jueves, noviembre 29, 2018

Un gobierno quebrado, un G20 fracturado



Los negociadores y redactores de los países del G20 prevén una “breve” declaración final, que disimule los antagonismos económicos, políticos y militares

Cuando a Mauricio Macri le encomendaron la organización de la cumbre de presidentes del G20, imaginaba, con seguridad, un escenario muy diferente al actual. Tanto para el G20 como para su propio gobierno.
Si Macri guardaba alguna esperanza de que la reunión de Buenos Aires redujera en alguna medida las disidencias entre sus miembros, los últimos acontecimientos han borrado esta posibilidad. La reunión de Buenos Aires tendrá como telón de fondo la acentuación de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Como “aperitivo” para la cumbre de estos días, Trump anunció la suba de aranceles a productos de China que hoy representan 200.000 millones de dólares de importaciones desde ese país. La reunión viene precedida también por el acuerdo entre la premier británica Theresa May y la Unión Europea respecto de los términos del “Brexit”, cuyo debate en el parlamento de aquel país ya ha colocado en la picota a su gobierno. Finalmente, y a horas de la “cumbre” de Buenos Aires, ha estallado un grave conflicto entre Ucrania y Rusia por el apresamiento de tres naves de aquel país. Esta crisis podría conducir a que naufrague la reunión bilateral prevista entre Trump y Putin en Buenos Aires. Mientras tanto, los negociadores y redactores de los países del G20 prevén una “breve” declaración final, que disimule los antagonismos económicos, políticos y militares. Del lado del “proteccionista” Trump, su partida de Estados Unidos hacia Argentina ha sido acompañada por el anuncio de cierre de varias plantas de General Motors en aquel país. Significativamente, los directivos de GM le achacan la crisis... al proteccionismo oficial. Es que las represalias internacionales le han cerrado mercados a este pulpo, al tiempo que se han encarecido sus importaciones. Estos anuncios, junto a la evidencia de un desinfle bursátil, anticipan el final de la frágil recuperación económica de la primera parte del gobierno Trump. Guerra comercial, militarismo y guerras lisas y llanas. Este es el escenario del G20, que tiene como anfitrión a Mauricio Macri.

Y por casa…

A este G20 en crisis, Macri no tiene para aportarle más que la realidad de un régimen quebrado, que sobrevive con el pulmotor del FMI. En los días previos a la cumbre, el gobierno Cambiemos ni siquiera pudo exhibir la “paz cambiaria” que había logrado en las últimas semanas, al costo, claro está, de remunerar a los especuladores en pesos con intereses astronómicos y -por ende- paralizar la economía.
La nueva corrida hacia el dólar ha estado acompañada por una fuerte suba del riesgo país -o sea, por la manifiesta desconfianza del capital internacional respecto del rumbo del programa económico oficial. Aún con tasas de interés superiores al 60%, los especuladores abandonan sus colocaciones en pesos. Por un lado, se teme a la bola de nieve insostenible de la nueva deuda del Banco Central, que se renueva cada siete días a un ritmo explosivo y, por el otro, está muy claro que Argentina sólo cuenta con el financiamiento ya pactado con el FMI, y del cual no quedará un peso en 2020. Finalmente, los ‘mercados’ toman nota de las encuestas favorables a Cristina Kirchner en las elecciones del año que viene. Pero la respuesta del kirchnerismo a esta corrida no se hizo esperar: a quien quiera oírlos, Kicillof y Cristina salieron a dar garantías de que no patearán el tablero del FMI y, con él, al edificio ajustador que el macrismo ha pergeñado con la excusa de evitar un default.
Pero la lista de los motivos que -según los analistas financieros- explican la fuga de capitales es más larga y sirve para radiografiar todo el alcance de la crisis de régimen. En estas horas, la crisis de los cuadernos ha llevado al procesamiento del pope mayor de la burguesía argentina, Paolo Rocca (Techint). La concurrencia de la “patria contratista” al banquillo de los acusados le ha asestado un golpe feroz a la participación de la burguesía nacional en la obra pública. Y es aquí donde vuelve a ingresar la cuestión del G20 y la lucha de buitres por la recolonización del país. Los voceros oficialistas presentan a un Macri que, aprovechando su condición de anfitrión, cerraría acuerdos ventajosos con Trump, por un lado, y el presidente chino Xi Jinping, del otro. Pero lo cierto es que el macrismo será un rehén de la guerra comercial entre los dos bloques y, naturalmente, de su propia bancarrota económica. El gobierno argentino ha anticipado acuerdos de inversión con China, entre ellos, la reactivación del proyecto para la central atómica Atucha III. A la concreción de este proyecto se encuentra condicionada la posibilidad de reducir el déficit comercial argentino con aquél país, por un lado, y de sostener la “cuenta corriente” (swap) con la cual China aporta a las reservas del Banco Central, del otro. Pero Trump ha salido al choque con estos acuerdos, señalando al gobierno argentino la “inconveniencia” de avanzar con ellos. Estados Unidos, a su turno, domina la parada en el directorio del FMI, de cuyos recursos depende no llevar a la deuda argentina -que ya representa el 90% del PBI- a la cesación de pagos. La guerra comercial internacional se ha metido de lleno en la Argentina y divide al propio gobierno: mientras “FMI” Dujovne desaconseja los préstamos chinos, el secretario de Energía pretende avanzar con ellos. La alforja del G20, como se ve, es otro factor de crisis política.

