domingo, agosto 30, 2020

Verónica Volkow: Trotsky y la literatura



El artículo que sigue apareció publicado en el suplemento del diario mexicano “Uno más uno” (2411-19799, con ocasión de la celebración del Centenario del nacimiento de Trotsky en la UNAM, con la participación, entre otros y otras…

Una de las dos hijas que tuvo Trotsky con su primera compañera, Zina, tuvo su vez un hijo, Esteban Volkow, acabó síendo uno de los contados supervivientes de la familia, amén del único fuera de la URSS. Esteban es el padre de Verónica Volkow (Ciudad de México, 1955. En sus creaciones predomina la poesía. Ha escrito más de cinco libros sobre poesía. También ha escrito ensayos, traducciones de poemas y crítica de arte. Ha sido becaria del Sistema Nacional de Creadores durante tres periodos seguidos. Además, se desempeña como maestra en Historia del Arte en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La editorial Renacimiento de Sevilla publicó un libro de poesías Litoral de tinta y otros poemas, con un prólogo de Ramón Xirau. Sobre ella extraigo la siguiente información: “Verónica es académica y profesora universitaria, tiene maestría en literatura comparada por Columbia University, New York; y doctorado en literatura comparada por la UNAM con una tesis sobre Jorge Cuesta. También es maestra en Historia del Arte en la UNAM con una tesis sobre la cúpula del Altar de los Reyes en la Catedral del Puebla de Cristóbal de Villalpando. Motivo particular de interés son las relaciones que pueden entablar la poesía y la pintura en un determinado período histórico…. Verónica es también poeta, ensayista y narradora. Escribió una crónica sobre la vida cotidiana en el apartheid: Sudáfrica, diario de un viaje, México, Siglo XXI, 1988. Está por reeditarse en el Fondo de Cultura Económica, La mordedura de la risa un estudio sobre la obra gráfica de Francisco Toledo. En 2009 apareció Los gladiadores demónicos, Editorial Renacimiento, Sevilla. En 2010 fue editado Camino de vida; ensayos de poesía mexicana del siglo XX , BUAP. De última aparición es El Retrato de Jorge Cuesta, Siglo XXI Editores, ensayo que fuera ganador del premio José Revueltas de Ensayo literario 2005. Tiene también un libro de narrativa, La noche viuda, FCE, 2004.
Entre sus libros de poesía se cuentan: La Sibila de Cumas, 1974; Litoral de tinta, 1979; El inicio, 1983; Los caminos, México, 1989. Arcanos, 1996; Oro del viento, 2003, que recibiera el Premio Pellicer 2004 por obra publicada. De más reciente aparición son Litoral de tinta y otros poemas, Sevilla, Editorial Renacimiento, 2006, que recibiera el accesit al Premio Ausias March de los mejores poemarios publicados en España en 2007. De más reciente aparición Arcana, United Kindom, Shearsman Books, 2009…
Editada en varias ocasiones, sobre todo por Ruedo Ibérico en dos gruesos volúmenes, los escritos de Trotsky sobre la literatura evidencia que debajo del militante subsistía un escritor a la altura de los grandes clásicos rusos. Una anécdota: el refinado neoliberal Isaias Berlín atribuye a los marxistas rusos un interés especial sobre Lev Tolstói, y anota los nombres de Plejanov, Lenin, Trotsky y Stalin. Éste último jamás escribió sobre el autor de “Guerra y paz”, y la verdad es que tampoco lo pretendió. El añadido es vil una muestra de la insidia del personaje que de esta manera trata de emborronar lo que fue una t5radición del pensamiento crítico marxista al que Stalin entendió zafiamente y según sus intereses propios como gran sacerdote de la burocracia.
