sábado, noviembre 18, 2017

Venezuela, defol económico y político



Standars & Poors acaba de declarar el defol selectivo de la deuda soberana del Estado venezolano. Las calificadoras Finch y Moodys, por su parte, ya habían declarado en idéntico estado a la petrolera estatal PDVSA.

Venezuela debe unos 150.000 millones de dólares, de los cuales el 60% son bonos de la petrolera PDVSA. Sus reservas suman, hoy, apenas, 9.500 millones de dólares. En lo que resta del año debe pagar 1470 millones de dólares.
Aún en estas circunstancias, el régimen de Maduro ha vuelto a afirmar su voluntad y disposición de seguir pagando la deuda. Venezuela ha sido un pagador serial y el presidente, una vez conocida la noticia del defol, se ha jactado de haber abonado 71.000 millones de dólares en los últimos cuatro años. Estos pagos se han hecho sobre la base de una enorme sangría del país, sacrificando la importación de medicamentos, alimentos y otros productos básicos, Si no ha podido continuar con este proceso es simplemente porque las arcas han quedado vacías y no porque haya un viraje de la política oficial.
El régimen bolivariano ha intentado abrir una tratativa para reprogramar los pagos. Una comisión presidencial y tenedores de bonos de la deuda celebraron en Caracas el primer encuentro para la renegociación y reestructuración de la deuda, pero dicha tentativa no ha tenido ningún resultado concreto. Entretanto, incluso después de alguna incertidumbre, el gobierno venezolano depositó el dinero correspondiente a la amortización de títulos de PDVSA, uno de los principales compromisos que tenía por delante por el monto que estaba involucrado. Los títulos de la deuda, por lo que transcendió en los medios especializados, han quedado concentrados en manos de grandes especuladores y fondos buitre que compraron los bonos a precios de liquidación y obtuvieron ganancias siderales en un par de semanas o días. Los operadores fínancieros, por otra parte, especulan también con la parte no cancelada de la deuda, apostando al cobro de seguros contra defol, cuyos mecanismos se activan una vez que se declara la cesación de pagos.

Fracaso y escalada

Pero el fracaso de las negociaciones tiene que ver más con razones políticas que específicamente económicas. El imperialismo condiciona cualquier compromiso a un acuerdo político, en el marco de una mediación internacional donde se establezcan los términos de una transición política controlada que culmine con la salida de Maduro.
Viene al caso señalar que el Departamento del Tesoro estadounidense informó que estudiará permitir nuevas negociaciones con deuda venezolana si está aprobada por la Asamblea Nacional (AN). Esta directiva del Tesoro fue emitida horas después de que la MUD (coalición opositora derechista) y el gobierno anunciaran una nueva tanda de negociaciones en República Dominicana.
Recordemos que la Casa Blanca viene redoblando su presión económica, prohibiendo que los bancos estadounidenses operen con nuevos bonos venezolanos más allá de los que están en circulación, así como su negociación en el mercado de valores. Esto implica quitarle al gobierno venezolano una de sus pocas fuentes de financiación. El cerco se ha ampliado con nuevas sanciones de la Unión Europea. La Asamblea Constituyente amañada de Maduro ha aprobado las propuestas del gobierno a favor de una renegociación, pero no cuenta con reconocimiento internacional, de modo tal que para poder efectivizarlas, necesita inexorablemente del aval de la Asamblea Nacional. Esto sería, sin embargo, una desautorización de la Constituyente y un golpe a toda la ingeniería política ensayada por el chavismo.

Límites

El régimen bolivariano ha tropezado con sus límites políticos. Los “éxitos” del gobierno alcanzados con la consagración de la Constituyente y luego con los resultados de las elecciones regionales, no bastan sino son acompañados por una política capaz de abrir un nuevo horizonte al país y sacarlo de la catástrofe en que está sumergido. La situación económica y social es insostenible. El PBI se ha contraído el 25%. La producción petrolera ha caído en picada y por primera vez ha descendido por debajo de los 2 millones de barriles diarios. El país ha entrado en hiperinflación con un nivel récord del 50% mensual que, proyectado al año, asciende a 1.000%. El ingreso promedio, si se toma el salario y las asignaciones alimentarias que otorga el gobierno, asciende a 40 dólares. Y es aún menor con el nuevo salto inflacionario. El gobierno de Maduro viene de otorgar un aumento del 30%, que es una burla en medio de semejante carestía.
El chavismo lo único que ha hecho es continuar con el rumbo que condujo al actual desastre. La recuperación de la iniciativa política y la división y retroceso que vive la oposición no ha sido utilizada por el chavismo para impulsar un giro económico y político. Lejos de ser una fuente para promover una transformación social y crear una nueva realidad, la Constituyente prolonga una agonía que agrava la desorganización económica y pavimenta el camino para un estallido. A término, este impasse del régimen chavista dejaría como única salida un golpe militar.

Rusia y China

En medio de este escenario, Maduro ha intensificado sus contactos con Moscú y Pekín en la búsqueda de un socorro financiero. Aunque el gobierno ha hecho una alharaca sobre el compromiso que acaba de alcanzar con Rusia, omite señalar el carácter leonino del acuerdo. El gobierno avanza en la privatización petrolera y pionera, entregando la cuenca del Orinoco y otros activos a la petrolera rusa Rosneft. Aún así, la refinanciación de 3.000 millones de dólares, que se jacta de haber logrado el gobierno venezolano, será a cuentagotas.
Ni Rusia ni China están dispuestas a patear el tablero del sistema financiero internacional, dominado por el gran capital, al cual están integrados y del cual son dependientes. Por lo pronto, la calificadora china Dragong Global informó que decidió colocar la calificación crediticia de Venezuela en su lista de revisiones negativas debido al deterioro de la economía y finanzas del gobierno nacional.
En este contexto, el gobierno de Trump está ajustando el torniquete contra Maduro, en el marco de las amenazas de dar por concluido el deshielo con Cuba y de ruptura del acuerdo con Irán y de una escalada del régimen saudita y sionista contra éste. El cálculo que hace la Casa Blanca es que esta asfixia económica y financiera terminará de dar su resultado y forzar a un recule al chavismo. Por lo pronto, la oposición ha decidido no asistir a la ronda de negociaciones previstas en República Dominicana planteando que no habían sido invitados los cancilleres de otros países, que debían de oficiar de “mediadores” en el “diálogo”. Esto ha ido acompañado de nuevas amenazas de sanciones por parte de las potencias imperialistas. Un grupo de presidentes latinoamericanos, encabezados por Macri, vienen abogando por proceder a un embargo petrolero contra Venezuela.

Polo independiente

En Venezuela, hay tendencias, activistas y dirigentes clasistas, que podrían ser la base de un polo independiente de la clase obrera, que están bloqueados por los partidos de izquierda, prisioneros de los partidos patronales. Oscilan entre un seguidismo al nacionalismo burgués que pretenden reconstruir o ser tributarios de la derecha. La situación desesperante pone en el orden del día un programa de salida de la clase obrera que pase por un régimen de nacionalizaciones estratégicas y de control y gestión obrera para salir de la hecatombe económica y, por lo tanto, un gobierno de trabajadores. La deuda usuraria debe ser repudiada y los recursos que produce el país, empezando por los petroleros y mineros, deben ser colocados al servicio de un plan de industrialización y de satisfacción de las necesidades sociales. El punto de partida para ello es la independencia y ruptura política con los bloques patronales en presencia.

Pablo Heller

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