lunes, noviembre 05, 2018

Trotskismo y estalinismo en la revolución vietnamita de 1945



Tercera Parte

En agosto de 1945 Vietnam vivió un enorme proceso revolucionario. La retirada de los japoneses generó un vacío de poder y dio paso a una reacción de las masas populares que sufrían, después de años de guerra, una terrible hambruna en el campo y carestía en las ciudades.
Desde el 16 de agosto, las masas obreras y campesinas ocuparon tierras, talleres y minas. En muchas regiones del país, se formaron comités populares con características soviéticas. Las organizaciones trotskistas vietnamitas, La Lutte y la Liga Comunista Internacional (LCI), jugaron un rol importante en ese proceso revolucionario, participando de las movilizaciones, organizando al movimiento obrero, minero y campesino, editando periódicos diarios y procurando una orientación independiente al stalinismo y el nacionalismo.
El 2 de septiembre, Hồ Chí Minh, dirigente del Partido Comunista Indochino (PCI) y del Việt Minh, proclamó en Hanói (capital de Tonkín, en la región norte) la independencia y la formación de la República Democrática de Vietnam (RDV), en un gobierno de coalición junto a fuerzas nacionalistas burguesas, terratenientes y religiosas. El Việt Minh, bajo el liderazgo stalinista, reunía un fuerte apoyo entre el campesinado del norte y había sumado a la “Juventud de Vanguardia”, una agrupación nacionalista de gran arraigo en Saigón.

Rebelión popular contra el desembarco imperialista

En la conferencia de Postdam de julio, cuando se perfilaba la ofensiva final contra Japón, Stalin había acordado con el imperialismo que Indochina volviera a manos francesas. Para organizar la transición se dispuso la división de Vietnam en el paralelo 16 y el desembarco de las tropas británicas (por el sur) y del nacionalismo chino (por el norte).
Desde su origen, el Việt Minh se había presentado como parte del bloque aliado democrático contra los “fascistas japoneses”. Su estrategia se basaba en aparecer como una fuerza del orden, con la expectativa de que los Aliados (especialmente Estados Unidos) reconocieran su independencia. Para ello desplegó todos sus recursos para contener el proceso revolucionario, garantizar la propiedad de terratenientes y burgueses, al punto de decretar “la pena de muerte para los delitos contra la propiedad privada”.
El desembarco británico y la posibilidad de una reconquista francesa agitaron más las aguas en la región sur, especialmente en la capital Saigón, la más industrial del país. En cada frente de acción, en diversos puntos del país, los trotskistas levantaron consignas contra las expectativas del Việt Minh en el imperialismo y convocaron al armamento popular. La LCI, organizó milicias de los Comités Populares. En la manifestación del 2 de septiembre en repudio al desembarco, La Lutte desfiló con armas en una numerosa columna (crónicas de la época dicen 18 mil). Otros grupos nacionalistas, desencantados con la orientación pro-aliada del Việt Minh, ofrecieron sumarse con armas y hombres. El jefe del gobierno provisional de Saigón, el stalinista Trần Văn Giàu, respondió ordenando la disolución de todas las organizaciones no gubernamentales.
“Bienvenidos los Aliados”, saludaban los carteles del Việt Minh el desembarco de las tropas británicas (la mayoría gurkas nepalíes e hindúes, bajo el mando del general Douglas Gracey) a Saigón del 12 de septiembre como una garantía para la autonomía vietnamita y las libertades. Para facilitar el éxito del desembarco, Hồ Chí Minh y el Việt Minh no dudaron en disolver por la fuerza todos los organismos de defensa y lucha de los trabajadores y en perseguir a los luchadores en cada rincón del país.
El 14, el jefe de policía de Saigón, el stalinista Dương Bạch Mai, ordenó la detención de los líderes de los comités populares que, como recuerda Lu Sanh Hanh de la LCI, se entregaron sin ofrecer resistencia a pesar estar bien armados y ser superiores en número[1].
Gracey no abrió ninguna negociación y en apenas diez días, las tropas británicas ocuparon las zonas estratégicas de la ciudad (cuarteles, arsenal, aeropuerto) y liberaron a los soldados franceses prisioneros. Todo bajo la pasividad del Việt Minh que buscaba negociar una independencia pactada dentro de la “Unión Francesa” y convocaba a replegarse “hacia el campo”. La tozudez británica tendría su contrapartida: la ayuda en Vietnam era parte de la negociación por la ampliación de posiciones en Medio Oriente (Líbano y Siria).
El 23 de septiembre, las masas de la región de Saigon respondieron con una rebelión popular. Durante varios días los suburbios obreros (Bàn Cờ, Phú Nhuận y otros) fueron controlados por trabajadores en armas que plantan barricadas, forman milicias y pelean por el control de cada puente. Grupos guerrilleros de distintos sectores (nacionalistas, religiosos y hasta elementos del comunismo y el Việt Minh que actuaban por propia cuenta) hostigaron a los invasores durante días e incendiaron edificios. Para sofocar la sublevación, los británicos recurrieron a soldados japoneses prisioneros, pero muchos se negaron y se pasaron al bando sublevado.
Los trotskistas estuvieron en primera fila. Una crónica de 1948 señala que solo en Thị Nghè murieron bajo el fuego enemigo 214 combatientes trotskistas de La Lutte[2]. La LCI, por su parte, había organizado una fuerte milicia de obreros del depósito de tranvías de Gò Vấp.
La rebelión no contó con el apoyo del Việt Minh ni del gobierno que aceptó una tregua ofrecida por los británicos que permitió el reagrupamiento de las fuerzas imperialistas, ahora con artillería norteamericana y la presencia del general francés Philippe Leclerc que declaró que su misión era hacer “restaurar el orden” y “construir una Indochina fuerte dentro de la Unión Francesa”. Desde las barricadas, La Lutte publicó el periódico Kháng chiến (Resistencia) llamando a no confiar en las ilusiones diplomáticas y continuar la lucha armada contra el imperialismo[3]. La sublevación, finalmente, fue aplastada con miles de muertos. Francia había logrado restablecer el orden colonial sobre Cochinchina.

