jueves, mayo 15, 2008

Sin los moncadistas, no hay amnistía


Juan Nuiry

Luego de los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, los combatientes que sobrevivieron fueron sometidos a juicio en la Causa 37 de 1953, hace 55 años.
Para tratar de darle un viso oficial a su régimen de facto, Fulgencio Batista, convocó a unas elecciones que debían celebrarse el primer día de noviembre de 1954. En esa contienda electoral, imperó la ausencia del pueblo a las urnas y tuvo como gran elector al ejército, que "eligió" a Batista como candidato único. Hago esta referencia, pues el entonces aspirante, para buscar alguna simpatía, declaró en sus mítines preelectorales, que si ganaba, decretaría de inmediato una Amnistía General.
Con un gran despliegue publicitario, Batista investido ya como mandatario electo recibió el 5 de febrero de 1955, al vicepresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon. Días después, junto a su vicepresidente, el machadista Rafael Guas Inclán, hizo su primera declaración pública en el acto de toma de posesión el 24 de febrero, donde expresó que "el alcance de la anunciada amnistía, no incluía a los asaltantes del Moncada". Aquello fue un detonante y desde ese momento, no hubo un minuto de descanso.
En los más apartados rincones del país se escuchó un grito de rebeldía que exigía la libertad de los moncadistas, pues sin ellos no podría haber amnistía política.
Es necesario destacar que con el objetivo de evitar cualquier maniobra gubernamental, Fidel Castro envió una carta a la revista Bohemia, desde el presidio Modelo en Isla de Pinos, fechada el 19 de marzo, en la que se puso de manifiesto su valiente posición de principios y señaló entre otras consideraciones: "no queremos amnistía al precio de la deshonra (...) mil años de cárcel, antes que la humillación (...) lo proclamamos serenamente sin temor ni odio".
A la dictadura no le quedó otra opción que doblegar su posición y luego de aprobarse el 16 de abril el proyecto de ley sobre la amnistía política, que incluía a los moncadistas, se publicó el 7 de mayo, en la Gaceta Oficial, el texto íntegro de la ley. Es indiscutible que la libertad de los combatientes del 26 de julio, se ganó tras el reclamo indetenible de las fuerzas populares.
Al salir los combatientes del Presidio el 15 de mayo de 1955, de inmediato Fidel se reunió con la prensa en el hotel Isla de Pinos, en Nueva Gerona y el día 16 llegó a Batabanó a bordo de la motonave El Pinero. Desde ahí salió en tren hacia La Habana para llegar a la Terminal de Ferrocarriles de la capital, en las primeras horas de la mañana, donde desde muy temprano, le esperaba una entusiasta multitud.
Entre los congregados estaban los miembros del ejecutivo de la FEU encabezados por Echeverría, quienes habían tomado posesión de sus cargos el 25 de abril. Con su presencia le daban un saludo solidario y cordial a Fidel y sus compañeros de lucha. José Antonio tenía un brazo enyesado y aún eran visibles las marcas de los golpes recibidos en el enfrentamiento con los esbirros del Coronel Triana Calvet, Jefe de la Policía en Matanzas, durante el acto conmemorativo por el vigésimo aniversario de la caída en combate de Antonio Guiteras y del venezolano Carlos Aponte, Coronel del Ejército de Augusto César Sandino.
José Antonio invitó a Fidel Castro para que hiciera las conclusiones del acto por la efeméride del 20 de mayo, en la escalinata de la Universidad de La Habana. La dictadura trató de impedir la celebración y para eso cortó el fluido eléctrico y el agua en la zona, además de cerrar el acceso al recinto universitario, con los carros conocidos como "perseguidoras".
La escalinata fue balaceada por los agentes del orden público, pero solo hubo una víctima: una paloma que amaneció muerta. Batista había asesinado a "la paloma de la paz", que los estudiantes enterraron con todos los honores.
Fidel permaneció en el país hasta el 7 de julio de 1955, cuando partió hacia México. Desde su salida de la prisión hasta esa fecha transcurrieron 53 días de intensa actividad. Ganaba múltiples batallas dentro de las dificultades existentes y evadió al aparato represivo de la dictadura con diversas medidas clandestinas. Cada día era más evidente la falta de visión y perspectiva de los partidos políticos existentes.
Hubo un acoso brutal contra los moncadistas. Contra ellos se hicieron acusaciones públicas de planes conspirativos; llegó una orden de detención contra Raúl Castro, quien se vio en la necesidad de adelantar, para el 24 de junio de 1955, su salida hacia México; fueron suprimidos los programas radiales que pudieran ser utilizados por Fidel para dirigirse al público y por último, se clausuró el periódico La Calle.
A pesar de todo, Fidel venció esas dificultades y sostuvo numerosas reuniones, sin rehusar el debate público. Esos encuentros fueron recogidos por los principales medios de prensa de la época y entre ellos se destaca el artículo que publicó en la revista Bohemia bajo el título: ¡Mientes, Chaviano!
Para tratar de tergiversar la creciente popularidad de Fidel, los voceros del régimen buscaron el modo de crear un acoso público en su contra, mediante el uso de la radio, la televisión y los principales periódicos de la época, que estaban en manos de la dictadura. Mientras que, la circulación y lectura de "La Historia me absolverá", documento raigal de la Revolución, iba haciendo conciencia en las masas.
El líder de la Revolución, tras reorganizar el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que desde entonces adoptó oficialmente ese nombre, y quedó constituida su dirección nacional, se dedicó a buscar la unidad y durante ese periodo estrechó el vínculo con José Antonio Echeverría, en sus frecuentes encuentros y era visita asidua al apartamento de Carmen Castro Porta, en la calle Paseo y 25, en El Vedado, fundadora del Frente Cívico de Mujeres Martianas, por el interés que tenía de unirlas a un esfuerzo común.
También se reunió en la casa del Profesor Raúl Roa García, en Miramar, con el Dr. Rafael García Bárcenas y los dirigentes de la FEU, además de efectuar otros contactos, por lo que sería interminable hacer una exposición detallada de aquellos días, en los que los investigadores e historiadores tienen un material de vital importancia, en el que pueden profundizar.
El 7 de julio de 1955, fuimos René Anillo y yo al aeropuerto de Rancho Boyeros. Todos los presentes querían hablar con Fidel y él atendió a cada uno. Un momento emotivo fue la despedida de sus hermanas Lidia y Enma y su pequeño hijo Fidelito. Luego de unas breves palabras con el periodista Guido García Inclán, lo acompañamos hasta el final del pasillo donde tomaría el avión.
Ante la proximidad del aniversario del 26 de julio, trató —entre otros temas— sobre la importancia de realizar un acto en la Universidad de La Habana, que debía convocar la FEU y señaló: "Hay que insistir en la denuncia de los crímenes cometidos en el Moncada". Se despidió y su silueta se perdió al entrar en la nave aérea.
Primero fue a Mérida y de ahí partió hacia la capital mexicana. Me resulta imposible, olvidar aquella escena de la despedida y entonces recordé lo que Fidel había declarado antes: "De viajes como éstos, no se regresa, o se regresa, con la tiranía descabezada a los pies"

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