viernes, mayo 12, 2023

Estados Unidos: ¿al borde del caos financiero?


La secretaria del Tesoro norteamericano, Janet Jellen, acaba de advertir que, a menos que el Congreso actúe pronto para elevar el límite de endeudamiento del país, “se producirá un caos financiero y económico” (Clarín, 9/5). 
 Estados Unidos podría caer en default el 1° de junio. El Capitolio debe elevar el techo de endeudamiento, pero los republicanos exigen a Biden drásticos recortes de gastos, cuando el presidente va por su reelección. Estamos frente a una bomba de tiempo que podría explotar si los legisladores no suben o quitan el techo de endeudamiento para evitar que el país quede en cesación de pagos, lo que podría convertirse en una crisis financiera global. Las negociaciones son febriles para que la situación no se desmadre en la primera potencia mundial y tenga impacto más allá de sus fronteras. 
 El aumento del límite de deuda, que está fijado en la actualidad en 31,381 billones de dólares, es motivo de una fuerte disputa política entre republicanos y demócratas respecto del gasto público, un tema que será de intenso debate en la campaña presidencial, donde es posible que se reedite el duelo entre Biden y el favorito republicano Donald Trump.
 Si ese límite no se eleva, no solo el funcionamiento del gobierno podría quedar paralizado como ha sucedido otras veces, podría haber consecuencias mayores. Estados Unidos tiene un déficit presupuestario, debe pedir prestado grandes sumas de dinero para pagar sus cuentas. Además de pagar los beneficios del Seguro Social, junto con los salarios de los trabajadores militares y gubernamentales, también debe pagar intereses y otros pagos a los tenedores de bonos de la deuda pública.
 Los economistas coinciden que una cesación de pagos sería un hecho gravísimo. El único precedente cercano de insolvencia que tuvo el país fue en 2011, año en que la crisis se pudo resolver in extremis y el país sufrió la primera reducción en toda su historia de su calificación de deuda, haciendo que tuviera que asumir intereses de deuda muchos mayores. La onda expansiva irradió sobre el conjunto de la economía y provocó un temblor en la bolsa de valores. 
 En el momento actual, a causa del mayor riesgo de un incumplimiento, los títulos de la deuda americana se desploman y suben con fuerza los rendimientos. Los bonos del Tesoro americano a un mes evidenciaron un fuerte rally alcista en sus tasas, alcanzando máximos históricos. Actualmente operan con tasas de 5,35%, superando los máximos de 5,1% alcanzados durante la crisis de 2005 y 2006. 
 La deuda del gobierno de Estados Unidos está al límite de su capacidad establecida por el Congreso. Alcanzó el techo indicado en enero y el Departamento del Tesoro ha mantenido las obligaciones justo dentro del límite al suspender las inversiones en algunos fondos de pensiones federales, mientras continúa tomando prestado de los inversionistas.
 Resumiendo, “un incumplimiento tiene el potencial de ser catastrófico: el mercado de crédito se congelaría, el precio del dólar se desplomaría, las tasas de interés se dispararían, sus efectos darían la vuelta al mundo y podría desatarse una crisis financiera y una recesión similar a la que se vivió en 2008 o peor” (Porfolio, 2/5). 

