lunes, mayo 04, 2009

A la clase obrera ecuatoriana: ¿Revolución ciudadana o revolución socialista?


El presidente ecuatoriano Rafael Correa fue ratificado en su cargo con el 52 % de los votos emitidos en las elecciones generales celebradas el domingo 26 de abril de 2009. El principal candidato de la derecha, el Coronel Lucio Gutiérrez, obtuvo el 28 % de los votos, mientras que el empresario Álvaro Noboa, alcanzó el 11%.
Correa, emocionado, agradeció al pueblo y a sus colaboradores más cercanos del Movimiento Alianza País. El presidente reelecto señaló que debió enfrentar una dura campaña en la que sus principales opositores gozaron del respaldo de poderosos grupos económicos, de los medios y de un sector religioso.
En sus primeras declaraciones, Correa también manifestó que profundizará la “revolución ciudadana” y que su opción preferencial será por los pobres. Asimismo identificó a su gobierno como bolivariano y alfarista, a la vez que expresó que el camino que seguirá será el del socialismo y que luchará para eliminar toda forma de explotación laboral para lo cual pondrá al trabajo humano por encima del capital.
Tras el rotundo triunfo de Rafael Correa, es necesario hacer algunas reflexiones para el debate político:
La mayoría del pueblo ecuatoriano ha expresado, a través de esta elección, la necesidad de continuar con el proceso de cambios que, en cierta forma, se han materializado a través del mandato del actual presidente y que tienen que ver con ciertas medidas que han permitido afectar los intereses de la partidocracia, de un sector de la burocracia, de algunos empresarios y la transformación de ciertas instituciones estatales. Lo expresado en las urnas demuestra además de que las masas quieren la radicalización del proceso, lo cual significa que se avance en forma efectiva a la construcción de una sociedad distinta a la capitalista.
Si bien la partidocracia ha recibido nuevamente un duro golpe, eso no significa que la derecha política y económica este herida de muerte. Por el contrario, tiende a reagruparse y a alinearse a través de otras figuras y grupos que, incluso, se disfrazan de progresistas para pretender confundir a la población sobre sus verdaderas intenciones.
Lucio Gutiérrez, líder del Partido Sociedad Patriótica y Jaime Nebot, alcalde reelecto en la ciudad de Guayaquil por el Partido Social Cristiano y el Movimiento Madera de Guerrero, son quienes encabezan la oposición de derecha al gobierno de Correa.
Gutiérrez no ha asimilado todavía su derrota. En declaraciones a los medios ha señalado que se ha cometido fraude y que él, con los votos conseguidos, estaría en la segunda vuelta electoral.
Mentiroso contumaz, el Coronel, admirador de Pinochet, elaboró su campaña basado en una estrategia que tenía por objetivo el presentar al período que gobernó como superior al presidido por Correa. Su propaganda puso énfasis en señalar que durante su gobierno la economía se había estabilizado, lo cual se tradujo en crecimiento económico y bienestar para el pueblo puesto que los precios de los productos no subieron cuando fue presidente, al contrario de lo que hoy sucede. Lucio también lanzó un sinnúmero de acusaciones contra Correa en relación a las relaciones que, según Gutiérrez, tendría con la narcopolítica y la guerrilla colombiana. La propaganda fue efectiva, logrando obtener una votación considerable en sectores pobres de la población.
Este militar, al cual se lo vincula con organismos de inteligencia extranjeros y que como expresara el comandante de las FARC-EP, Rodrigo Granda en entrevista sostenida con el autor del presente trabajo, es un embaucador puesto que acusa a Correa de lo que él sí ha hecho, pretende ocultar la sumisión que mantuvo al FMI razón por la cual disminuyó los egresos para la inversión social, su servilismo al imperialismo al declararse el mejor amigo de EEUU y del régimen narcoparamilitar de Uribe y sus relaciones íntimas con la bancocracia del país. Cabe recordar que las figuras principales de su gobierno fueron precisamente hombres de la banca como Mario Canessa o Mauricio Yépez.
