jueves, abril 13, 2023

Luego de las quiebras bancarias: lo peor está por venir


Si bien los mercados parecen haber recobrado la calma, luego de la sucesión de quiebras bancarias que se produjeron semanas atrás, la crisis está lejos de haberse cerrado. Por el contrario, la opinión que empieza a extenderse es que lo peor no pasó sino que está por venir. 
 El principal diario en el mundo de las finanzas, Financial Times (30/3), ha hecho una detallada exposición de los frentes de tormenta que están abiertos. El matutino londinense advierte que los recientes colapsos de Estados Unidos y Europa ponen de manifiesto nuevas amenazas para los prestamistas.
 Una cantidad no despreciable de bancos mantiene grandes carteras de préstamos a tasa de interés fija muy por debajo de los niveles actuales. Otros, con una mayor promoción de su cartera a tasa variable, pueden cobrar más pero están expuestos a un riesgo de defaults por parte de los beneficiarios del crédito, incapaces de hacer frente a sus compromisos. 
 Una de las preocupaciones centrales está relacionada con la deuda pública, desde el momento en que los bancos compran habitualmente títulos del Estado de modo de cumplir los requisitos de las regulaciones vigentes de mantener cantidad suficiente de activos líquidos de alta calidad. La suba de la tasa de interés ha provocado una fuerte caída de esos activos públicos. La Reserva Federal de Estados Unidos (FED) anunció que los bancos estadounidenses tenían 620.400 millones de dólares en pérdidas, producto de la desvalorización de esos activos. Según las normas estadounidenses, los bancos no tienen que exponer estos activos a precios de mercado, de modo tal que esta pérdida permanece encubierta en sus balances hasta el momento en que se vean forzados a vender esos activos, como le ocurrió al Silicon Valley. Hay quienes calculan que de seguir la tendencia actual, las pérdidas podrían alcanzar la friolera de 2 billones de dólares. Con más razón si los depositantes retiran sus fondos en la búsqueda de opciones más lucrativas. 
 Los préstamos a tasa variable están cada vez más extendidos en la Eurozona, pero las hipotecas fijas siguen representando tres cuartas partes del total. El panorama es más complicado en Estados Unidos, donde las hipotecas a tasa variable representan menos del 10% del total. 

 Préstamos inmobiliarios

 En relación a este punto, uno de los aspectos más explosivos se concentra en los préstamos inmobiliarios comerciales (CRE, por sus siglas en inglés). Según JP Morgan, algo más del 40% de los préstamos inmobiliarios comerciales de Estados Unidos está en manos de los bancos. 
 La exposición de los bancos europeos en este tipo de operatoria ha sido identificada como una “vulnerabilidad clave” por el Banco Central Europeo (BCE). Aunque la proporción de préstamos inmobiliarios es sensiblemente menor, el costo de la deuda se ha duplicado y eso genera sobresaltos en la refinanciación. En el futuro se prevé que los criterios de concesión de préstamos van a ser más estrictos. 
 Importa señalar que el 70% de los préstamos otorgados por la banca pertenece a los bancos pequeños, de modo que no es exagerado vaticinar nuevas turbulencias que involucran también a los bancos regionales. 

 Banca en la sombra

 Pero tanto o más amenazante que el sector bancario es la llamada “banca en la sombra”, que consiste en mercados financieros no regulados y que incluye fondos de inversión abiertos y money markets, que operan al margen de los controles institucionales. El Financial Times (3/4) alerta que es en ese sector “donde residirá el verdadero riesgo en 2023 y más allá”. La banca en la sombra tiene un papel cada vez más gravitante en el área de los créditos inmobiliarios comerciales. Pero las subas de la tasa de interés han encendido las alarmas, pues están presionando a la baja los valores de los inmuebles comerciales, que ahora están por debajo de los niveles previos a la pandemia. Esto, más allá de desalentar nuevas inversiones, reduce los márgenes de financiamiento, lo cual presiona a los fondos de capital privado con préstamos al sector inmobiliario que están venciendo y que necesitan inyecciones de capital. No olvidemos que liberados de controles, la operatoria se ha ido multiplicando, apelando a un gran aplacamiento. Por esta razón, los vencimientos de deuda inmobiliaria de 2023 son elevados. Los “gestores de activos” -otra denominación para esta banca en la sombra- están obligados a buscar más capital y hacerlo en condiciones más desfavorables o ruinosas o, en su defecto, vender inmuebles de su cartera para cubrir préstamos. 
 Los índices inmobiliarios ya se habían vuelto negativos en 2022. El mes pasado, el grupo inmobiliario canadiense Brookfield dejó de hacer frente a los pagos de los 734 millones de deuda de edificios de oficinas de Los Angeles. En una situación comprometida se encuentran otros fondos de inversión como Husdson Pacific Properties y Vornado Reality. Esto es una punta del iceberg, pues hay que tener en cuenta la que los fondos de riesgo (hedge funds) vienen expandiendo sus negocios e inversiones en infinidad de áreas como servicios públicos, tierras de cultivo, transporte y energía; en particular en energías renovables, aprovechando el propio apoyo gubernamental para una transición energética. Esta expansión se ha acelerado gracias a los planes de estímulo fiscal posteriores a la crisis del Covid en Estados Unidos y otros países, que han fomentado más asociaciones público-privadas para la construcción de infraestructuras. La ley de Inversión en Infraestructura y Empleo de Estados Unidos introdujo una serie de nuevas concesiones para la inversión privada.

 Perspectivas 

A partir del cuadro aquí descripto no nos debe sorprender que el Morgan Stanley proyecte “algo peor que en la Gran Crisis” para el mercado inmobiliario (Wall Street Journal, 5/4). “Más del 50% de los casi 3 billones de dólares en hipotecas comerciales -destaca el diario- deberán renegociarse justo cuando aumenten las tasas de interés”. 
 Por su parte, el director ejecutivo del JP Morgan, Jamie Dimon, señaló que la crisis no terminó y advirtió que durará años. 
 Nouriel Roubini, a su turno, ha ido más lejos y habla de la “fatalidad de una nueva crisis de la deuda” (Clarín, 8/4). El renombrado economista, valorado porque predijo la crisis financiera de 2008, advierte, entre otras cosas, sobre el peligro que representa el retiro de depósitos que viene creciendo, lo cual presagia nuevos temblores en el sistema bancario. “La fuga actual y aparentemente persistente de depósitos no asegurados -e incluso asegurados- probablemente esté impulsada tanto por la búsqueda de los depositantes de mayores retornos como por su preocupación acerca de la seguridad de sus depósitos” (ídem). 
 Las consecuencias de una suba de la tasa de interés y la contracción del crédito no se circunscriben solo al riesgo de un aterrizaje más duro de la economía, que abre el terreno a una depresión, sino que puede desatar una corrida bancaria. 
 Roubini alerta sobre las contradicciones insalvables con la que tropiezan gobiernos y bancos centrales para hacer frente a la crisis. “Los bancos centrales no deben caer en el autoengaño de creer que todavía pueden lograr tanto la estabilidad de precios como la financiera mediante algún tipo de separación (elevar las tasas para luchar contra la inflación y, al mismo tiempo, inyectar liquidez para mantener la estabilidad financiera)” (ídem). Una medida termina retroalimentando los efectos de la otra y es imposible hacer malabarismos. 
 En síntesis, al escenario de recesión con inflación (stagflation) que se viene abriendo paso se une la perspectiva de cimbronazos financieros. Lejos de una crisis que pueda ser revertida con regulaciones y controles estatales cada vez más devaluados -como predican neokeynesianos y hasta sectores de izquierda- está llamada a transitarse en forma violenta y convulsiva, por medio de defaults, quiebras y bancarrotas. El colapso económico es el caldo de cultivo para el hundimiento del régimen político y la emergencia de estallidos sociales y rebeliones populares. Ahí tenemos las huelgas en Francia, Inglaterra y Alemania, donde aparece en escena la clase obrera, pero también los levantamientos en Asia, Africa y, por supuesto, en América Latina. Los luchadores que hoy están haciendo frente a la brutal ofensiva capitalista en curso deben seguir con atención este cuadro de situación, pues el gran desafío para los trabajadores y la izquierda es cómo se convierte en un canal para impulsar las luchas en curso y contribuir a que los explotados intervengan en la crisis como un factor independiente y se catapulten como alternativa de poder. 

 Pablo Heller

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