jueves, enero 19, 2023

Nueva Zelanda: el fin del gobierno de Ardern


Jacinda Andern

 La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, anunció su renuncia al cargo y afirmó que no se postulará en busca de un nuevo mandato en las elecciones generales que tendrán lugar dentro de unos meses. 
 En su alocución, Ardern dijo sentirse sin fuerzas para seguir en la jefatura de Estado y enunció algunos de los problemas que atravesó su administración: el atentado islamófobo contra dos mezquitas, en Christchurch, que dejó 50 muertos; la erupción del volcán Whakaari (nota al margen: hay un entretenido documental sobre el tema en Netflix); la pandemia de Covid-19; y la crisis económica.
 Ardern, quien pertenece al partido laborista, se convirtió en la primera ministra electa más joven del mundo (con 37 años), tras las elecciones de 2017. Logró cierta proyección internacional, a punto que, por sus modales más refinados, un sector de la prensa la ensalzaba como la contracara de Donald Trump (no obstante lo cual, en su primer gobierno sumó al gobierno a “Nueva Zelanda Primero”, una fuerza hostil a los migrantes que adopta, en clave kiwi, el lema del magnate). 
 El apogeo de Ardern se produjo en 2020, al comienzo de la pandemia, cuando instrumentó un rápido cierre de fronteras y una cuarentena bastante estricta que le permitieron contener al virus. Y si bien posteriormente la enfermedad se diseminó por las islas, el impacto fue menos severo que en otros países desarrollados. En las elecciones de 2020, Andern fue reelecta con el 50 por ciento de los votos. Logró una mayoría absoluta propia, con 65 diputados sobre 121. 
 Sin embargo, el agravamiento de la crisis económica mundial fue erosionando su popularidad. El punto más sensible hoy en día es la inflación, que ronda el 7 por ciento anual, el nivel más elevado en treinta años. Para tratar de conjurarlo, Ardern apeló a la ortodoxia neoliberal: nueve subas consecutivas de la tasa de interés (llevándola por encima del 4%). 
 Algunas encuestas previas a la renuncia de la primera ministra ya ubicaban al oficialismo por debajo del Partido Nacional, la oposición de centroderecha, de cara a los próximos comicios. 
 El laborismo debe elegir un sustituto que complete el mandato de Ardern y un candidato para las elecciones. De entrada, el vice de la renunciante, Grant Robertson, ya aclaró que no le interesa encabezar la nómina. Tal vez no se ve con chances. 

 Política exterior

 Un aspecto que Ardern no señaló en su discurso pero también es un factor de estrés para cualquier mandatario es la política exterior.
 Nueva Zelanda se alineó con Estados Unidos y la Unión Europea en la guerra de Ucrania, proporcionando armas y entrenamiento al régimen de Volodomir Zelensky. 
 Sin embargo, ha tratado de mantener un perfil propio frente a la guerra comercial y las tensiones entre China y Washington. Con el gigante asiático, Wellington mantiene una relación extremadamente compleja. Por un lado, fue el primer país desarrollado que estableció con Beijing (en 2008) un tratado de libre comercio. China es el principal socio comercial para el gobierno de Ardern, exportándole productos lácteos y forestales. Capitales neozelandeses adquirieron firmas en suelo chino. También firmaron las islas un memorándum de entendimiento por la ruta de la seda y se sumaron a un proyecto del Banco Asiático de de Inversiones en Infraestructura. 
 Pero por otro lado, Nueva Zelanda y China son rivales directos en la influencia y control del Pacífico y los países insulares. Tras el acercamiento de Beijing con las Islas Salomón, y posteriormente ante el intento chino de establecer un acuerdo de seguridad con varios países de Oceanía, el gobierno de Ardern firmó un texto conjunto con la Casa Blanca expresando su preocupación por la injerencia china en esa zona del Pacífico. Esto cayó mal en China, aunque unos meses más tarde se intentaron limar asperezas con un encuentro bilateral Ardern-Xi Jinping. 
 La tensión creciente entre Washington y Beijing pone en crisis los lazos entre Nueva Zelanda y China. En el caso de la vecina Australia, directamente los dislocó. 
 La crisis económica mundial y las tendencias a la guerra, que hacen al mundo cada vez más convulsivo, han liquidado el experimento político de Ardern. Aun los lugares más apartados, y aparentemente más resilentes, forman parte de una misma realidad global. 

 Gustavo Montenegro

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