martes, febrero 25, 2025

La gira de Marco Rubio por América Central, en el contexto de la guerra


Por primera vez en cien años un Secretario de Estado norteamericano elige visitar primero Latinoamérica, luego de asumir el cargo.
 Uno de los puntos visitados fue Panamá -debido al canal bioceánico-. A pesar de las movilizaciones que hubo en contra suya, logró comprometer al presidente Murillo con la no renovación del acuerdo comercial por la Nueva Ruta de la Seda firmado con China en 2017.
 Entre las 40 empresas chinas que hacen negocios en el país se encuentran las que manejan los puertos Balboa y San Cristóbal, ubicados en ambos lados del canal. Estas son las que encienden las alarmas de Trump quien, para justificar sus pretensiones de retomar el control del canal, argumentó las posibilidades que tendría el gigante asiático de bloquear el paso bioceánico. 
 También hubo un anuncio sobre “facilitar el paso” a los buques comerciales yanquis, algo que Rubio interpretó como una eliminación preferencial de tarifas a los barcos de su país. Esto fue rápidamente desmentido por el gobierno panameño. Los buques norteamericanos son, junto con los chinos, el grueso del tráfico del canal, por lo cual una eliminación de tarifas para los mercantes yanquis lo volvería insustentable. 
 En cuanto a la política antiinmigratoria, desde julio hay un acuerdo firmado sobre repatriación, ya que Panamá es lugar de paso hacia los Estados Unidos -especialmente la selva del Darién-, a partir del cual ya se deportaron 1.700 migrantes. Ahora, además, el presidente José Raúl Mulino se comprometió a recibir migrantes de otros países, deportados desde Estados Unidos hacía Panamá. 
 En El Salvador, Rubio se llevó más de lo que pedía, calificándolo como el acuerdo “más extraordinario del mundo” en materia migratoria: Bukele le ofreció su megacárcel para alojar migrantes deportados por Trump, de cualquier nacionalidad, incluso reclusos estadounidenses. A cambio, El Salvador recibiría una suma “relativamente baja” en palabras del mismo Bukele. En Guatemala, acordó con el presidente Bernardo Arévalo que se aumentarán un 40 % los vuelos de deportados desde Estados Unidos y, además, volverá a recibir migrantes de otras nacionalidades.
 La visita a República Dominicana estuvo centrada en los planes de injerencia en Haití, su vecino en la misma isla, donde Estados Unidos encabeza una nueva misión de intervención extranjera. Rubio también protagonizó una operación para confiscar un avión gubernamental venezolano que permanecía detenido en territorio dominicano bajo órdenes norteamericanas. 
 En Guatemala, uno de los acuerdos alcanzados fue la colaboración entre el Gobierno y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para la planificación preliminar de la expansión de dos puertos estratégicos. En Costa Rica también ofreció ayuda contra el narcotráfico y felicitó al Gobierno por su política de prohibición del 5G y la tecnología china. 
 En síntesis, Rubio consiguió compromisos para ubicar no sólo a los migrantes latinos, sino a los provenientes de todos los continentes, aun cuando no pueden volver a sus países por cuestiones políticas. Esto le resuelve gran parte de los problemas que implica la deportación, ya que así Trump se libra de respetar las leyes norteamericanas sobre acogida. Lo mismo pretende con la cárcel de Guantánamo, adonde ya trasladó a decenas de venezolanos que se encontraban en Estados Unidos pidiendo asilo. 
 Sin embargo, los acuerdos sobre los migrantes presentan varios problemas para los países centroamericanos. Por un lado, están los gastos que genera el hecho de mantenerlos en espera en pseudocampos de refugiados y la crisis diplomática que implica lograr cada una de esas repatriaciones, ya que incluye países que no las aceptan y otros en los que la repatriación implica riesgo de vida por la persecución política que ejercen sus regímenes respectivos -muchos son emigrados recientes de Siria, por ejemplo, cristianos que escapan de los yihadistas que financiaron el mismo Estados Unidos, Turquía e Israel-. Ni hablar del desastre humanitario y la crisis política interna que pueda generar en cada país-albergue. Pero en otro aspecto, en referencia a los repatriados connacionales, implica una pérdida de entrada de divisas en forma de remesas que para esos países son un porcentaje importante de sus ingresos totales. Según el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2024 de la OIM, las remesas hacia América Latina y el Caribe alcanzaron un récord de 155.000 millones de dólares en 2023. 

 Otros países que no están en la gira 

En una competencia de cipayismo cabeza a cabeza con Bukele, el ecuatoriano Daniel Noboa anunció que impondrá un 27 % de aranceles a los productos mexicanos, siguiendo los pasos iniciales -luego revertidos- de Trump. Además, presentó un proyecto para reformar la Constitución y modificar el artículo 5 que prohíbe “la existencia de bases militares extranjeras”, anuncio que realizó desde Manta, rememorando la base que antes funcionaba ahí. 
 Por el contrario, Xiomara Castro, de Honduras, fue la única que se negó de plano a recibir cualquier deportación e incluso amenazó con expulsar las bases militares de su territorio, las cuales continuaron funcionando durante los tres años que lleva de gestión presidencial. 
 En México, en cambio, la presidenta Claudia Sheinbaum cedió a todos los requerimientos de Trump -militarización de su frontera, deportaciones e injerencia norteamericana en su territorio-, sin abandonar la verborragia nacionalista. 
 Para encubrir esta entrega, Sheinbaum impulsó una reforma constitucional a fin de establecer que no consentirá ninguna injerencia ni intervención en investigación y persecución alguna sin la autorización y colaboración expresa del Estado mexicano, en el marco de las leyes aplicables. Es decir que las fuerzas represivas norteamericanas pueden actuar en territorio mexicano siempre que trabajen en conjunto con sus pares locales, reiteradamente acusados de corrupción y de estar implicados en la trata y el narcotráfico. Bajo los eufemismos de ‘colaboración’ y ‘coordinación’, Sheimbaum, al contrario de lo que pondera, entregó una soberanía que ya estaba vulnerada, con la esperanza de evitar los aranceles con los que la amenazó el fascista del norte. 
 Trump, por su parte, puso a los carteles mexicanos en la lista de grupos terroristas -medida que replicó Canadá, a lo chirolita- para poder asignarse renovados derechos de injerencia. Desde que asumió su segundo mandato, se intensificaron los drones que traspasan la frontera. Estas medidas solo pueden empeorar la situación de la violencia en México, que desde que le declaró la guerra al narco, en 2006, con participación militar, acumula más de 480.000 homicidios y unos 110.000 desaparecidos. 
 Esta política de Trump de injerencia en América Latina profundiza una tendencia, que se inició cuando se reactivó la IV flota en el 2008 y se aceleró cuando la generala Laura Richardson tomó el mando del Comando Sur y convenció al Congreso norteamericano de la importancia de aumentar su presupuesto para poner un freno al avance chino en la región. 
 China es todavía el principal socio comercial de Brasil y el segundo de Argentina, México y Colombia. Al mismo tiempo, el gigante asiático aumenta sus inversiones en infraestructura vial y portuaria en la región para orientarlas hacia el Pacífico. 
 A días de esta gira de Rubio y de ejercicios militares del imperialismo en el Pacífico, China también realiza los suyos en aguas internacionales cercanas a Australia, denominados “Ejercicios de entrenamiento en aguas lejanas”. 
 Trump, emperrado en usar a los migrantes como chivo expiatorio de los males ocasionados por la barbarie capitalista, está empeñado en agravar la crisis humanitaria y utilizar métodos que remoran a los principios del nazismo, con deportaciones masivas y campos de refugiados, contando para ello con la total complicidad de los gobiernos latinoamericanos sin que todavía exista una movilización de masas contraria, acorde al tamaño de semejante deshumanización. 

 Aldana González 
 24/02/2025

No hay comentarios.: