sábado, agosto 22, 2020

Spotify y la fábrica de hacer música



Daniel Ek, CEO de Spotify

Su CEO insta a los artistas a producir más, mientras se acrecienta el abismo entre las miserias que les pagan y las fortunas de la empresa.

En recientes declaraciones el CEO de Spotify, Daniel EK, culpó a los artistas de la baja remuneración que obtienen en su plataforma: “No puedes grabar música una vez cada tres o cuatro años y pensar que será suficiente”.
Varios músicos ha salido a responder: “Música = producto y se debe producir regularmente’, dice el multimillonario Daniel Ek”, comentó Mike Mills de R.E.M. Mientras que Massive Attack declaró que “en los sueños de transmisión del futuro de Daniel, los algoritmos de su compañía reemplazarán a los artistas, y no tendrá que pagarle a nadie”.
Lo que el CEO de la empresa dominante en el mercado digital de la música hace es tratar a los músicos y sus creaciones artísticas como una mercancía más, donde el rédito es su valor comercial y no simbólico, condicionando la libertad de creación de cualquier artista. Se trataría de producir en cadena canciones, para que la oferta y su rédito sea mayor.
La industria de la música ha dado un cambio general al pasar el consumo de formato físico al digital. Esto ha deparado una nueva forma de comercialización, con nuevas empresas dedicadas a este negocio que han multiplicado su influencia y riqueza. El apocalipsis que las discográficas pregonaban sobre el futuro de la industria de la música, ante la caída brutal de ventas del formato CD, ha devenido en una adecuación capitalista donde han surgido nuevas empresas que manejan este negocio. Ha habido quiebras de discográficas pero también alianzas y fusiones. Recientemente Spotify selló una alianza con Universal, el mayor sello discográfico del mundo, que disparó los valores de la compañía sueca en la bolsa.
Para las empresas se trata de un mercado cautivo de suscriptores, pagos (Premium) o gratuitos (con publicidad); la ganancia se da por la cantidad de abonos por mes que tengan. A su vez al artista se le paga por reproducción. Y el nuevo modelo de negocios ha impuesto un valor de pago acorde con sus ganancias y contrario a la posibilidad de una inmensa mayoría de poder vivir de esas reproducciones. Así, el nuevo modelo impuso condiciones aún más terribles para los artistas: según The Visual Capitalist, estas empresas pagan un dólar por una cantidad de reproducciones que van desde 53 en el caso de Napster a 1.449 en el de Youtube (en el medio, Tidal paga 1 dólar por 80 reproducciones, Apple Music 136, Google Play 147, Deezer 156, Spotify 229, Amazon Music 249 y Pandora 752).
O sea que por un millón de reproducciones, la paga a cualquier músico, banda o grupo -tomando de referencia las principales empresas- es de u$s 7.300 en Apple Music; 4.300 en Spotify y 690 en YouTube. Un millón de reproducciones es un umbral altísimo, no menor para figuras conocidas, y excluyente para la inmensa mayoría de los músicos que integran el catálogo de Spotify, a modo de ejemplo, cuyo CEO les achaca que no se “esfuerzan” lo suficiente.
En los últimos años Spotify se ha afianzado como una de las empresas dominantes en el mercado de la música digital, pero la situación de cuarentena y aislamiento provocada por la pandemia ha disparado los números. Según Clarín, aunque cierra el trimestre con rojo operativo, avanza en todos los terrenos, subiendo su valor bursátil. Los ingresos crecieron un 13% hasta alcanzar los 1.889 millones de euros. «Favorecidos por la pandemia del coronavirus se produjeron más estados de conexión, el número de usuarios activos entre abril y junio se situó en 299 millones, un 29% más que en el mismo periodo del año pasado”.
Este crecimiento contrasta brutalmente con la situación de la mayoría de músicos. Lo que no puede explicar el CEO de Spotify es que el crecimiento de suscriptores y reproducciones en plena pandemia no trajo una situación de bonanza al bolsillo de los músicos. Las reglas han sido fijadas para llenar el bolsillo de los capitalistas a costa de la apropiación a precio vil de su producción artística.
Los músicos y trabajadores de la música han visto agudizarse las condiciones de precarización laboral, ya existentes antes de la pandemia, a un grado insostenible por la merma de ingresos. En Argentina, ninguna acción ha venido del Sadem (Sindicato de Músicos) para unir nuestros reclamos.
Esta situación requiere una respuesta organizada, colectiva, tal cual lo ha ido marcando Músicos Organizados, con asambleas, festivales y acciones callejeras, para exigir un subsidio de $30.000 mensuales mientras dure la inactividad musical, financiado con un impuesto a la OTT (plataformas digitales, como Spotify) para que la crisis la paguen los empresarios, no los artistas y trabajadores de la cultura.

Ricardo Goldín

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