jueves, mayo 06, 2010

Garzón, el cazador cazado


Este sábado se produjeron distintas manifestaciones “contra la impunidad del franquismo y en defensa del juez Garzón”. Fuimos muchos los que, en circunstancias así, pedimos que nos avisen cuando convoquen una sólo contra la impunidad del franquismo. Sin embargo, Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista apoyaron esta movilización y participaron en ella.
Is anybody home, Mc Fly? Sería redundante, de sobra lo conocemos todos, ahondar en el historial reaccionario de la Audiencia Nacional y de su juez estrella, el más represivo, el mejor: desde la doctrina Parot hasta las ilegalizaciones de Batasuna o el PCE ( r ), pasando por el cierre de medios de comunicación que, para colmo, se han demostrado inocentes, como Egunkaria; o la persecución incluso de artistas como Fermín Muguruza, Manu Chao, Soziedad Alkohólika o cualquiera que ose pensar diferente a como piensa su distinguida señoría.
De modo que me centraré en hacer una respetuosa y fraternal crítica a los compañeros de Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista, muchos de cuyos militantes de base son buenos amigos míos, con los que he compartido luchas… y muchas otras manifestaciones, pero no ésta. Considero que la crítica y el debate es un ejercicio fundamental para una izquierda ágil, fuerte y sana. Además, los errores pueden rectificarse; por eso no temo discutir todos los puntos que sean necesarios, siempre que el debate sea real y todos estemos abiertos a convencer y ser convencidos.
Franco torturó, qué duda cabe; y esos increíbles (o peor aún: creíbles) jueces se niegan a juzgar sus torturas. Pero Franco no fue el único en torturar. Sólo en 2006 hubo en el Estado español más de setecientas denuncias por torturas, y en las comisarías (sobre todo en las más siniestras: los “cuartelillos”) murieron más detenidos que mujeres a manos de sus parejas. Pasa lo mismo todos los años, y jueces como Garzón se niegan a juzgar esas torturas.
Porque Garzón, no nos engañemos, es también un fascista, sólo que de otro tipo. Es un fascista del siglo XXI. No sólo el socialismo evoluciona, se adapta a los nuevos tiempos; además, no hace falta ir haciendo el paso de la oca o dejarse un bigotito ridículo para ser un fascista. No olvidemos que una porción del arco parlamentario fue, sencillamente, clausurada e ilegalizada por este juez; y sin necesidad de quemar ningún Reichstag (aunque quién sabe si de eso no se encargó Mr. Marshall en Nueva York…).
No creo tener las respuestas ni las soluciones, pero, si algo logré comprender, es que, cuando dos fascistas se pelean entre ellos, no debemos defender a ninguno de los dos. Tampoco me resulta aceptable recibir lecciones de memoria histórica de un personaje oscuro y traicionero como Carrillo, cuya selectiva (más que histórica) memoria le habrá hecho olvidar su pacto de silencio y olvido; o recibirlas de las cúpulas de IU, que apoyaron una ley de memoria que, por más que nos vendan, es de “punto final”.
Estoy con Lenin (no porque-lo-diga-Lenin, sino porque estoy de acuerdo con él en eso) en que la socialdemocracia alemana de su época traicionó sus ideales, al votar a favor de los créditos de la I Guerra Mundial. Si dos países imperialistas se enfrentan entre ellos, no hay que apoyar a ninguno de los dos bandos (ni siquiera aunque uno de ellos haga terribles esfuerzos por presentarse como el más progresista). Pero esto no debe confundirse con el vergonzoso “Ni OTAN ni Milosevic” que se sacó de la manga IU cuando se produjo la invasión de Yugoslavia. La izquierda debe hacer esfuerzos por distinguir una guerra de agresión, como la que sufrieron Yugoslavia o Irak (en cuyo caso, está claro, debemos apoyar al bando que se defiende del imperialismo), de otra cosa que sería muy diferente: una disputa que refleje la competencia interna entre distintas fracciones de la burguesía (EE UU contra UE, Nike contra Adidas, PP contra PSOE, Garzón contra Varela, etc.) Es sólo en el primero de los casos mencionados, y normalmente en contextos de antiimperialismo, en el que cabe desarrollar un sistema de contradicciones, principales unas, secundarias otras; sin embargo, el empleo rígido, desnaturalizado y abusivo de esta fórmula sólo sirve a quienes pretenden trazar una engañosa línea entre José Díaz y Gaspar Llamazares, sobre la base falaz de que el PSOE (él es él y sus circunstancias) de hace 70 años es equiparable al actual…
En mi opinión, lo peor es que Izquierda Unida e Izquierda Anticapitalista han apoyado y asistido a una manifestación repleta de carteles y cánticos a favor del juez Garzón, convocada ante todo como una defensa de este juez y liderada por cruzados anticubanos como Almodóvar, entre otros. Es decir, han apoyado y asistido a una manifestación en defensa del juez que, de manera –ya lo he dicho- fascista, expulsó del Parlamento a la izquierda patriota vasca, siendo, para colmo, y con una gran diferencia, el País Vasco el lugar de este Estado donde la izquierda está más desarrollada; el único lugar que ha hecho una Huelga General contra la crisis capitalista (tal vez por ser el único lugar en el que CC OO y UGT no tienen la mayoría sindical…); el lugar, en consecuencia de todo lo anterior, con más densidad de policías y de presos de toda Europa; el lugar donde, a todos los niveles, más asociacionismo de base y tejido social se ha generado, y donde más luchadores hay, y donde más enemigos tiene el Estado capitalista español.
Al menos espero que si luego, en alguna ocasión, los vascos no quieren pactar con los asistentes a esta manifestación, no sean además tildados de cualquier cosa. ¿Quién ofende a quién? ¿Quién tiene motivos para sentirse ofendido? Si de verdad deseamos la unidad de la izquierda, respetemos a la izquierda, es decir, respetémonos a nosotros mismos, a quienes nos oponemos al sistema; y sintámonos ilegalizados cuando ilegalizan a los compañeros del norte, es decir, cuando nos ilegalizan a nosotros.
El final de todo esto lo conocemos. Garzón saldrá de rositas (faltaba más) y todo habrá acabado, porque el lema era ese. El PSOE arañará unos cuantos votos y el sistema seguirá siendo tan siniestramente perfecto. Y con esto, ¿habrá llegado la izquierda provechosamente a las masas, o sencillamente habrá vuelto a travestirse, desorientarse, autodestruirse, confundirse con el PSOE, marchar detrás de sus pancartas, tragarse el mito de que “todos estamos contra la derecha”, de que “la derecha” no son ellos, etcétera?
Para terminar, no me gustaría que nadie me malinterprete. ¿La izquierda debe movilizarse contra la impunidad del franquismo? Pues claro que sí, y con toda sus fuerzas; pero con un discurso propio y con sus propios consignas. No en subalternidad al discurso del PSOE o rebajando su nivel de conciencia al nivel de conciencia general, que, por desgracia, lo sabemos, es tal, que cualquier día Díaz Ferrán propondrá reinstaurar el derecho a pernada, y ni por eso habrá huelga. Rebajarse “para llegar a más gente” se llama llamazarismo, y entre sus dudosos méritos está el haber hecho pasar a IU de 21 diputados a uno solo (él). Que cada cual extraiga sus propias conclusiones y consideraciones.

Manuel M. Navarrete

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