viernes, febrero 29, 2008

Cuba en transición: del socialismo al socialismo.


Raúl Castro puede carecer del carisma de su hermano pero en la Asamblea Nacional
ha vuelto a demostrar un lenguaje claro,sencillo y fácil. A partir de ahora, habrá que seguir atentamente el devenir de una Revolución que sigue empeñada en poner en primer plano su plena independencia, el control de su destino y la justicia social.
El anuncio de Fidel Castro y la posterior designación de su hermano Raúl como presidente del Consejo de Estado han acaparado la atención mundial de los medios, que no dejan de especular sobre el sentido de las declaraciones de los hermanos Castro. Desde Cuba y conocedores de su realidad, los analistas José Miguel Arrugaeta y Joseba Macías valoran los últimos acontecimientos en la isla caribeña.
Novedades en Cuba? ¿Transformación del sistema? ¿Cambios? La constitución este domingo de la Asamblea Nacional no ha defraudado a nadie. Mientras la mayoría de los periodistas de todo el mundo desplazados a La Habana centraban su atención en el nombramiento de Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado, la sesión iba bastante más allá. El perfeccionamiento del modelo actual bajo los parámetros de la independencia nacional parece ser la idea esencial. Y transitar del socialismo actual (matizable pero socialismo al fin) a un socialismo mejor, la hoja de ruta. ¿Una revolución dentro de la Revolución? Todo parece indicar que sí y que en los próximos meses esta isla va a conocer importantes cambios estructurales.

«Muestra a pequeña escala»

Domingo 24 de febrero, diez de la mañana. Con una puntualidad más británica que caribeña comienza la sesión constitutiva de la Asamblea Nacional (Parlamento cubano) con la presencia física de 608 de los 614 diputados electos. Ambiente de tranquilidad en un hemiciclo en el que también están presentes decenas de invitados y una multitud considerable de periodistas internacionales a la caza y captura del scoop no por improbable menos esperado.
Lo señala un Raúl Castro (vestido de civil) en su discurso final: «Esta es una muestra en pequeña escala de la sociedad cubana». Sociológicamente es cierto: 219 mujeres (43,18%), 175 trabajadores productivos, 65 educadores, 30 médicos y trabajadores de la salud, 10 deportistas, 42 hombres y mujeres del mundo de la cultura… Por cierto, muy pocos abogados, perfil profesional que «inunda» otros sistemas parlamentarios. En definitiva, razas, géneros, edades, profesiones y orígenes territoriales representadas con exquisito equilibrio. Conviene recordarlo: ninguno de estos cargos electos cobra nada por el desempeño de su función ni está amparado por inmunidad alguna. Sigue la sesión.
Toma la palabra la parlamentaria más joven, una muchachita de 18 años proveniente de la zona oriental del país.
Sus palabras son claras, directas: «Si no cumplimos con nuestro juramento, que nos lo reclamen nuestros electores».
Los incumplimientos no quedan entonces en manos de figuras anónimas y simbólicas como Dios, el Pueblo o la Historia. Tarea de los electores directos. Sería bueno tomar nota para determinados mecanismos de democracia representativa. Continúa la larga sesión en la que, uno a uno, todos los cargos electos van depositando su voto (individual y secreto) para la designación del nuevo ejecutivo.

Sistema de votación

Una vez más, la consigna oficial propone votar de manera colectiva la lista que presenta la Comisión Electoral Nacional, en la que será su última tarea antes de la constitución de la nueva Asamblea. Una vez más, no todo es tan «unánime»: de los 609 diputados que ejercen su derecho al voto (los 608 presentes más Fidel Castro que vota de manera delegada), la inmensa mayoría opta por la propuesta planteada. Pero hay varios diputados que prefieren establecer un criterio selectivo. Raúl Castro obtiene la totalidad de los 609 votos. Sin embargo, Ramón Machado Ventura, un histórico médico de la guerrilla de 76 años que ha sido propuesto como primer-vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, saca 601 votos. Incluso se da el caso de un diputado (o diputada) que establece un criterio selectivo a la hora de apoyar a los nuevos miembros del Consejo. De esta forma, algunos son designados con el 100% del escrutinio mientras otros obtienen el 99,60%, es decir, no cuentan con el apoyo de este peculiar «disidente».
Es una anécdota no menor para un 24 de febrero lleno de referencias históricas de rebeldía: el mismo día pero de 1895, se iniciaba la «guerra necesaria» organizada por José Martí; hace exactamente cincuenta años salía al aire la mítica Radio Rebelde fundada por el Ché en Sierra Maestra; y en 1975, se aprobaba la actual Constitución socialista que rige el país. Como para que no haya dudas.