Los resultados de las elecciones no deben verse sólo desde una óptica triunfalista. No se puede desestimar la alta votación obtenida por estos personajes y sus agrupaciones, lo cual significa que hay un amplio sector de la población más necesitada que todavía no está clara políticamente y que ve en ellos a los líderes que podrían materializar sus aspiraciones materiales inmediatas.
La industria mediática juega un papel preponderante en el proceso de alienación de la población, utilizando permanentemente recursos propagandísticos como los ataques lanzados contra el actual mandatario al que califican de prepotente, machista, intolerante, tirano. La cadena de televisión Teleamazonas, los periódicos Hoy y El Universo han sido los principales exponentes de la instrumentalización de esta campaña contra Correa.
Revestidos con el manto de un supuesto periodismo combativo, crítico, respetuoso de las libertades democráticas, individuos, entre otros, como María Josefa Coronel, Jorge Ortiz o Carlos Vera, pretenden ocultar los intereses políticos, ideológicos y económicos que están detrás de sus diarias y constantes diatribas contra el actual régimen. Anticomunistas declarados, defensores del capitalismo y sus falacias como las de la libertad de expresión, que la defienden sólo para sus empresas, consideran a Correa un obstáculo para llevar adelante sus aspiraciones y las de los grupos para los que trabajan. La desinformación ha sido constante, ya sea mintiendo, descontextualizando u ocultando la realidad. Pretenden esconder el rol político que cumplen, disfrazándose como informadores de lo que sucede en la sociedad. Lo que no conocen o no quieren decir es que informar, es dar forma que es justamente lo que ellos pretenden hacer con la mente de las personas de acuerdo a su posición ideológica. No son apolíticos, no son neutrales.
Sólo con la constitución de medios comunitarios, al servicio del pueblo y bajo control de los colectivos de obreros, campesinos, estudiantes se podrá desmontar todo el aparato de la mentira que esos grupos empresariales hoy tienen bajo su poder.
Un sector religioso, poderoso económicamente, que pertenece a diversas agrupaciones y sectas católicas, cristianas, evangélicas, ha jugado un papel fundamental en esta campaña de ataques contra el gobierno de la denominada “revolución ciudadana”.
¿Quiénes fueron los que presionaron para que en la actual Constitución no se elimine el nombre de Dios? ¿Quiénes fueron los que se opusieron e influyeron para que en la nueva Carta Magna no se establezca el aborto como un derecho de las mujeres?
La iglesia en general es un instrumento al servicio de los grupos de poder para alienar y enajenar la mente de las personas. Pero, además, tiene también intereses económicos poderosos.
En el área educativa, por ejemplo, grupos religiosos poseen escuelas, colegios y universidades, lo cual se constituye en un bastión importante para el adoctrinamiento ideológico de la niñez y la juventud.
¿No fueron estudiantes de la Universidad Católica de Guayaquil los que propiciaron ataques contra el presidente Correa cuando visitó ese centro de estudios el pasado año?
La policía y el ejército siguen siendo las instituciones defensoras del orden establecido, es decir del sistema político-económico imperante. No son fuerzas progresistas, de ninguna manera. Sólo miran por sus propios intereses y se alinean fundamentalmente con los grupos que les conceden mayores privilegios.
Si bien el presidente Correa a través de detreminadas acciones ha sacado a algunos elementos abiertamente reaccionarios o vinculados a los aparatos de inteligencia extranjeros, las fuerzas armadas, la policía seguirán siendo instrumentos para la represión y el combate a las fuerzas revolucionarias. La mano de la embajada americana, de la CIA ha penetrado profundamente en estas instituciones desde muchos años atrás. Son los sectores más siniestros de estas instituciones los que presionan al gobierno para que se involucre de lleno en el conflicto colombiano. Hay denuncias claras de que elementos de la marina ecuatoriana, de la policía y el ejército estarían llevando acciones criminales en la frontera para culpabilizar a las FARC-EP y así entonces propiciar los ataques militares contra esa fuerza insurgente.
