Después de que se haya empezado a reeditar clásicos socialistas como Marx, Bakunin, Rosa Luxemburgo, Malatesta, Trotsky, Ernest Mandel, y últimamente Pierre Broué, ha llegado la hora de hacer lo propio con historiadores como E. H. Carr (según informaciones, Alianza prepara una reedición de su Historia de la Rusia soviética), y como Isaac Deustcher sobre el estamos tratando de encontrar apoyos para la reedición de su trilogía sobre Trotsky, un hito de la historia y de la literatura por más que, sobre todo en el último volumen, hoy sepamos de errores de información (Jean Van Heijenort por ejemplo, cita unos cuantos en sus memorias Desde Prinkipo a Coyoacán, obra que , por cierto, también parece susceptible de edición), y de una toma de partido propia como actor, que resulta cuanto menos discutible. Como parte de este proyecto general, incluimos este “dossier” en una página como esta, en la que abundan los admiradores de su vida y de su obra.
Después de permanecer básicamente en la sombra durante estas últimas décadas, la vida y la obra de Deustcher vuelve a adquirir un significado entre nosotros en las referencias que le dedica Tariq Alí quien también incluye un texto suyo en el anexo de su libro sobre los fundamentalismos (religiosos y/o ultracapitalista). Autor capital en la configuración de la «nueva izquierda» en los años sesenta-setenta, así como uno de los historiadores y ensayista más reputado de su tiempo, Deustcher fue traducido al castellano (y en menor grado al catalán) en su práctica totalidad, y fue apasionadamente leído por unas generaciones durante las cuales alguien (creo que Vázquez Montalbán pudo acuñar la frase: «Sabe más de política que el Deutscher». Sin embargo, este pilar de la sabiduría crítica marxista sería momentáneamente arrumbado por la devastadora restauración conservadora que lo tomó (a través de sus expertos en comunismo) como uno de los mitos de la izquierda a arrumbar, y su obra fue objeto de toda clase de descalificaciones.
Poeta de altura, militante comunista desde su juventud universitaria, expulsado dei partido polaco por «sobrestimar el peligro nazi» en 1933, animador de la importante y olvidada Oposición de Izquierda polaca, crítico con la posición de Trotsky de constituir la IVª Internacional contra unas condiciones netamente adversas, periodista, historiador y crítico literario, Isaac Deustcher fue una «rara avis» en lo que se ha llamado indebidamente «marxismo occidental». Por su biografía personal, así como por su inquebrantable conciencia crítica, Deutscher no fue lo que se dice un intelectual tradicional. Su labor de investigador y escritor no estuvo en contradicción con su pasión de activista que, empero, no paso por una vinculación orgánica. Una muestra de este activismo la encontramos en su compromiso contra la agresión yanqui al Vietnam que le llevó a ser uno de los animadores del Tribunal Russell ya pronunciar en los Estados Unidos algunas de sus conferencias más brillantes y demoledoras.
Nacido en Cracovia (Polonia), en 1907, Deutscher pertenecía al mundo judío centroeuropeo destruido por el nazismo (responsabilidad que, burdamente, un talento como Milan Kundera atribuye al estalinismo). Hijo de una familia judía integrista, verdadero niño prodigio, se desarrolló culturalmente en el ambiente agobiante de la escuela religiosa judía llamada khéder, lo que hace que su ulterior evolución pueda considerarse como un milagro, y muchos, la mayoría, de los que surgieron en dicho medio se reparten entre las víctimas de los campos de concentración y los fanáticos sionistas que blanden ahora la reaccionaria concepción del «pueblo elegido» contra los palestinos. Aunque la historia de este medio es muy poco conocida –al menos antes de los trabajos de Natham Weinstock publicados en francés por Maspero–, el lector podrá acceder a ella, muy parcialmente, a través de algunas de las narraciones de Isaak Babel…
Todo indica que la revolución de 1917 fue determinante para toda una generación de jóvenes judíos –esto lo confirman en sus memorias gente tan poco sospechosa como Ben Gurión y Golda Meir, o películas como El violinista en el tejado–; fue un niño judío, hijo de comunistas, el primero que demostró a Isaac que se podía pecar sin que Yhavé se enfadara por ello- Sin duda existía ya en su interior una predisposición, ya que aunque su abuelo era un ortodoxo dominante y celoso, su padre, un impresor enamorado de la cultura alemana, era un secreto admirador de la heterodoxia, de personajes como Espinosa, Heine y Lasalle (Pierre Frank recordará a Deutscher buscando obras inéditas del primero en Portobello), representantes de una tradición herética, revolucionaria y libertaria que Deutscher ampliará con fervor hasta Marx, Freud, Rosa Luxemburgo y Trotsky, sin olvidar a aquel militante bolchevique desde 1905, Hearsch Mendel, que compartirá con él la dirección de la Oposición Comunista polaca y que representaba la impresionante voluntad emancipatoria y cultural del sector más avanzado del movimiento obrero de origen hebreo.
