sábado, noviembre 10, 2018

¡Demasiado tarde para ser pesimistas!



Informe del GIEC sobre el clima

Sin sorpresas, el informe especial del GIEC sobre el calentamiento de 1,5°C máximo confirma que el impacto del cambio climático antrópico es terrible y se ha subestimado tanto en el plano social como en el medioambiental.
El calentamiento de 1°C que sufrimos ya es suficiente para causar canículas, sequías, inundaciones, ciclones cada vez más violentos, etc. Estos dramas dan la medida de lo que nos espera si el calentamiento no se detiene más rápido. La catástrofe ya no es evitable pero todavía es posible e indispensable limitarla al máximo.

Todo pendiente por hacer para no superar 1,5°

El informe no deja ninguna duda: un calentamiento de 2°C sería mucho más grave de lo que se había pensado hasta ahora. Un calentamiento inferior a 1,5°C como consta en el Acuerdo de París (bajo presión de los Estados insulares, de los países menos avanzados, de científicos y científicas, del movimiento contra el cambio climático), limitaría muchísimo los daños. Así que se debe hacer todo para que este límite sea respetado.
El informe GIEC considera que será extremadamente difícil, incluso imposible, aunque se recurra masivamente a las “tecnologías de emisiones negativas” y a la geoingeniería. El informe habla de una “superación temporal” del objetivo de París, seguido de un enfriamiento en la segunda mitad de siglo gracias a estas tecnologías.
Este escenario es enormemente peligroso. En primer lugar, las tecnologías planificadas son hipotéticas y sus desconocidos efectos podrían ser muy negativos. En segundo lugar, la situación es tan grave que una superación temporal podría ser suficiente para provocar cambios de gran amplitud que el posterior enfriamiento (¡a condición de que sea posible!) sería incapaz de anular. La mayor amenaza de este tipo, sin duda, es el temido retroceso de los gigantescos glaciares Thwaites y Tottenen en la Antártida: ellos solos podrían hacer subir el nivel de los mares alrededor de cuatro metros.

Cada tonelada de co2 cuenta

“Cada tonelada de CO2 cuenta” dicen los científicos. De hecho, cada tonelada cuenta. Salvar el clima supone dejar de emplear combustibles fósiles lo antes posible y completamente. Pero entonces, ¿por qué los expertos no contabilizan las emisiones debidas a la producción y al consumo de cosas tan nocivas como las armas?
La industria militar estadounidense envía a la atmósfera todos los años alrededor de 80 millones de toneladas de CO2. Hay que añadir 70 millones de toneladas emitidas por el Departamento de Defensa de EE UU , sin contar las emisiones de centenares de bases en el extranjero... así como las de los países aliados o rivales. Los expertos no dicen ni una palabra... No obstante, el militarismo es una locura que la humanidad no se puede permitir a la hora del cambio climático; ¡ahora menos que nunca! A los productos nocivos, conviene añadir los productos inútiles: tanto si pensamos en la obsolescencia programada, en los artículos desechables, como ¡en los miles de kilómetros que las mercancías o las piezas de recambio recorren con el único fin de optimizar las ganancias de las compañías multinacionales!
Además, tenemos a mano un medio eficaz y completamente inocuo para comenzar a eliminar inmediatamente CO2 de la atmósfera: la agroecología. Una agricultura campesina basada en la soberanía alimentaria tiene, de hecho, el potencial de fijar grandes cantidades de carbono en el suelo al mismo tiempo que asegura una alimentación sana y de calidad. Es la única tecnología de emisión negativa que resulta aceptable e ¡incluso deseable!

