se desenvolvió sin dificultades hasta 1924. Luego —citamos una vez más a Rosmer— "la bolchevización (12) impuesta por Zinoviev tuvo repercusiones en la ISR, pero ésta pudo preservarse de aquélla durante un cierto tiempo. Más las cosas empeoraron al cabo de poco tiempo. Los hombres que Zinoviev había colocado en los lugares responsables eran ignorantes que sólo se distinguían por su servilismo. Entonces, Nin desplegó una intensa actividad e hizo viajes frecuentes a Italia, a Alemania, en donde fue detenido. Cuando Stalin se convirtió en dictador absoluto la actividad de Nin se hizo cada vez más difícil, ya que nuestro llorado camarada se incorporó a la Oposición. Le apartaron progresivamente del trabajo activo. Sin embargo, Lozovsky, no vaciló nunca en consultarle, en examinar con él los problemas del momento" (13).
Tanto en los buenos tiempos como en las horas difíciles, Nin no limitó sus actividades a la tarea en la Internacional Sindical Roja. Siguió siempre con interés y pasión los acontecimientos en España. Colaboró regularmente en Lucha Social de Lérida y en La Batalla de Barcelona, periódicos fundados por Maurín y Bonet y órganos de los Comités Sindicalistas Revolucionarios, que mantenían enhiesta la bandera de la revolución rusa y de la III Internacional. Durante varios años, en Moscú, su hogar estuvo abierto a todos los representantes comunistas y en general a todos los visitantes españoles. Entre ellos, desde ese monumento de versatilidad que se llama Josep Pla, hasta Francesc Maciá (14) y José Bullejos, secretario general del Partido Comunista de España durante varios años. A todos les sirvió de intérprete y de intermediario eficaz cerca del gobierno soviético y de la Internacional Comunista.
Josep Pla hizo un viaje a la URSS en 1924. En Moscú tuvo largas conversaciones con Nin, que, naturalmente, el escritor ampurdanés describió a su manera en su tercera serie de Homenots, publicada en 1958, es decir, cuando la sumisión al franquismo no permitía aún hacer pinitos liberales. La verdad es que Josep Pla fue muy influido por Nin y que los artículos que publicó a su retorno de Rusia en La Publicitat de Barcelona, recogidos más tarde en un libro, eran muy favorables a la URSS y contribuyeron a que muchos jóvenes de Cataluña se orientaran hacia el comunismo. Podemos asegurar que los presos políticos que se encontraban en la cárcel de Barcelona los leían con avidez, sorprendidos y entusiasmados. Poco después, Pla consagró un libro a hacer el panegírico de Cambó (15), el líder de la burguesía catalana...
En 1925, el grupo catalanista emigrado que dirigía en Francia Francesc Maciá decidió reclamar el concurso de la Internacional Comunista y del gobierno soviético para provocar un movimiento revolucionario que terminara con la dictadura de Primo de Rivera y la Monarquía de Alfonso XIII. La delegación del Partido Comunista Español en París organizó el viaje. Maciá llegó a Moscú el 24 de octubre de 1925, donde permaneció hasta el 28 de noviembre. Una vez más, Nin actuó como intérprete e intermediario del jefe catalanista. Nin organizó la entrevista con Zinoviev, por aquel entonces jefe del gobierno de la URSS, y preparó otra con Trotsky, que no llegó a celebrarse porque el fundador del Ejército Rojo se encontraba fuera de la capital. Maciá solicitó una ayuda inmediata para preparar una acción como la que tuvo lugar poco tiempo después en Prats de Molló. Los dirigentes de la Internacional Comunista manifestaron su simpatía por la causa de Cataluña, pero propusieron una acción política precedida de una gran campaña de propaganda. Maciá se marchó de Moscú bastante disgustado, pero encantado con Nin, que se había desvivido para facilitar sus gestiones.
A principios de 1925, el Partido Comunista de España estaba prácticamente desarticulado. Sus principales dirigentes se encontraban en la cárcel y la organización había sido reducida a la impotencia por la represión de la dictadura de Primo de Rivera. En esas condiciones, los presos de la cárcel de Barcelona solicitaron que se constituyera una dirección en París con el objeto de reorganizar el partido. La Internacional Comunista confió la tarea a Andreu Nin, quien se trasladó a París, donde fue detenido, condenado a un mes de prisión y expulsado de Francia. Nin realizó otras misiones de esta naturaleza. En enero de 1924, el mismo día de la muerte de Lenin, se encontraba en Roma, reunido con el comité central del Partido Comunista de Italia, en calidad de delegado especial del comité ejecutivo de la Internacional Comunista. Sobre él recayó también la tarea de organizar la primera conferencia sindical latinoamericana.
Todos los que le conocieron en aquellos tiempos comprobaron que Nin se había adaptado perfectamente a la vida de Rusia. Casado con una joven militante rusa, Olga, Nin había tenido dos hijas, Ira y Nora, hablaba y escribía la lengua del país, admiraba los grandes clásicos y los estudiaba a fondo, en sus raros períodos de descanso, con la intención de traducirlos al catalán y al castellano. Y, por encima de todo, estaba literalmente enamorado del pueblo ruso, y elogiaba sin cesar su espontaneidad, su humanidad, su sencillez y su entusiasmo revolucionario. Los bailes, la música, las canciones, la poesía popular le conmovían fuertemente. Y en todas estas cualidades y aspectos creía encontrar ciertos rasgos de los pueblos de Cataluña y España. Internacionalista intransigente y apasionado, Nin se rebelaba contra el cosmopolitismo de los snobs revolucionarios. Su estancia y su labor en la URSS y en el movimiento comunista internacional las concibió siempre como una contribución a la causa de la revolución mundial, de la emancipación de la clase obrera, pero sabía que sus raíces estaban en Cataluña, en España, y en el fondo, se preparaba para desempeñar su papel en la futura revolución española.
Cuando se abrió la lucha de tendencias en el Partido Comunista de la URSS, Nin se colocó sin vacilaciones al lado de la Oposición. Como escribió Víctor Serge, era de los que reclamaban en el Partido bolchevique el derecho a pensar, a hablar, y una reforma capital del régimen, con el objeto de restablecer la democracia obrera (16). Una gran parte de los funcionarios se inclinaron ante los poderosos del momento. Como en tantas otras circunstancias de su vida, Nin escogió la vía difícil e ingrata de la resistencia a la burocratización y a la opresión. Él, que tenía el orgullo de haber sido uno de los primeros que habían levantado en España la bandera de Octubre, ligó su suerte a los que se oponían a la tesis antimarxista del "socialismo en un solo país (17)" y combatían por mantener el espíritu auténtico del bolchevismo.
Miembro del Partido Comunista de la URSS, diputado del Soviet de Moscú, dirigente de la ISR, Nin aprobó la Plataforma de la Oposición y participó en casi todas las actividades de esta última, y en particular en la gran manifestación de 1927. En 1926, cuando la Oposición creó una Comisión Internacional para defender sus ideas en el mundo entero, Nin ocupó un puesto dirigente en ella, junto con Radek, Kapitonov, Serge y Stepanov (futuro agente de Stalin en España). Al iniciarse las exclusiones, las depuraciones y las deportaciones, Nin fue eliminado del Secretariado de la ISR y sometido a estrecha vigilancia en el Hotel Lux de Moscú. Según Víctor Serge y Rosmer, su calidad de español y su prestigio en el movimiento comunista internacional le salvaron de la deportación. Stalin no se atrevía todavía a perseguir a los militantes extranjeros.
Víctor Serge ha relatado en sus Memorias de un revolucionario que Nin no perdió su buen humor y sus esperanzas en los momentos más sombríos. En plena represión, "enviaba paquetes a los perseguidos, acumulaba fichas sobre Marx, traducía a Pilniak al catalán..."(18). Rosmer ha dicho que "en las vacaciones forzosas que le impusieron, Nin prosiguió sus estudios y sus trabajos, en particular un libro de respuesta a una obra de Cambó, dirigente de la burguesía catalana sobre las dictaduras. España vivía entonces bajo la dictadura de Primo de Rivera (19). Esta dictadura era frágil. ¿Cuándo y cómo caería? Tal era la cuestión que se planteaba Cambó, quien temía que el movimiento de masas que iba a barrer a la dictadura se encaminara hacia la revolución socialista. Para contestar a Cambó, Nin escribió Las dictaduras de nuestro tiempo. El prefacio de la edición catalana de dicha obra llevaba la fecha siguiente: Moscú, marzo de 1930 (20). Pero la traducción castellana apareció con un prólogo a esa edición fechado el 16 de octubre de 1930 (21).
En el intervalo de esas fechas Nin se había visto obligado a salir de Rusia. El año de 1930 fue el año del gran viraje estaliniano, el año en que Stalin comenzó a desembarazarse de los derechistas (22) que le habían apoyado hasta entonces. Desde 1929, Nin pensaba que su tarea en la URSS había concluido y que su puesto estaba en España, donde se iniciaba un nuevo proceso revolucionario. En consecuencia, pidió que se le autorizara a trasladarse a su país. Los burócratas dieron largas al asunto. Nin se impacientaba y pidió consejo a Víctor Serge. El autor de El nacimiento de nuestra fuerza (23), que había vivido en Barcelona durante la Primera Guerra Mundial trabajando con Salvador Seguí, compartía las esperanzas y la desesperación de Nin. En el curso de una visita a Serge, en Leningrado, Nin tomó su decisión de enviar una carta al comité central escrita en tal tono que no tendrían más remedio que meterle en la cárcel o dejarle salir de allí (24). El comité central optó por expulsarlo de la URSS, pero no autorizó la salida de su mujer y de sus hijas. En vista de ello, Olga Nin escribió una carta a Lozovsky amenazando con matarse si no la dejaban partir con su marido.
Los burócratas terminaron por ceder. Nin y su familia cruzaron la frontera rusa y llegaron a París, sin dinero, naturalmente, donde fueron acogidos por sus amigos franceses. Pero no se detuvieron mucho tiempo en la capital de Francia. Unas semanas antes, en Leningrado, Nin había dicho a Víctor Serge: "La revolución española será terriblemente complicada" (25). Por eso mismo, Nin tenía prisa en llegar a su Barcelona proletaria.

El retorno a España y el período de la República

Andreu Nin llegó a Barcelona en octubre de 1930, un mes antes de la primera huelga general organizada por la CNT (prodigiosamente reconstituida) y dos meses antes de la insurrección de Jaca y la huelga general de diciembre (26). La dictadura de Primo de Rivera había sido barrida el 28 de enero. El gobierno del general Berenguer intentaba salvar a la monarquía del desastre (27). La revolución española había comenzado. Globalmente, el movimiento obrero reaparecía con una pujanza y un dinamismo extraordinarios.
Nin tenía 38 años y estaba en plena madurez intelectual. Llegaba provisto de una vasta cultura y de una rica experiencia del movimiento obrero internacional. Pero se le planteaban dos graves problemas: ganarse la vida e insertarse en el movimiento obrero español. El primero lo resolvió como pudo, iniciando una agotadora labor de traducción de los clásicos rusos al catalán y al castellano. Por suerte, la traducción de las obras de León Trotsky y el prestigio que le dio enseguida la publicación de Las dictaduras de nuestro tiempo constituyeron para él un gran alivio y le abrieron las puertas de varias editoriales importantes. El segundo se revela sumamente complicado. Nin mantenía estrecha relación con Trotsky y pertenecía a la dirección de la Oposición de Izquierda. Pero en España las cosas no eran nada simples. En una carta a Trotsky, que se encontraba entonces en Prinkipo (Turquía), Nin escribía refiriéndose al movimiento comunista: "Tenemos actualmente: 1) el partido oficial [comunista], que no tiene fuerza efectiva alguna y cuya autoridad entre las masas es nula; 2) las federaciones comunistas de Cataluña y de Valencia que han sido excluidas del Partido y que, en realidad, con los grupos más influyentes de Asturias y de otros lugares, constituyen de hecho un partido independiente; 3) el Partido Comunista catalán, que tiene un buen equipo dirigente y cuenta con una cierta influencia entre los obreros del puerto de Barcelona y domina el movimiento obrero de Lérida; 4) la Oposición de Izquierda, que en Cataluña no tiene ninguna fuerza" (28).
Durante los primeros meses, Nin mantuvo excelentes relaciones con Joaquín Maurín, su camarada y amigo desde 1918, y con la Federación Comunista Catalano-Balear. En su correspondencia con Trotsky asumió la defensa de Maurín presentándolo como "un camarada muy inteligente y sobre todo muy honesto" (29), con ideas próximas a las de la Oposición de Izquierda. En enero de 1931, Nin se planteaba el problema de ingresar en la Federación Catalana y escribía a Trotsky que "Andrade y Lacroix, los mejores elementos que tenemos en España, comparten mi punto de vista" (30). Después de una conferencia muy sonada de Nin en el Ateneo Enciclopédico de Barcelona, la Federación Catalana le invitó a incorporarse a sus filas, en mayo de 1931, poco después de la proclamación de la República. Pero cuando Nin se disponía a responder positivamente, recibió a su regreso de un viaje a Madrid y Asturias, una comunicación que le produjo una extraordinaria sorpresa. Nin contestó en estos términos: "Vuestra respuesta evasiva demuestra que mis sinceros deseos de contribuir a la indispensable unificación de las fuerzas comunistas no han encontrado en vosotros el eco que merecían". Luego, tras la publicación de la plataforma del Bloque Obrero y Campesino, organización de masas animada por la Federación Catalana, y la conferencia de Maurín en el Ateneo de Madrid, seguida de otra en que Nin polemizó con el dirigente del BOC, las relaciones se rompieron. Las conferencias del Ateneo de Madrid, que era entonces el principal foro político de España, demostraron ante el país que Nin, autor de Las dictaduras de nuestro tiempo, y Maurín, autor de Los hombres de la dictadura (31), eran los dos elementos más valiosos del movimiento comunista en España. Pero, desgraciadamente, iban a marchar por caminos separados hasta la creación de la Alianza Obrera.
Sin abandonar sus trabajos literarios, Nin se consagró a la organización de la Izquierda Comunista, sección española de la Oposición de Izquierda Internacional (trotskista). La Izquierda Comunista era una pequeña organización de valiosos cuadros, que comenzó a publicar en junio de 1931 una revista teórica importante, Comunismo, la cual alcanzó bastante prestigio. Más tarde, lanzó un semanario, El Soviet, dirigido por Nin. En Comunismo y en las ediciones del semanario aparecieron una buena parte de los ensayos políticos que Nin escribió entre 1931 y 1934. La Izquierda Comunista, de acuerdo con la estrategia general de la Oposición Internacional, se fijaba como objetivo la reforma de la Internacional y de los partidos comunistas. Esta estrategia dificultó su progresión y su desarrollo. Por lo demás, al militar en una pequeña organización, Nin (junto con sus camaradas) no pudo desempeñar durante varios años el papel que le correspondía.
Aparte de la actividad política militante, Nin pronunció numerosas conferencias en los Ateneos obreros de Asturias y en los Ateneos obreros y populares de Cataluña. Sus espléndidos cursos de Economía Política y de Historia del Movimiento Obrero en el Ateneo Enciclopédico de Barcelona contribuyeron eficazmente a la formación marxista de la joven generación de la época. Desgraciadamente, no fueron taquigrafiados, y sólo los recordamos los que tuvimos la suerte de seguirlos. Nin alternó esta actividad con la redacción de numerosas obras y folletos: El proletariado español ante la revolución (32), Las organizaciones obreras internacionales (33), Los Soviets: su origen, desarrollo y funciones (34), Manchuria y el imperialismo (35), Reacción y Revolución (36), Els moviments d'emancipació nacional (37). Al mismo tiempo, publicó importantes ensayos políticos en Leviatán, revista socialista dirigida por Luis Araquistain, y en la prensa de la Oposición de Izquierda Internacional y redactó prefacios para varios libros, como La situación real de Rusia (38), de León Trotsky y Crítica del Sindicalismo (39), de Plejanov. Además, tradujo directamente del ruso al castellano numerosos artículos y libros de Trotsky, en particular la monumental Historia de la Revolución Rusa (40).
El análisis de las obras políticas de Nin, que habrá que recoger un día para ilustración de la joven generación revolucionaria, nos llevaría demasiado lejos. Nos limitaremos, pues, a lo que nos parece más importante. Las dos obras fundamentales de Nin son, evidentemente, Les dictadures dels nostres dies y Els moviments d'emancipació nacional. Ambas fueron escritas en catalán, cosa que merece ser subrayada puesto que la literatura marxista en dicho idioma es limitadísima. Les dictadures dels nostres dies es un análisis del fascismo y de las formas de dominación del capitalismo contemporáneo y, en su tiempo, constituyó una réplica marxista contundente a Les Dictadures, libro de Francesc Cambó. El escritor francés Daniel Guerin ha explicado recientemente que se inspiró en la versión francesa de la obra de Nin, realizada por Pierre Naville y todavía inédita, para preparar su popular libro Fascismo y gran capital. Els moviments d'emancipació nacional es un libro, único en su género, en el que se estudian y critican las distintas posiciones de los clásicos del marxismo y de las principales corrientes del movimiento obrero ante el espinoso problema de las nacionalidades. Nin lo escribió en Barcelona entre agosto y octubre de 1934, y fue publicado por vez primera por las Ediciones Proa en 1935 (41). El autor se proponía escribir un segundo volumen en el que pensaba hacer un estudio completo de la cuestión de las nacionalidades en España. La Guerra Civil impidió que este proyecto se realizara y nos privó de una obra que tendría hoy un valor inapreciable. Tampoco pudo escribir Nin un libro sobre el que reflexionó durante mucho tiempo y para el cual acumuló numerosos materiales: la biografía de Salvador Seguí, en la que se proponía mostrar la importancia del Noi del Sucre en el movimiento sindicalista de los años veinte.
La actividad propiamente literaria de Andreu Nin se concentró en la traducción al catalán y al castellano de los grandes clásicos rusos, por los que sentía una verdadera devoción. También le faltó tiempo para llevar a cabo sus ambiciosos proyectos en este dominio. Sin embargo, pudo traducir varias obras de Tolstoi, Dostoievsky, Turgueniev y Chejov. Cuando se produjo la insurrección militar-fascista tenía un contrato con la editorial Aguilar para traducir al castellano las obras cumbre de la literatura rusa. Sus traducciones al catalán (algunas de ellas reeditadas estos últimos años en Barcelona) son auténticas creaciones y quedarán como verdaderos modelos en la literatura catalana. Hasta Josep Pla se ha visto obligado a reconocer, como tantos otros, que "Nin te una plaça molt distinguida en el moviment literari del nostre pais" y que sus traducciones de Tolstoi y Dostoievsky "son les millors que d'aquests autors s'han produit en un idioma d'arrel no eslava, en aquest cas en un idioma llatí". Pero Nin no se conformaba con su labor de traductor de calidad y preparaba varios ensayos de crítica literaria sobre Chejov, Turgueniev, Tolstoi y otros grandes escritores rusos. Las imperiosas exigencias de la vida política en el movimiento obrero no le permitieron dar cima a tan interesante tarea.
El nacimiento de la Alianza Obrera en enero de 1934 abrió una nueva fase en la vida de Andreu Nin. Desde antes de la victoria del fascismo en Alemania, la Izquierda Comunista y el Bloque Obrero y Campesino habían combatido enérgicamente la política de Stalin que consistía entonces en proclamar que la socialdemocracia y el fascismo eran hermanos gemelos, rechazando así el frente único obrero contra Hitler y sus epígonos. Después de la capitulación sin lucha del movimiento obrero alemán, en pleno bienio negro, con todas las amenazas que suponía la coalición Lerroux-Gil Robles, surgió en Cataluña un gran movimiento unitario inspirado por el Bloque Obrero y Campesino. Este movimiento cristalizó en la Alianza Obrera, formada por la UGT (Vila Cuenca), la Unió Socialista de Catalunya (Martínez Cuenca), la Izquierda Comunista (Andreu Nin), el Bloque Obrero y Campesino (Joaquín Maurín), el Partido Socialista Obrero Español (Rafael Vidiella), los Sindicatos de Oposición de la CNT (Angel Pestaña), la Federación de Sindicatos excluidos de la CNT (Pedro Bonet) y la Unió de Rabassaires (J. Calvet).
