sábado, marzo 17, 2018

La guerra que no se debió perder. El 36 y el cine.



Obra que abarca al menos 100 apartados sobre la conexión entre el cine y la guerra española recién editada en Laertes, Barcelona, 2018. Este fragmento corresponde al apartado 63

Un autor influyente en lo referente a la lucha antifranquista y por lo mismo, a la memoria de la República, sería Jorge Semprún (1923–2011) que se inicia en la resistencia, sobrevive de Buchenwald y que será el “profesional” más conocido del PCE en la clandestinidad bajo diferentes seudónimos, como el de Artigas que será el del “héroe positivo” que encarna el actor Ives Massard en la excelente película de Bardem, Calle Mayor, pero sobre todo Federico Sánchez. Novelista, ensayista, guionista, autor de una extrema variedad con problemas entre sus orígenes y sus inclinaciones comunistas, arrepentido peculiar que se cree lo del “fin de la historia” neoliberal, con una constante tensión sobre su coherencia, un conflicto personal y de época que será el leitmotiv de su retrato, uno de los mejores de la serie “Imprescindible”, Semprún sin Semprún (Yolanda Villalonga, 2013). La autora aborda al detalle la historia de su familia con la República, la guerra y el exilio, amén de su destacada militancia comunista.
La relación de Semprún con el cine ya comenzó con las actividades de la UNINCI, aunque será con La Guerre est finie (Francia-Suecia 1966) cuando se inicia su ciclo de guionista primordial en el llamado “cine político”. Este comienzo por la “puerta grande” fue dirigido por Alain Resnais, uno de los representantes más sólidos de la “nouvelle vague”, pero se cierra por la puerta de servicio con el mismo personaje, Diego Mora…La Guerre est finie, hay que hablar de un prólogo: Resnais había conocido a Semprún a través del El gran viaje, su obra sobre Buchenwald que Jorge escribió en intervalos de su activismo comunista. Se lo había regalado André Malraux, diciéndole que se trataba de un excelente escritor, un diagnóstico compartido por Georgy Lukács. Representa pues, otra perspectiva: Diego proclama que no ha estado ni en Verdún ni en Teruel, ni en el Frente del Ebro, y concluye con que está harto de tanto teatro de García Lorca, y tanto antiguo combatiente nostálgico de treinta años atrás. En realidad, ya no era posible “darle la vuelta a la tortilla” sin abrir un nuevo proceso histórico. Una cambio que se estaba forjando en una nueva realidad, sobre las bases de un desarrollismo económico más el turismo y las masivas corrientes emigratorias/, estaban trasformando los supuestos socioeconómicos y facilitando cambios muy profundos en hábitos y costumbres. Una crisis militante que se encadenará con el pequeño grupo liderado por Josep Mª Flotats y Genevieve Bujold y que Diego observa paternalmente, aunque en perspectiva anuncia el embrión del “gauchismo” del 68. De alguna manera, la película anuncia que los espacios cerrados de los clandestinos estaban siendo ocupados por la mayor movilización social de la época, por una crisis social abierta. En este cuadro, La Guerre est finie aparece como un eslabón perdido entre la guerra y una Transición ante la que Semprún -nuevamente encarnado por Ives Montand- ofrecerá una pirueta conformista con Las rutas del Sur (Les routes du Sud, 1978), una película dirigida por el peor de los Joseph Losey posibles y que refleja perfectamente la decadencia crítica del que fue Federico Sánchez, de un personaje que acabará siendo un ministro de Cultura neoliberal.
Otra perspectiva se ofrece desde la obra de Arthur London (1915-1986), La confesión (L´Aveu, Costa Gravas Francia, 1971) Antiguo brigadista, London narra sus propias peripecias como víctimas de los “procesos” de Praga de 1952, en el que cayeron numerosos comunistas sospechoso de “titoismo”, entre los argumentos esgrimidos en la depuración estaba el hecho “sospechoso” de siendo judío, haber podido sobrevivir los campos de exterminio nazis. Todos los inculpados sufrieron tremendas vejaciones morales como físicas, de forma que algunos de los detenidos se acusaran entre sí o que se reconocieran culpables de ser el “jefe trotskista de las Brigadas”. El tribunal dictó 11 penas de muerte y tres cadenas perpetuas. Curiosamente, este será el mismo pretexto que utilizará Breznev en agosto de 1968 para justificar la ocupación de Praga por los tanques rusos… London había escrito en Se