El artículo que sigue apareció publicado en el suplemento del diario mexicano “Uno más uno” (2411-19799, con ocasión de la celebración del Centenario del nacimiento de Trotsky en la UNAM, con la participación, entre otros y otras de Pierre Broué, George Novak, Tamara Deutscher. Jean Van Heijenoort, y nuestro Pelai Pagès (PG-A). En la fotografía de ilustración aparecen Esteban volkow, Valdy Serge y una de las hijas de Andreu Nin…

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Sobre los escritores y poetas dice Trotsky que «como el búho, ave de la sabiduría, el ruiseñor poético sólo canta después de ponerse el sol». Trotsky sería una figura que contradeciría esta aseveración. Su importancia como escritor y pensador radica precisa mente en que supo dar forma y coherencia a las aspiraciones de una nueva forma de sociedad. Trotsky se situaría no en el ocaso, sino en la madrugada de una nueva época del hombro; frente a un mundo no que cierra ya su forma y su significado últimos, sino que está por crearlos.
No sólo su teoría política se sitúa en la delantera del marxismo, en tanto que marca los lineamientos de una política a seguir para los problemas que tenemos que enfrentar y que seguiremos enfrentando a 40 años de su muerte, sino que también su obra se sitúa en el umbral de un nuevo tipo de sensibilidad y de aproximación al mundo; y esto lo hace un creador; rebasando los campos de la política, la economía y la literatura, Trotsky es, en toda la extensión del término, un creador de hombre. Su figura y su obra se perfilan en el umbral de una nueva era de la humanidad, y será sólo el futuro el que podrá entregarle un lugar y una dimensión correctas.
No es quizá una mera coincidencia que este revolucionario que lleva actualmente la avanzada en muchos de los problemas que tiene que enfrentar la revolución mundial, sea también uno de los marxistas que comprendió la revolución en su espectro más amplio; llegando más allá del cambio económico y político, hasta la subsiguiente revolución cotidiana, subjetiva, filosófica y estética. La revolución no sólo dará de comer a todos los hombres y terminará con cualquier tipo de opresión de clases, de sexos y de razas, sino que «elevará el término medio del intelecto humano hasta el nivel de un Aristóteles, de un Goethe, de un Marx» Aunque Trotsky, con esta hipótesis, llega más lejos que cualquier otro filósofo o crítico de arte marxista, pocos supieron como él dónde colocar los límites de la influencia que el partido debía ejercer sobre el libre desarrollo del arte. Sí en su juventud muestra una cierta rigidez, en su madurez se va a promulgar por la política de una absoluta libertad para el arte: «si para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución se ve obligado a erigir un régimen socialista y planificación centralizada, para la creación intelectual ésta debe, desde el principio, establecer y asegurar un régimen anárquico de libertad individual». Y tanto para el análisis político como para estos otros problemas de la cultura, Trotsky tuvo la visión adecuada.
Si Trotsky, como escritor y pensador, puede adelantarse a su época es precisamente porque va a dar un salto cualitativo con respecto a aquellos intelectuales que, según sus propias ideas, crean que el pensamiento crítico, el pensamiento aislado, es la palanca que mueve al mundo, Trotsky y sus colegas revolucionarios van a implementar el pensamiento con su acción. Van a mover la palanca del mundo con la acción dirigida por el pensamiento marxista. Y sólo así puede el pensamiento convertirse en un verdadero instrumento de penetración y de transformación. Y es en este mundo de la palabra armada de la acción que vamos a encontrar la verdadera medida de Trotsky como poeta. Pocos comprendieron como él el arte, la poesía que se es conde tras la acción: «La emoción de la revolución y su poesía consisten en que la nueva ciase revolucionaria somete a su voluntad a todos esos medios de guerra, en nombre de los nuevos fines que enriquecen al hombre, le transforman y rehacen, le permiten declarar la guerra al mundo antiguo, y le dan fuerzas si cae, para ponerse otra vez de pie y seguir luchando hasta el triunfo definitivo.»
Según Trotsky, la mayor parte del arte que se dice revolucionario porque toca el tema de la revolución no puede reflejar fielmente esta poesía, pues le falta toda la dimensión de la conciencia, de la inteligencia que se mueve hacia fines precisos, que hay detrás del odio, de la violencia, de los hechos sangrientos o de la emotividad pura que puede despertar la guerra. El arte de la revolución requiere como cualquier otro, más que cualquier otro, de sutileza, estrategia, sentido del ritmo, sabiduría, equilibrio; y de esta cara que ninguna obra artística ha podido reflejar hasta ahora, Trotsky nos deja un testimonio vivo.