Correa no puede sustentarse en el apoyo de estas fuerzas. Las podrá mantener tranquilas mientras sus intereses no sean perjudicados.
El verdadero sustento de un proceso de transformación revolucionario son las masas, que son las que hacen su propia historia.
Los intereses de los banqueros, de los grandes empresarios no han sido afectados. Ellos siguen gozando de beneficios y sobre todo de una legalidad que les permite mantener la explotación social y la apropiación de la riqueza del país en sus manos. Las medidas tributarias, algunas disposiciones establecidas en materia laboral o determinadas medidas legales contra esos grupos, no han significado en la práctica una afectación de sus privilegios.
El gobierno no se ha atrevido a golpear realmente los intereses de esos grupos poderosos que son los que controlan la economía del país, el crédito, el sistema productivo, la industria, el transporte. Son esos sectores, sin olvidar que el capitalismo pasa por una profunda crisis económica y alimentaria a nivel mundial, los que, de una u otra manera, han provocado la subida de los precios, la especulación y la escasez de productos alimenticios en el país.
No son suficientes las medidas administrativas o represivas a través de las cuales se fijen precios oficiales de los alimentos o se establezcan controles contra los especuladores.
Solamente con la expropiación de los expropiadores, la nacionalización de la banca, del comercio exterior, de la tierra y el desarrollo de una política alimentaria que nos permita recuperar en forma efectiva nuestra soberanía en este campo, se podrá detener el embate de la burguesía contrarrevolucionaria.
De igual manera, bajo el gobierno de Rafael Correa los intereses de las transnacionales petroleras, mineras y de las telecomunicaciones no han sido afectados. Si bien es cierto que en las negociaciones no ha habido el entreguismo que caracterizó a los anteriores gobiernos, logrando incluso algunas ventajas para el país, las transnacionales siguen gozando de privilegios como por ejemplo las empresas de telecomunicación Porta y Movistar. Estas transnacionales sólo han visto disminuidas una parte de sus ganancias, pero siguen lucrando y, en algunos casos, como en la minería y el petróleo, el marco legal existente incluso les garantiza el control sobre los recursos del país.
La clase obrera ecuatoriana está, por el momento, apaciguada. No existe a nivel nacional un movimiento fuerte de los trabajadores que permita no sólo exigir al gobierno mejoras salariales, si no que se tomen las medidas necesarias para golpear a la oligarquía. En este sentido, las fuerzas de la denominada izquierda ecuatoriana no han cumplido una tarea política adecuada de formación de cuadros importantes para poder concienciar políticamente a las masas sobre la necesidad de luchar contra sus explotadores. De igual manera, las políticas neoliberales en materia laboral impusieron mecanismos de coerción contra la clase obrera que se han traducido en su parálisis momentánea.
La burocracia dorada, la aristocracia obrera, sobre todo de las empresas estatales, ha jugado un papel negativo, desmovilizador al luchar sólo por sus privilegios y no establecer una política solidaria con el resto de la clase trabajadora. Sin embargo, no hay que desconocer que dentro de la burocracia estatal también se han dado movilizaciones importantes de diversos sectores de trabajadores que han mantenido posturas importantes en defensa no sólo de sus gremios, si no del país.
Ante la inexistencia de una organización política de izquierda revolucionaria, no autoproclamada como la vanguardia de la revolución, si no que en la práctica demuestre que lo es, ese espacio ha sido copado por la agrupación del presidente, el Movimiento Alianza País.

