martes, septiembre 24, 2024

¿Qué significaría la “autorización” a Ucrania para atacar a Rusia con misiles de largo alcance?


Ante el derrumbe ucraniano en el frente, la escalada de la Otan 

 El debate internacional de las últimas semanas estuvo profundamente influido por intensos movimientos en torno a la posible “autorización” a Ucrania para el uso de misiles de largo alcance de la Otan sobre la profundidad del territorio ruso. 
 También corrieron ríos de tinta con noticias sobre una supuesta transferencia de misiles iraníes a Rusia (para justificar un eventual uso de misiles de la Otan) y con artículos de propaganda sobre el derecho de Ucrania a la “autodefensa”. 
 Sin embargo, como habíamos advertido en un artículo del 8/6, Ucrania ya ataca en profundidad a Rusia mediante el empleo de drones e inteligencia militar provistos por la Otan, pero se trata, en principio, de acciones que realiza el comando ucraniano. En contraste, habilitar el ataque a Rusia con misiles Storm Shadow de Inglaterra o Atacms de Estados Unidos exigiría un involucramiento mucho más directo de Washington e Inglaterra, que son quienes manejan los sistemas de codificación y de guiado para alcanzar los objetivos. 
 Ante esta posibilidad, Putin y el gobierno ruso dijeron abiertamente que ello traería aparejado un cambio en el carácter de la guerra, por lo que darían una respuesta a los beligerantes. 
 De momento, pareciera que la Casa Blanca no habilitaría de forma inmediata la llamada “autorización” y que Inglaterra no aceptaría el convite de actuar solo sin la participación de Estados Unidos. En un artículo del Times del 16/9, se afirma que el presidente ucraniano Volodomir Zelensky estaba “de rodillas” para que Gran Bretaña y Estados Unidos superaran sus miedos y mostraran decisión en este tema, pero Londres respondió que no iba a “actuar solo”. 
 La publicación, además, cometió el sincericidio de admitir que no solo Ucrania no puede realizar ese tipo de ataques sin la participación de Estados Unidos, sino que la propia Inglaterra carece de capacidad autónoma, dado que los sistemas de guía estadounidenses son el factor decisivo para alcanzar los objetivos. El artículo afirma también que el gobierno laborista de Keir Starmer “todavía cree que es probable que Estados Unidos dé luz verde en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, aunque hay una división en la administración Biden (sobre este tema)”.
 Los objetivos que Kiev pretende bombardear son variados. En ese sentido, “Ucrania entregó a Estados Unidos y Gran Bretaña una lista de objetivos potenciales en Rusia para ataques con armas occidentales” (Reuters, 14/9). Entre los blancos se encontrarían puestos de mando, depósitos de combustible y armas y áreas de concentración de tropas. 
 La misma publicación indica que, al principio, las autoridades ucranianas querían utilizar misiles Atacms para atacar bases aéreas rusas, pero que el Pentágono respondió que casi todos los aeródromos militares donde se encuentran las principales fuerzas de ataque de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas están fuera del alcance de estos misiles. 
 Además, el artículo de marras agrega que algunos estadounidenses se muestran escépticos sobre las perspectivas de atacar con sus armas. Y que señalan que Ucrania ya utiliza drones contra objetivos en lo profundo del territorio ruso, y que los misiles occidentales son “muy caros y limitados en número para cambiar la dinámica de las batallas”. 
 Como se ve, el pedido ucraniano de que la Otan ataque a Rusia, en gran medida carece de sentido militar para cambiar la actual dinámica del conflicto. Por ello, es claro que su finalidad solo pasa por producir un salto cualitativo en la escalada de la guerra. 
 Ciertamente, Ucrania busca provocar una respuesta rusa, sea con un ataque táctico nuclear a Ucrania o con un ataque a un país de la Otan que habilite el empleo del art. 5 de seguridad colectiva del tratado de la organización. ¿Por qué? Porque como se puede ver en el artículo sobre las novedades del frente (que publicaremos pronto en este mismo sitio), la guerra está muy inclinada en favor de Rusia, salvo, claro está, que se produzca una intervención directa de la Otan en el terreno. 
 Viendo el derrotero del conflicto, donde todas las líneas rojas de Moscú fueron cruzadas por la Otan -léase el envío de misiles Himars, Atacms, tanques alemanes, estadounidenses y de toda la Otan, munición de racimo y de uranio empobrecido, la transferencia de los F-16 o la invasión de territorio ruso en Kursk- la lógica indica que la decisión de “autorizar” a Ucrania ya fue tomada positivamente y que se está esperando el momento propicio para blanquearla. 
 Si bien es verdad que Rusia no respondió cuando la Otan cruzó las líneas rojas anteriores, porque quiere evitar un conflicto mayor con Estados Unidos y sus aliados, lo cierto es que la clara escalada que desenvuelve la alianza atlántica quita argumentos a los socios rusos de los Brics para llamar a Rusia a la “moderación” y al alto al fuego. 
 De momento, pareciera, por declaraciones de Putin y su ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, que luego de la invasión de Kiev en Kursk, China abandonó su política de contemporizar a Rusia y Ucrania. En gran medida, el despido de Dimitry Kuleba como ministro de exteriores ucraniano obedeció al malestar chino con su última visita a Pekín en la previa de la invasión a Kursk. Y, con toda esta campaña para que la Otan ataque a Rusia, Brasil e India, que vienen presionando por un plan de paz (que Zelensky rechazó públicamente), se quedarán sin argumentos al culminar la próxima cumbre de los Brics en Kazán, Rusia. 
 La izquierda obrera y socialista debe luchar por poner fin a la guerra a partir de la unión de los trabajadores de Rusia y de los países de la Otan bajo la premisa de que el enemigo principal está en su propio país. Por gobiernos de trabajadores que pongan fin a la matanza y traigan la paz entre los pueblos. 

 Facundo Miño

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