Esta «poesía de la revolución» lleva detrás de sí la coherencia y la precisión de una ciencia, es un arte, el de hacer la revolución, que borra por fin sus fronteras con la ciencia; es un arte que es una ciencia, la primera ciencia del hombre sobre el hombre para la transformación del hombre. El marxismo, en base al análisis de las estructuras de poder de una sociedad, permite la planificación de una nueva organización de los medio-; de producción y de las relaciones laborales que harán posible para todos el acceso a una sociedad más libre y mas justa, a una sociedad en la que la creatividad —que hasta ahora ha quedado confinada al trabajo intelectual y artístico— tenga cauce abierto para todos los aspectos de la vida.
En Trotsky la figura riel escritor es absolutamente inseparable de la del revolucionario. Se conjugan en él Indisolublemente el pensador y el hombre de acción. Y son estas dos dimensiones, que se respaldan la una a la otra, las que le dan la importancia que tiene como lo uno y como lo otro. Trotsky debe su vigencia y su penetración al futuro precisamente a Ias perspectivas que da su inserción en la historia su actividad de militante revolucionario. Si no hubiera, junto con sus compañeros, cambiado el camino de la historia, no se le hubiera podido adelantar tanto tampoco.
Y si una nueva forma de sensibilidad y de pensamiento está por abrirse con el advenimiento del socialismo internacional, será seguramente una en donde se conjuguen el pensamiento y la acción inseparablemente y so pueda romper finalmente con el cascarón de la botella idealista. Una nueva cultura, uní nueva forma de relación de los hombres entre los hombres y de los hombres con el mundo, encontrará sin duda en la obra y la figura de Trotsky una de sus piedras de toque.
Esta otra cultura será a la nuestra, como Adolfo Gilly lo señaló en alguna ocasión, lo que el pensamiento presocrático fue al religioso. Habrá una ruptura que, como la que hubo entre estos dos, permitirá al hombre una mayor conciencia de su mundo y de sí mismo y un manejo más adecuado de su historia y de sus circunstancias. Con esta cultura quedaremos libres, o más libres, de las viejas estructuras religiosas que están empañando todavía la subjetividad del hombre y del artista contemporáneo que le impiden estructurar, con una coherencia que llegue hasta sus últimas consecuencias, la rebeldía y el descontento que siente hacia una sociedad opresora y castrante. La revolución socialista, que es la primera revolución consciente de la historia, el primer intento del hombre por dirigir y encaminar conscientemente su historia, será también el punto de partida de esta nueva forma de pensar y de sentir.
El marxismo será la ciencia de este nuevo arte de la vida. Siendo la primera explicación crítica del mundo que nos implementa con una praxis, es la primera también que por fin dota do pies y manos al pensamiento dándole así una inserción efectiva tanto a nivel de comprensión como de acción dentro de los acontecimientos históricos. Él marxismo se inicia también, como los principios de la ciencia moderna, con la experimentación en la realidad. Fue esta experimentación la que abrió verdaderamente el camino para una explicación eficiente y científica de los fenómenos físicos. Y será también la que le de at hombre una mayor comprensión y control de su vida y de su historia.
Una de las primeras obras a las que abre la puerta el marxismo es precisamente la de Trotsky, y al hablar de obra hablo va de una vida y una teoría que (como también entre los viejos presocráticos) se vuelven inseparables Poros hombree encontramos con la voluntad de Trotsky para significar a la historia, para crear la historia. Y es el suyo un lenguaje que está más que nunca cercano a los hechos, y son los suyos, hechos que están más que nunca cercanos también a un lenguaje que les otorga continuidad, coherencia v sentido. Su vida escribe la historia, crea la historia (y aquí estas palabras quedan desprovistas de toda connotación que las confine al espacio circular y amulado del pensamiento idealista). Esta muralla por fin se ha derrumbado. El horizonte abierto será el que les toque a las nuevas generaciones construir y descubrir, en donde estos verbos impliquen una misma acción indisoluble, y donde el mundo sea más algo por hacerse que algo dado.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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