martes, noviembre 13, 2007

Una cumbre por la cohesión social


Por María Luisa García Moreno

La XVII Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile ya es historia.

En ella se hicieron sentir los trascendentes cambios que revolucionan esta América nuestra: la mayoría de los mandatarios coincidió en la necesidad de poner fin al neoliberalismo, lo cual constituye un paso de avance, incluso, aunque no se haya logrado trazar una estrategia común para resolver los apremiantes problemas de este continente. Los jefes de Estado y de Gobierno de los 22 países miembros dieron a conocer sus puntos de vista con respecto a la cohesión social, tema central de la cumbre.
Voces como la del vicepresidente cubano, Carlos Lage, se alzaron para declarar que “Nunca se alcanzará la cohesión social mediante las supuestas bondades del mercado, sino como fruto de un sistema de justicia e igualdad”. Lage hizo énfasis en la necesidad de enfrentar a las oligarquías nacionales y a la política del gobierno norteamericano, quienes “harán todo para impedir que alcancemos la justicia social o siquiera un poco más de cohesión social, porque afectaría sus privilegios históricos”.
Y precisó: “En cuanto a Cuba, solo diré que pese a invasiones, actos terroristas, guerra económica y multimillonarios esfuerzos por organizar una contrarrevolución interna, la cohesión social, fruto directo de la obra histórica de Fidel, es orgullo de los cubanos y una conquista irrenunciable que tiene sólidos pilares” y continuó enumerando los más sobresalientes logros sociales de nuestro pueblo como son: educación y atención médica gratuitas, garantía de empleo y atención social a los necesitados, metas que, por más elementales que puedan parecer, están muy lejos de las realidades del resto de la América y del mundo.
Lage concluyó sus palabras refiriéndose a “las austeras condiciones de vida de nuestro pueblo, en medio del más prolongado bloqueo de la historia del hombre”, y a la forma en que “luchamos y defenderemos la unidad y la dignidad de los cubanos”. Sus palabras pusieron de manifiesto, una vez más, por qué Cuba es un ejemplo de dignidad para los pueblos de América.
También la voz del presidente venezolano se alzó para cuestionar la posibilidad de lograr la cohesión social en sociedades donde las políticas neoliberales han dejado una honda huella de miseria. “Primero hay que hablar de la transformación de esas sociedades”, expresó Chávez y agregó que “es muy importante para la cohesión social en la región agregar metas, fechas y objetivos al Plan de Acción de la Cumbre”, pues el acuerdo carece de metas concretas. También se refirió a varios proyectos —como Petroamérica, el Banco del Sur y el canal regional Telesur— que propondrá a los jefes de Estado iberoamericanos.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, se refirió a la destrucción de la cohesión social en América Latina como el más nefasto legado del neoliberalismo e hizo un llamamiento a todos para escuchar la voz de los pueblos. El joven mandario explicó que “hablar de cohesión social solo puede ser entendido mediante la consagración a los intereses de las mayorías”, lo que implica romper con las profundas diferencias económico-sociales y dar “voz a aquellos que nunca la tuvieron”.
Evo Morales, presidente de Bolivia, se refirió al desprecio de las minorías dominantes por los pueblos indígenas y exhortó a los mandatarios iberoamericanos a asumir una cohesión presidencial. Daniel Ortega se refirió al terrorismo internacional como forma de intentar acallar las voces de nuestros pueblos. Ambos condenaron los males legados por el neoliberalismo a nuestros pueblos.
Michelle Bachelet, presidenta de Chile, país anfitrión de la cita, destacó la trascendencia de enfrentar los grandes desafíos compartidos.
Entre los documentos firmados por los mandatarios se encuentran la Declaración de Santiago y otras resoluciones, como la que manifiesta el rechazo de los pueblos iberoamericanos al bloqueo norteamericano contra Cuba.
Por su parte la Cumbre de los Pueblos, evento que se realizó de modo paralelo y que congrega a organizaciones sociales, culturales, grupos indígenas y movimientos de izquierda de Latinoamérica, aprobó el llamado Manifiesto de Santiago, en el cual se comprometen a avanzar “hacia la democratización, unidad, soberanía y autodeterminación de nuestros pueblos y naciones”. Este documento de cuatro páginas será entregado a los jefes de Estado y Gobierno participantes en el encuentro; encierra un rechazo categórico al modelo neoliberal y reclama el respeto al derecho de los pueblos originarios.
Sus participantes discutieron, con la visión de los de abajo, la visión de los explotados de siempre, los problemas de la región y celebraron haber “influido decisivamente en la elección, en diversos países, de gobernantes afines y sensibles al gran ideario de emancipación, unidad e integración latinoamericana”, lo cual ha impulsado el desarrollo de procesos transformadores en la región, que fueron valorados como “un avance de gran proyección histórica”, prueba de que los pueblos han aprendido la lección y saben cómo y por qué luchar.

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