martes, noviembre 01, 2022

Las acciones de Meta y Amazon caen en picada en el escenario de la recesión mundial


Las acciones de Amazon y de Meta, nombre que lleva hace algunos meses el grupo dueño de Facebook, Whatsapp e Instagram, se derrumbaron la semana pasada en Wall Street. El grupo de Mark Zuckerberg cerró el jueves con una pronunciada baja del 24%, mientras que Amazon, que culminó la jornada un 4% abajo, cayó luego un 14% en el after market. El factor común en ambos casos es que las empresas presentaron informes trimestrales desfavorables con respecto a sus márgenes de ganancias, y las proyecciones futuras no prometen una recuperación. 
 A la par, se registró en este “jueves negro” una tendencia negativa en simultáneo con otros gigantes de la tecnología, como Alphabet (empresa matriz de Google, con -6,6%), o Microsoft, con -6%. Una vez más: el motivo son los informes trimestrales. Alphabet no recaudó lo que se esperaba, fundamentalmente por una disminución del ingreso con las publicidades de YouTube, y quedó un 17% por debajo de las expectativas del mercado. En tanto que Microsoft, si bien superó sus previsiones de ingresos, los reportes de ganancias por la nube (OneDrive) no fueron lo que esperaban los inversores.
 Hay coincidencias entre los analistas financieros. La economía mundial se adentra en las cavernas de la recesión y todos los temores se concentran en el 2023. El Banco Mundial advierte a su vez que la suba simultánea de la tasa de interés por parte de varios Bancos Centrales, un mecanismo que pretende apaciguar la disparada inflacionaria internacional que tiene a la guerra en Ucrania como catalizador, no hace más que echar leña al fuego. Esto es un problema mayúsculo precisamente para las tecnológicas, que obtuvieron ganancias récord en la pandemia con un modelo de negocios basado en un alto endeudamiento que ahora, cuando sus balances constatan un freno del crecimiento y el crédito se encarece, abre interrogantes sobre el destino de estas “big tech”. 
 Los desplomes bursátiles se vienen manifestando recurrentemente en los últimos meses, y Wall Street ha tomado punta en ello arrastrando a los demás mercados. Es un hecho la caída generalizada de los bonos de deuda, de las acciones y los activos financieros (véase el derrumbe sideral de las criptomonedas), que amenazan con el estallido de la burbuja de capital ficticio y delinean las formas de un nuevo episodio de la bancarrota capitalista. 
 Es un factor a considerar la intervención de los Bancos Centrales, que se han dedicado a absorber títulos desvalorizados para acudir al rescate de los bancos. Las pérdidas que se reportan en operaciones financieras son realmente millonarias en el último período, por lo que está a la vista que estos operativos de salvataje son una bomba de mecha corta. El informe del Banco Mundial es lapidario: el escenario recesivo que plantea el próximo año puede conducirnos a severas crisis financieras que catalogaron de “efecto duradero”. 
 Y el escrito sigue: la tasa de inflación básica mundial podría llegar en 2023 hasta el 5%, el doble del promedio en los últimos cinco años antes de la pandemia. La Reserva Federal estadounidense anticipó que, como “paliativo”, subirán la tasa de interés otro 5%. Por estos días, la economía atraviesa su retroceso más pronunciado tras terminarse un período alcista a la salida de una recesión desde 1970: el capitalismo se enfrenta a un escenario recesivo que aparece como uno de los síntomas más claros de su bancarrota. El otro es la guerra en Ucrania, que dispara una inflación mundial que no puede ser mitigada con la suba compulsiva de las tasas de interés, y que alimenta un ciclo que se repite. 
 En el cuadro de la crisis capitalista, los gigantes de la tecnología pretenden recomponer sus márgenes de ganancia con la superexplotación de los trabajadores, impulsando nuevas reformas laborales y abaratando la mano de obra. Es el caso de Google, que les exige “mayor productividad”, o el de Mercado Libre en nuestro país. Mientras su CEO, Galperín, reclama a coro con todo el empresariado estas reformas en nombre de que ello “crearía nuevos puestos de empleo”, las estadísticas del Indec dan cuenta de que ocurre todo lo contrario. Crece la carga horaria de la jornada laboral y los ritmos de producción, pero no así los puestos laborales. En realidad quieren una mayor explotación de la fuerza de trabajo para producir más con menos trabajadores. Como se ve, estamos llamados a defender nuestras condiciones laborales y nuestras conquistas contra los planes de los capitalistas en todo el mundo, que pretenden cargar sobre nuestras espaldas la bancarrota de su propio régimen. 

 Manuel Taba

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