 Quiebras bancarias

 Cuando se daba por concluida la turbulencia financiera que sacudió a los mercados semanas atrás, la amenaza de nuevas quiebras bancarias volvió a reaparecer. 
 El rescate del First National Bank, planteado a través de los aportes de diez bancos, fracasó. No logró evitar el persistente retiro de depósitos lo que obligó a tomar una decisión de emergencia y disponer su absorción por parte del banco J.P. Morgan Chase. 
 Esto fue acompañado por derrumbes accionarios de distintos bancos regionales. Los mayores descensos se registraron en las acciones de PacWest Bancorp y el First Horizon, que se desplomaron más del 30%. 
 La quiebra del First Republic Bank tiene implicaciones más amplias: “La quiebra de un banco que, en apariencia, tenía mucho éxito y no se dedicaba a actividades obviamente arriesgadas es alarmante” (SWS, 8/5). El aumento de la tasa de interés -y más aún en el breve lapso que se produjo- provocó un desequilibro en el balance del banco pues desvalorizó sus activos y, en esa medida, los recursos para hacer frente a sus compromisos con los depositantes. El esquema de negocios funcionó bien con un crédito barato y hasta regalado, pero dejó de hacerlo con la subida de los tipos de interés. Este modelo, sin embargo, no es una excepción sino la regla en todo el sistema bancario y lo mismo podría afirmarse de las actividades especulativas y comerciales de los fondos de cobertura, los bancos de inversión y otras instituciones del sistema financiero. 
 Tanto el gobierno norteamericano como la Reserva Federal han tratado de poner paños fríos al nerviosismo en los mercados, planteando que el sistema bancario es “sólido y resistente”, pero eso no alcanza para disimular la envergadura de la crisis, cuando tres de las cuatro quiebras bancarias más importantes de la historia han tenido lugar en estos últimos dos meses.
 En este marco, la Reserva Federal subió nuevamente la tasa de interés, pero abrió las puertas a una posible pausa en medio de las turbulencias financieras a lo que hay que agregar la recesión que empieza a afirmarse. Todas las estimaciones de los órganos multilaterales de crédito, desde el FMI hasta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), han corregido a la baja sus pronósticos sobre crecimiento económico. La economía de las metrópolis capitalistas podría llegar a 1%, y si se toma el aumento poblacional apenas a cero. La economía global descendería a un anémico 2,8%. Pero no hay que descartar un aterrizaje brusco. Si el crédito se restringe aún más, la economía mundial podría desplomarse al 1%, lo que implica ya una retracción más severa -o sea, una recesión en regla- que no estaría exenta de bancarrotas empresarias. Las denominadas “empresas zombis” (hasta el 20% de todas las de Estados Unidos y Europa) se enfrentan a la quiebra. Las solicitudes de quiebra se han disparado en las principales industrias. En marzo se presentaron 42.368, un 17% más que hace un año. También fue el tercer mes consecutivo de aumentos de bancarrotas. Mientras tanto, la financiación de capital de riesgo para nuevas empresas disminuyó un 55% en el primer trimestre de 2023, en comparación con el mismo período de hace un año. Este es el nivel más bajo en más de cinco años (Michael Roberts, “Las razones del actual pesimismo económico”, 15/4). 
 Lo novedoso es que a las “empresas zombis” se suman ahora los “bancos zombis”. La ola de quiebras bancarias está lejos de haber terminado en Estados Unidos y en Europa. A medida que las tasas de interés aumentan, los depositantes están cambiando su dinero de bancos débiles a cuentas con mejores rendimientos, como los fondos del mercado monetario, huyendo de aquellos bancos que invierten los depósitos de sus clientes en activos con pérdidas, como los bonos del gobierno.
 Esto ha llevado a una fuerte disminución en los préstamos bancarios a empresas de Estados Unidos y Europa lo cual acelera el colapso que pesa en las empresas más vulnerables y asfixia la economía y potencias las tendencias recesivas ya presentes en el actual escenario.
 Las subas de la tasa de interés no han logrado erradicar la inflación, pero ha sido suficiente para provocar una desaceleración de la economía a lo que ahora se le añade la perspectiva de default de la deuda soberana, incluida la norteamericana y una corrida bancaria. Como ha ocurrido en el pasado, el flagelo de la inflación podría ser recién superado de la mano de una recesión en regla, como se provocó en los ’80 a través de una sideral suba de la tasa de interés adoptada por el presidente de ese entonces de la Reserva Federal, Volker. 
 La esperanza de la FED es mantener, por un lado, el endurecimiento de las tasas de interés y, por el otro, el socorro a las instituciones bancarias que enfrenten dificultades. Esto se puede conciliar mientras se trate de casos aislados, pero es imposible sostenerlo si el fenómeno se generaliza. La Reserva Federal debería apelar a una emisión y expansión monetaria de tal magnitud que terminaría por bajar el costo del dinero. 

 Perspectivas 

Viene al caso destacar que la absorción del First Bank fue exhibido como una solución del “sector privado” para tratar de evitar dar la impresión de que se trata de otro rescate gubernamental, pero se están desembolsando grandes cantidades de dinero público. 
 El Estado asumirá una pérdida de 13.000 millones de dólares, que se sumarán a las pérdidas de más de 20.000 millones que ya ha asumido por las quiebras de Silicon Valley Bank y Signature. Además, J.P. Morgan recibirá una línea de financiación de 50.000 millones de dólares y compartirá con la FED cualquier pérdida. 
 La ayuda del gobierno, en definitiva, ha sido crucial. Los depósitos no asegurados no son el único peligro. Otro es la caída del valor de la propiedad y de los préstamos inmobiliarios comerciales que se han visto afectados por las subidas de los tipos de interés y la caída de la demanda. Los mismos bancos regionales que se encuentran en el centro de la tormenta actual podrían verse gravemente afectados también aquí, ya que representan más de dos tercios de todos los préstamos inmobiliarios comerciales de Estados Unidos. 
 El colapso de la democracia que observamos y que se hace cada vez más visible en los países imperialistas es inseparable de la bancarrota capitalista en desarrollo. La crisis económica actual que es una expresión en crisis de fondo ha terminado por horadar el conjunto de la organización social y como parte de ello, el régimen político, sus instituciones y partidos en las principales metrópolis. Esta tendencia es muy sensible en Reino Unido, que en el lapso de poco tiempo se ha llevado puesto a varios primeros ministros y no está exento Estados Unidos con la irrupción de Trump y el asalto al Capitolio, una tentativa de golpe de Estado al mejor estilo de las asonadas a las que estamos acostumbrados en los países latinoamericanos. 
 Está a la vista que el fracaso de la democracia no es privativo de Argentina sino que es una tendencia general asociada a la descomposición capitalista que hoy tiene una nueva manifestación con la guerra de Ucrania, la escalada belicista y la amenaza de una conflagración generalizada, a lo que hay que agregar la depredación ambiental provocada por la voracidad capitalista que amenaza con la destrucción del planeta. En ese contexto se potencian los desafíos de los trabajadores y la izquierda. Todos los esfuerzos deben estar dirigidos a que los explotados irrumpan en la crisis con su propia fisonomía y como factor independiente y apunten a catapultar a la clase obrera como una alternativa de poder. 

 Pablo Heller

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