sábado, noviembre 03, 2007

Ernesto Che Guevara o la necesidad del Hombre Nuevo.


Por: Jesús Santrich/Integrante del Estado Mayor del Bloque Caribe de las FARC-EP

“No se trata de desear éxitos al agredido,
Hay que correr su misma suerte;
Acompañarlo a la victoria o a la muerte”.

Che Guevara

Rememoramos, con el fusil en alto y el ideal del hombre nuevo en nuestras mentes, el asesinato de Ernesto Guevara de la Serna en Vallegrande, y celebramos su ejemplo avanzando por las trochas del continente en busca del objetivo del socialismo y la Patria Grande.
En muchas ocasiones se refirió el Che a las dificultades que había traído no comprender la necesidad de contribuir en la creación del hombre nuevo, no como representación de las ideas del siglo XIX, ni tampoco las del siglo XX decadente y morboso: “El hombre del siglo XXI -decía-, es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada…, y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad.
La reacción contra el hombre del siglo XIX, -pensaba el guerrillero de América-, nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX; no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un ancho cauce al revisionismo…”
Si en algún momento estas palabras cobran su mayor vigencia es en este ahora que tanto requiere del mayor convencimiento y esfuerzo respecto a la necesidad de luchar. No pueden las luchas insurgentes, armadas, quedar como solo nostálgicas evocaciones del pasado, enterradas en la Higuera y en cada lugar donde han derramado su sangre quienes combatieron con denuedo por hacer posible una sociedad sin explotadores ni explotados.
¿Qué ha cambiado en nuestro continente y en el mundo que no sea para empeorar las condiciones de vida de las pobrerías? Las pocas valiosas excepciones que aparecen destellantes mostrando luces de esperanza en el cambio social que implante la justicia, como ocurre con los esfuerzos de los revolucionarios venezolanos por materializar de manera plena el ideario del Libertador, siendo indudable ingente aporte a la causa de la emancipación de Nuestra América, deberán continuar su curso en busca de un cause común con los sueños y luchas de libertad que emergen en tantas y tantas otras latitudes de América Latina y el Caribe, avanzando hacia el horizonte de la revolución continental y la Patria Grande. Un solo torrente deberá ser la potencia de las conciencias que haga la efectiva y victoriosa embestida contra el imperialismo que amenaza la vida misma sobre el planeta. Y en esto “la suerte está echada”.
Se suponía que la historia de la humanidad era un camino de espiral ascendente en donde el futuro, si y solo si, sería mejor que el pasado. Pero, ¿era este convencimiento solamente un mito teórico, un lastre etéreo del marxismo que ahora se ha volatilizado por la realidad que muestran derruidos muchos de los que se suponían confirmados éxitos revolucionarios en el mundo? A la sombra del mito, en diversos planteamientos del Che se hacían ya las críticas al modelo soviético, que según su opinión no podía trascender los límites de una economía estatal sin interés pecuniario, pero basada en el mecanismo de los precios del mercado mundial. El Che se preguntaba “¿Por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida?” Y ya la sola inquietud indicaba un llamado no a copiar sin reflexión sino a crear. Se proyectaba la pregunta sobre la cuestión de cómo los revolucionarios de cada época asumimos la necesaria actitud renovadora identificando crítica y autocráticamente los errores y los aciertos en la construcción del socialismo, en el tránsito hacia el comunismo, con el convencimiento en que el loable propósito no era solamente posible en el mundo onírico de los hombres.
En nuestros días, se nos hace necesario reconocer las inmensas limitaciones, equivocaciones y adulteraciones de las bases conceptuales del marxismo-leninismo, que rodearon la construcción del proyecto socialista y por ende la formación del hombre nuevo, aún habiendo contado con profundas elaboraciones y ejemplos del tipo que nos entregaron el mismo Marx y el mismo Lenin de manera directa, como otras líneas del pensamiento, incluyendo las del propio Guevara.
Son muchos los fenómenos nuevos y las características de la realidad, que requieren de rectificaciones, entonces, y del fortalecimiento de la concepción socialista-comunista, superando las causas del colapso de paradigmas que antes se creían infalibles, pero combatiendo al mismo tiempo al monstruo imperialista, dado que suele ocurrir que por criticar al socialismo real quienes actúan con arrepentimiento y vergüenza han terminado ya en la indiferencia o ya como los más solícitos lacayos que le abren camino al neoliberalismo atrincherándose en muchos caos tras eufemismos bautizados con el nombre de Nueva Izquierda.
No se trata de sepultar el pasado sino de profundizar las raíces en él, para emprender una acción heroica de retorno y de avance: retomar las fuentes originarias del socialismo científico; volver a Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, a Luckacs, a Gramsci, a Trosky, a Mao Tse Tung, a Ho Chi Ming, a Simón Rodríguez…, a Bolívar, a los conductores y amautas resistentes de los pueblos originarios; a Mariátegui, a Carlos Fonseca Amador, a Camilo Torres…, al Che, sumando nuestro retorno al avance del ánimo insurgente que conduce nuestro comandante en Jefe Manuel Marulanda Vélez, símbolo vivo de la resistencia y de los anhelos más sentidos de liberación continental.
Es un volver sin retroceder. Y volver al Che, o para nuestro caso, continuar con él es seguir cultivando su fe, nuestra fe, respecto a la posibilidad real del cambio revolucionario. Entonces, no vamos a desechar mitos simplemente, sino a forjar nuevas utopías, que en el sentido de los revolucionarios es ese luchar por lo imposible según lo concebía Bolívar, “porque de lo posible se encargan los demás todos los días”; de tal manera que el nuevo mito revolucionario brote también de las entrañas del viejo mito debilitado o vencido. En esta perspectiva es que Ernesto Guevara ha remontado su época en tanto precursor de lo nuevo y crítico de lo que declinaba. En la misma actitud debemos estar los revolucionarios de hoy, porque no habrá humanización del capitalismo y cada día el imperialismo pondrá en mayor riesgo la vida sobre el planeta.
La renovada actitud del revolucionario en el camino de Guevara implica así insubordinación contra las imposiciones y las ideologías del capitalismo; irreverencia contra la explotación y las discriminaciones que deshumanizan al hombre; convencimiento absoluto en que la lucha de clases nos exige militar en el partido de la libertad, la justicia y la dignidad, que es el partido de los comunistas, combinando la abnegación, la mística, la razón y la pasión en la entrega a la búsqueda de ese mundo mejor que no puede ser sino en el socialismo verdadero; ese que intentamos plantear para el caso de nuestro país, a partir de la Plataforma Bolivariana por la Nueva Colombia, guiándonos por preceptos internacionalistas y de solidaridad, en función de la revolución continental, en función de la Patria Grande, con rumbo hacia el comunismo.
Finalmente, rememorar y celebrar la heroicidad del guerrillero en la presencia de Guevara debe significar que, al lado de las diversas formas de lucha que puedan tener viabilidad según las circunstancias de la confrontación clasista, se reivindique sin dudas y sin temores la vigencia y la legitimidad de la lucha armada; reivindicarla en la presencia del guerrillero Bolívar, del guerrillero Antonio José de Sucre, del guerrillero José Félix Rivas, del joven Girardot que mientras va cayendo en las alturas del Bárbula levanta su internacionalismo solidario; reivindicarla, digo, según las palabras del poeta guerrillero mártir Roque Dalton, sembrando la esperanza de Lenin en las nuevas generaciones de la Patria Grande; reivindicarla en el nombre de Hernando González, de Fabricio Ojeda, de Alí Primera…; en cada guerrillero, en fin, de cada resistencia popular de nuestro continente. Esa es la dimensión hoy del guerrillero heroico que tiene nombre además de Tania, de Jacobo Arenas, de Urías Rondón, de Mario Vélez, de Alfonso Coyongo, de Dumar Castañeda, del Cristian Pérez cantor y de cada una de las compañeras y compañeros que han caído enfrentando a las oligarquías y al imperialismo en la trinchera comunera de la Colombia de Miranda.
Todas las condiciones que inspiraron al Che a irse a las montañas han empeorado y requieren solución. En tales circunstancias, dejar al Che en la teoría y en la mera consigna inconsecuente es volver a fusilar al comandante y todos los prospectos de su sacrificio.
No olvidemos jamás que el hombre nuevo del que hablara el Che, es un hombre que está siempre en construcción y sólo se fragua en la lucha decidida por el género humano, disponiendo de la vida como él lo hizo y como sin duda estamos dispuestos también a hacerlo nosotros. Quizás ni aún con todo nuestro esfuerzo lo logremos todavía, pero reiteremos con sus palabras que “ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo...; el camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones, pero haremos el hombre del siglo XXI, nosotros mismos.
Quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos, el partido. El presente es de lucha; el futuro es nuestro…”


Montañas de Colombia, octubre de 2007

No hay comentarios.: