martes, diciembre 10, 2019

La “misa de la paz” y el abrazo de Macri y Fernández



La basílica de Luján fue el escenario donde, a menos de dos días del traspaso de mando presidencial, Mauricio Macri y Alberto Fernández posaron para sacarse una “foto de la unidad”. La misa “de la unidad y la paz social”, presidida por el titular de la Conferencia Episcopal Oscar Ojeda, buscó oficiar explícitamente de puntapié inicial del pacto social y dejar atrás la tan mentada grieta.
El llamado clerical a dejar atrás las confrontaciones y establecer compromisos básicos fue realizado con una preocupación precisa. El arzobispo de Mercedes-Luján, Jorge Scheinig, aseguró que en la Iglesia son “conscientes de lo que viene y lo que ya estamos viviendo en el mundo y América Latina”, en referencia al cuadro convulsivo que se vive en el subcontinente, sacudido por la rebelión chilena, la lucha contra el golpe en Bolivia, las huelgas en Colombia, en el marco de una situación internacional atravesada por levantamientos populares, desde Francia hasta Irán.
La presencia de Macri y Fernández, acompañados por toda la plana mayor de sus funcionarios, es una confesión de que la preocupación de la Iglesia es compartida por los dos grandes bloques políticos de la burguesía argentina. En ese sentido apuntan las declaraciones del presidente saliente sobre que liderará una “oposición responsable y constructiva”, copiando las palabras del kirchnerismo cuando fue desplazado del gobierno en 2015. En ambos casos, la “responsabilidad” es un eufemismo para respaldar (y llegado el caso votar en el Congreso) la política llevada adelante por el gobierno de turno, pero sin hacerse cargo de sus consecuencias.
Así fue cómo, durante los últimos cuatro años, el peronismo prestó el apoyo necesario para que se aprobaran año a año los presupuestos macristas de ajuste y megaendeudamiento. En efecto, fueron los propios personeros K quienes se jactaron de que si en Argentina no sucede lo que en Chile, con un 40% de la población en la pobreza, es gracias al papel de contención que han jugado desde la oposición. Es una reivindicación de la entrega de la CGT, la CTA y el Triunvirato Cayetano, que de la mano de la Iglesia se esforzaron por imponer el “Hay 2019” contra las tendencias a enfrentar los ataques del gobierno ajustador de Macri.
Ahora, el rol de “oposición constructiva” del macrismo aspira a no poner en crisis una transición ya de por sí signada por una bancarrota nacional y una brutal recesión. Al lado del cuadro latinoamericano, la enorme lucha de estatales y docentes de Chubut, cuando el conjunto de las provincias atraviesa una penosa situación financiera, o más recientemente la rebelión de los residentes y concurrentes de Capital que hizo retroceder al gobierno de Larreta, pasando por encima de la burocracia sindical, son severas advertencias.
El saludo de “unidad” con quienes terminan su mandato con millones de nuevos pobres y desocupados, desfalcaron al país y lo pusieron bajo la égida del FMI, solo augura que Fernández espera contar con sus servicios cuando las expectativas de pagar la deuda sin ajuste se vean defraudadas. El papel de la Iglesia cobra así todo su peso, a despecho del reclamo de las millones de jóvenes que ganaron la calle con la ola verde.

Iván Hirsch

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