En Uruguay todo el mundo sabe de fútbol, todo el mundo sabe de política, todo el mundo sabe de todo y todo el mundo cree que son mejores en todo, todo el mundo siempre tiene la razón, y la culpa, claro está, es de los otros, hasta que se demuestre lo contrario. Cuando se demuestra lo contrario pasan al otro extremo y creen ser peores en todo. Eso, cuando se da en el medio político puede llevar a situaciones en que no se hace ni se tolera la autocrítica. Eso es lo que volví a ver estos días por Montevideo. La campaña para las elecciones internas y los análisis posteriores, en gran parte están marcados por esa realidad.
Si partimos de la selecciones internas, podemos ver que el Frete Amplio tendrá muchas dificultades para ganar las elecciones nacionales sino conforma una “oferta” electoral que represente a sectores que vayan de la centro-derecha a la izquierda.
Los partidos tradicionales ganaban las elecciones cuando mostraban una oferta variada en la que se mostraba un abanico que iba desde la derecha más retrógrada, pasando por el centro y llegando a un “progresismo”.
Cuando ese “progresismo” se fue hacia el Frente Amplio y se terminó la “variedad”, dejaron de ganar las elecciones. Entonces fue el FA el que empezó a mostrar esa variedad con un abanico que va de la centro-derecha hacia la izquierda. Así, el Frente logró aglutinar sectores variados y atrajo a votante variados. Eso permitió, entre muchas otras cosas claro está, que se ganaran tres elecciones consecutivas. Pero esa variedad electoral, para seguir ganando elecciones necesita un equilibrio. Una parte del equilibrio es el programa común en el que todos los sectores se ponen de acuerdo. Otro elemento fundamental es lo simbólico, la imagen que se hacen los electores del Frente Amplio.
Cuando la gente empieza a percibir o creer, con elementos objetivos o sin ellos, que la balanza se está torciendo mucho hacia uno de los polos, sea el que sea, puede decidir votar a otro sector. En ese sentido es un error creer que yendo hacia la derecha se logra atraer más gente, ya que por izquierda los votantes no dejará de votar al FA.
Peor es, cuando la gente empieza a creer que todos los sectores del Frente son iguales, incluso más allá de lo ideológico, porque se ha construido una imagen en ese sentido.
Un dato de la realidad actual nos muestra que los partidos tradicionales han construido una imagen de variedad para una segunda vuelta y siguen trabajando en eso. Aunque se diga que algunos están enemistados, a la hora del té, con la coyuntura actual internacional y nacional, se juntan.
Sanguinetti, zorro viejo de la política, que siempre fue muy sectario, sabe que este es el momento de disputar la hegemonía al Frente Amplio, entonces puso sobre la mesa la carta de la “coalición”. En el Partido Nacional también saben que para ganar al Frente Amplio en la segunda vuelta, primero tiene que perder por un porcentaje aceptable en la primera vuelta y segundo, construir una coalición clara. Ya no sumar apoyos, sino mostrar que su gobierno va ser de un “Frente” (coalición) no de un partido. En ese sentido, esa posible “coalición” en principio muestra una variedad que va desde la ultra derecha, pasando por sectores de centro, tecnócratas modernos, políticos tradicionales anquilosados y sectores de “cambio” (que no quiere decir progresistas sino que dan una imagen subjetiva de cambio) hacia sectores jóvenes y populares.
Incluso en la primera vuelta el Partido Nacional va a mostrar esa variedad que va desde político “anquilosado y retrogrado” como Larrañaga, pasando por un Lacalle “ya serio y con imagen de presidenciable real” y llegando a un personaje con imagen de “cambio y de ganador” casi como un jugador de fútbol que triunfa en Europa. No es la variedad de derecha a izquierda pero simbólicamente se muestra es una imagen una variedad que sirve electoralmente. Al Frente Amplio, ponerse a pelear por la vicepresidenta no aporta en nada, tampoco aporta censurar a quienes discrepan. Si en las elecciones nacionales, el Frente muestra que los candidatos de las distintas listas son todos parecidos, más allá de género, sus discursos similares, su imagen muy parecida, así un sector marque diferencia, si la campaña presidencial se centra en disputar un espacio hacia la derecha y no enfatiza en que la disputa está en dos modelos de país diferentes, corre el riesgo de ganar la primera vuelta por un escaso porcentaje y perder en la segunda vuelta.
En todo caso, estas líneas son parte de un análisis electoral más profundo que haré en las próximas semanas. Es bueno aclarar que estoy analizando desde un sentido estrictamente técnico–electoral, no desde mi preferencia política o ideológica. Ya realizaré otro artículo en ese sentido.
Kintto Lucas
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