A partir de entonces, Nin encontró un marco de trabajo y de acción en consonancia con su talento y su dinamismo. La Alianza Obrera, en la que no figuraba ni la CNT ni el insignificante Partido Comunista, organizó una gran campaña de agitación y de propaganda. Nin tuvo la posibilidad de dirigirse a millares de trabajadores y de hacer valer sus posiciones y sus ideas. La tesis del frente único obrero caló hondo en todo el país. El ejemplo de Cataluña fue seguido en Asturias, arrastrando a la propia CNT, en Valencia y, finalmente, en Madrid. Por lo demás, el trabajo en común en la Alianza Obrera limó las diferencias entre el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista y planteó el problema de la unificación de los marxistas revolucionarios en términos concretos.
Cuando la amenaza fascista se precisó, el movimiento obrero organizó la respuesta: la revolución de octubre de 1934. En la histórica conferencia de las organizaciones catalanas de la Alianza Obrera que se celebró en el Centro de Dependientes de Barcelona el 4 de octubre, Maurín y Nin, que por cierto polemizaron sobre las consignas que debían lanzarse, aparecieron como los dirigentes indiscutibles del movimiento obrero. La Alianza Obrera organizó grandes manifestaciones y promovió la huelga general en toda Cataluña. El movimiento fracasó porque la Generalitat capituló sin resistencia y porque la CNT no quiso movilizar sus fuerzas. Nin estuvo al frente de las manifestaciones y los militantes del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista animaron la última resistencia armada en los alrededores de Barcelona. Después del fracaso del movimiento, Nin tuvo que sumirse en la clandestinidad, en la que dirigió el periódico clandestino L´Estrella Roja.
La lección fundamental del fracaso de Octubre no ofrecía dudas. Nin la resumió así en un artículo de L´Estrella Roja: "Le ha faltado al ejército revolucionario un Estado Mayor con jefes capaces, estudiosos y experimentados. Sin partido revolucionario no hay revolución triunfante" (42). A partir de ese momento, Nin consagró todas sus energías a la formación de dicho partido. En el curso de las discusiones que se entablaron en la Alianza Obrera surgieron dos posiciones. Unos eran partidarios de crear una fuerza reducida a Cataluña sobre la base de una plataforma híbrida (y en primer lugar el pequeño Partido Comunista); otros, Nin entre ellos, preconizaban la fusión de los marxistas revolucionarios en un partido de tipo peninsular: el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista. Tras un largo período de discusión y de trabajo en común, estas dos organizaciones se fusionaron y crearon el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). El congreso de unificación se celebró en Barcelona en septiembre de 1935. Nin y Maurín redactaron las tesis del nuevo partido y escribieron el folleto Qué es y qué quiere el Partido Obrero de Unificación Marxista (43), en el que se popularizaban las posiciones fundamentales de la nueva formación política.
El POUM no se presentó como una cristalización definitiva, sino como el primer esfuerzo coherente hacia la creación del gran partido de la revolución. En sus filas volvieron a encontrarse, en virtud de la lógica que supone siempre la consecuencia, los que habían introducido el marxismo en Cataluña y los principales fundadores del comunismo en España, Joaquín Maurín y Andreu Nin, Juan Andrade y Luis Portela, Julián Gorkin y Luis García Palacios, Pedro Bonet y David Rey. Como es natural, esto dio un gran prestigio al nuevo partido, nacional e internacionalmente. Por otra parte, como los marxistas revolucionarios estaban divididos en múltiples tendencias y fracciones en Europa y América, el POUM surgió como un ejemplo de cohesión.
A este respecto, es necesario decir que la unificación fue facilitada y estimulada por la ruptura de la Izquierda Comunista con la Liga Comunista Internacionalista dirigida por León Trotsky. El movimiento trotskista internacional estaba en plena crisis. Como su influencia era mínima en el movimiento obrero real, Trotsky preconizaba el ingreso en los partidos socialistas, con el objeto de radicalizar sus tendencias de izquierda e influir más eficazmente a las masas trabajadoras. En el número de Comunismo de septiembre de 1934, Nin y sus camaradas declararon: "La garantía del futuro reside en el frente único, pero también en la independencia orgánica de la vanguardia del proletariado. De ninguna manera, por un utilitarismo circunstancial, podemos fundirnos en un conglomerado amorfo, llamado a romperse al primer contacto con la realidad. Por triste y penoso que nos resulte, estamos dispuestos a mantenemos en estas posiciones de principio que hemos aprendido de nuestro jefe, aun a riesgo de tener que andar parte de nuestro camino hacia el triunfo separados de él."
En realidad, Nin y la Izquierda Comunista habían tenido diversos conflictos políticos y orgánicos con Trotsky y la Oposición Internacional. El viraje trotskista de 1934 hacia la socialdemocracia, agravó las divergencias. Para Nin y sus compañeros, no podía tratarse de ingresar como fracción en el Partido Socialista. El único camino factible y eficaz era la fusión con el Bloque Obrero y Campesino, la otra tendencia marxista revolucionaria, con el objeto de crear un polo solvente y con raíces en la clase trabajadora. La experiencia inmediata confirmó que su posición era justa. El POUM fue enseguida el primer partido obrero en Cataluña y, sobre la base de los núcleos que poseían las dos organizaciones, progresó rápidamente en Levante, Extremadura, Asturias, Galicia, Vizcaya y Madrid. Y aunque no dispuso de mucho tiempo para implantarse sólidamente en ciertos lugares de España, conquistó un puesto indiscutible en el movimiento obrero español.
El POUM se diferenció inmediatamente de todas las otras fuerzas obreras con posiciones teóricas y políticas sumamente claras. Para él, el año 1936 era "el año crucial" (44). La revolución española era una revolución de tipo democrático-socialista. El dilema era tajante: socialismo o fascismo. La clase trabajadora tenía que tomar el poder y no podía hacerlo pacíficamente, sino por medio de la insurrección armada. La revolución exigía la unidad de la clase trabajadora, es decir, la Alianza Obrera, que había hecho sus pruebas en 1934 en Asturias. España tenía que estructurarse bajo la forma de una Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas. Ante el fracaso de las Internacionales existentes, había que ir hacia la unidad socialista revolucionaria mundial sobre nuevas bases.
Andreu Nin, que aportó una contribución notable a la elaboración de la política del partido, fue designado director de La Nueva Era, la revista teórica del POUM, y ocupó un puesto destacado en el comité ejecutivo de éste. Más tarde, cuando los sindicatos de Lérida, Tarragona y Gerona excluidos de la CNT por estar dirigidos por militantes poumistas, y otros sindicatos autónomos, se fusionaron en la Federación Obrera de Unidad Sindical (FOUS), Nin fue elegido secretario general de esta nueva organización. El antiguo secretario general de la CNT y dirigente de la Internacional Sindical Roja volvió a sus actividades de líder sindicalista, para las que estaba mejor preparado que nadie. La FOUS no fue una maniobra de escisión sindical, como pretendieron algunos entonces. En primer lugar federó a centenares de sindicatos dispersos, que no tenían sitio en la CNT o la UGT, Y además su perspectiva era la unificación de todas las organizaciones en una sola central sindical (45). Durante el año 1935 y los primeros meses de 1936, Nin, absorbido por sus responsabilidades políticas y sindicales, se vio obligado a abandonar casi completamente sus trabajos literarios.
A comienzos de 1936, la ofensiva frentepopulista iniciada por Moscú y los estalinistas redujo considerablemente el papel de las Alianzas Obreras. Los socialistas fueron cediendo a la corriente, y al convocarse las elecciones del 16 de febrero, establecieron un bloque electoral con los partidos republicanos (46). El POUM mantuvo la tesis del frente obrero. Pero en vísperas de la campaña electoral se encontró ante la disyuntiva de incorporarse al bloque electoral que enarbolaba la bandera de la liberación de los 30.000 presos (resultado de la represión de la revolución de octubre de 1934) o separarse del movimiento de masas y romper con las demás organizaciones obreras. Optó por el primer término de la alternativa. Enemigo del cretinismo parlamentario, y también del cretinismo antiparlamentario, el POUM concibió su participación en la campaña electoral como un medio de llevar a cabo su propaganda revolucionaria entre las masas trabajadoras. "Esta posición es justa —se había dicho en Qué es y qué quiere el POUM—. Lenin aceptaba los pactos circunstanciales con la burguesía radical. Pero de esta posición a la que últimamente ha puesto en marcha la Internacional Comunista — Frente Popular— que encadena el movimiento obrero a la burguesía, media un abismo" (47).
La Comisión Electoral de Madrid designó a Andreu Nin candidato a diputado por Teruel, ciudad en donde el POUM no tenía influencia, y rechazó las peticiones que se le formularon en el sentido de incluirlo en las candidaturas de Castellón o de Asturias, lugares en los que Nin era popular y los poumistas gozaban de fuerza y de prestigio. La comisión electoral de Cataluña hizo mil maniobras para que solamente hubiera un diputado del POUM por Cataluña, que fue Joaquín Maurín, elegido en Barcelona (48). Lérida, la fortaleza del partido, no pudo tener un diputado del POUM. Estos mezquinos trucos burocráticos impidieron que Nin representara a los trabajadores en el Parlamento de 1936. Sin embargo, Nin participó en los grandes mítines de masas defendiendo las posiciones revolucionarias y el programa del POUM. Luego, en La Nueva Era explicó el sentido de las elecciones (49). Después de la victoria electoral, el POUM dio por terminado su compromiso y prosiguió su política con plena independencia.
La táctica del POUM fue globalmente beneficiosa y no fue criticada por nadie, salvo por León Trotsky que, mal informado, escribió que el partido de Nin se había incorporado al Frente Popular. Cuando fue publicado su artículo, en el que por cierto se ignoraba toda la experiencia del bolchevismo tan magistralmente explicada por Lenin en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, los estalinistas llevaban a cabo una gran campaña contra el POUM acusándolo de ser un "enemigo del Frente Popular". Nin no contestó al desafortunado artículo de Trotsky porque los hechos se habían encargado de hacerlo.

El papel de Nin en la revolución española

Al producirse la insurrección militar-fascista, Joaquín Maurín se encontraba en Galicia, asistiendo a un pleno del POUM que se celebró en Santiago de Compostela. En la noche del 18 al 19 de julio, cuando el POUM movilizó sus fuerzas para hacer frente a la agresión, Nin asumió la dirección política del partido. En un discreto piso del Distrito V de Barcelona, tomó, con los demás miembros de la dirección del POUM, las medidas que se imponían para coordinar la lucha y en particular para asegurar la relación con el comité militar, instalado en la plaza del Arco del Teatro, en la parte baja de las Ramblas, y con los militantes que combatían en las calles de Barcelona encabezados por José Rovira, Manuel Grossi, Germinal Vidal... Allí confluyeron numerosas delegaciones de toda Cataluña para aportar informaciones y reclamar armas y directivas políticas. Vencida la insurrección militar-fascista y en ausencia de Maurín, para quien había comenzado su larga y patética odisea por el territorio dominado por los franquistas, Nin fue designado secretario político del POUM. Desde esos días, hasta su detención por la policía estalinista el 16 de junio de 1937, sobre él recayeron las más altas responsabilidades políticas.
En el movimiento obrero de Cataluña y en la política catalana en general había muy pocos hombres que pudieran compararse con Nin. Su prestigio era muy grande dentro y fuera del POUM. De ahí que se requiriera su concurso para las tareas más diversas. No fue miembro del Comité de Milicias de Cataluña, el segundo poder frente a la Generalitat superada por el proceso revolucionario, el poder auténtico durante los primeros meses, porque el POUM quiso que se consagrara a las tareas generales de dirección política. Pero pasó a formar parte del Consejo de Economía de Cataluña, el organismo encargado de estructurar la industria colectivizada y de establecer los primeros elementos de la planificación, en el que, por cierto, desempeñó un papel de primer orden.
En un gran mitin celebrado en Valencia a comienzos de agosto, Nin declaró: "Asistimos en España a una profunda revolución social. Yo, que he conocido la revolución rusa, puedo deciros: nuestra revolución es más profunda que la que conmovió a Rusia en 1917" (50). Así era, en efecto, y sobre todo en Cataluña. Nin destacó en ese discurso y en otros pronunciados en Barcelona y Lérida que la concepción poumista de la revolución democrático-socialista había sido confirmada por los hechos: las masas trabajadoras habían resuelto en "un abrir y cerrar de ojos" los problemas pendientes de la revolución democrática (militar, religioso, agrario, de las nacionalidades, etc.) y habían abierto simultáneamente la fase de la revolución socialista. La teoría de la revolución permanente esbozada por Marx en 1848 y completada por Trotsky en 1905 era verificada una vez más por la vida. El problema del poder se convertía en la cuestión central, especialmente en Cataluña, donde el peso y la influencia decisivos de la CNT y el POUM y la cuestión nacional habían elevado el proceso revolucionario a su más alto nivel.
Cuando el propio Companys, presidente de la Generalitat, reconoció que el poder pertenecía a la clase obrera e indicó a los dirigentes anarquistas que estaba dispuesto a retirarse, el POUM, que había establecido un poder obrero auténtico en Lérida, donde ejercía una influencia predominante, afirmó claramente su posición: "...es preciso, hoy más que nunca la formación de un Gobierno obrero, es decir, integrado por representantes de todos los partidos de clase e incluso de organizaciones sindicales (...). Es evidente que semejante Gobierno no podría tener más que un carácter provisional, preparatorio del nuevo estado de cosas. Un gobierno debe ser la expresión de las amplias masas obreras, campesinas y de milicianos, que han edificado la victoria, y que tenga por misión establecer las bases de la nueva democracia proletaria (51)." Pero este punto de vista, que era el de Nin, no fue aceptado por nadie. Los dirigentes de la CNT, secundados por las demás organizaciones, se contentaron con formar al lado del Consell de la Generalitat, el Comité de Milicias y el Consejo de Economía. Nin y el POUM quedaron en una posición minoritaria.
Este primer retroceso tenía que determinar otros y sentar las condiciones para el restablecimiento de los órganos del poder burgués. La dualidad de poderes se mantuvo durante varios meses y se reflejó incluso en el primer Consell de la Generalitat con participación obrera que se constituyó el 26 de septiembre de 1936. Tras apasionadas discusiones, el POUM decidió participar en dicho Consell. Sus condiciones fueron que hubiera una mayoría obrera y que se definiese un programa socialista. La interpretación de Nin, que fue teorizada después por Landau y Molins i Fábrega, era que el "Consejo de la Generalidad presenta una mezcla de órganos de dualidad de poder. Pero semejante combinación no puede ser duradera. O bien las fuerzas revolucionarias tomarán el poder, o bien las fuerzas de las cuales el estalinismo catalán es el portavoz desplazarán de la Generalidad a los elementos molestos del doble poder". Se trataba, según ellos de un tipo original, no duradero, de transición revolucionaria (52).
Andreu Nin fue nombrado consejero de Justicia. En su primera declaración política proclamó que la lucha "no está entablada, como creen algunos, entre democracia burguesa y fascismo, sino que el dilema está planteado entre fascismo o socialismo" (53). Todo el mundo reconoció entonces que Nin era la personalidad más brillante del Consejo de Cataluña. Independientemente de sus intervenciones políticas, de sus esfuerzos para llevar a los trabajadores anarquistas a una comprensión del problema del poder, es decir, a la necesidad de pasar de la "fase transitoria" a un gobierno de las organizaciones obreras, Nin extendió a toda Cataluña los tribunales populares que el POUM había establecido ya en Lérida. Los tribunales populares estaban formados por un representante de cada organización, estructura más democrática que la del Consell de la Generalitat y que garantizaba una mayoría obrera decisiva. En una declaración hecha inmediatamente después de su constitución, Nin dijo que "la característica esencial de su funcionamiento consiste en ser un tribunal de clase que instaurará la justicia de la clase obrera, un tribunal verdaderamente revolucionario y de clase" (54). Los tribunales populares terminaron con los excesos absurdos y con las justicias particulares que se habían ejercido en los primeros tiempos. Importa decir también que Nin se encontró frecuentemente ante problemas de una enorme gravedad. Los tribunales, aunque operaban dando todas las garantías, se mostraban severos y dictaban bastantes sentencias de muerte. Nin, fue, a su vez severo, pero justo y humano. Muchos indultos de pena de muerte fueron concedidos por intervención suya y en pleno acuerdo con Lluís Companys.
No es posible terminar este capítulo sin indicar que Nin hizo aprobar un decreto concediendo, por vez primera en España, la plenitud de derechos cívicos y políticos a los jóvenes a partir de los 18 años, reivindicación de todas las organizaciones de la juventud obrera y, en particular, de la Juventud Comunista Ibérica. Y es preciso decir también que los discursos revolucionarios de Nin provocaron numerosas protestas del gobierno republicano-socialista-comunista de Valencia y de varias embajadas extranjeras. En este dominio, todas las presiones que se ejercieron sobre él, fueron rechazadas categóricamente por Nin. Cuando el Consell de la Generalitat recibió a Antonov-Ovseenko, cónsul de la URSS en Barcelona, Nin pronunció un discurso en ruso y en catalán en el que afirmó la solidaridad profunda y completa de los combatientes de julio de 1936 con la revolución de octubre. Antonov-Ovseenko, el hombre que bajo la dirección de Trotsky tomó el Palacio de Invierno en octubre de 1917, había militado en la Oposición trotskista con Nin, y tras una vergonzosa capitulación, aparecía en Barcelona como representante de Stalin. Como predijo Víctor Serge, era su última función política. A su regreso a Moscú, fue ejecutado como tantos otros enviados rusos a España.
En agosto de 1936, en plena efervescencia revolucionaria, llegaron a España las primeras noticias de la nueva ola represiva que se desarrollaba en la URSS y especialmente la del proceso y ejecución de Zinoviev, Kamenev y Smirnov. Nadie se sintió tan afectado como Nin, que había colaborado por espacio de varios años con las víctimas. Por iniciativa suya, el comité ejecutivo del POUM reemplazó el editorial de La Batalla del 28 de agosto por una declaración en la que se decía: "Somos socialistas revolucionarios, marxistas. En nombre del socialismo y de la clase obrera revolucionaria, protestamos enérgicamente contra el monstruoso crimen que acaba de perpetrarse en Moscú". Y añadía que Trotsky (al que Moscú atacaba con verdadero frenesí) "es para nosotros, al lado de Lenin, uno de los grandes jefes de la Revolución de Octubre, y un gran escritor socialista revolucionario. Injuriado y perseguido, le expresamos nuestra solidaridad revolucionaria, sin ocultar por eso nuestras discrepancias con algunas de sus apreciaciones".
La enérgica y valiente declaración de solidaridad con la vieja guardia bolchevique (nadie, ni siquiera los anarquistas, se atrevió a hacer algo semejante) marcó el comienzo de la ofensiva estalinista contra Nin y el POUM. Los periódicos del Partido Comunista y del PSUC justificaron los crímenes de Stalin que Jrushov iba a denunciar veinte años después y comenzaron a propagar toda una serie de calumnias contra los que se solidarizaban con los compañeros de Lenin. A partir de la llegada de Antonov-Ovseenko a Barcelona, los estalinistas reclamaron la expulsión de Nin del Consell de la Generalitat. El principal elemento molesto del doble poder, el elemento revolucionario, estorbaba. Como es natural, las fuerzas pequeño-burguesas se solidarizaron con las exigencias de Stalin. Por su parte, los dirigentes de la CNT se inclinaron ante la maniobra.
El 12 de diciembre, Nin fue excluido del Consell de la Generalitat. Unos días después, el comité central del POUM aprobó una resolución política redactada por Nin en la que se concluía así: "Las consignas fundamentales del momento, pues, son: disolución del parlamento burgués. Asamblea Constituyente de delegados de comités de fábrica, representantes campesinos y delegados del frente. Gobierno obrero y campesino. Democracia obrera" (55). En este sentido fue orientada toda la acción del POUM en los meses sucesivos. En sus artículos y discursos, Nin se dirigió especialmente a los trabajadores anarquistas, explicándoles que las fuerzas contrarrevolucionarias levantaban la cabeza por doquier y que se imponía un frente revolucionario CNT-FAI-POUM para modificar el rumbo de los acontecimientos y hacer frente a la presión combinada y concordante de la política de Stalin y de las maniobras del capitalismo inglés y francés, artífices de la política de no intervención, que, como se sabe, dejó las manos libres a Hitler y Mussolini. Desgraciadamente, este frente sólo cristalizó bajo una forma limitada, en el terreno de la juventud. En febrero de 1937 se constituyó en Barcelona el Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria sobre la base de las Juventudes Libertarias y la Juventud Comunista Ibérica, organización juvenil del POUM. Nin siguió atentamente el acontecimiento, aconsejando y estimulando a sus jóvenes camaradas. El Frente de la Juventud Trabajadora Revolucionaria inquietó mucho a los estalinistas en la medida en que surgió como un modelo de lo que había que realizar en el terreno general del movimiento obrero. La campaña de calumnias arreció. En un gran mitin de la Juventud Comunista Ibérica celebrado en el Price de Barcelona, Nin, después de abordar el problema de la solidaridad revolucionaria entre las generaciones, contestó así: "El camarada Solano os ha leído diversos fragmentos periodísticos que muestran hasta dónde se ha llegado. Yo lamento no tener en este momento en la mano un ejemplar de la publicación de la División Marx [del PSUC], en el que aparece una caricatura en la cual estoy del brazo del general Franco, juntamente con un artículo del mismo tono, donde se dice que yo no he tenido que trabajar nunca, porque siempre he cobrado de Hitler (...). Estoy ya curtido en las luchas políticas, y por esto no me siento enojado contra mis calumniadores: cuando se llega a estos extremos, lo que se siente es pena por los calumniadores. Y mayor pena todavía si se tiene en cuenta que el miserable que ha escrito esto es el primero que no lo cree. En mi larga actuación, habré cometido errores. Pero los canallas calumniadores, que vengan aquí a señalarme una sola deserción, una sola traición, en mis veinticinco años de servicios a la causa de la revolución proletaria" (56).
Los acontecimientos se precipitaron: el 25 de abril, Nin pronunció una importante conferencia en la Sala Mozart de Barcelona sobre "El problema del poder en la revolución" (57), conferencia que junto con las tesis políticas para el congreso del POUM, constituye uno de sus documentos políticos más sustanciales. Unos días después, el 3 de mayo, los estalinistas organizaron la provocación del asalto a la Telefónica para destituir al comité obrero que controlaba las comunicaciones. Los trabajadores tomaron las armas y cubrieron Barcelona de barricadas. La misma noche, una delegación del comité ejecutivo del POUM se entrevistó con el comité regional de la CNT. Nin subrayó la importancia de los acontecimientos y reclamó una acción común inmediata. Era la hora del Frente Obrero Revolucionario. Los dirigentes de la CNT estaban muy contentos de que los trabajadores "hubieran enseñado los dientes" y esperaban obtener de Companys, por la vía de la negociación, modificaciones importantes en la composición del... Consell de la Generalitat. Nin y sus compañeros salieron de la reunión escandalizados de la miopía y del oportunismo de los dirigentes cenetistas. Al día siguiente, La Batalla publicó una declaración del POUM y la JCI en la que se decía: "Las barricadas de la libertad han vuelto a surgir en todos los lugares de la ciudad. El espíritu del 19 de julio se ha apoderado nuevamente de Barcelona. La mayoría de los pueblos de Cataluña se han hecho eco del gesto de la capital (...). Hay que vivir alerta con el fusil en la mano. Hay que mantener este magnífico espíritu de resistencia y de lucha, garantía de nuestro triunfo (...). Para esto: dimisión de Rodríguez Salas, comisario de Orden Público y responsable directo de estas provocaciones. Anulación de los decretos de orden público. El orden público en manos de la clase trabajadora. Frente Obrero Revolucionario de las organizaciones que acepten el triunfo sobre el fascismo en el frente y la victoria de la Revolución en retaguardia. Creación de Comités de Defensa de la Revolución en todas las barriadas, en todas las poblaciones y en todos los lugares de trabajo" (58).
Los comités de defensa de la revolución se organizaron en todas partes. La lucha se prolongó varios días. Pero todos los esfuerzos del POUM para estructurar los comités y resolver el problema del poder fracasaron. Los principales dirigentes de la CNT llegaron de Valencia e invitaron a sus militantes, por la radio, a deponer las armas incondicionalmente. Los "Amigos de Durruti", un pequeño grupo anarcosindicalista que adoptó posiciones parecidas a las del POUM, no fue capaz de coordinar la acción y ofrecer una alternativa política. En tales condiciones, y teniendo en cuenta el clima contra la Cataluña revolucionaria que estaba creando la propaganda frentepopulista y estalinista en el resto de España, Nin y sus compañeros se vieron obligados a dar la orden de retirada "evitando una acción desesperada que pudiese degenerar en un putsch y tuviese como consecuencia el aplastamiento total de la parte más avanzada del proletariado" (Nin en el comité central del POUM) (59).

La represión contra el POUM y el asesinato de Nin

La actitud del POUM y de Nin fue criticada después por intelectuales diletantes e irresponsables, como el norteamericano Felix Morrow. Sin embargo, la mayor parte de los observadores políticos revolucionarios que se encontraban en Cataluña comprendieron que el POUM se había encontrado en una situación bastante parecida a la de los bolcheviques durante las jornadas de julio de 1917 en Rusia (60). En tales condiciones, no cabía proceder de otra forma. El 12 de mayo, el comité central del POUM aprobó un documento (61), redactado por Nin, en el que se hacía un análisis completo de las Jornadas de Mayo, se explicaba que el poder había estado al alcance de la mano, pero que el POUM no disponía de la fuerza suficiente para asumirlo por sí solo, contra las demás organizaciones obreras y, concretamente, contra la CNT. La perspectiva seguía siendo la misma: reforzamiento del partido, comités de defensa de la revolución, Frente Obrero Revolucionario, gobierno obrero y campesino.
Como sólo el POUM asumió francamente sus responsabilidades, es lógico que la ofensiva se dirigiera contra él. Los agentes de Stalin en España ocuparon la vanguardia en esta operación. Sin embargo, no pudieron disolver inmediatamente al POUM, ni llevar a cabo el tipo de represión que preparaban. Pasó más de un mes (y los días contaban entonces mucho más que en tiempos normales) durante el cual el POUM se preparó para la posible clandestinidad. Finalmente, el 16 de junio, la GPU (policía rusa) descubrió un complot y detuvo a Andreu Nin y a otros dirigentes y militantes del POUM operando a espaldas del propio gobierno republicano. La prensa silenció los hechos el 17 de junio. El 18, los periódicos publicaron una nota de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona (controlada por los estalinistas) con el título siguiente: "Ha sido descubierto en nuestra ciudad un importante servicio de espionaje." En esa nota se decía: "Llegados de la capital de la República unos agentes especiales, ayudados eficazmente por agentes de nuestra ciudad, han conseguido descubrir completamente, y de una manera rapidísima, todo el extenso y complicado engranaje de esta red de espionaje. En el curso de este importantísimo servicio han sido practicadas un considerable número de detenciones, entre las que cabe destacar las de un contingente peligrosísimo de ciudadanos extranjeros y personalidades de un determinado partido político. La declaración de los detenidos, así como la documentación hallada en los registros efectuados aquí, ha corroborado de una manera fulminante la culpabilidad de los individuos detenidos. Los nombres de los detenidos, como los detalles de como funcionaba este servicio de espionaje, no pueden darse todavía a la publicidad, hasta que las diligencias que la policía está practicando estén totalmente terminadas" (62). Era una nota policiaca clásica. Se trataba de preparar el clima para justificar la infamia y, naturalmente, salían los extranjeros y los espías. La gente pensó lo lógico en aquellas circunstancias, es decir, que se trataba de elementos fascistas. La sorpresa fue mayúscula cuando el 22 de junio —¡seis días después!— los periódicos estalinistas publicaron otra información con los títulos siguientes: "Del servicio de espionaje descubierto estos últimos días. Los principales complicados se hallaban en las esferas dirigentes del POUM. Andreu Nin y otras personalidades conocidas, detenidos" (63).
La cosa estaba perfectamente clara. Los estalinistas no se atrevían a proceder políticamente contra el POUM, ni siquiera esgrimiendo el pretexto de las Jornadas de Mayo, y recurrían al "complot de espionaje". Era el mismo método que se aplicaba en la URSS contra los oposicionistas y que se iba a poner en práctica, en los años 1945-1952, en todos los países de Europa del Este bajo el signo de la democracia popular. Lluís Companys, Presidente de la Generalitat de Cataluña, protestó ante el gobierno de Valencia y recibió a varias delegaciones del POUM. Zugazagoitia e Irujo, ministros de Gobernación y de Justicia respectivamente, recibieron igualmente a delegaciones del POUM y a Olga Nin y declararon que todo había sido tramado por la policía rusa y sus cómplices en España. El comité nacional de la CNT y varios dirigentes socialistas y anarquistas exigieron explicaciones. Pero la cobardía imperante era tan grande que casi nadie se atrevía a enfrentarse con los verdaderos conspiradores, que operaban a sus anchas, como en país conquistado. Jesús Hernández ha referido en su libro Yo fui un ministro de Stalin (64) que el propio José Díaz, secretario general del Partido Comunista, protestó ante lo sucedido en una reunión de dirigentes estalinistas. Según él, los agentes de Stalin en España, Togliatti, Codovila y Stepanov (antiguo trotskista y amigo de Nin en Moscú) estaban al corriente de todo, y las operaciones fueron dirigidas por el general Alexander Orlov, jefe de la NKVD rusa en España, y su amanuense español, el coronel Antonio Ortega, Director General de Seguridad impuesto por los comunistas.
La formidable campaña de calumnias que se desarrolló después de la detención de Nin y sus camaradas se inspiró en un informe del Comisario General de Policía de Madrid al Director General de Seguridad en el que se explicaba que se había descubierto una red de espionaje en la capital dirigida por el falangista Fernández Golfín, la cual estaba en "relación con el POUM" (65). Las pruebas esenciales consistían en un plano milimetrado de Madrid destinado a facilitar la acción de la artillería franquista en el que figuraba un mensaje cifrado de Golfín al general Franco en el que se decía: "En cumplimiento de su orden, fui yo mismo a Barcelona para entrevistarme con el miembro directivo del POUM N." (66); y varios documentos groseramente falsificados y atribuidos a un falangista de Gerona que trabajaba efectivamente para el espionaje franquista. Todos estos materiales eran tan burdos que el tribunal que juzgó a los dirigentes del POUM en 1938 los descartó sin la menor vacilación. Sin embargo, durante muchos meses sirvieron para alimentar la infame campaña de denigración de los estalinistas y fueron recogidos y comentados en un libro que se publicó en varios idiomas, Espionaje en España (67), y que fue distribuido profusa y gratuitamente en España y en el extranjero. Ese libro pertenece a la literatura estalinista que ya nadie recuerda y que fue enterrada después del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS. Sus autores no se atrevieron a descubrirse y utilizaron el seudónimo de Max Rieger. Ahora bien, tuvieron la habilidad de publicarlo con un prólogo del escritor católico José Bergamín (68).