Los trabajadores

Pero en estos días, no sólo los especuladores o la burguesía industrial han colocado la lupa sobre el gobierno. El G20 también ha estado precedido por importantes intervenciones obreras, como se ha visto en el paro de Aerolíneas, en Siam, en el parazo de Firestone contra los despidos; en la gigantesca movilización de las enfermeras y enfermeros, en las movilizaciones de los colegios terciarios de Capital y Buenos Aires, así como en la enorme movilización piquetera que encabezó el Polo Obrero bajo los helicópteros norteamericanos que sobrevolaban el cielo porteño. En este cuadro, el fracaso de la superfinal entre River y Boca ha contribuido con lo suyo a la crisis política, al desnudar una aguda pugna al interior del aparato represivo del Estado -el mismo que tendrá que dar cuenta de la inquietud popular contra el ajuste. La marcha de este viernes por el G20 se inscribe en esta tendencia de lucha, de la cual, como ocurre en todos los anteriores episodios, ha desertado la burocracia sindical. Pero también ha desertado el kirchnerismo en masa, tanto político y sindical como “social”. El defol de lucha de la CGT, con la complicidad de las organizaciones sociales opositoras, abre un período importante de luchas por abajo contra la virtual tregua electoral ya en marcha. El gigantesco operativo represivo, que paralizará la Ciudad el viernes 30, apunta a presentar una ficción de “orden” o disciplina social, por parte de un gobierno crecientemente repudiado.
En definitiva, al G20 lo recibirá un anfitrión golpeado por una manifiesta crisis de régimen. Pero una y otra cosa están ligadas: la pretensión del macrismo de “subir” a la Argentina al carro del capital “global” ha quedado severamente golpeada por la crisis capitalista y el derrumbe de su “globalización”, algo que quedará expuesto en la cumbre de este viernes y sábado. En la movilización del 30 le opondremos, a la fracasada aventura macrista y a sus socios internacionales, la unidad internacional de la clase obrera y de los explotados contra los ajustes, el militarismo, las guerras y la barbarie imperialista. Saldremos con la perspectiva estratégica de gobiernos de trabajadores en nuestros países, por la Unidad Socialista de América Latina. A movilizar con todo, junto al Partido Obrero, al Frente de Izquierda y todas las organizaciones que han resuelto ganar las calles ese día.

Marcelo Ramal

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