levantaron antes del alba, que los trotskistas y el POUM eran la “Quinta Columna”; en el momento del estreno de L´Aveu, todavía matizó que “no todos lo eran”, pero más tarde rectificó: había sido víctima del fanatismo… Todo esto lo explicó en sus memorias Lise London –Simone Signoret en la película- con toda honestidad 1/. El film fue tachada de “anticomunista”. Sin embargo, London no había cambiado de barricada. La pareja disidente asiste y apoya la “primavera de Praga” y en la despedida contemplan un “graffiti” con una imagen de Lenin llorando en compañía de un exclamación: que clama: ¡Lenin despierta, se han vuelto locos¡ Esta convicción “reformista” del comunismo resultaba subrayada por el hecho de que los papeles activos al lado de Duceck de Arthur y Lise que fueron interpretados por Ives Montand y Simone Signoret, paradigmas de actores comprometidos con la causa social y “compañeros de ruta” del comunismo francés desde los tiempos de la Resistencia. Lise, que era de padres españoles, fue condenada a trabajos forzados a perpetuidad y deportada a Ravensbruck donde se encontró con Neus Catalá y otras, por lo que prestó su testimonio en el documental sobre esta última de de Montse Armengol (2005)
Semprún volvió a coincidir con Resnais en Stavisky (Francia-Italia, 1974), en la que se relata los últimos meses de la vida del estafador Serge Alexandre Stavisky (Jean-Paul Belmondo) desde fines de 1933 a enero de 1934 en la que aparece un ricos fascista español que anda conspirando contra la República. El mismo gobierno que mira hacia otro lado ante las maniobras financiaras del estafador, se muestra especialmente vigilante ante la presencia de un aislado León Trotsky que aparece bajo la luz de la visita amigable que le hizo por entonces André Malraux, el mismo que su guerra española tratará de justificar la actuación estalinista. Aunque Stavisky recibió varios premios, se cuenta entre los títulos más convencionales de Resnais sometido a las exigencias del estrellato de Belmondo. En el haber de Semprún se cuenta además Las dos memorias y diversas apariciones en documentales sobre su pasaje por el campo de concentración de Buchenwald en el que la palabra “supervivencia” adquiere dimensiones tremendas.
Años más tarde, cuando Semprún ya había “superado” sus inquietudes marxistas y se sentaba a la derecha del César, añadió nuevas consideraciones a los interrogantes de su pe única película: “España es un país muy extraño: el régimen de monarquía parlamentaria está construido sobre los valores que defendió la Segunda República, y la memoria está construida en torno a los valores de los vencedores. Debemos aspirar a un reequilibrio. Y está claro que el argumento de la derecha para no hacerlo es revivir las heridas del pasado y tal y cual (…) Recuerdo que a Hemingway le enfurecía que llamáramos a la Guerra Civil “nuestra guerra”. Él, que hablaba un perfecto castellano con un acento muy americano, decía que lo único que unía a los españoles era nuestra guerra“. Es un derroche propio del personaje, será retratado en Semprúm sin Semprún, el retratado en un documental testamentario de una de las entregas más elaboradas de la serie “Imprescindibles” en la que aparece casi como un actor que representó papeles tan diversos. Al final, Semprún se interroga sobre una coherencia, en nuestra opinión destrozada. Todavía tuvo tiempo para declarar en un congreso sobre la historia del 36 que, a pesar de los pesares, Stalin tuvo la razón contra Trotsky en España.
Antes había apoyado la “democracia” de George Bush en la primera guerra del Golfo, incluso despidió a un buen número de funcionarios de su departamento ministerial por firmar un manifiesto contra la guerra. Este penúltimo Semprún poco o nada tenía que ver ni con Federico Sánchez ortodoxo ni con el heterodoxo.2/

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

1/ Me he referido ampliamente a algunos personajes citados en trabajos como Semprún, dos caras de la misma historia (Viento Sur,8-06-2011); Simone Signoret, la nostalgia ya no es lo que era (“Rebelión”, 11-04-2015); Arthur London, entrevista (Fundación Andreu Nin), y en Homenaje a Costa-Gravas (Viento Sur 21-XI-2015)
2/ La rendición acrítica ante el “Imperio único” quedó bastante bien expresado en la obra de Semprún, Montand, la vida continúa (Planeta, 1983)

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