La detención de Nin y de sus compañeros suscitó una gran campaña de protesta dentro y fuera de España. En nuestro país, los militantes del POUM y de la JCI cubrieron los muros de las ciudades con letreros que decían: "Gobierno Negrín, ¿dónde está Nin?", interrogante que se formulaban millares y millares de trabajadores y de soldados que combatían en los frentes. Al cabo de unos días, los dirigentes estalinistas reaccionaron y ordenaron a su policía que escribiera debajo de dichos letreros: "En Salamanca o en Berlín". Nin se encontraba en una prisión particular de Alcalá de Henares, en manos de la GPU. A comienzos de julio salió el primer periódico clandestino del POUM, Juventud Obrera, órgano de la Juventud Comunista Ibérica, en el que se denunciaba la represión y se reclamaba la liberación inmediata de Nin y de todos los militantes detenidos. Poco después, La Batalla se incorporaba a la campaña. Algunas semanas más tarde, en un mitin celebrado en el Olimpia de Barcelona el 21 de julio, Federica Montseny, dirigente de la CNT, reclamaba que se explicara dónde se encontraban Nin y los demás dirigentes del POUM. Por su parte, los periódicos anarcosindicalistas, en particular los de Madrid, exigían explicaciones al gobierno y a los dirigentes comunistas.
En el extranjero, la campaña tomó vastas proporciones. En París, se formó un "Comité de Defensa de Nin y los presos del POUM" por iniciativa de Víctor Serge y Marceau Pivert y con la colaboración de numerosos intelectuales de izquierda y varias organizaciones obreras. Una delegación de dicho comité se presentó en la embajada de España. Un diplomático prometió "garantías de justicia" para todos los detenidos, pero cuando se planteó el caso de Nin añadió "con un pequeño gesto desesperado" (según el testimonio de Víctor Serge): "En cuanto a Nin...". Sus interlocutores preguntaron: "En cuanto a Nin... ¿qué?". El secretario de embajada contestó: "Nada, nada, no sé nada, no puedo decir nada." El aviador socialista Edouard Serre, en aquel momento director de "Air France", que había prestado buenos servicios a la República Española y a los rusos, más expeditivo, se trasladó a la embajada de la URSS para pedir que se salvara a Nin. A su regreso explicó al Comité de Defensa que el embajador, Suritz, le había recibido muy bien y le había comprendido perfectamente. Le aconsejó: "Redacte enseguida un breve informe, lo transmitiré" (69).
En cuanto supo la detención de Nin, Víctor Serge escribió en sus Carnets: "He comprendido enseguida que Andrés, detenido, estaba perdido (la psicosis de los rusos)." Evidentemente, no se trataba de psicosis, sino de las consecuencias de una cierta experiencia de los métodos estalinistas. Nin no era simplemente secretario político del POUM. Era también el ex-secretario general adjunto de la Internacional Sindical Roja, el compañero y amigo de Lenin, Trotsky, Zinoviev, el ex-dirigente de la Oposición de Izquierda rusa, el bolchevique en una época en que los dirigentes bolcheviques eran detenidos y asesinados en la URSS. No era pura casualidad que Nin hubiera sido detenido en el mismo mes en que Tujachevsky y el Estado Mayor del Ejercito Rojo eran fusilados como "agentes de Hitler". El terrible presagio de Víctor Serge iba a confirmarse muy pronto pese a que la campaña internacional se extendía y a que varias delegaciones obreras extranjeras llegaban a España para tratar de salvar a Nin.
Después de su detención Nin fue trasladado a Valencia y de allí a Madrid y Alcalá de Henares. Treinta y tres años después de su muerte, no sabemos todavía cómo fue asesinado ni dónde fue enterrado. Han circulado muchas hipótesis sobre el particular, pero nadie ha aportado pruebas absolutamente convincentes susceptibles de confirmarlas (70). Hasta el presente, sólo Jesús Hernández, miembro del buró político del Partido Comunista de España y ministro de Instrucción Pública durante la Guerra Civil, ha dado una versión que merece ser tomada en consideración en su libro Yo fui un ministro de Stalin. Según Hernández, "Orlov y su banda secuestraron a Nin con el propósito de arrancarle una confesión voluntaria en la que debería reconocer su función de espía al servicio de Franco. Expertos los verdugos en la ciencia de quebrar a los prisioneros políticos, en obtener espontáneas confesiones, creyeron encontrar en la enfermiza naturaleza de Andreu Nin el material adecuado para brindar a Stalin el éxito apetecido" (71). Pero el plan fracasó. Nin resistió increíblemente. Las bárbaras torturas que le aplicaron no le llevaron al desplome moral y físico de algunos de los más destacados colaboradores de Lenin (72). Murió sin claudicar, fiel a las ideas y a las convicciones que había defendido durante toda su vida de revolucionario.
Jesús Hernández asegura que el comandante Carlos (Vittorio Vidali, senador comunista por Trieste [fallecido en 1983]) propuso el plan que la GPU aplicó seguidamente: "Simular un rapto por agentes de la Gestapo camuflados en las Brigadas Internacionales, un asalto a la casa de Alcalá, y una nueva desaparición de Nin. Se diría que los nazis lo habían liberado, con lo cual se demostrarían los contactos que Nin tenía con el fascismo nacional e internacional" (73). La verdad es que la prensa estalinista dio una versión de este tipo, versión que nadie creyó. Hernández agrega que unos días después del crimen, los agentes de Stalin en España (Stepanov, Togliatti, Codovila y Gerö) transmitieron un mensaje a Moscú en el que se leía: "Asunto A.N. resuelto por procedimiento A."(74).
Sea como fuere, lo cierto es que la resistencia de Nin a sus verdugos desarticuló los planes de la GPU y de sus colaboradores españoles. Una confesión de Nin habría creado una situación dramática para el POUM y sus dirigentes encarcelados. Sobre esa base, se hubiera podido operar como en la URSS y mostrar al mundo que en España también había traidores trotskistas y que éstos reconocían sus crímenes. En el fondo la operación contra Nin y el POUM era una tentativa de justificar a posteriori los procesos de Moscú. Pero gracias al sacrificio heroico de Nin, no pudo montarse en España un proceso de Moscú. Los dirigentes del POUM se presentaron orgullosamente ante el tribunal, colocaron a la cabecera del banquillo de los acusados un ramo de flores en homenaje a Nin, rechazaron vigorosamente todas las acusaciones calumniosas del fiscal y defendieron con energía su honor de revolucionarios. El tribunal no tuvo más remedio que retirar las acusaciones de espionaje. La sentencia que dictó, en la que se reconocía explícitamente la personalidad revolucionaria del POUM y de sus dirigentes, no pudo ser publicada porque lo prohibió... la censura del gobierno Negrín.
El asesinato de Andreu Nin y la represión contra el POUM suscitaron una inmensa conmoción en España y en el mundo entero. Las fuerzas revolucionarias del mundo y los escritores de izquierda más prestigiosos se solidarizaron con las víctimas y los perseguidos. En varios países se publicaron folletos y libros sobre el drama y entre ellos merece destacarse el Homenaje a Cataluña del escritor inglés George Orwell. León Trotsky, que había sido particularmente injusto en su polémica con Nin y que, a su vez, iba a sucumbir tres años después por orden de Stalin, declaró el 8 de agosto de 1937: "Nin es un veterano e incorruptible revolucionario. Defendía los intereses del pueblo español y combatía a los agentes de la burocracia soviética (...). Éste es su único crimen. Y lo pagó con su vida" (75). Marceau Pivert dijo que Nin era "el símbolo de la Revolución Española sacrificada a los cálculos imperialistas del Este y del Oeste" (76). En 1954, Albert Camus escribió que "la muerte de Andreu Nin señala un viraje en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada" (77). El viejo revolucionario francés Pierre Monatte nos dijo en una ocasión que estaba convencido de que Nin sería un día uno de los "símbolos más puros del renacimiento del socialismo en España". Ese día se acerca a pasos agigantados.
Pocos meses antes de su asesinato, en el mitin organizado por la Juventud Comunista Ibérica en el Price de Barcelona, Nin dijo con asombrosa lucidez: "Porque recordamos la tradición revolucionaria del leninismo, se nos quiere eliminar como se elimina en Moscú a la vieja guardia bolchevique. Entre la campaña de calumnias de aquí y la campaña de calumnias de Moscú hay una íntima ligazón. Se destruye físicamente a los bolcheviques. Se proyecta nuestra destrucción física porque somos fieles a la revolución. Pero se engañan los que así piensan" (78). La verdad —que para Nin era tan revolucionaria como para Gramsci, su camarada y amigo en Moscú y en la clandestinidad italiana— no ha triunfado todavía, pero se ha ido abriendo paso dolorosamente en la URSS, en las democracias populares y en España. Las fuerzas que estaban en pleno ascenso en los años treinta y cuarenta, el fascismo y el estalinismo, han sido destruidas o se encuentran en el ocaso. La propia dictadura franquista se descompone a ojos vista.
Andreu Nin, militante y escritor marxista, nació en Cataluña, se formó en la URSS y en el movimiento revolucionario internacional, consagró todo su aliento y todas sus fuerzas a la causa de la revolución española y murió en Alcalá de Henares, firme e inflexible ante sus verdugos, que eran los de toda una generación de combatientes intrépidos por la causa del socialismo. Cuando murió sólo tenía 45 años. Había dedicado los mejores veinticinco años de su vida a la clase trabajadora. Su vida, su obra y su muerte constituyen un ejemplo de fidelidad, de dignidad y de coraje para la nueva generación revolucionaria que se yergue por doquier contra todas las formas de explotación y opresión.

Wilebaldo Solano

Notas de la Fundación Andreu Nin

Salvador Seguí (1887-1923), conocido como El noi del Sucre fue secretario nacional de la CNT y uno de los máximos exponentes del movimiento obrero catalán del primer cuarto del siglo XX. Tuvo una destacada participación en la huelga general de 1917 y en el conflicto de La Canadiense (1919). Unos pistoleros de los llamados Sindicatos Libres le asesinaron en 1923.
Manuel Buenacasa, El movimiento obrero español 1886-1926 (Historia y crítica), Madrid, Ediciones Júcar, 1977, p. 50.
Confederación Nacional del Trabajo, Memoria del Congreso celebrado en el Teatro de la Comedia los días 10 al 18 de diciembre de 1919, Barcelona, Tipografía Cosmos, 1932.
Angel Pestaña (1886-1937) fue uno de los máximos dirigentes de la CNT en el período 1917-1922. Como se señala en el texto, asistió al II Congreso de la IC como representante de la CNT y, a su regreso a España, se pronuncia en contra de su adhesión, exponiendo sus razones en el célebre "Informe de mi estancia en la URSS", donde sostiene que hay que educar a los trabajadores para la libertad y no para la tiranía. Evoluciona en el seno de la CNT durante los años veinte hacia posiciones más moderadas y críticas de las acciones violentas de la FAI, firma en 1931 el Manifiesto de los Treinta que ocasiona su cese como miembro del Comité Nacional de CNT y su expulsión de la organización. Funda en 1933 el Partido Sindicalista, que formaría parte del Frente Popular, en cuyas listas obtuvo escaño en 1936 por la provincia de Cadiz. Durante la guerra civil fue nombrado subcomisario general de Guerra y se hizo cargo de la Junta de Recepción y Distribución de Material de Guerra. Su pensamiento sindical y político está recogido en la recopilación Trayectoria sindicalista (Madrid, ediciones Tebas, 1974).
Joaquín Maurín, Revolución y contrarrevolución en España, París, Ruedo Ibérico, 1966, p. 256.
Pierre Monatte (1881-1960), prestigioso dirigente sindicalista revolucionario francés, dirigió La Vie Ouvrière, de orientación antibelicista. Se afilió en 1923 al PCF y dirigió la CGT hasta su ruptura con Moscú y su retorno al sindicalismo independiente en 1925, año en que fundó La Revolution Prolétarienne, encabezando una corriente de izquierda antiestalinista. El libro Syndicalisme révolutionnaire et communisme (Les Archives de Pierre Monatte, présentées par Jean Maitron et Colette Chambelland, Ed. Masperó, París, 1968) resume su importante actividad en el seno del movimiento obrero francés.
Joaquín Maurín, o.c., pp. 256-257.
Este artículo fue publicado originalmente en La Révolution Prolétarienne, nº 253, de 25 de agosto de 1937 (una versión inglesa está recogida en The Serge-Trotsky Papers, a cargo de D. Cotterill, London, Pluto Press, 1994, pp. 144-147).
Intervención de Alfred Rosmer en el homenaje internacional a Nin celebrado en París el 24 de junio de 1954. El texto de su intervención fue publicado en el nº 123 de La Batalla, de 25 de julio de 1954.
Joaquín Maurín, o.c., p. 260.
Intervención en el acto de 24 de junio de 1954, nº 123 de La Batalla de 25 de julio de 1954.
Zinoviev, presidente de la IC, propugnó a partir de su V Congreso (1924) su bolchevización, extendida a los partidos nacionales. La excusa para ello era la necesidad de extirpar las raíces anarcosindicalistas o socialistas originarias de esas organizaciones.
La Batalla nº 123, 25 de julio de 1954.
Francesc Maciá (1859-1933), militar de carrera, inició su vida política como diputado por Solidaritat Catalana en 1907. Formó parte del ala radical de la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona durante la crisis de 1917, proponiendo que ésta se transformase en Convención y llamase al armamento del pueblo. En 1922 fundó Estat Català, partido nacionalista catalán de orientación radical. Marchó al exilio al producirse la dictadura de Primo de Rivera, animando numerosas acciones para derribarla y formando parte de numerosos comités. En octubre-noviembre de 1925 se produce su viaje a Moscú y las entrevistas con Bujarin y Zinoviev mencionadas en el texto. Al regresar del exilio a principios de 1931, participa en la fundación de Esquerra Republicana de Catalunya, cuya presidencia asume. Maciá proclamó el 14 de abril de 1931 la República catalana, pero tres días después, ésta se convirtió en gobierno de la Generalitat de Cataluña, de la que Maciá fue su primer presidente. Falleció en el ejercicio del cargo, siendo reemplazado por Lluís Companys.
Francesc Cambó (1876-1947) fue uno de los actores principales de la política catalana del primer cuarto de siglo. Dirigente de la LLiga regionalista, de carácter conservador, fue concejal de Barcelona, diputado en las Cortes y uno de los dirigentes de la coalición Solidaritat Catalana. Tras la huelga general de 1917 moderó más su ideario y entró en el gobierno de Maura. Aprobó el golpe militar del general Primo de Rivera y volvió a la política al proclamarse la República reorganizando la LLiga catalana (nuevo nombre de la LLiga regionalista) y siendo nuevamente diputado en 1933. Dio apoyo financiero a la rebelión militar en 1936 y se distanció del régimen de Franco tras la Guerra Civil. Autoexiliado, falleció en Buenos Aires.
Víctor Serge, "Adiós a Andreu Nin", en D. Cotterill, o.c., p. 145.
El socialismo en un solo país es la teoría de Stalin de que una sociedad socialista puede construirse dentro de las fronteras de un solo país, aportación incorporada al programa y a la táctica de la Internacional Comunista. Fue formulada por primera vez por Stalin a finales de 1924, polemizando con la teoría de la revolución permanente de Trotsky, tras la publicación de un artículo en Pravda (20 de diciembre de 1924) donde defendió por vez primera que la victoria del socialismo en un solo país es perfectamente posible y probable. Una amplia crítica de esta teoría fue desarrollada por Trotsky en La Internacional Comunista después de Lenin.
Víctor Serge, Memorias de un revolucionario, México, Ediciones El Caballito, 1974, p. 315.
En 1923 el general Primo de Rivera dió un golpe militar e instauró su dictadura, siendo rey Alfonso XIII, hasta enero de 1930, fecha en que se vio obligado a dimitir por la creciente oposición popular y la retirada de apoyo de sectores importantes de la burguesía y del ejército. Durante su mandato hubo una fuerte represión del movimiento obrero, especialmente de la CNT y de los grupos comunistas, todavía poco implantados en España.
Andreu Nin, Les dictadures dels nostres dies, LLibreria Catalonia, Barcelona, 1930.
Andreu Nin, Las dictaduras de nuestro tiempo, traducción del catalán de Rafael Marquina, Madrid, Ediciones Hoy, noviembre de 1930 (la edición española más reciente en Editorial Fontamara, Barcelona, 1977).
Bujarin, el líder de la Oposición de Derecha, se había alineado en 1923 con Stalin. A partir de 1927 se iniciaron sus divergencias con éste, especialmente tras la expulsión de la Oposición de Izquierda. Durante 1928-1929 los estalinistas iniciaron una campaña contra los derechistas, coincidiendo con su giro ultraizquierdista en política interior y exterior.
Víctor Serge, El nacimiento de nuestra fuerza, Madrid, Ediciones Hoy, abril 1931.
Según Víctor Serge, "para conseguir que le dejaran irse a España que estaba en revolución, dirigió al CC un verdadero ultimatum, escrito con tinta intrépida" (Memorias de un revolucionario, o.c., p. 315).
Víctor Serge, "Adiós a Andreu Nin", en D. Cotterill, o.c., p. 146.
Tras la firma del pacto de San Sebastián (agosto de 1930) se acordó con la colaboración de socialistas y de la CNT la preparación de una huelga general precedida de un pronunciamiento militar republicano. La falta de coordinación hizo que la guarnición de Jaca se sublevara días antes del 15 de diciembre, fecha convenida para toda España, lo que impidió el éxito de la operación. Los jefes de la sublevación de Jaca, los capitanes Fermín Galán y Angel García Hernández, fueron fusilados y encarcelados los dirigentes del Comité de Huelga (en su mayoría futuros ministros del gobierno provisional republicano).
Tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera (enero de 1930), Alfonso XIII nombró a Dámaso Berenguer (1878-1953), que era jefe de su Casa Militar, presidente del gobierno, cargo del que dimitió en febrero de 1931 dada la creciente oposición política y social. Fue sustituido por el almirante Aznar, cuyo gobierno convocó las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, tras cuyos resultados se proclamó la II República.
Carta de Andreu Nin a Trotsky de 23 de octubre de 1930. La correspondencia Nin-Trotsky (1930-1932) puede consultarse en La Revolution Espagnole (1936-1939), supplément a Études Marxistes nº 7-8, París, 1969, p. 79.
Carta de Andreu Nin a Trotsky de 2 de noviembre de 1930,La Revolution Espagnole (1936-1939), supplément a Études Marxistes nº 7-8, París, 1969, p. 80 (incluida en la obra de Pierre Broué La revolución española (1931-1939), Barcelona, Ediciones Península, 1977, p. 161).
La Revolution Espagnole (1936-1939)", o.c., p. 80.
Joaquín Maurín, Los hombres de la dictadura, Madrid, Cenit, 1930 (la edición española más reciente, con prólogo de Luis Portela, en Editorial Anagrama, Barcelona, 1977).
A. Nin, El proletariado español ante la revolución, Barcelona, Biblioteca Proletaria, 1931.
A. Nin, Las organizaciones obreras internacionales, Madrid, Dédalo, 1932 (edición española más reciente en Ediciones de la Torre, Madrid, 1977).
A. Nin, Los Soviets: su origen, desarrollo y funciones, Valencia, Cuadernos de Cultura LXV, 1932.
A. Nin, Manchuria y el imperialismo, Valencia, Cuadernos de Cultura LI, 1932.
A. Nin, Reacción y revolución, Barcelona, 1934.
A. Nin, Els moviments d'emancipació nacional, Barcelona, Edicions Proa, 1935.
León Trotsky, La situación real de Rusia (La plataforma de la Oposición), Barcelona, Editorial Apolo, 1931.
G. Plejanov, Crítica del Sindicalismo, Madrid, M.Aguilar editor, 1934.
L. Trotsky, Historia de la revolución rusa (La revolución de febrero), Madrid, Cenit, 1931.
Existe una versión castellana inédita de Wilebaldo Solano. La primera edición en castellano de Los movimientos de emancipación nacional fue publicada por Editorial Fontamara (Barcelona, 1977), que también editó la mayor parte de los artículos divulgativos de Nin sobre "el problema nacional" en el volumen La cuestión nacional en el estado español (Andreu Nin, Barcelona, 1977).