¿Nueva Dirigencia?

¿Una dirigencia adecuada a las nuevas necesidades? El Consejo de Estado designado parece formarse en claves de continuidad: Raúl Castro al frente y Ramón Machado –poco conocido en el exterior pero muy reputado entre los cubanos por la seriedad y rigurosidad en el ejercicio de sus responsabilidades pese a su poco carisma público– como primer vicepresidente.
Junto a ellos, la generación que hizo la Revolución representada en los comandantes Guillermo García, Juan Almeida y Ramiro Valdés; los históricos Colomé Ibarra o José Ramón Balaguer; «pesos pesados» del Partido o el Estado como Esteban Lazo o Miyares… Y junto a ellos, pese a los interesados silencios de buena parte de la prensa occidental, representantes de las nuevas generaciones, Carlos Lage (uno de los vicepresidentes designados), Felipe Pérez Roque, Carlos Valenciaga… Una vez más, una combinación de la generación del 59 y el apoyo en otros más jóvenes.
La pregunta es lógica: ¿cuál es la razón que explicaría este aparente equilibrio, esta particular unión de voluntades y legitimidades? La respuesta está en el propio discurso de Raúl que, entre otras cuestiones, mostraba al mundo que todas las medidas en estudio o que se proponen están siendo meditadas, cotejadas y decididas por un amplio colectivo de personas.

Un programa para el futuro

Raúl Castro puede carecer del carisma de su hermano pero en su intervención de este domingo cerrando la sesión de la Asamblea Nacional ha vuelto a demostrarnos un lenguaje claro, sencillo y fácil de entender. En siete páginas y algo más de media hora ha presentado algo parecido a un programa de gobierno que, a estas horas, está ya siendo analizado con lupa en distintas cancillerías y redacciones. Una línea de trabajo, decíamos, totalmente meditada.
¿Cuáles son las propuestas del nuevo presidente de la Cuba revolucionaria? Como prioridad, tener muy en cuenta las opiniones vertidas por millones de cubanos en las asambleas que se han venido desarrollado a lo largo y ancho del país en los últimos meses. Y comenzar a tomar medidas al respecto. Eso sí, con dos premisas fundamentales: la primera, la consulta permanente a Fidel, que sigue siendo el líder de la Revolución y asesor central del proceso (lo cual se ha convertido además en un mandato legal por voto unánime de la cámara) y la segunda, la consideración básica de que todo cambio se inscribe en el perfeccionamiento del socialismo y la defensa de la independencia.
Pero sus palabras no se han quedado en una declaración general sujeta a interpretaciones diversas, y se ha referido a cosas muy concretas.
Una profunda y estudiada reforma del aparato estatal y del Gobierno que favorezca la eficacia, la descentralización y reduzca sustancialmente la burocracia.
Mecanismos económicos que tiendan a eliminar subvenciones y gratuidades huyendo del igualitarismo en la búsqueda de verdaderos elementos de justicia y equilibrio social (interesante reflexión que plantea que el socialismo no es homogeneización). En este ámbito habría que situar propuestas como una posible y cercana abolición de la libreta de abastecimiento o la revisión paulatina de la doble circulación monetaria, de acuerdo a la base económica real.
La eliminación de regulaciones y prohibiciones de todo tipo en el campo de derechos y libertades que carecen totalmente de sentido en la Cuba de 2008 y que molestan de manera especial a la ciudadanía.
El nuevo presidente de la República anuncia que algunas de ellas se derogarán en las próximas semanas y otras de forma gradual de acuerdo a sus implicaciones y contextos.
Y todo ello, lo señala el propio Raúl Castro en su intervención, desde la consideración última de que no hay que tenerle miedo a la discrepancia, a la crítica o al debate. Sin ingenuidades, claro, pero sin miedos internos.

Sin improvisación

Y para no dejar nada al azar o la improvisación, Raúl afirma que se realizará una amplia política de consenso, discusión y consultas para todos los cambios esenciales a desarrollar en los próximos meses, planteando incluso la consulta popular en aquellas transformaciones que lo requieran por su trascendencia.
Y esta muestra de voluntad democrática no es mera curiosidad ahora que oímos hablar tanto de voluntad popular, pero en abstracto.
Estas son algunas de las cuestiones esenciales al cierre de esta intensa jornada y, a
partir de ahora, habrá que seguir atentamente el devenir de una Revolución que, por encima de luces y sombras, sigue empeñada en poner en primer plano su plena independencia, el control de su destino y la justicia social. Lo que no es poco en estos tiempos

José Miguel ARRUGAETA y Joseba MACÍAS

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