El stalinismo

En este contexto los dirigentes y militantes trotskistas fueron liquidados por sicarios stalinistas, complementando la represión imperialista. Como había ocurrido en España en 1937, los grupos de tareas stalinistas asesinaron a los luchadores que planteaban un rumbo consecuente al proceso revolucionario. En un somero repaso, el superviviente Ngô Văn Xuyết los compara con los “Juicios de Moscú”[4]. Los dirigentes obreros e intelectuales más reconocidos fueron pasados por las armas: Trần Văn Thạch, Nguyễn An So, Nguyễn Van Tien, Phan Văn Hùm y muchos otros. Hacia noviembre, la comuna obrera de los mineros de Hòn Gai fue disuelta luego de algunas maniobras e intimidaciones de tropas del Việt Minh que arrestó a los delegados obreros y restableció el orden policial. Lê Ngọc y Nguyễn Văn Ky, líderes de la LCI, fueron torturados hasta la muerte a comienzos de 1946.
Seis años más tarde, la promesa de “aniquilar políticamente al trotskismo” que había efectuado Hồ Chí Minh en las cartas de 1939 al Comintern, luego de ser derrotado en las elecciones municipales de ese año en Saigón, se había transformado no en una lucha política sino en el aniquilamiento físico.
El asesinato del líder de La Lutte, Tạ Thu Thâu fue emblemático. Recién liberado del campo de concentración japonés, estaba reorganizando el trabajo político cuando fue arrestado en Quảng Ngãi. Su popularidad era tan grande que fue absuelto en tres oportunidades por los tribunales populares, hasta que fue fusilado por orden del jefe del Việt Minh. En 1946, al ser interpelado en París Hồ Chí Minh, respondió: "Thâu fue un gran patriota y debemos llorarlo, pero todos los que no sigan la línea que he trazado serán descartados".
La política contrarrevolucionaria del Việt Minh en 1945 estaba en sintonía con la orientación del Kremlin. La burocracia stalinista había asumido el compromisos político y militar con los aliados imperialistas de prevenir y, si hiciera falta, enfrentar la oleada revolucionaria que podía generar el fin de la Segunda Guerra Mundial. En Asia, Stalin había aceptado el dominio de Estados Unidos sobre Japón y, aún contra los propios comunistas locales, de Chiang Kai-shek (líder del nacionalista Kuomintang) sobre China[5].
En Francia, el Partido Comunista (PCF), al igual que la socialdemocracia (SFIO), se habían integrado al gobierno del general De Gaulle. El jefe comunista, Maurice Thorez, recién llegado de Moscú, fue nombrado vice primer ministro. Como tal desplegó una política contrarrevolucionaria contra las huelgas obreras y propiciando el desarme de los maquis que habían enfrentado al nazismo bajo el lema “un solo Estado, un solo Ejército, una sola Policía”. Empezando por Vietnam (y Argelia) el PCF y el stalinismo fueron parte activa de la reconstrucción del imperio francés que estaba prácticamente desecho durante la guerra.
Replegado en el norte desde octubre y conviviendo con las tropas chinas, el Việt Minh resolvió la disolución del PCI “a fin de eliminar cualquier malentendido en el interior y en el exterior que pueda poner trabas a la liberación de nuestro país”. En marzo de 1946, Hồ Chí Minh firmó un acuerdo que reconocía a la RDV como un “estado libre” dentro de la Unión Francesa. El imperialismo aprovechó para invadir el norte y expulsar al Việt Minh del gobierno. Replegados en las montañas Hồ encabezará una larga guerra revolucionaria de liberación nacional que durará 30 años, expulsará a los franceses en 1954 y a los norteamericanos en 1975.

Trotskistas

A pesar de las diferencias tácticas y de orientación política (en especial respecto a la actitud frente al Việt Minh), La Lutte y la LCI jugaron un rol revolucionario y de independencia política. En pocos lugares como en Vietnam las banderas de la Cuarta Internacional disputaron la dirección de un movimiento revolucionario de tal envergadura. Dirigentes públicos respetados, con una inserción profunda en el movimiento obrero y en la lucha electoral, con periódicos de gran tiraje y frecuencia y que se extendía, incluso, con un trabajo sobre los vietnamitas exiliados en Francia con una sección y un periódico propio. El peso de los trotskistas era reconocido por todos. Desde los corresponsales de guerra de la prensa burguesa hasta el stalinismo. Por estas razones fueron liquidados físicamente por el stalinismo.
En la cuarta y última nota de esta serie abordaremos las repercusiones de esta revolución en el movimiento trotskista internacional y en la dirección de la Cuarta Internacional.

Matías Villar

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