A. Nin, "Las lecciones de Octubre. Es necesario un partido revolucionario del proletariado", L´Estrella Roja, 1 diciembre 1934 (incluido en la recopilación de textos de Nin publicado con el título de Por la unificación marxista, Madrid, Castellote editor, 1978, p. 447).
Este folleto presentado por el comité ejecutivo del POUM se empezó a distribuir en marzo de 1936 por las ediciones de La Batalla. Fue reeditado en París en 1972 como suplemento de La Batalla. Puede consultarse en la recopilación de documentos del POUM La revolución española en la práctica (introducción y selección de Víctor Alba), Madrid, Ediciones Júcar, 1977, pp. 29-51.
Así se decía en La Batalla de 3 de enero de 1936.
Posteriormente la FOUS ingresaría en la UGT. Véase el artículo de Nin "¿Por qué los sindicatos de la FOUS ingresan en la UGT?", publicado en La Batalla de 23 de septiembre de 1936 (incluido en Por la unificación marxista, o.c., p. 513 y ss.).
Dicho pacto fue firmado por los partidos republicanos (Izquierda Republicana y Unión Republicana), el PSOE (en representación también de la UGT y las JJSS), el PCE, el Partido Sindicalista de Angel Pestaña y el POUM. La coalición electoral obrero-republicana obtuvo el 58% de los escaños, la derecha el 26% y el resto el centro. La izquierda se vio favorecida por el mismo sistema electoral que le perjudicó en 1933.
V. Alba, La revolución española en la práctica, o.c., p. 32.
Maurín fue elegido en la lista del Front d´Esquerres, pacto sellado en Barcelona el 4 de febrero de 1936 que se solidarizaba expresamente con el programa de la coalición del Frente Popular. El Front estaba formado por ERC, Acció Catalana Republicana, Partit Nacionalista Republicá d´Esquerra, Unió Socialista de Catalunya, Partit Català Proletari, Partit Comunista de Catalunya, Unió de Rabassaaires, PSOE y POUM.
A. Nin, "Después de las elecciones del 16 de febrero", La Nueva Era, segunda época, nº 2, febrero 1936 (incluido en La Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria. 1930-1936 (introducción y selección de Víctor Alba, Madrid, Ediciones Júcar, 1977).
En términos similares sobre la profundidad de la revolución española respecto a la rusa se refirió en su discurso en el Gran Price de Barcelona (6 de septiembre de 1936), incluido en Andreu Nin, Los problemas de la revolución española, Madrid, Ruedo Ibérico, 1977, p. 175.
La Batalla, 6 de agosto de 1936 (Pierre Broué, La revolución española (1931-1939), o.c., pp. 199-200).
Para Kurt Landau: "en oposición al carácter reaccionario del gobierno Largo Caballero, el Consejo de la Generalitat de Cataluña presenta un tipo original, aunque no duradero, de régimen de transición revolucionario pequeño-burgués (Wolf Bertram, La revolución española de 1936 y la revolución alemana de 1917-1918, según referencia de Pierre Broue, o.c., p. 85)
Conferencia de Andreu Nin en Radio POUM sobre los tribunales populares y la justicia revolucionaria, publicado en La Batalla de 17 de octubre de 1936 (incluida en la recopilación Por la unificación marxista, o.c., p. 537)
La Batalla, 15 de octubre de 1936.
"Resoluciones aprobadas en el pleno ampliado del Comité Central del POUM celebrado en Barcelona los días 12 al 16 de diciembre de 1936", Barcelona, Editorial Marxista, 1936 (incluido en La revolución española en la práctica, o.c., p. 108).
"Viejos y jóvenes", discurso pronunciado en el mitin de la Juventud Comunista Ibérica (POUM) celebrado en el Gran Price de Barcelona el 30 de enero de 1937 y reseñado en Juventud Comunista (Andreu Nin, Los problemas de la revolución española, o.c., p.188).
La Révolution Espagnole, o.c., p. 133 y ss.
La Batalla, 4 de mayo de 1937.
La Batalla, 13 de mayo de 1937, resumen de la resolución del comité central del POUM (citado por Burnett Bolloten, La guerra civil española: revolución y contrarrevolución, Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 700). El texto de la resolución de 12 de mayo de 1937 del comité central del POUM, sobre el significado y alcance de las Jornadas de Mayo frente a la contrarrevolución, puede consultarse en la recopilación de Víctor Alba, La revolución española en la práctica (Documentos del POUM), Madrid, Ediciones Júcar, 1977, p. 155 y ss.
La referencia a las Jornadas de Julio evoca las manifestaciones armadas de primeros de julio de 1917 en San Petersburgo. Esas manifestaciones fueron el resultado del creciente descontento de las masas populares, obreros y soldados, ante las noticias de una importante ofensiva militar, la progresiva desintegración de la disciplina militar y la negativa de mencheviques y socialistas-revolucionarios a romper con los partidos burgueses y asumir el poder apoyándose en los soviets. Los bolcheviques valoraron que todavía no estaban maduras las condiciones para la insurrección, debido al desigual desarrollo del proceso revolucionario en el resto de Rusia, pero participaron en las manifestaciones para no abandonar a los trabajadores en su previsible derrota y favorecer una retirada lo más ordenada posible que permitiera preparar posteriormente la lucha por el poder.
A. Nin, Los problemas de la revolución española, o.c., p. 206 y ss.
Max Rieger, Espionaje en España, Barcelona, Ediciones Unidad, 1938, pp. 25, 26 y 33.
En Las Noticias del 22 de junio de 1937 (reproducido en Max Rieger, o.c., pp. 26, 27 y 34).
J. Hernández, Yo fui un ministro de Stalin, Madrid, G. del Toro editor, 1974.
Recogido en el informe de la Dirección General de Seguridad de 19 de agosto de 1937, a petición del Juez Especial, que llegó al citado Juzgado el 8 de septiembre (El proceso del POUM (junio 1937-octubre 1938). Documentos judiciales y policiales , Barcelona, Editorial Lerna, 1989, pp. 111-114).
Transcripción del supuesto texto cifrado (El proceso del POUM, o.c., p. 113).
Max Rieger, Espionaje en España (prefacio de José Bergamín, traducción de Lucienne y Arturo Perucho), Barcelona, Ediciones Unidad, 1938.
José Bergamín (1895-1983) perteneció a la llamada generación de 1927 y fue autor de numerosos libros de poesía y ensayo. En 1933 fundó la revista Cruz y Raya, de notable influencia en los círculos literarios. Católico militante, durante la Guerra Civil fue un fiel compañero de viaje del Partido Comunista. Entre otras cosas en el prólogo de José Bergamín a Espionaje en España se dice que "la organización trotskista española del POUM se reveló por la traición de mayo de 1937, como una eficacísima instrumentación fascista dentro del territorio republicano (...). Los sucesos de mayo en Barcelona, revelaron al POUM y a sus directivos como un pequeño partido que traicionaba. Pero la discriminación de estos sucesos ha demostrado que no era tal partido sino una organización de espionaje y colaboración con el enemigo; es decir, no una organización en convivencia con el enemigo, sino del enemigo mismo, una parte de la organización fascista internacional en España (...). Defender al trotskismo español, como a los trotskistas españoles procesados por delitos tales, es pasarse al enemigo; y cuando eso se hace debe tenerse la sinceridad moral de decirlo". Por otra parte Bergamín señala: "No hace mucho tiempo algunos intelectuales franceses pedían por telégrafo, con ansiosa urgencia, al gobierno popular español, medidas que garantizasen la defensa de tales procesados. Pedían formalidades jurídicas. A un gobierno que, prácticamente, las lleva con exceso y que, en este caso concreto, lo viene demostrando, diríamos que exageradamente". Y ya en la parte final Bergamín concluye que "la guerra española dio al trotskismo internacional al servicio de Franco, su verdadera figura visible de caballo de Troya".
Víctor Serge, Memorias de un revolucionario, o.c., p. 389.
Como se ha señalado en la nota inicial, este texto fue escrito en 1970. En este mismo libro se incluye el texto "La larga marcha por la verdad sobre Andreu Nin", escrito en 1993, donde se analizan las revelaciones obtenidas a partir de materiales localizados en los archivos de la Internacional Comunista y del propio KGB, que fueron dados a conocer al mundo por el documental Operación Nikolai.
J. Hernández, o.c., p. 178.
J. Hernández, o.c., p. 179.
J. Hernández, o.c., p. 181.
J. Hernández, o.c., p. 183.
León Trotsky, "El asesinato de Andreu Nin por los agentes de la GPU" (8 de agosto de 1937), incluido en L. Trotsky, La revolución española, vol. 2, Barcelona, Editorial Fontanella, 1977, p. 130-132. Se incluye el texto completo en anexo documental de este libro. Existe texto no totalmente coincidente en Cotteril, o.c., pp. 143-144, que hace referencia a que Nin defendía "los intereses del pueblo catalán y español".
Intervención de Marceau Pivert en el homenaje internacional a Nin celebrado el 24 de junio de 1954 en el Museo Social de París. Texto recogido en La Batalla nº 123, de 25 de julio de 1954.
Carta de Albert Camus excusando su asistencia al homenaje internacional a Nin celebrado el 24 de junio de 1954 en el Museo Social de París. El texto completo del mensaje, que fue publicado en La Batalla nº 123, de 25 de julio de 1954, es el siguiente: "Estimados camaradas: Por razones familiares, no me será posible estar en París a fines de junio. Espero, pues, que me excusaréis de no poder estar a vuestro lado el día del mitin. La indignación que he sentido siempre ante el asesinato de Andreu Nin se ha acrecentado después de la lectura del libro de Jesús Hernández [Se refiere a Yo fui un ministro de Stalin]. La seudorevolución estaliniana asesinó ese día al verdadero espíritu revolucionario. Es por eso que la muerte de Andreu Nin señala un viraje en la tragedia del siglo XX, que es el siglo de la revolución traicionada. Decid todo esto de mi parte y creed en mis sentimientos fraternales."
El discurso, pronunciado el 30 de enero de 1937 está incluido en A. Nin, Los problemas de la revolución española, o.c., pp. 185 y ss.

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, 1998

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