¿Es Alianza País una organización de izquierda?

Una cosa es estar a la izquierda en determinadas ocasiones y otra ser verdaderamente de izquierda.
Tanto el gobierno de Correa, como el Movimiento Alianza País, no son de izquierda. Están a la izquierda en determinados momentos y en otros, inclusive, adoptan posiciones de derecha.
¿Qué tendencias predominan tanto en el gobierno como en Alianza País?
Tres tendencias son las que existen al interior de este gobierno y movimiento: una abiertamente de derecha, otra reformista y otra de izquierda. En el momento actual las tendencias predominantes son la de derecha y la reformista, socialdemócrata. Del resultado que se dé producto de las contradicciones entre estas tres posiciones, se definirá el rumbo que como gobierno adopte Rafael Correa. Sin embargo, serán las masas las decisorias en el momento de avanzar o no hacia la radicalización del proceso.
Por otro lado, el Movimiento Alianza País, así como el gobierno no están exentos de las viejas prácticas de la partidocracia tradicional. Priman los intereses electoralistas, hay corrupción, hay ambiciones personales. Muchos que se han subido al carro de la “revolución ciudadana” lo único que buscan es obtener privilegios económicos o políticos.
La agrupación gobiernista no tiene además una ideológica clara, ni definida. Una cosa es el discurso del presidente y otra la postura como organización.
Si bien se habla en forma vaga del “socialismo del siglo XXI”, engendro ideado por Heinz Dieterich, que no es otra cosa que el reformismo del siglo XXI y que en la práctica se traduce como “capitalismo con rostro humano”, que además es un contrasentido, no existe un cuerpo de principios y una práctica consecuente que permita identificar que esta agrupación es socialista o que lucha en forma efectiva por la construcción del socialismo.
¿Se ha planteado el movimiento del presidente la toma de fábricas, el control obrero, la nacionalización de los recursos, de la banca, etc.? ¿Mantiene una postura abiertamente antiimperialista? En la práctica esto no se ha dado.
Hablar de socialismo es una cosa, luchar por el socialismo es otra. Cuando se plantea el problema de la revolución se debe tener presente que esta implica lucha entre grupos antagónicos: entre los que tienen el poder y la propiedad de los medios de producción y los que no tienen. No puede pensarse en una revolución donde se concilie con los explotadores, donde se pretenda dejar de lado la lucha de clases.
Rosa Luxemburg expresó: “Por lo tanto, quien se pronuncia por el camino reformista en lugar y en contra de la conquista del poder político y de la transformación de la sociedad, en realidad no elige un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino, también, otro objetivo; en lugar de la implantación de un nuevo orden social, unas alteraciones insustanciales en el antiguo. De este modo, al considerar las concepciones políticas del revisionismo se llega a la misma conclusión que al estudiar las económicas, es decir, que no buscan la realización del orden socialista, sino tan sólo la reforma del capitalista, o la eliminación del sistema de salariado, sino el más o el menos de la explotación, en una palabra, que buscan la abolición de las aberraciones capitalistas y no las del propio capitalismo.”
Correa y sus partidarios hablan de “revolución ciudadana”, una consigna hueca, que no explica absolutamente nada porque es ambigua. ¿Quiénes son las y los “ciudadanos” que van hacer esta revolución? Esa definición no dice nada, como nada dicen cuando hablan de que este proceso se llevará adelante con personas de “corazones ardientes, manos limpias y mentes brillantes”. Esa es una visión subjetiva que nada tiene que ver con la realidad concreta y objetiva. E igual de vacío es el slogan que dice: “La Patria es de todos”. ¿De la oligarquía y de los pobres? ¿De los explotadores y explotados? ¿Significa eso que hay que convivir como “hermanos” entre quienes han robado, saqueado los recursos de este país y los que han sido expoliados, es decir entre Noboa y los trabajadores explotados en las bananera por ejemplo?
Hay que rescatar la política exterior del gobierno de Correa frente al régimen narcoparamilitar de Uribe y la postura digna ante los EEUU. De igual manera hay que resaltar la solidaridad del presidente con los gobiernos revolucionarios de Cuba, Bolivia y Venezuela. Sin embargo, esta postura digna debe expresarse además en actos de carácter político en los cuales se manifieste en forma abierta la solidaridad con la lucha de los pueblos. Porque ser de izquierda implica un internacionalismo revolucionario consecuente.
Finalmente, las fuerzas progresistas del país no deben dejarse arrebatar las calles, escenario fundamental en la lucha de clases, tal como lo pretenden el embaucador de Lucio o el prepotente Nebot cuando, con total cinismo, hablan del derecho a la resistencia y de estar movilizados permanentemente. En esos espacios, pero no sólo en ellos, hay que confrontarlos en todo sentido y para ello la clase trabajadora debe nutrirse de una teoría adecuada, auto organizarse y prepararse para combates más duros. La oligarquía si no es golpeada creerá que el movimiento revolucionario es débil y golpeará, si se le golpea utilizará todos sus recursos para no ser afectada. No hay otra alternativa que derrotarlos en todos los escenarios de lucha.

¡Revolución socialista o caricatura de revolución!.

Dax Toscano Segovia

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