La ciencia sesgada por la lógica del beneficio

Puesto que “cada tonelada cuenta” tiene que tener prioridad ab abandonar las producciones inútiles, prohibir los productos nocivos y romper con el agronegocio que destruye la biodiversidad y contamina nuestros organismos. Sin embargo, sobre los dos primeros puntos, el GIEC ni los cita. Este silencio no es casualidad: deriva de los escenarios de la evolución de la sociedad que sirven de base a las proyecciones climáticas. El quinto informe lo ponía negro sobre blanco: “Los modelos climáticos presuponen mercados que funcionan plenamente y un comportamiento del mercado competitivo”. En este marco neoliberal, cualquier traba a la libertad del capital está prohibida.
La habilidad del GIEC es imprescindible e infinitamente valiosa cuando se trata de evaluar el fenómeno físico del cambio climático. Al contrario, sus estrategias de estabilización son sesgadas porque la investigación está cada vez más sometida a los imperativos capitalistas del crecimiento y el beneficio en todas partes. El escenario de una superación temporal de 1,5°C con el mantenimiento de la [energía] nuclear y el despliegue de las tecnologías de emisiones negativas, incluso experiencias de agroingeniería dignas de aprendices de brujos, está dictado principalmente por estos imperativos.
El informe del GIEC sobre los 1,5°C servirá de base para las negociaciones de la COP24 a finales de año. Supuestamente están pensadas para subsanar la fosa entre el 1,5°C máximo decidido en París y los 2,7°C a 3,7°C proyectados sobre la base de los compromisos actuales de los gobiernos. Los capitalistas y sus representantes políticos tienen puesto el pie sobre el freno: para ellos, no es cuestión de dejar en el subsuelo las enormes reservas de carbón, petróleo, gas natural; ni de romper con el neoliberalismo, ni desarrollar el sector público y socializar el sector energético para planificar la transición más rápida posible hacia un sistema 100% renovable con justicia social y climática. Al contrario, existe un gran riesgo de que las hipotéticas tecnologías de emisión negativa sirvan de pretexto para debilitar aún más el objetivo de reducción de las emisiones.

¡Rebelémonos!

“Cada tonelada no emitida cuenta . Pero, ¿quién hace las cuentas?, ¿en base a qué prioridades sociales?, ¿al servicio de qué necesidades?, ¿quién las determina y cómo? Hace un cuarto de siglo que las cuentas las hacen los gobiernos al servicio de la patronal con desprecio a la verdadera democracia. El resultado es conocido: más desigualdades, más opresión y explotación, más destrucción medioambiental, más apropiación de los recursos naturales por los ricos, más víctimas del hambre... y una amenaza climática más grande que nunca. Ya es hora de cambiar las reglas del juego.
Es necesaria y urgente una potente movilización global de los movimientos ambientalistas, sindicales, campesino, feministas e indígenas. Ya no es suficiente indignarse y hacer presión sobre quienes deciden. Hay que rebelarse, construir convergencias de luchas, salir a la calle por millones o decenas de millones, bloquear las inversiones fósiles, los acaparamientos de tierras y el militarismo. El 2 de diciembre se celebrará en Bruselas una gran manifestación y los activistas llaman a una huelga en defensa del clima.
Los gobiernos neoliberales son incapaces de controlar y atar la locura productivista. Es necesario que empecemos a ponernos a la tarea con nuestras propias manos, en la base. Organicémonos sindicalmente en los lugares de trabajo para controlar y denunciar el despilfarro capitalista, seamos consumidores que invierten en apoyo a las campesinas y campesinos, echemos las bases de prácticas sociales alternativas que se salgan del marco capitalista...
La cuestión climática es una importante cuestión social. Las personas explotadas y oprimidas son las únicas capaces de aportar respuestas conforme a sus intereses. Nadie lo hará e su lugar.
Es demasiado tarde para ser pesimistas Como dice un personaje de una famosa película: “La única cosa que aún podemos decidir, es qué vamos a hacer con el tiempo que nos queda” . Ecosocialismo o barbarie: esta es la elección que se perfila cada vez más claramente. ¡Nuestro planeta , nuestras vidas, la vida, valen más que sus beneficios!

Daniel Tanuro
Viento Sur
Texto original en francés
Traducción viento sur

No hay comentarios.: