La de Yemen es una guerra en gran medida olvidada pero que existe desde hace varios años. Por la fuerza de las cosas, los movimientos humanitarios piensan en ella…
Así, en ese país de alrededor de 26 millones de habitantes, a finales de enero dos millones dependían de una ayuda alimentaria de urgencia. A finales de febrero, Naciones Unidas llegó a plantear la cifra de 7,3 millones, cifrando la ayuda necesaria y urgente en 1 700 millones de dólares. El 26 de enero, el dirigente de las operaciones humanitarias de la ONU, Stephen O´Brien, evocaba “la mayor urgencia para la seguridad alimentaria en el mundo”: 14 millones de yemeníes tienen necesidad de un apoyo alimentario proveniente del exterior. Las reservas de grano del país están agotándose y 2,2 millones de niños y niñas sufren de malnutrición, es decir, un aumento del 53 % respecto a la situación de 2015.
El principal responsable de esta catastrófica situación es el bloqueo de los puertos del país. También el cese de las operaciones de los bancos con Yemen, un país que depende en gran medida de las importaciones. En un informe elaborado por un grupo de expertos de Naciones Unidas hecho público a finales de febrero, se escribe que “todas las partes (del conflicto armado) han obstaculizado la distribución de la ayuda alimentaria en el país”…
Fundamentalmente, estas partes beligerantes son, por un lado, una coalición dirigida por Arabia saudí (apoyada por las monarquías árabes y en particular los Emiratos Árabes Unidos) y, del otro, una alianza circunstancial entre el expresidente Ali Abdalá Saleh (depuesto en 2012 tras una revuelta en el contexto de las “primaveras árabes”) y milicianos chiitas. Si bien durante sus años en el poder (1979-2012), Saleh se apoyó sobre todo en la vecina Arabia saudí y Estados Unidos, una vez derrocado, ha recordado que era chiita… Y aunque combatió al grupo armado de los hutis, una rebelión de tipo integrista proveniente de la minoría chiita del país, se ha acercado a esos mismos hutis tras su reemplazo en el palacio presidencia por su antiguo vicepresidente Abd Rabbo Mansur Hadi (elegido en 2012 en unas elecciones en las que fue el único candidato…).
El juego de los poderosos
La alianza Saleh-hutis conquistó una amplia parte del país en 2014, lo que desencadenó en marzo de 2015 una intervención militar de Arabia saudí apoyada por regímenes árabes sunitas. La guerra, en la que el número de muertos civiles se cifró en 10 000 a finales de 2016, tomó aires de conflicto confesional. Pero también es una lucha de influencia entre el régimen saudí y su gran rival chiita, el régimen iraní, al que sospechan de apoyar a los hutis.
La coalición dirigida por el régimen saudí bloquea los puertos del país, sobre todo los del Mar Rojo, lo que impide que lleguen las importaciones de alimentos. El principal puerto, el de Hodeida, sigue en manos de los hutis, mientras que el presidente Rabo ha podido retomar el de Moka.
Estados Unidos, que se contentaban hasta ahora con apoyar a las monarquías del Golfo (mientras que Arabia saudí es armada por Francia y Alemania), se han implicado en el conflicto estas últimas semanas. Los saudís son sospechosos de complacencia con las fuerzas yihadistas sunitas, Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y en menor medida el Estado Islámico (EI), que operan en el país. Ahora bien, desde la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, Estados Unidos ha bombardeado a los combatientes de AQPA. El 29 de enero, un primer ataque estadounidense contra una mezquita y un dispensario en Yakla mató a 57 personas… de ellas al menos 16 civiles. Y Yemen figura así en la lista de los países -inicialmente siete, ya seis puesto que Irak ha sido retirado de ella- cuyos ciudadanos tienen prohibida la entrada en los Estados Unidos por la administración Trump…
Bertold du Ryon
NPA
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