domingo, diciembre 15, 2019

30 años de la caída del Muro de Berlín



1ª Parte

La caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 aparece en la mayoría de los análisis actuales asociada a la restauración capitalista en el este europeo y a la disolución dos años más tarde de la URSS y el proceso de restauración capitalista en las repúblicas que la conformaron. En el lenguaje periodístico aparece como parte de la “caída del comunismo” o de la caída del “socialismo real” como eufemísticamente denominaban las corrientes de izquierda democratizantes a los regímenes stalinistas del este europeo y a la propia URSS. Es importante, sin embargo, analizar estos fenómenos en su conexión y en sus contradicciones.
El Muro fue uno de los exponentes más palpables de los acuerdos contrarrevolucionarios entre la burocracia del Kremlin y las potencias imperialistas que derrotaron al nazismo en la Segunda Guerra mundial. El Muro era el símbolo vivo de la división de Alemania impuesta por las potencias ocupantes con el propósito de evitar que el derrumbe del nazismo pudiera dar lugar a una intervención revolucionaria del proletariado alemán, como había ocurrido en la primera posguerra desde 1918 hasta 1923. Y como ocurrió efectivamente en Francia, Italia y Grecia al final de la segunda guerra tras la caída de los regímenes pronazis de esos países, intervención revolucionaria ahogada y entregada por los partidos comunistas de esos lugares bajo las directivas de la URSS que había pactado su compromiso contrarrevolucionario con el imperialismo. La división de Alemania apuntaba a dividir a su proletariado, el de mayor tradición política de Europa.
El Muro, por lo tanto tenía un carácter reaccionario y su caída (mejor dicho, su derrumbe) como resultado de una intervención popular lo que pone de relieve es el derrumbe de toda la arquitectura armada en la posguerra. Y esto no puede ser confundido con la liquidación de las conquistas de la revolución de Octubre por obra de la burocracia restauracionista.
Trataremos de comprender y exponer la vinculación entre ambos fenómenos contradictorios pues no es tampoco un resultado azaroso que la caída del Muro haya sido seguida y estuviera vinculada con la restauración capitalista.
La zona de ocupación soviética de Alemania dio lugar a la constitución de la República Democrática de Alemania (RDA) donde al igual que en el resto del este europeo ocupado por el Ejército Rojo se produjeron expropiaciones de terratenientes y burgueses que convirtieron a esos regímenes en estados obreros burocratizados regidos por los representantes de la camarilla stalinista del Kremlin, que a su vez saqueó gran parte de la industria de esos países en su beneficio.
Las masas de esos países no soportaron pasivamente el dominio burocrático. Su resistencia y su movilización tuvo picos revolucionarios durante las cuatro décadas que van desde fines de los 40 hasta fines de los 80 del siglo pasado. Y que comenzaron emblemáticamente en el levantamiento del proletariado berlinés en junio de 1953, levantamiento protagonizado por muchos cuadros obreros curtidos en la lucha de clases y que fue reprimido a sangre y fuego por las tropas rusas que ocupaban Alemania y sus secuaces de la RDA. Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968 y Polonia en el 56, 70 y nuevamente en el 80-81 fueron los picos más destacados de estas movilizaciones contra la burocracia. La apertura de los archivos de la ex URSS ha puesto de relieve que, aunque menos difundidas, también hubo importantes manifestaciones antiburocráticas dentro de la propia URSS. Se ponían en marcha así las tendencias a la revolución política contra el dominio burocrático y en defensa de los principios de socialización de los medios de producción que había sido la bandera y el programa formulado por la IV Internacional en el programa de Transición adoptado en su congreso fundacional de 1938.
El Programa de Transición formulaba su caracterización y pronóstico de la URSS en los siguientes términos: “El régimen de la URSS encierra contradicciones amenazantes… El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve al país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo” .i
La alternativa entre la revolución política o el regreso al capitalismo se fue perfilando crecientemente al calor de la movilización popular por un lado y por otro la disminución del crecimiento primero y el estancamiento después de la URSS y del conjunto de Europa oriental, que fueron llevando crecientemente a la burocracia rusa a un mayor entrelazamiento con el imperialismo (Acuerdo de Helsinki 1975) y a facilitar las políticas de acuerdos con el FMI y de ajuste de las condiciones de vida de las masas en los regímenes stalinistas de Europa oriental.
Las movilizaciones del proletariado polaco en agosto de 1980 llevaron a la formación del Sindicato independiente de la burocracia Solidaridad que llegó a agrupar a diez millones de afiliados (la cuarta parte de la población del país). Aunque el golpe liderado por el militar Jaruzelsky y la instauración de la ley marcial en 1981 restablecieron precariamente el orden burocrático, las movilizaciones polacas fueron un fuerte alerta para la burocracia de que la amenaza de la revolución política estaba cada vez más presente. Es en esas condiciones que Gorbachov asume el liderazgo de la URSS en 1985 representando a un ala de la burocracia partidaria de un mayor acercamiento al capital internacional y de aplicar reformas en la URSS (mayor autonomía a los gerentes y administradores, institucionalización y reforma política). Sus iniciativas de Glasnost (transparencia) y Perestroika (restructuración) abrían un camino que podría derivar en una restauración de la propiedad privada capitalista. Muchos izquierdistas incluidos trotskistas (SU, Morenismo) saludaban este giro hacia un “socialismo con democracia” ocultando las tendencias restauracionistas que lo motorizaban. Gorbachov no era el único. También en los otros países regidos por burocracias stalinistas se desenvolvían tendencias restauracionistas que buscaban desplazar a las alas burocráticas más inmovilistas y conservadoras.
Las movilizaciones antiburocráticas no se limitaron a Europa oriental. En los primeros meses de 1989 se desarrollan importantes movilizaciones antiburocráticas en China que van a culminar con la gigantesca movilización en la Plaza de Tienanmen en el centro de Beijing en junio de 1989 reprimida brutalmente por la burocracia y que pasó a la historia como la masacre de Tienanmen.
Este fue el cuadro que preparó las condiciones de la caída del muro de Berlín. Un contexto de estancamiento de los regímenes stalinistas combinado con movilizaciones populares y las disputas al interior de los regímenes burocráticos con la emergencia de alas “reformistas” proclives a las “reformas de mercado” (mayor autonomía a las unidades productivas, gerentes y administradores) como se las llamaba en ese entonces y que abrían el camino a la restauración.
Es llamativo que el desencadenante de la crisis que derivará en el derrumbe del Muro haya partido de la burocracia “reformista” de Hungría que en marzo de 1989 abre sus fronteras para que los alemanes de la RDA puedan pasar a Austria y de allí a Alemania Occidental, la República federal alemana (RFA) que les reconocía su ciudadanía alemana. Hungría estaba sometida a la burocracia rusa y se había convertido en un cliente preferido del FMI por lo que es indudable que una medida como ésta no podría haber sido tomada sin el acuerdo de la RFA, la URSS y EEUU, y también del propio gobierno de la RDA que estaba en plenas negociaciones con el gobierno de la RFA para recibir créditos y otros beneficios. En el seno de la burocracia germano oriental se desataba una fuerte pugna entre los sectores inmovilistas y los “reformistas”. "El Kremlin no dio señales de oponerse a la salida de orientales hacia Occidente [porque] teme que la política antirreformista de Honecker conduzca a un serio e incontrolable levantamiento popular”.ii
Decíamos entonces que "la crisis de los refugiados parece forzada por el imperialismo y los reformistas orientales para abrir una crisis política en la RDA que permita el desplazamiento de Honecker, el llamado ‘Brezhnev alemán' y abra el curso a una perestroika este-alemana" . iii
En un cuadro de grandes movilizaciones populares el 17 de octubre cae el desprestigiado Erich Honecker, reemplazado por Egon Krenz, más afín a Gorbachov. Las movilizaciones populares continuaban no solo en Berlín, también en Leipzig y otras ciudades de la RDA. Después de semanas de movilizaciones populares el 9 de noviembre el nuevo gobierno decide permitir el libre paso entre ambas alemanias. En la noche del 9 al 10 de noviembre multitudes salen a la calle y derriban el Muro.

i Programas del Movimiento Obrero y Socialista, Editorial Rumbos, Buenos Aires, julio de 2013, pag. 309.
ii (Clarín, 18/9/89).

2ª Parte

Como señalamos en la primera parte de esta nota, la caída del Muro fue el fruto de un gran levantamiento popular. Pero debemos subrayar que la burocracia stalinista nunca perdió el control del aparato estatal, la odiada policía secreta no fue desmantelada. El poder, en lo inmediato pasó del ala más conservadora e inmovilista de la burocracia (Erich Honecker) al ala “reformista” que contaba con el visto bueno de la burocracia de Moscú (en la persona del jefe del estado soviético Mijaíl Gorbachov), y del propio imperialismo.
No se puede afirmar que la caída del Muro haya sido promovida ni por la burocracia rusa ni por el imperialismo pero lo que mostraron los acontecimientos es que ellos estaban mejor preparados que la izquierda para aprovechar la crisis y operar en consecuencia.
Varios procesos políticos que se desarrollaron a fines de los 70 y durante los 80 fueron preparando el terreno.
Por un lado, la amenaza generada por las revoluciones políticas de Hungría, Checoslovaquia y Polonia impactó en las burocracias de Europa Oriental, en cuyo seno comenzaron a aflorar y desarrollarse tendencias restauracionistas bajo el formato de la “renovación”. Este proceso tuvo su correlato en los mayores partidos comunistas de occidente (Italia, Francia, España) que viran hacia el “eurocomunismo”, centrando su estrategia en la colaboración política frente populista, asemejándose a la socialdemocracia.
También la Iglesia va a jugar su papel. En 1978 es elegido Papa, un cardenal polaco, Wojtila, que toma el nombre de Juan Pablo II y que va a jugar un rol protagónico en lo cooptación del liderazgo de la revolución polaca con Solidaridad y su líder Lech Walesa. Y más en general en todo el proceso de liquidación de los regímenes stalinistas de Europa oriental.
Las corrientes de izquierda, incluyendo una parte importante del trotskismo (SU, SWP británico, morenismo) alabaron al eurocomunismo y a las tendencias “reformistas” de la burocracia, reconvirtiéndose al democratismo (socialismo con democracia) después del fracaso de sus experiencias foquistas.
Lo que la movilización popular puso de relieve fue "la descomposición conjunta del imperialismo y de los regímenes burocráticos y el completo agotamiento de las relaciones políticas establecidas entre ellos a partir de la posguerra"[i] como señalaba Prensa Obrera pocos días antes de la caída del Muro. Pero la crisis de dirección también se expresaba limitando los alcances de la intervención independiente de la clase obrera. El potencial revolucionario de quebrar la división del proletariado alemán y establecer su colaboración política e iniciativa independiente en favor de una unificación socialista del país no estuvo presente. El proletariado actuó políticamente diluido y sin poder desenvolver una política independiente.
Primaron los reclamos democratizantes hacia el ala “reformista” de la burocracia que contaba con las expectativas de la mayoría de la izquierda, incluida la trotskista (SU, SWP británico, morenismo). Organizaciones como el Nuevo Foro alemán fueron convocadas por la burocracia “reformista” para colaborar en la salida política a la situación creada.
“La movilización que acabó con el Muro fue tempranamente estrangulada por la pequeño burguesía democratizante, el sector ’perestroiko' de la vieja camarilla stalinista y el imperialismo, mediante recursos principalmente políticos, fundamentalmente el pasaje abierto de la burocracia al capitalismo y de la pequeño burguesía a la democracia imperialista. Esto explica que el derribamiento del Muro se convirtiera, al cabo de un proceso político muy claro, en la anexión forzada del sector oriental a la Alemania capitalista, y que el episodio revolucionario quedara limitado a ´una semi-revolución, lo cual hasta cierto punto o relativamente significa que fue una contrarrevolución´”[ii]. El carácter contrarrevolucionario le fue dado por la naturaleza de la unificación alemana, que en realidad no fue una verdadera unificación sino la anexión lisa y llana de la República Democrática Alemana (RDA) por Alemania Federal.

La anexión de la RDA por Alemania occidental

La política de la burocracia gorbachoviana y la pequeño burguesía democratizante que le hizo de comparsa, de “reformar” la RDA llevó a elecciones en marzo de 1990 en la RDA, en las que se impuso la democracia cristiana oriental (que había participado del gobierno stalinista durante los cuarenta años de existencia de la RDA) y que se integró con la democracia cristiana del oeste liderada por el canciller Helmuth Kohl. La actual primera ministra alemana, Ángela Merkel, nació y se formó en la RDA hasta recalar en la Democracia cristiana de la Alemania “unificada”. Nuevo Foro obtuvo una votación marginal.
El proceso de unificación, aunque liderado por el gobierno de Alemania Occidental, no podía ignorar los reclamos y aspiraciones de las masas movilizadas y por eso Kohl ofreció la paridad 1 a 1 de los marcos de ambos países, premiando a los orientales dado que la paridad real era de 5 a 1. En julio de 1990 se eliminó el obstáculo final para la unificación alemana cuando Gorbachov aceptó renunciar a las objeciones soviéticas a una Alemania unificada dentro de la OTAN, a cambio de una ayuda económica alemana sustancial para la Unión Soviética. La anexión de los cinco estados que formaban la RDA a la RFA (ese fue el formato institucional que adoptó) concluyó formalmente el 3 de octubre de 1990.
Las expectativas generadas por la “unificación” (anexión) dieron lugar bastante rápidamente a una profunda desilusión. Las consecuencias sociales para la población del este alemán fueron terribles. En lo único que hubo 1 a 1 fue en la tenencia de monedas.
Ni los salarios ni las prestaciones sociales se equipararon. La industria de la RDA colapsó y fue rematada a precio vil en favor de los capitalistas de la RFA. La producción industrial se derrumbó y creció la desocupación y la diferenciación social. La presión de los bajos salarios del este presionó a su vez a la baja de los salarios de los obreros de la RFA. La educación y la salud públicas, que habían sido algunas de las conquistas de los trabajadores de la RDA se fueron perdiendo al igual que las condiciones de las viviendas. Ante la miseria que se generalizaba numerosas viviendas fueron vendidas a precios de remate a favor de especuladores de la RFA. La pobreza extrema se extendió por los cinco estados ex RDA. Por eso, la nota de EDM de 1996 citada comenta el deterioro de la situación socio económica alemana a seis años de la anexión.

La caída del otro Muro

La caída de los regímenes stalinistas de Europa Oriental y al poco tiempo la desintegración de la URSS y el comienzo del proceso restauracionista en Rusia y las demás repúblicas que formaron la URSS alentó en el mundo capitalista la expectativa de un nuevo ciclo ascendente del Capital. La “unificación” alemana impulsó poco después la creación del Euro, el tratado de Maastricht y un nuevo impulso a la Unión Europea que se extendió hacia los países del este europeo.
Pero el régimen capitalista imperialista que emprendía estas iniciativas no era el joven y lozano de la “primavera de los pueblos” de mediados del siglo XIX. Era un capitalismo decadente y senil que lo hacía con sus propios métodos y recursos. Durante la década del 90, guerras incentivadas por las distintas potencias imperialistas devastaron y destruyeron la unidad yugoeslava, retrotrayendo las condiciones de esas poblaciones décadas hacia atrás. Hoy Ucrania sufre presiones similares.
La crisis asiática y de Rusia de fines del siglo XX, el estallido de la burbuja de las punto com a comienzos de este siglo fueron anticipando las condiciones catastróficas en que se desenvolvía la economía mundial capitalista.
Finalmente entre 2007 y 2008 arrancó la crisis más importante del sistema mundial capitalista desde 1930. En una metáfora que parodiaba la caída del Muro de Berlín, el semanario británico The Economist titulaba “La caída del otro Muro” en referencia a Wall Street (literalmente la “Calle del Muro”) en relación a la crisis comenzada por el descalabro del mercado de hipotecas de EEUU, pero que luego se extendió a todo el mundo. Europa, incluida Alemania, fue una de las regiones más afectadas, en especial la región europea más atrasada, la del sur donde se creó el acrónimo PIGS, para referirse a Portugal, Italia, Grecia y España que eran los países más afectados por la crisis, la mayoría de ellos deudores de la banca alemana. La Unión Europea crujió y se expandieron las tendencias centrífugas (con el Brexit a la cabeza)
Alemania, que se había convertido después de la “unificación” de 1990 en la locomotora de Europa, comenzó a sufrir los coletazos de la crisis. La gran acreedora de la Europa del sur, fue afectada por su insolvencia. Hoy, los bancos alemanes (Deutsche Bank) están entre los más riesgosos y amenazan arrastrar a gran parte de la economía alemana que está entre los principales países con tasa de interés negativa.
La crisis alemana y europea en un cuadro de crisis de dirección del movimiento obrero, abandonado por sus direcciones históricas es un caldo de cultivo para el desarrollo de partidos y movimientos reaccionarios, anti inmigrantes y racistas, que tienen un especial desarrollo en los estados alemanes que formaron parte de la RDA.
Pero la crisis también crea las condiciones para una recomposición del movimiento obrero y de lucha, en especial en Francia, (chalecos amarillos y huelgas de masas) y también en Alemania donde el movimiento obrero se recompone y enfrenta las difíciles condiciones sociales creadas por la crisis capitalista.

Andrés Roldán

[i] Prensa Obrera n" 284. 19/10/89, citado en “Prensa Obrera y el Muro de Berlín”, por Jorge Martín (Guri), En Defensa del Marxismo 14, 1/9/1996
[ii] Idem, La cita final es de Prensa Obrera n° 297. 27/3/90.

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