Dos planteamientos básicos surgen ya en el Deutscher militante casi infantil de las juventudes comunistas y permanecerán sólidamente a Io largo de sus años como hereje, en contradicción con tanto renegado terminado por el nacional-socialismo, que sabía la importancia de su componente revolucionario, dentro del cual surgió Deutscher, cuya familia desapareció en la ignominia de los campos de concentración; en segundo, una oposición irreductible al espíritu oscurantista del getto, marcado por el sentimiento de resistencia mirando hacia atrás de rodillas, y que, con el tiempo, alimentará una facción cada vez más envilecida del sionismo en Israel. Ambas posiciones –fidelidad de clase y concepción abierta del pensamiento–, llevarán a Deutscher a luchar contra la corriente que durante los años cincuenta y sesenta negará toda vigencia a las tradiciones socialistas en Occidente –las teorías sobre la integración del proletariado, preludio de las que ahora certifican su muerte, y contra los anticomunistas que reducen la historia de la URSS a los crímenes bárbaros de Stalin.
El reflujo de los últimos años, la contraofensiva derechista y socialiberal, las derrotas de la izquierda, han hecho que las obras de Deutscher hayan sufrido una pasada de menosprecio y de desinterés a todas luces aberrante. Su lugar ha sido parcialmente ocupado por una nueva hornada de ex-izquierdistas –Agnés Heller, Cornelius Castoriadis, Jorge Semprún y un largo etcétera que llega hasta la FAES y al plantel de intelectuales de la corte de Albert Rivera-, todos reconvertidos en intelectuales orgánicos de la era reaganista, cuyo ascenso fue tan rápido como lo está siendo ahora su caída. El cambio no podía ser más miserable y empobrecedor. Textos como La conciencia del ex-comunista (INPRECOR 52) o como Orwell: el misticismo de la crueldad, no sólo alumbran deslumbrantemente la crisis de la intelligentsia «antitotalitaria» de los años cincuenta, sino que también aclaran con maestría las trampas de unos renegados que tratan de ahogar el niño de la revolución con el agua sucia de las burocracias, con la apenas oculta intención de buscar unos chivos expiatorios detrás de los cuales ocultar el rostro de la barbarie «contra» internacional. Las nuevas generaciones insumisas deberán de reencontrar a Deutscher para comprender-transformar el viejo mundo.
Deutscher comenzó a ser publicado en castellano a principios de los años sesenta en revistas especializadas de economía en las que firmaban liberales como Fuentes Quintana o «felipes» como García Díez, y otros que más tarde se arrepentirían de sus «pecados juveniles». El primer libro suyo que apareció legalmente aquí fue una traducción dual –una en catalán y otra en castellano- de Stalin. Una biografía política en Edició de Materials en la que trabajaban algunos socialistas más tarde convertidos en «barones» del PSC. Esta misma editorial –verdaderamente de vanguardia– publicó las dos primeras partes del Trotsky, y no pudo publicar la tercera porque fue desmantelada por un ministro de Información y Turismo llamado Fraga Iribarne.
Ambas biografías aparecieron en México en la Editorial ERA, en la que se encuentran la mayor parte de los libros de Deutscher: Los sindicatos soviéticos, Rusia, China y Occidente, El marxismo de nuestro tiempo, así como La revolución inconclusa que recoge su brillante discurso sobre el sesenta aniversario de la revolución de Octubre y que vino a ser su testamento. Un testamento soberbio en el que se trasluce la rectificación de Deutscher en relación a sus esperanzas desmentidas en el «reformista» de Jruschev. Mientras que la biografía de Stalin tenía unas limitaciones comprensibles por el hecho de que fue escrita antes de !a muerte de Stalin. la de Trotsky ha sido justamente considerada como la mejor biografía del siglo. por más que algunos de sus capítulos –el que trata de España, por ejemplo- necesiten un mayor desarrollo. Deutscher tenía en mente hacer una trilogía con otra biografía. la de Lenin, pero ésta no fue posible por su fallecimiento y sólo dejó escrita una primera parte sobre la juventud de Lenin, El águila de la revolución, que también publicó ERA, esta vez en edición de bolsillo.
Otras editoriales publicaron otras obras suyas. Como Judío no sionista (Ed. Ayuso), que incorpora trabajos autobiográficos y unos deslumbrantes ensayos sobre el Estado de Israel. Ariel (1971) publicó la recopilación, Herejes y renegados; Península (1972), sus Ironías de la historia y Martínez Roca (1973) Rusia después de Stalin. Todas estas obras resultan ahora poco asequibles, aunque se pueden encontrar. Sería estupendo que alguien asumiera su reedición que es lo que se hace habitualmente con los clásicos.
Todos los textos recogidos han sido recuperados de diversas páginas electrónicas, y en algunos casos, escaneado para ser publicados una amplia serie de artículo sobre Deustcher en diversas revistas. Quizás especialmente en Kaosenlared, como fue el caso de la serie dfe textos que bajo el título de “El gran negador”, trataban de restituir la historiografía marxista abierta que antes de la restauración neoconsevadora trataba de responder a las falacias del anticomunismo y a la escuela de falsificación estaliniana. Se trataba de demostrar que hubvo un proceso revolucionario que partía de los consejos de obreros (de soldados y campesinos hasta la guerra “contra” de 1919-1921), y que por lo tanto, la tentativa neoliberal de amalgamar estalinismo con soviets, Octubre, socialismo o comunismo no era más que una maniobra para llevarnos del nosotros (l individualismo solidario) al yo egoísta y depredador, de la comunidad a la lucha de todos contra todos, del compromiso por la libertad y la justicia al reino de los intelectuales cortesanos, etc., etc.
Pepe Gutiérrez-Alvarez
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